Argentina. Bariloche detrás de la postal: gatillo fácil y crímenes policiales a 20 cuadras del Centro Cívico

Por Adrián Moyano, Resumen Latinoamericano, 31 de marzo de 2023.

Desde hace tiempo Claudio Vargas se gana la vida como remisero, pero en los 90 formó parte de las huestes punks del Alto barilochense, con campera de cuero, borceguíes, cresta y todo. Un año y medio atrás publicó un libro casi casero: “La otra cara de la postal. Punk en Bariloche”. Tal vez no fuera su intención, pero antes de enumerar el surgimiento de bandas, fanzines o festivales, incursiona en una verdadera historia social al retratar cuál fue el contexto que alumbró el fenómeno, con prosa tan callejera como precisa.

Dice el historiador del punk: “para ubicar geográficamente a la gente que alguna vez tuvo la ‘suerte’ de conocer el famoso San Carlos de Bariloche, la postal, la Reina de los Lagos del Sur, la Suiza argentina o tantas otras boludeces que se suelen decir, los barrios altos se extienden a los lados de la Ruta 40 Sur -ex 258-, desde su nacimiento, justo a espaldas de la postal”. Es el tramo que se dirige hacia El Bolsón.

Marginación a dos kilómetros del Centro Cívico

Sigue Vargas: “si la foto más linda te la sacás en el Nahuel Huapi o el Centro Cívico, tendrás que caminar 2 km. para arriba -en dirección al sur- para llegar a nuestros populosos barrios, que hasta el día de hoy no poseen servicios básicos”.

Como en muchos otros sitios, en Bariloche el punk tuvo un origen proletario: “los hijos de los obreros crecimos en lugares muy parecidos al campo, con nuestros perros corriendo liebres y zorros, cazando codornices y atrapando murciélagos por las tardes para revisarlos y luego liberar. Nuestras vidas eran ir al colegio, jugar al fútbol, acarrear agua de una canilla municipal que estaba nueve cuadras hacia abajo y nueve de subida, cargados como mulas”.

Los brasileros y la canilla

A mediados de los 80, mientras el centro de la ciudad y sus circuitos turísticos se llenaban de brasileños y brasileñas, “pusieron una canilla a media cuadra de casa y fuimos felices”. ¿Qué hacían padres y madres de los futuros punks? “En nuestras familias los varones eran laburantes de la construcción, empleados de comercio, choferes u operadores de maquinaria en el cerro (Catedral). Las mujeres eran mozas, mucamas, niñeras, personal de limpieza, cocineras o amas de casa”, afirma el fresco de Claudio.

Huyendo de la pobreza

La población del Alto se conformaba por gente chilena que había migrado por razones políticas o simplemente, por la pobreza. También por bolivianos y paraguayos que venían a probar suerte en la construcción, más argentinos norteños que llegaron atraídos por las grandes obras de infraestructura o el complejo de esquí. En aquellos barrios aprendieron a convivir con paisanos y mapuches provenientes de la Línea Sur, es decir, el interior rural rionegrino, postergado entre los postergados. “En nuestro querido y odiado pueblo, Alto significa pobre”, esclarece por las dudas, el remisero historiador.

La frontera

Aunque jamás medió ordenanza municipal alguna, las delimitaciones estaban claras, porque “era constante la persecución policial y su asedio, ya que la portación de rostro o estética nos hacían blanco fijo”, ni bien la muchachada salía de los barrios con el ánimo de arribar al centro. Las cosas se ponían densas al pasar por “esas dos aduanas que eran la calle Brown y la 25 de Mayo, bajando por la única calle asfaltada, la Onelli”. La última es la vía comercial por excelencia de los sectores populares, paisaje similar algunos barrios comodorenses.

Patrulleros, los remises especiales

En aquellas fronteras nunca explicitadas “te esperaban los remises a tu servicio: el Renault 12 o el Ford Falcon”, los patrulleros de entonces. Después de “tenerte empapelando las esquinas para requisar lo que sea, si no lograbas pasar y te detenían era la Comisaría 28 quien te daría albergue o en su defecto la 77”. Una vez en el centro, “si había pelea en algún bar o en la calle había que salir rápido del lugar ya que caían la Ford F100 o la Chevrolet S10 (otros vehículos policiales), te molían a palos, te subían a esas camionetas poco cómodas, te amansaban a garrotazos de vuelta y a dormir a la casa de piedras -calabozos del Centro Cívico-. Cuando llegabas te boludeaban por la facha o te fajaban, depende del aburrimiento que tenían”, denuncia el escrito.

