Palestina. La aceituna palestina: resistencia y supervivencia

Por Hamed Chemli. Resumen Medio Oriente, 12 de marzo de 2025.
“Si los olivos conocieran las manos que los plantaron, su aceite se volvería lágrimas”.
Así expresó el poeta palestino Mahmud Darwix la conexión entre los olivares, la resistencia y la supervivencia del pueblo palestino. Una conexión fuerte, ya que la economía palestina se basa, como en muchos países del sur, en la agricultura, y que el producto agrícola típico de los países mediterráneos es la aceituna.
En Palestina, las cosechas de aceituna son una fiesta y un ritual sagrado, que se celebra cada año desde hace milenios. Según la ONU, más de la mitad del pueblo palestino participa en esas cosechas. Las familias extendidas de todos los agricultores, así como los niños comparten varias tareas durante la estación.
Las localidades donde hay más olivares son: Yenín, Nablus, Tulkarem, y Ramala. El olivar más antiguo de Palestina está en Belén. Tiene más de 5000 años y lleva varios apodos: “La fortaleza”, “La madre de los olivos” y también “La novia de Palestina”.
En la zona A de Cisjordania, bajo “control total” de la Autoridad Palestina según los Acuerdos de Oslo, el Gobierno sigue dando un día festivo durante la temporada para que los jóvenes y niños puedan participar en las cosechas y con el fin de transmitir esta tradición milenaria, parte integral del patrimonio cultural palestino.
A pesar de eso, la conexión de los palestinos con los olivares, parte de su conexión con su tierra en general, está llena de amargura y de sangre.
Antes de la proclamación de la independencia de Israel, la Haganá, organización paramilitar sionista y precursora de las FDI, inició una campaña militar, bajo el nombre Plan Dalet, o D, con el fin de expulsar en masa a los árabes, en esa época la mayoría, para que el territorio reservado a los judíos por la Resolución 181 tuviera mayoría judía. La campaña de limpieza étnica dejó vacíos 180 pueblos árabes y más de 700.000 refugiados. Pero no era posible ocultar todas las huellas de esos crímenes. Los israelíes las borraron arrancando olivares y destruyendo casas para crear reservas naturales, accesibles a los israelíes, pero no a los palestinos.
Esta estrategia sirve a muchos propósitos; negar la Nakba, borrar el pasado palestino, hacer imposible un eventual regreso de los árabes a sus tierras y dar la impresión de que Israel vino para civilizar la región, siendo quien, según la Presidenta de la Comisión europea, “hizo florecer el desierto.”
Según algunos, lo que hicieron los colonos asquenazíes es muy divertido y simbólico: arrancar los olivares -árboles indígenas-para cambiarlos por pinos exóticos y europeos como un intento de recordar sus antiguos hogares en la ex-URSS y Europa del Este.
Esta práctica se extendió también al estilo arquitectónico de las colonias en Cisjordania: chalés occidentales con tejas propias de la Europa oriental o de Rusia, sin ninguna utilidad en Palestina e Israel, donde rara veces nieva.
Conociendo el nexo indudable entre los palestinos, sus tierras, y los olivares, y el simbolismo que estos tienen, los colonos de Cisjordania, armados y protegidos por las FDI y el Gobierno Israelí, empezaron a arrancar y quemar los árboles sistemáticamente.
Tan solo entre 2020 y 2021, la Cruz Roja registró la destrucción de más de 9300 olivares por parte de los colonos.
Según un informe de 2022 de la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Francesca Albanese, y la Opinión Consultiva de 2024 de la CIJ sobre las consecuencias jurídicas derivadas de las políticas y prácticas de Israel en el Territorio Palestino Ocupado, incluida Jerusalén Oriental, y de la ilegalidad de la presencia continuada de Israel en el Territorio Palestino Ocupado, empresas Israelíes están aprovechando los recursos del pueblo Palestino y comercializando sus productos como “Made in Israel” para evitar las restricciones ius cogens y erga omnes impuestas por el derecho internacional contra productos y servicios que se beneficien de la ocupación.
Esta producción ilegal, y la explotación por parte de Israel de la mayoría de los recursos de los territorios ocupados palestinos, impiden el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación económica. Los olivares palestinos se ven asimismo dañados por la falta de agua, que Israel reserva a las infraestructuras y el bienestar de los colonos gracias a un sistema de riego discriminatorio bien diseñado.
A pesar de tantos dolores, discriminación y colonización, la conexión de los palestinos con sus olivares y tierras es innegable y sus derechos son inalienables.
“Permaneceremos mientras permanezcan el tomillo y las aceitunas.”
Fuente: Público
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