El gran día de Mel Zelaya

24 noviembre 2013. El País / La última cara pública antes de las elecciones de hoy en Honduras no fue ninguno de los ocho candidatos a la presidencia, sino Manuel Zelaya, el presidente derrocado en 2009 por un golpe de Estado.

Sin sombrero, camisa blanca fuera del pantalón y look desenfadado, compareció este sábado junto al presidente del Tribunal Supremo Electoral, David Matamoros, quién en su momento avaló el golpe de estado, para dar fe del proceso electoral que tiene lugar este domingo.

“Hay acuerdo y un proceso construido que despeja las dudas que teníamos sobre el papel fundamental que juega el Tribunal Supremo Electoral a 24 horas de unas elecciones donde la expresión de la voluntad popular debe ser el símbolo de la democracia”, espetó el expresidente.

Con estas declaraciones, Mel, como se le conoce en Honduras, valida el proceso electoral y calma a sus seguidores atemorizados por algunas irregularidades reveladas los últimos días y varios allanamientos de la policía militar a las sedes de observadores electorales que habían exacerbado la tensión electoral en el país.

Mel no solo tiene la última palabra, porta también la sonrisa de la victoria. Cuando el 28 de junio de 2009 las élites políticas y económicas aliadas con el Ejército lo expulsaron a Costa Rica, no se imaginaban que lo estaban convirtiendo en el líder más carismático del país.

En un país donde los presidentes pasan a la historia después de su mandato, este empresario ganadero, controvertido y dicharachero sigue dominando el panorama político hondureño.

Ahora encabeza un partido propio, Libre, que con tan solo dos años de vida lidera las encuestas y cuya candidata, su esposa Xiomara Castro, podría ganar la presidencia. Castro aglutina en las filas de Libre a quienes fueron la cúpula del Gobierno zelayista y al movimiento social que salió a las calles a mostrar su repudio contra el golpe de Estado, un electorado convencido y fiel que ronda al menos el 30% de los hondureños que acudirán a las urnas.

Ella es la depositaria de las simpatías de los seguidores de su esposo y su opción de volver a la presidencia. También es la única posibilidad de que el país tenga un Gobierno de izquierdas.

El único capaz de disputarle la presidencia a Libre es el candidato oficialista, Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, quién empezó la campaña con un apoyo minoritario y ha ido ganando adeptos al recoger los votos de quienes no ven con buenos ojos el regreso del proyecto zelayista.

Ahora los números les ponen a ambos en una carrera reñida. Pero gane quien gane, se rompe el bipartidismo histórico que ha provocado la alternancia de Nacionales y Liberales en el último siglo.

La crisis política, económica y social que arrastra el país y que se acrecentó con el golpe ha erosionado tanto el sistema político tradicional que hasta el locutor televisivo del fútbol hondureño Salvador Nasralla se lanza como candidato presidencial con una gran acogida entre los jóvenes al apostar por un discurso ciudadano y anticorrupción que carga contra Nacionales y Liberales.

“La verdadera transición democrática vendrá en estas elecciones” aseguraba el sábado Enrique Reina, quien fuera ministro de la Administración Zelaya y ahora dirige la campaña de Castro. Aunque no ganen el Ejecutivo, Libre conseguiría un buen número de escaños y Mel Zelaya, que se presenta como diputado, sería jefe de su bancada, a la par del Partido Liberal que le traicionó en 2009. En cualquier escenario, quien fuera expatriado a la fuerza y en pijama, sale hoy ganando.

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