Apuntes sobre las comunas bolivarianas

Resumen Latinoamericano/Marco Teruggi, desde Venezuela – “Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía cómo se construye el socialismo” (Fidel Castro Ruz, 17.11.05).  

Han pasado quince años desde que se inició en Venezuela el proceso político conocido como revolución bolivariana. Quince años en los que un pueblo junto a un hombre, el comandante Hugo Chávez, volvieron a encauzar la historia en una dirección: el socialismo, el del siglo XXI, bolivariano, que es decir profundamente venezolano y nuestroamericano.

Volvieron a proponer el desafío más grande, el de la transición, la salida del capitalismo. El proceso de “devolverle al cuerpo social los poderes usurpados”, como lo definió el pensador y militante Aldo Casas. Para eso probaron, armaron y desarmaron, buscando las mejores formas y contenidos, haciendo propia la máxima de Simón Rodríguez –maestro de Simón Bolívar-, “inventamos o erramos”. Y esos ensayos fueron hechos desde esa certeza: el poder debe regresar al pueblo, un pueblo necesariamente organizado.

En esa búsqueda, ese camino conducido centralmente por Hugo Chávez y apropiado por la mayoría, aparecieron las comunas (su ley orgánica se remonta al 2009, la de los consejos comunales, sus cimientos, al año 2006). Éstas fueron concebidas desde el principio como un paso en un horizonte de más, un más que en el proceso venezolano tomó el nombre de Estado Comunal. El viejo y vital proyecto, el de “pulverizar el Estado burgués”, como dejó escrito Hugo Chávez en el plan de gobierno para el período 2013-2019.

Intentar acabar con lo existente, lo heredado (burocrático, excluyente, opresivo) significó en el proceso bolivariano -y lo sigue siendo de manera cada vez más urgente- poner en pie lo nuevo: una nueva institucionalidad conformada desde el pueblo, hecha por millones, enraizada en cada territorio. Ir sentando las bases de una nueva forma estatal, de la vida misma de las comunidades. Por eso las coordenadas principales de las comunas fueron desde sus inicios dos: autogobierno y autogestión.

Una posible fotografía actual

Existen en este momento 632 comunas registradas en el país, y más de 800 en  construcción. No hay un estado (provincia) venezolana donde no exista una comuna en pie. Las cifras para esta fecha en el año anterior eran muy diferentes: menos de 40 comunas registradas -la primera lo había sido en agosto del 2012-, y un desconocimiento estatal y popular acerca de la cantidad real. Las comunas eran para muchos solamente un proyecto de Hugo Chávez con un correspondiente ministerio creado para tal fin -el Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Protección Social, desde el año pasado renombrado como Comunas y Movimientos Sociales.

Fue a partir de mediados del 2013 que el proceso de expansión comunal tomó fuerza, instalándose como un actor dinámico y protagónico dentro de la revolución. Hasta ese momento si bien existían comunas, impulsadas por algunos movimientos populares, no había una decisión estatal de empujar el pleno desarrollo comunal, de permitir un crecimiento que en muchos casos ya contaba con los cimientos desarrollados.

Porque la organización popular estaba ahí, entre los miles de consejos comunales (casi 40 mil según el censo de octubre del 2013), estaban dadas las condiciones para un nuevo paso. Por eso la multiplicación no fue una sorpresa: el tiempo de la organización popular no era el del Estado, corría más rápido, diferente. Cuando el Ministerio -en su cambio de gestión a partir de mayo del 2013- simplificó los trámites para el registro comunal se encontró con comunas que llevaban hasta 5 años esperando su legalización -no así su legitimación.

Las comunas eran un pedido popular, un nuevo paso a dar en la maduración de un proceso organizativo de varios años. Representaban una necesidad sentida por muchos de responder al llamado hecho por Hugo Chávez en su discurso de gabinete del 20 de octubre del 2012, conocido como Golpe de Timón: comunas o nada. Porque ese había sido el último mensaje, la última orientación estratégica del comandante, el pedido desesperado, la conspiración para millones.

De esta manera en el transcurso de un año se fue conformando una nueva identidad política dentro del proceso revolucionario: la de los comuneros y comuneras, hombres y mujeres del chavismo de base, de avanzada, organizados anteriormente -y en la actualidad a veces de manera superpuesta, complementaria- por ejemplo en las Misiones Sociales y los Comités de Tierra Urbana. Las comunas comenzaron a desplegar las potencialidades latentes, a instalarse -no sin tensiones y límites- como los actores revolucionarios que fueron llamados a ser.

