México. Autodefensas (Opinión)

Por Gerardo Fernández Casanova, Resumen Latinoamericano, 4 de agosto de 2018.-

A la memoria de Romualdo Ixpango.

La violencia y la inseguridad en Morelos y en casi todo el país son ya insoportables y constituyeron uno de los más importantes ingredientes de la insurrección electoral del 1 de julio. La ausencia de la autoridad y, peor aún, la connivencia de sus representantes con los criminales y, pésimo, la criminalidad de tales representantes ha llevado a la población a buscar fórmulas de autodefensa. A manera de una democracia directa, la gente se organiza en asambleas de localidad y arman sus grupos y sus rondas; establecen retenes en los accesos a la localidad y evitan la entrada de extraños que no tengan justificación. Se necesita ser muy valientes pero los hay.

Así ha sucedido en varios estados y ahora está sucediendo en Morelos. En el colmo de la crisis fue encontrado Romualdo Ixpango asesinado por encabezar el movimiento de las autodefensas en el oriente de Morelos y denunciar a los responsables de la inseguridad. Todos estamos de luto y acompañamos a sus amigos y familiares, pero además estamos sumamente agraviados por lo artero del crimen cometido en contra de su persona y de todas las comunidades que se ponen de pie en lucha.

El tema de la pacificación del país por fuerza tiene que incorporar de manera destacada el tema de las autodefensas y las policías comunitarias, particularmente en las comunidades rurales y las urbanas pequeñas, donde se registran crímenes que se montan sobre el gran crimen de la pobreza. Hay valiosas experiencias por aprovechar, tanto las positivas como las negativas; la más importante de ellas consiste en la convicción de que la defensa de los pueblos debe surgir de los propios pueblos, conforme a sus condiciones reales y su cultura. Hacerlo en sentido inverso suele llevar al paramilitarismo nefasto o a la simulación ineficaz.

El estado de derecho vigente establece que nadie deberá hacerse justicia por propia mano; hacerlo es una facultad exclusiva del estado quien, además, tiene el monopolio de la violencia. Sólo que tal estado de derecho no existe para los casos de las comunidades que nos ocupan, donde priva el derecho de las armas de los hampones. Se precisa una adecuación de la normativa que contemple a las comunidades organizadas como parte del estado y como sujetos de derecho, no por simple incorporación, sino mediante nuevas fórmulas legales apropiadas al caso; que dote a las comunidades de las facultades y las obligaciones a ejercer para cumplir con su finalidad de protección.

Hasta ahora el régimen ha invocado su estado de derecho y su monopolio para la procuración y la impartición de justicia, sólo como argumento para evitar la organización de los pueblos y su capacidad para el uso de la fuerza mediante la portación de armas. Pero es tal régimen el que fue derrotado en las urnas el pasado 1 de julio, por corrupto, por ausente, por inepto y por mentiroso, en este caso referido a su obligación de proveer a la seguridad de las personas, de sus familias y de sus bienes.

El nuevo régimen está empeñado en pacificar al país, tanto en las ciudades como en el medio rural. Hay que comenzar por este último que es el de menor grado de dificultad por prevalecer usos y costumbres de honorabilidad y respeto; por el elevado nivel de identificación entre los pobladores y que, por su marginalidad, han sido medio fértil para la injusticia y el abuso, sea por caciques locales o por fuerzas externas que imponen su ley para el cultivo de marihuana y amapola. En las ciudades donde nadie se conoce y priva el anonimato, sólo los muy ricos pueden dotarse de protecciones con rejas y guardias privados; en el resto mayoritario domina la ley de la selva y el sálvese quien pueda.

El mejor ingrediente de la pacificación es la verdad, la actual y la histórica; escarbar para encontrarla llevará a entender que muchos de los “buenos” en realidad eran los “malos”; también encontraremos “feroces criminales” que en realidad funcionaban como defensores de la comunidad del lado de los “buenos”. También por eso la amnistía puede ser un acto de verdadera justicia. Néstora Salgado, futura Senadora de la República, tiene mucho que aportar para construir la paz en el México profundo.

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