Argentina en Cuestión. No fue una elección, fue un aluvión

Por Juan Guahán, Resumen Latinoamericano, 18 agosto 2019.-

El domingo pasado se votó en las elecciones PASO. Dejó la impresión que eso no fue una elección sino un aluvión: su significado y consecuencias. Hay muchas otros temas a considerar: El derrotado “Señor Mercado” existe y es el dueño del poder; Macri y el desequilibrio que delatan sus evaluaciones, unas canallas, sinvergüenzas y otras –forzadamente- más realistas; el rol del miedo que quiere instalar un gobierno que sigue en campaña; Argentina y décadas de una decadencia que no supera.

Cuando -en la noche del domingo- se abrieron las urnas aparecieron los indicios de lo que se quería invisibilizar y que, como de repente, explotó. Pero las explosiones sociales nunca son repentinas, aunque lo parezcan, ellas requieren una larga construcción que luego –en algún momento- se expresan de un modo inesperado. La historia y el pueblo nos dieron una nueva lección. El pueblo siempre busca atajos, avanza por donde puede, procurando que los esfuerzos y sacrificio sean los menores ¡cosas de la naturaleza humana! En nuestro sistema institucional y por largos años eso significó terminar eligiendo “el mal menor” y así nos va. Durante ese tiempo, con miles de movilizaciones, cortes, huelgas, diversas acciones de lucha y resistencia se acumuló una cierta fuerza que encontró en una elección aparentemente intranscendente el intersticio, el hueco, para expresar su voluntad soberana y terminar con la noche macrista. ¡Macri está terminado!, pero el viejo sistema ¡No!, éste sigue vivito y coleando, tal como lo podemos ver en lo que está pasando. Lo mejor es que Macri se vaya cuanto antes. Cuánto más se demore en concretar el entierro de esto que se llama macrismo, mayores serán los dolores de nuestro pueblo. La circunstancia de esta votación de haber sido un hecho aluvional y no una simple elección cambió los planes y la estrategia de las diversas corrientes políticas y también las perspectivas para el pueblo. Ahora las reglas de juego parecen cambiadas, no se trata solamente que “los Fernández” tengan prácticamente asegurada la victoria en octubre. El tema de fondo es que el gobierno ya no puede gobernar y sus decisiones de esta semana lo prueban. Ya poco importa el valor institucional que tengan las PASO. Lo decisivo es que el macrismo ya fue notificado por el pueblo que no tiene aval para gobernar. Seguir gobernando hasta diciembre son 113 días en los cuales se producirán daños –muchos de ellos serán irreparables- para el pueblo. Sería interesante que la dirigencia aprovechara estas circunstancias para ir acomodando las instituciones a la realidad. De lo contrario volveremos a ese hecho que hace un par días señalara “el filósofo” Dady Brieva, cuando recordara autocríticamente que “somos guerreros en la derrota y progresistas en el gobierno”. Efectivamente –ya en otro momento- el progresismo ganó y se fue por ser solamente eso: “Progresista”. El pueblo con ese voto aluvional planteó que quería algo más. No alcanza con volver a buscar el equilibrio de caducos modelos y sistemas, que terminan sirviendo a intereses contrarios al propio pueblo. Esta es una buena oportunidad para recuperar sueños y empezar a transitar caminos olvidados hace algunas décadas, donde la democracia sea lo que debe ser: “Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”. ¡Eso es soberanía política!

A continuación se irán desgranando algunas de las reflexiones señaladas al comienzo.

EL “SEÑOR MERCADO” EXISTE Y ES EL DUEÑO DEL PODER

En los comentarios periodísticos se ha instalado el tema de “los mercados”, como si hubiera un “Señor Mercado”. Como lo cuenta Luis Landriscina, en realidad “ese señor” existe, pero él no está aquí. Se trata del “Capital”, él está lejos y gobierna al mundo. En el mundo occidental eso se llama capitalismo y dentro del mismo el sector financiero está a su cabeza.

