Argentina. Jorge Luis Ubertalli Ombrelli, nombrado “El Pampa”: Semblanza de un orejano

Por Jorge Falcone, Resumen Latinoamericano, 14 de marzo de 2022.

SEMBLANZA DE UN OREJANO

“Yo sé que en el pago, me tienen idea.
Porque a los que mandan, no les cabresteo.
Porque despreciando las huellas ajenas
sé abrirme camino pa’dir donde quiero… ”

Jorge Cafrune,

fragmento de “El Orejano”

Coincidirá quien lea esta nota que no hay obituario que complete a un ser humano. Sin embargo, ensayaremos una modesta aproximación al que nos ocupa… aunque lo que sigue sea lo último que hubiéramos deseado escribir.

Conocí al “Pampa” en la transición entre la dictadura genocida y esta democracia de la derrota, en el porteño local sito en la calle Venezuela, adonde funcionaba  Intransigencia y Movilización, la corriente interna del justicialismo desde la que los Montoneros realizamos un último intento orgánico por materializar aquella sentencia de Evita acerca de que el peronismo sería revolucionario o no sería nada. Estoy convencido de que en estas horas no conviene cotejar dicha frase con la realidad.

Por entonces nuestro hombre venía averiado y buscando tratamiento, después de haber combatido en la primera línea de la lucha sandinista y salvadoreña.

Oriundo del conurbano profundo (Valentín Alsina, Lanús), más adelante lo reencontré confinado a disgusto en la sección Policiales del Diario “La Voz”, que en aquellos días presidía el caudillo catamarqueño Vicente Saadi.

Alguna vez me ofreció su casa para celebrar un cumpleaños en que compartimos tamales y buen vino, y él tuvo a bien exhibir ante lxs invitadxs un montaje audiovisual sobre su convivencia con pueblos originarios de nuestra Patagonia, una de las incontables causas que lo desvelaba.

Mi tocayo se solazaba por igual con los versos criollos de Don Ata o con la viola da gamba de Jordi Savall, compartiendo conciertos desde pequeña con su amada – y me consta que admirada – hija Florencia.

En adelante, lo nuestro consistió en perdernos y reencontrarnos entre la multitud fragorosa, o seguir sus notas en las numerosas tribunas que acogieron su compromiso internacionalista de investigador riguroso y sagaz: TeleSur, Alainet, La Pluma, Rebelión, Acercándonos, Kaos en la Red, o Resumen Latinoamericano, entre otras.

Hace unos años lo detecté compartiendo tareas investigativas con mi hija Laura en la sede platense de la Secretaría de DDHH bonaerense (conozco poca gente tan capaz como el “Pampa” de soltar en una charla el currículum completo de un canalla) Me contó que moraba por la zona y volvimos a frecuentarnos.

Alquilaba una modesta casita en Villa Elisa visitada los fines de semana por su última compañera. Se había mudado a la misma – me explicó – para estar cerca de su pingo “El Yupi” (por Yupanqui), al que, frente a quien no merecía saber el origen de los datos que manejaba, le atribuía desfachatadamente ser su fuente confidencial. Allí compartía el techo, rezongando pero devotamente, con una jauría  ante la que no disimulaba su predilección por “La Anteojita”, una perrita que lo volvía loco con sus travesuras. Cuando estaba solo también compartía su lecho con todas esas mascotas.

En una de mis últimas visitas a su “rancho” me cocinó un trozo de osobuco – lo único que guardaba ese día su yerma heladera -, prodigándose por horas con el relato deslumbrado de su viaje a Corea del Norte. Comí con culpa pero sin chistar. Cualquiera que lo haya conocido mejor que yo – y hay muchxs – sabe que no era fácil contradecir al “Pampa”. Hombre de pocas pulgas, su afición por “encontrarle  el pelo al huevo” dificultaba en sumo grado la posibilidad de que sostuviera por demasiado tiempo una militancia orgánica. Sin embargo, ese rasgo difícil de su personalidad nunca lo llevó a regatear a las organizaciones que se lo pidieran sus saberes de erudito en el marxismo o en el manejo de las herramientas necesarias para librar guerras justas.

Transitando lo que el destino quiso que fuera el epílogo de nuestro vínculo, el hombre andaba peleado con todo. Pero, vital e inquieto, no se daba por vencido, y comparecía con gusto a las intervenciones artísticas del Frente Cultural “Che Adelita” para compartir su voz aguardentosa de guitarrero criollo y beligerante. “Me voy a dedicar al humor chusco” – decía – “porque ya nadie se toma en serio un carajo”. Y a continuación se desahogaba grabando y compartiendo por watsapp coplas de su autoría, o enviando a su directorio de confianza prosas cargadas de ácida ironía.

Antes de cruzar el abra (dicho así, como estoy seguro que él preferiría), nos dejó una copiosa e imprescindible obra poética y ensayística de la que – en el afán de no reseñar lo mismo que otras plumas que den cuenta de su estar entre nosotrxs – solo consignaré el puñadito que conservo dedicadas de su puño y letra: “¡Al suelo, señores…! La Matanza de Ingeniero Budge” (1987, Editorial PuntoSur); “Guaycurú, tierra rebelde. Tres sublevaciones indígenas” (1987, Ediciones Antarca); “El Fogón de los sin Nada. El alzamiento de los nietos de Fierro” (1993, edición del autor); “Descabalgando el tiempo. Me/moría de vida” (2013, Ediciones Compañera); y “La verdad y nada más que eso: Mi viaje a la Corea socialista” (2019, Ediciones Compañera)

Ya fue explicado pero, craso error el de quien crea que el “Pampa” nos lega tan solo ese puñadito de títulos: Para reconstruirlo como merece… habrá que hurgar. Porque este revolucionario mayúsculo, “payador perseguido”, y polemista irreductible, ha sido muchas cosas a la vez. Tantas que este amigo supuso que no tenía tiempo para morirse. Pero ya ven. Una distracción la tiene cualquiera.

Aquí va su última nota, como para decirle, “tomáte tu tiempo, hermano, ¿qué apuro tenés?”.-

http://www.lapluma.net/author/jorge-luis-ubertalli-ombrelli/

A Florencia Ubertalli

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