Conformación de las comunas

Existen comunas en cuyo territorio habitan hasta 50 mil personas -como la Comuna Socialista Ataroa, en la ciudad de Barquisimeto, estado de Lara-, y otras donde se encuentran 10 mil personas, abarcando una extensión de 20 mil hectáreas -como la Comuna agropecuaria Cajigal, situada en Cajigal, estado de Sucre. Las realidades son heterogéneas pero atravesadas por los mismos desafíos: cómo poner en pie espacios de autogobierno y autogestión, espacios donde se ejerza la democracia participativa.

Los pasos en su conformación son iguales: en el comienzo están los consejos comunales, espacios de organización barrial -en el ámbito urbano participan hasta 200 familias, según indica la ley-, cuya máxima instancia de decisión es la Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas. Ésta debe estar conformada por los voceros y voceras -que integran los comités del consejo comunal, en áreas como finanzas, deporte, contraloría social, ejecutivo, de juventud, cultura, etc.- y abierta a la comunidad. Esas voceras -son mujeres en la mayoría de los casos- deben a su vez haber sido elegidas por votación de la comunidad.

Las comunas nacen de la agrupación de varios consejos comunales. Los números tampoco son rígidos. Existen comunas conformadas por 32 consejos comunales -como la comuna Píritu Becerra, en Calabozo, estado de Guárico-, mientras otras reúnen a 11, tal el caso de Renacer de Bolívar, situada en el barrio La Vega, en Caracas. Porque las comunas son fundamentalmente una iniciativa de las mismas comunidades, que son quienes deciden hasta dónde extender los límites geográficos, en función de su propia historia, sus realidades vividas y a proyectar.

Para conformarse como tal, las comunas -hasta ese entonces un grupo de consejos comunales- deben elaborar la Carta Fundacional: una suerte de Constitución de la propia comuna, una hoja de ruta donde se establecen las coordenadas, potencialidades, necesidades y los pasos a dar en el territorio. Esa Carta a su vez es sometida a elección en la comunidad, que debe aprobarla con un mínimo del 15%. A partir de allí se conforma o convalida la comuna legalmente. El paso siguiente es su inscripción en el Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales (a partir de ese momento deja de ser una comuna en construcción y forma parte de las registradas).

Comienza entonces la estructuración del cuerpo de la comuna. Sus principales órganos son el Parlamento Comunal -donde asisten uno o dos voceros por consejo comunal-, la Contraloría Social, el Ejecutivo, y el Banco Comunal. A su vez existentes los diferentes comités -de agua, vivienda y hábitat, cultura, educación, etc., lo que la misma organización se proponga trabajar-, que también participan de las reuniones semanales o quincenales del Parlamento.

Esa estructura política y organizativa es la que se encuentra actualmente en las comunas bolivarianas (con algunos matices según las experiencias, como por ejemplo cual es la centralidad del Parlamento Comunal con respecto a los consejos comunales, si es un ámbito de coordinación y ejecución, o más de elaboración y decisión). Sobre ella se desarrollan diferentes niveles de autogobierno, autogestión, así como de dependencia estatal y lógicas de demandas reivindicativas permanentes.

Algunas relaciones con el Estado existente

El creciente protagonismo comunal generó diferentes reacciones. La derecha entabló una creciente campaña de demonización, en particular antes de las elecciones para intendentes y concejales del 8 de diciembre del 2013 -donde el chavismo ganó con amplia mayoría-: las comunas significarían el fin de las alcaldías. Por su parte ciertos sectores de la izquierda también cuestionaron el crecimiento comunal: detrás de los números no existiría un real proceso de empoderamiento popular, de conformación de una nueva institucionalidad -con vocación o posibilidad revolucionaria-: se trataría de un proceso tutelado, controlado por el Estado y diferentes actores del Gobierno Nacional.

Lo cierto es que las relaciones con el Estado (diferentes ministerios, gobernaciones, alcaldías) han sido muchas y a veces contrapuestas. Tal vez en este punto se hicieron más evidentes las tensiones y contradicciones de la transición, de un proceso político que se propuso crear una nueva institucionalidad a partir de una fuerte iniciativa gubernamental.