Nuestros diferentes gobiernos, desde distintas posiciones, negocian con él. Macri, dijo el lunes “yo no manejo los mercados”, eso es cierto. Pero él procura congraciarse con ellos y falló en estas elecciones, de allí su bronca y sus espasmódicas reacciones. Cuando ese “Señor” se enoja o teme por sus intereses se hace sentir. Lo que pasó el domingo a “los mercados” no les gustó, el lunes y los días subsiguientes manifestó su desagrado, hasta que vino Alberto Fernández a darle una mano. Esa es la “verdad de la milanesa” y solo se calmará si los próximos gobernantes hacen lo que a él le conviene. Este es el desafío de los tiempos venideros. En ese punto está el aspecto central de lo que va a pasar de aquí en adelante. Es de esperar que el próximo gobierno de “los fernández” escuche la voz del pueblo. De lo contrario esa voz –como el agua- encontrará otros serpenteados vericuetos para hacerse oír de todas maneras.

Nuestros pueblos ya saben que dependen de la fuerza que logren acumular. Por ello la organización –adecuada a sus propios intereses- es lo único que garantiza que sea esa voz la que se imponga. De eso trata el futuro que nos espera. No son provocaciones sino la necesidad de contar con la fuerza suficiente para confrontar con semejante problema que ya comenzamos a tener. El domingo pasado el “Señor Mercado” escuchó una opinión y… no le gustó. Debemos acostumbrarlo a que la oiga más seguido. Pero todos sabemos que para eso es imprescindible una fuerza y organización muy superior y un gobierno dispuesto a escucharla y llevarla adelante.

MACRI Y EL DESEQUILIBRIO DE SUS OPINIONES: CANALLAS ALGUNAS, MÁS PRÓXIMAS A LA REALIDAD OTRAS

Al día siguiente a las PASO el Presidente Mauricio Macri hizo declaraciones dignas de un “gran estadista”. Ratificó que seguiría en los mismos y repudiados senderos ya conocidos. Habló que lo que estaba pasando: el desplome de la Bolsa, la suba del riesgo país y el salto en el tipo de cambio, con sus efectos en la economía real y el bolsillo de los argentinos, era “culpa” de la oposición. Parecía un sentimiento nacido de la creación del rockero heavy metal Ricardo Iorio cuando –allá por los 90- escribía para Hermética: “La culpa ajena es barata, Regalarla no nos cuesta, nada nos cuesta”. Los propios amigos, socios y cómplices macristas le advirtieron al Presidente del error que tales declaraciones suponían. Entonces apareció en la tele, el día martes, otro Macri. Aquella espontánea reacción del lunes fue reemplazada por la “preparada” del martes, políticamente más cercana a la realidad, aunque certifique el desequilibrio anímico y político de su protagonista. Allí hubo reconocimiento al sentido de protesta y cansancio de vastos sectores y una serie de medidas de gobierno procurando atemperar lo que estaba pasando. Todo fue “vendido” por su prensa amiga, como una rectificación de lo ocurrido el lunes y algunas satisfacciones para los afectados.

La verdad es que fueron aspirinas destinadas a calmar a un enfermo terminal. Si bien están orientadas en el camino de contemplar una cierta compensación a lo que estaba pasando, lo real es que esas medidas fueron tardías, insuficientes y un escalón más en la trepada que aún no terminó. Meses atrás podrían haber tenido otros significado y generar otras posibilidades pero aparecían como demasiado obsoletas para quien ejercía la presidencia desde hace más de 3 años. Sus propios socios radicales se las vienen pidiendo desde hace meses atrás y no solo no fueron escuchados, sino que también fueron ninguneados.

Su carácter insuficiente tiene dos miradas que se complementan. Por un lado, en medio de esta carrera alcista, traen algunas mejoras pero muchas de ellas cuando se apliquen habrán sido superadas por este último “golpe de los mercados”, con lo cual en algunas semanas esto será una medida que habrá perdido vigencia. Por otro lado están mayormente dirigidas a los sectores medios, cuyo vuelco está en el centro de esta catástrofe macrista. Pero además no faltan quienes preguntan y ¿la plata de dónde saldrá?

