A 70 años del ataque nuclear a Hiroshima y Nagasaki

Resumen Latinoamericano/Russia Today, 6 de agosto de 2015 – Cáncer, mutaciones genéticas y mortalidad infantil. Estos días, el 6 y 9 de agosto, la humanidad conmemora el único caso de uso bélico de armas nucleares en su historia: el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki por parte de EE.UU. Agresiones de este tipo no tienen fecha de caducidad y hoy, 70 años después, los ataques deben reconocerse como un crimen de lesa humanidad, postulan políticos rusos.

“Fue un acto de vandalismo sin sentido, un crimen de lesa humanidad. Debe ser calificado de este modo, a través de involucrar a todas las instituciones internacionales, la ONU incluida”, aseguró el miembro del Comité parlamentario ruso de Defensa, Frants Klintsévich, según recoge ‘Rossiyskaya Gazeta’. Puntualizó que los bombardeos no fueron una necesidad bélica y que EE.UU. solo aprovechó la ocasión para intimidar a la URSS.

“Imagínense. Si Hitler, entre otros crímenes, hubiera destruido con armas químicas disponibles en aquella época una serie de ciudades más en Europa, ¿esto no habría formado un punto aparte en los Juicios de Núremberg? Desde luego que sí, pero los bombardeos atómicos de las ciudades japonesas hasta ahora no han sido objeto para el tribunal militar internacional”, acentuó, a su vez, el presidente de la Duma Estatal, Serguéi Narýshkin, según recoge el mismo diario.

“De hecho, EE.UU. intenta expulsar la memoria sobre Hiroshima y Nagasaki en la periferia del diálogo en la sociedad y entre los expertos. Sin embargo, sin estas páginas pesadas, la historia de la humanidad será incompleta y falsa”, puntualizó Narýshkin.

Los dos bombardeos mataron instantáneamente al menos a 129.000 personas. Sin embargo, el saldo final de las víctimas mortales no está claro a día de hoy. Se estima que en los primeros 2-4 meses posteriores, los agudos efectos de los ataques —mayormente, quemaduras y el síndrome de irradiación aguda— se cobraron entre 90.000 y 166.000 vidas en Hiroshima y entre 39.000-80.000, en Nagasaki. Las estimaciones de víctimas fatales de diferentes tipos de cáncer en los años posteriores suelen variar entre 565 y 1.900.

Mientras tanto, las autoridades locales dan un número total de bajas algo más alto, casi 450.000 personas: 286.818 en Hiroshima y 162.083 en Nagasaki, según las cifras del 2013. La gran mayoría población civil.

Ambas ciudades eran de carácter industrial, no tenían ningún centro militar administrativo, destacó Yuri Nikíforov, de la Academia rusa de las Ciencias Militares, al diario ‘Komsomólskaya Pravda’. Esta fue una de las razones porque prácticamente carecían de sistemas de defensa antiaérea, puntualizó.

Subrayó, además, que los bombardeos no causaron ningún daño real a las fuerzas militares japonesas. Las tropas terrestres no perdieron su capacidad bélica, ya que la mayoría de ellas todavía estaba fuera del país en aquel momento: en China nororiental, Corea y Vietnam, entre otros.

“Desde el principio, EE.UU. quería bombardear ciudades de tipo industrial y barrios residenciales. Querían ver las destrucciones que causaban y cómo quedarían las víctimas. No fue casualidad que en el bombardeo de Hiroshima, estuvieran otros aviones más: uno con científicos a bordo, y el otro, con camarógrafos. Otra motivación fue mostrar al mundo las pretensiones de EE.UU. para la gestión global en el mundo de postguerra, que EE.UU. ahora es el dueño del planeta”, opinó Nikíforov.

Para el Japón de hoy, Hiroshima y Nagasaki siguen siendo “una herida sin curar” que el país siempre recuerda, enfatizó exembajador ruso en la nación nipona, Alexánder Panov, en declaraciones a ‘Komsomólskaya Pravda’. Sin embargo, en ningún momento Tokio planteó oficialmente la solicitud de que Washington le pidiera perdón, subrayó.

En parte, es porque los japoneses lo ven como un castigo por haber desatado la guerra contra EE.UU., opinó Panov. Además, ven a los estadounidenses como la nación que les garantizó la seguridad durante la Guerra Fría, les enseñaron la democracia y contribuyeron a la creación de su nueva estructura económica, comentó.

“Las lecciones no aprendidas de la guerra nuclear”

“La ilusión de impunidad puede resultar en unas consecuencias extremadamente graves”, sostiene Narýshkin. Según él, la política actual de EE.UU. conserva la misma idea de “una impecabilidad propia”, tal y como lo muestran sus campañas en la exYugoslavia, Irak, Libia, Siria y ahora también en Ucrania. En su opinión, el refuerzo del potencial agresivo de los países de la OTAN combinado con la tergiversación de la historia de la II Guerra Mundial es una tendencia extremadamente peligrosa.

A pesar de que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y numerosas pruebas nucleares posteriores mostraron qué efectos devastadores pueden generar las armas atómicas, la “doctrina insana” de la Destrucción Mutua Asegurada ha pasado por toda la Guerra Fría, basándose en las garantías de la aniquilación de un adversario en un primer ataque, destacó el médico y activista antibélico, Robert F. Dodge, en su columna para el portal Consortiumnews.com, ‘Las lecciones no aprendidas de la guerra nuclear’.

“La doctrina (…) ha proporcionado una falsa sensación de seguridad para la mayoría de los civiles que esperan que sus gobiernos sean lo suficientemente sabios para no atacar a otra potencia nuclear. La fe imprudente en esta doctrina ha sido el principal impulsor de la carrera armamentista”, puntualizó Dodge.

La carrera nuclear a lo largo de la Guerra Fría, principalmente entre la URSS y EE.UU., llevó a que a inicios de los años 1970 las armas atómicas fueran almacenadas a tal punto que, sin contar los medios ‘convencionales’ de eliminación, a cada ser humano en la Tierra le corresponderían 15 toneladas de trinitrotolueno, según estimaciones aproximadas.

Según la cifra del Instituto Estocolmo de Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), para inicios del 2015, con todos los acuerdos de No Proliferación Nuclear vigentes en el siglo XXI, en el mundo hay un total aproximado de 15.850 armas atómicas repartidas entre nueve Estados: EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, la India, Pakistán, Israel (aunque este no lo admite oficialmente) y Corea del Norte. 4.300 de estas armas están desplegadas en las fuerzas operacionales y aproximadamente unas 1.800 se mantienen en estado de alta alerta operacional.

Incluso un limitado conflicto nuclear regional, por ejemplo entre la India y Pakistán, con el uso de solo 100 bombas del tamaño de la de Hiroshima, habría matado a unas 20 millones de personas de inmediato y los efectos secundarios, entre enfermedades, cambio climático y la respectiva hambruna, se cobrarán la vida de al menos 2.000 millones de personas alrededor del planeta, acentuó Dodge. Este escenario es válido en caso del uso de menos de un 0,5% de los arsenales globales de armas atómicas, subraya el columnista.

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