Y, en ese punto, Hugo Chávez insistió en cada oportunidad en la necesidad de fortalecer lo nuevo, el poder creciente no estatal. Así, citando a Mészáros al abrir el discurso del Golpe de Timón, afirmó: “El patrón de medición de los logros socialistas es: hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general”.

Pero si bien Chávez fue el conductor indiscutible del proceso, el impulsor de gran parte de las medidas revolucionarias, el nivel de aceptación real de esos lineamientos dentro del Gobierno y de la estructura estatal no siempre resulto ser el mismo. Para muchos chavistas la revolución terminó en las Misiones Sociales, en la reparación -todavía incompleta- de la deuda histórica (vivienda, educación, salud, agua potable, etc.), a través de un protagonismo estatal (aunque desde la conformación de las Misiones Sociales, la tensión entre transformar el Estado o generar una nueva institucionalidad ya estuvo presente).

Por eso la propuesta de las comunas, tal vez la más avanzada a la hora de construir un poder popular a escala nacional e integral (incluye por ejemplo la parte de defensa a través de las milicias populares), generó niveles tanto de aceptación e impulso, como de boicot. Las respuestas ante la propuesta fueron diferentes según las instituciones, según qué actores del chavismo estuvieran ocupando la dirección de esos espacios.

Porque el proyecto de la comuna efectivamente trajo el debate sobre fin de las alcaldias, los municipios, tal como existen en la actualidad. Planteó la necesidad de conformar una nueva geometría del poder, la desaparición de la estructura estatal capitalista, la conformación del Estado Comunal, que debe ser inventado desde abajo. Y como todo poder naciente y en expansión, se encontró con poderes existentes que presentaron y continúan presentando resistencia. Esto, evidente en los municipios gobernados por la derecha, también sucedió en otros en manos del chavismo, del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv): las comunas fueron vistas como una amenaza -más posible que real en un primer momento-, una pérdida de poder, de competencias, y fundamentalmente de recursos económicos.

Esta complejidad política se manifestó en los diferentes vínculos entre el Estado y las comunas desde su creación. Por un lado algunas fueron acompañadas, contaron con respaldo político, transferencia de recursos, y de a poco, de competencias. Allí se logró desarrollar el vínculo deseado, en el que la institucionalidad burguesa propició el avance comunal, su propia pérdida de poder. Esto dio lugar a casos como el del municipio Torres -en el estado de Lara-, donde desde la intendencia fue propiciada desde los inicios la transferencia de recursos, el acompañamiento, buscando evitar el tutelaje y dando lugar al debate actual que allí se da: la conformación del municipio comunal.

Por otro lado existieron muchas experiencias que nacieron –y continúan desarrollándose- a pesar del Estado. Allí se enfrentaron al boicot, la invisibilización, la negación a transferir  lo debido. Tal fue el caso por ejemplo de la Comuna Carlos Escarrá situada en el barrio El Limón, en el estado de Aragua. Allí enfrentaron al Psuv (hasta que decidieron disputarlo y lograr que los concejales sean comuneros), a la intendenta chavista acusada de corrupción (el tercer caso en el alcaldía) que se negó a transferir los recursos, permitir que los comuneros y comuneras tengan un espacio para proponer y debatir políticas públicas. En cuanto al Ministerio para las Comunas, la demora para el registro fue de varios años.

Debates económicos y escenario político

Si bien muchas comunas nacieron a partir del propio acumulado organizativo y político del territorio (el deseo de hacerse comuna a partir del llamado de Hugo Chávez), también es cierto que casi la mitad se conformaron a partir del impulso de movimientos populares, en particular de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora. En esos casos se avanzó más rápidamente en procesos de trabajo conjunto entre las comunas, así como en planes de formación nacionales de comuneros y comuneras. De esos procesos nacieron las primeras ciudades socialistas en el ámbito rural -por ejemplo la Ciudad Campesina Socialista Simón Bolívar, en el estado de Apure, o la Ciudad Socialista Juan Pablo Peñaloza, situada en Táchira.

Esas experiencias trajeron, anticiparon algunos debates urgentes, en particular el de la economía comunal, un desafío atado a una certeza: una comuna que no sea productiva, autosustentable, difícilmente pueda mantenerse en el tiempo. Esa conclusión nació de las mismas construcciones en los territorios comuneros, en los cuales –en especial en el ámbito rural- cobró cada vez más importancia la necesidad de poner en pie una economía propia, autogestionada, para romper con el lazo de dependencia económica con el Estado, y con los sectores privados (en particular los intermediarios y proveedores de materias primas).