UN GOBIERNO EN CAMPAÑA INTENTA SEMBRAR EL MIEDO

En medio de esta dramática debilidad el gobierno, dentro de la actual lógica política, afronta una contradicción insoluble. Por un lado está lo que llaman “gobernabilidad”, es decir el funcionamiento equilibrado de estas instituciones, que es lo que le pide la actual dirigencia política, para que el “sistema” no corra riesgos. Por otro lado están sus expectativas de seguir dando pelea, como si nada hubiera pasado, “esta elección no sucedió”, y seguir la “campaña” para octubre.

En estas condiciones, mantener esta “gobernabilidad” le demanda un mejor trato con la oposición y la adopción de medidas que amortigüen lo que está pasando. Ambas tendencias van en dirección contraria a su plan de campaña. Ellas chocan con aquello que estamos a “mitad del río” y la cuestión de echarle la culpa a la oposición de lo que acontece.
Esta es la causa real de su discurso esquizofrénico. Allí, por momentos, trata de sembrar el miedo, haciendo responsable al kirchnerismo del caos existente. Inmediatamente después busca su ayuda, procurando establecer un pacto de co-gobernabilidad con Alberto Fernández. Esas contradicciones apuntan ser una característica de las próximas semanas.

ARGENTINA: DÉCADAS DE UNA DECADENCIA QUE NO LOGRA SUPERAR

No es cierto lo que dijo Macri, el lunes: “la euforia que había en el mundo económico nacional e internacional el viernes, a partir de encuestas que estaban equivocadas y decían que íbamos a tener un buen resultado. Veíamos gente que estaba dispuesta a invertir y a partir del resultado favorable al kirchnerismo hemos tenido un día muy malo”. En primer lugar porque las encuestas y aquella “floreciente” situación financiera del viernes anterior a las PASO, fueron truchadas que costaron cientos de millones de dólares para crear una falsa imagen. En segundo lugar llevamos casi 4 años escuchando la misma cantinela y nada de ello ha pasado, en tal fracaso no hay responsabilidad de la oposición.

Pero tampoco se puede dar por cierto que el triunfo de “los fernández” augure la perspectiva de un seguro renacimiento económico y la felicidad del pueblo. Llevamos casi 36 años desde la recuperación de estas instituciones y en ese período, apegados prácticamente sin fisuras a las formalidades de esta democracia, hemos tenido gobiernos de las más diversas naturalezas, donde gobernaron prácticamente todas las formaciones políticas. El peronismo lo hizo, con sus diversos matices, durante 24 años; el radicalismo durante 8 y el actual gobierno conservador cerca de 4. Si lo queremos mirar de otra manera, los progresistas gobernaron 20 años (Néstor, Cristina, la Alianza y Alfonsín) y otros tipos de gobierno, no progresistas (Macri y Menem), lo hicieron durante 14 años; otros 2 años (2001/2002) transcurrieron en medio de un período de transición. No es un tema menor que, durante estos casi 36 años, hayamos sabido mantener las libertades democráticas, eso estuvo bueno. Sin embargo y a pesar de esta participación protagónica de las más diversas tendencias y combinaciones electorales, en lo económico social la situación se ha seguido deteriorando lo que se refleja en una creciente desigualdad social, producto de una duplicación de los niveles de pobreza e indigencia, junto a una creciente concentración de la riqueza; los trabajadores han perdido más del 30% de su capacidad adquisitiva y nuestra deuda externa se multiplicó por más de 6 veces.

Todo ello constituye el marco de esta tercera gran crisis que tenemos que atravesar desde la recuperación institucional (1983). La primera fue la hiperinflación alfonsinista (1989) sucedida por el gobierno de tinte neoliberal de Carlos Saúl Menem; le siguió la crisis financiera (2001), durante el gobierno de Fernando de la Rúa, que abrió las puertas a un período de transición del que emergió el progresismo de la mano de Néstor Kirchner. Por último tenemos la actual estanflación (inflación con estancamiento) que hoy transitamos. En todas las anteriores la “solución política” fue volver a restablecer el “equilibrio del viejo sistema” caracterizado por un capitalismo decadente y una democracia insuficiente. Se vislumbra que, de no mediar circunstancias excepcionales, es muy probable que esta situación derive en un gobierno que este a mitad de caminos del liberalismo menemista y el progresismo kirchnerista.

Hoy, una buena parte de las voces que tienen micrófono, alertan sobre los peligros de salirse del “sistema”, oficialismo y oposición, demandan que Macri debe llegar a diciembre. ¿No será hora de pensar alternativas distintas a este fracasado sistema? Como una prueba de los cruciales momentos actuales directivos de los bancos Morgan Stanley y Citigroup advierten más dolor para Argentina.

Recordemos que hoy dedicamos estas reflexiones a un tema que no debemos olvidar, el pueblo se expresó aluvionalmente. Lo hizo aprovechando la plataforma ofrecida por la dirigenta más lúcida del actual sistema político: Cristina Fernández de Kirchner. Por eso justamente, no son pocos los que recuerdan que uno de los déficits kirchneristas, que derivó, en el gobierno de Macri, fue no haber realizado las transformaciones de fondo que la realidad demandaba y construido el poder necesario para ello. Sería bueno repensar qué se debe hacer cuando los gritos de los voceros del viejo sistema nos aturden demandando la “gobernabilidad” de esta cadena de fracasos.

Ha llamado la atención, en estas recientes elecciones, el fracaso unánime de las encuestas. Da la impresión que las mismas cada día se parecen más a los dirigentes que se desviven por ellas. Ambos, dirigentes y encuestas, parecen padecer el mismo mal: encerrados en sus personales o sectarios juegos de intereses, crean su propia realidad, desvinculada de la sociedad concreta y sus necesidades. Desde el punto de vista operativo sus garrafales errores, más allá de algunos informes “acomodados” a sus pagadores, tienen que ver don dos cuestiones: Los recursos y la matriz utilizada. Sobre lo primero está claro que los datos presenciales, esos que se recolectan hablando con los interesados, han perdido fuerza por los costos que tienen, frente a otros mecanismos: Teléfono y WhatsApp, entre ellos. La otra razón tiene que ver con el hecho que las matrices para acceder a las personas por encuestar y para la sistematización de los datos responde a una lógica que, muy posiblemente, ha cambiado. Del mismo modo que a la dirigencia política le resulta muy difícil llegar al alma del pueblo profundo, da la impresión que las encuestadoras van por un camino que rinde buenos dividendos económicos pero en el cual ellos han perdido la brújula.

Por último, todo esto acontece en un lugar –Argentina- muy particular. Somos un país, con muchas riquezas, poca población y grandes espacios sin ocupar, como lo es -por ejemplo- una Patagonia, bella, rica y vacía. Vecina a un continente –La Antártida- de un interés geopolítico que, en este siglo, se mostrará con toda la vigencia que tiene.

Nuestra decadencia nacional transcurre en medio de un mundo que lucha, por razones económicas y geopolíticas, por territorios. Ello augura la grave perspectiva que terminemos entregando parte de los nuestros a quienes son portadores del ADN de aquellos que imaginaron que solo tenía viabilidad el “país chico” (la zona pampeana). Intentaron y lograron –en buena parte- llevar a la práctica sus ideas. El país portuario y desigual que los “prohombres” de la “Generación del 80” diseñaron sigue siendo el país que hoy nos cobija. Aunque este tema está ahogado por los ruidos actuales, hoy –enancado en esta nueva crisis- vuelve a trepar a la agenda de las cuestiones que vuelven a preocupar.

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