Nuevamente se evidenció la tensión con las instituciones: para poner en pie circuitos económicos comunales se hizo imprescindible el financiamiento estatal. Sin eso, la posibilidad de adquirir maquinarias, centros de acopio, o medios de transporte, se hizo inviable. Por eso el pedido más generalizado hacia el Estado -además de la reparación de la deuda histórica- fue la posibilidad de adquirir financiamientos para poner pie en Empresas de Propiedad Social, tener el control comunal sobre todo un circuito productivo –materias primas, producción, distribución, venta y consumo.

Por otra parte la discusión sobre la economía comunal comenzó a cobrar fuerza en el escenario nacional. En un año marcado por la guerra económica impulsada por la derecha y el Gobierno norteamericano, quedaron en evidencias las limitaciones y vulnerabilidad del modelo productivo venezolano, la necesidad de transformarlo. Frente a la inflación, el acaparamiento y el contrabando, la economía no logró dar respuesta en términos productivos.

En ese contexto la perspectiva de la producción comunal emergió como posibilidad y necesidad estratégica. Si cada comuna pudiera garantizar la soberanía alimentaria sobre su territorio, y generar un excedente para los municipios adyacentes, los avances serían considerables (en términos numéricos se proyecta que para el 2019 existan 3 mil comunas, esto es el 68% de la población viviendo en sistemas comunales)  Así, combinado con una producción estatal de mayor capacidad y eficiencia, la base económica productiva podrá consolidarse e impactar en los niveles necesarios.

Pero la economía comunal trajo algo más que la posibilidad productiva: puso en el centro de la escena el debate sobre  las relaciones y la organización trabajo. En las comunas comenzaron a desarrollarse experiencias de producción y de tierras colectivas, de trabajo sin patrón, organizado de forma asamblearia, con ganancias distribuidas de igual manera. Eso a su vez estuvo enmarcado en una planificación comunal, y de a poco en conjunto con las comunas cercanas. Así nacieron desde el 2014 diferentes sistemas de agregación territorial comunal, (como los corredores comunales y ciudades comunales),  generando un  proceso de cruce e intercambio entre las propias comunas.

Por último, el gran motor implementado para impulsar y profundizar estos procesos productivos y de avance de la vida en comunidad, fue el trabajo voluntario. Esa práctica fue adoptada en muchos casos como un quehacer cotidiano, semanal, de cada fines de semana. Miles de casas por ejemplo fueron hechas por autoconstrucción. Eso puso en marcha, en las experiencias más avanzadas, un proceso de generación de excedentes producidos de manera colectiva, que luego fueron reinvertidos en los espacios de la comuna (nuevas Empresas de Propiedad Social, vialidad, salud, financiamiento a producciones colectivas, etc.). Allí, tal vez más que en cualquier otro espacio, se pudo ver “el espíritu de la comuna”, su condición misma, según había indicado Hugo Chávez.

A modo de cierre

Los avances que hoy viven las comunas no son homogéneos. Sin embargo aunque existan realidades dispares, las coordenadas que orientan su desarrollo son las mismas y han sido apropiadas por miles de hombres y mujeres que cada día piensan en gobierno comunal, autogestión, empoderamiento. Su crecimiento puso sobre la mesa su potencialidad política, económica, social y cultural. Indicó que por ahí, como señalaba Hugo Chávez, se debe profundizar la transición al socialismo, arraigada en los territorios, hecha por los comunes, por la inmensa mayoría del pueblo.

Porque el destino del proceso comunero es en gran parte el del socialismo del siglo XXI, su posibilidad de no transformarse en un nuevo socialismo de Estado, de hacerse sobre un poder popular que sea real Gobierno, y no apoyo para movilizaciones y retórica gastada. La capacidad para desarrollar sistemas económicos autogestionados, autosustentables, planificados intercomunalmente, será uno de los elementos principales que influirán en el desarrollo de las comunas. Pero también lo serán la correlación de fuerzas dentro del chavismo, los vínculos con el Estado, así como la orientación general dictada desde la dirección de la revolución, encabezada por el presidente Nicolás Maduro.

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