Pioneros del gatillo fácil

Así transcurrieron los fines de semana durante los 90. Incluso antes de que se acuñaran conceptos como violencia institucional o gatillo fácil, la fuerza de seguridad provincial incurría en esas prácticas. Para el período que abarca el libro, un informe de la Multisectorial contra la Represión y la Violencia Policial contabiliza que perdieron la vida como consecuencia de “ejecución policial”, “muerte dudosa” o “suicidio dudoso” José Oyarzo, Pedro Figueroa, Florentino Jaramillo (28 años), Luis Rodríguez (26 años), Elifonso Travilao (49 años), Walter Cárdenas (21 años) y Héctor “Titi” Almonacid (28 años).

El crimen de Titi

El último de los casos adquirió ribetes emblemáticos porque provocó una especie de Ya Basta en el Alto: el 13 de febrero de 2000 Titi estaba en la puerta de su casa con seis amigos, “estacionó un patrullero y comenzó a disparar”. El joven se desangraba mientras policías patearon y golpearon, hasta que murió. Hubo movilizaciones, festivales solidarios, involucramiento de los organismos de derechos humanos y una tarea encomiable de los medios de comunicación populares. Pero tanto la fuerza como el Poder Judicial urdieron la trama de la impunidad. Diez años después, las cosas pasarían a mayores.

Triple crimen

El 17 de junio de 2010 se escribió la página más espantosa de la historia barilochense reciente. Ese día, la Argentina de Maradona como técnico batió 4 a 1 a Corea del Sur en el Mundial de Sudáfrica, pero en el Alto se vivió una tragedia en tres capítulos: en la madrugada, la Policía de Río Negro ultimó a Diego Bonefoi (15 años). Durante las protestas que tuvieron lugar en horas de la tarde, uniformados asesinaron a Sergio Cárdenas (29) y a Nino Carrasco (16). Además, resultaron con heridas de consideración otras 13 personas. Precisamente, en esa coyuntura sangrienta, se originó la Multisectorial. 11 años, ocho meses y ocho días después, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firmes las sentencias que condenaron al entonces secretario de Seguridad de Río Negro; a dos jefes policiales y a tres “empleados”. Que el crimen estatal no quedara impune fue mérito de la organización, de los familiares de las víctimas y de un puñado de persistentes abogados.

El crimen de Rafael Nahuel

En 2010, Rafael Nahuel contaba con apenas 15 años. Aunque de origen mapuche, recién se acercó a la identidad de sus mayores seis o siete años más tarde, después de advertir que el porvenir usual para los jóvenes en los barrios del Alto no se presentaba muy halagüeño. Era vecino del Nahuel Hue, que todavía no existía en los 80-90 porque la ciudad creció hacia el sur. Por el lado paterno estaba emparentado con los Colhuan Nahuel. Al momento de redactar estas líneas, su prima, la machi Betiana, se apresta a cumplir seis meses de prisión domiciliaria. Pero en 2017, Rafa estaba lejos de saber cuál sería la suerte que correría por afirmarse como mapuche.

Por entonces, se ganaba la vida a través de changas y ayudaba a su madre. En “El semillero”, una cooperativa del colectivo Al Margen, aprendió carpintería. La recuperación que emprendió la comunidad Lafken Wingkul Mapu en la zona de Villa Mascardi apuró su determinación solidaria. La foto suya más difundida, en la que toca el ñorkin, la tomó Eugenia Neme en el exterior de la Policía Federal de Bariloche el jueves anterior a su asesinato, mientras reclamaba la libertad de mujeres, niños y niñas. Igual que hoy, estaban presos. Las balas que terminaron con su corta vida en la tarde del 25 de noviembre no partieron de uniformados rionegrinos, sino de la Prefectura Naval Argentina. El Tribunal Oral Federal de General Roca – Fiske Menuko fijó la fecha para el juicio el 14 de agosto próximo ante la insistencia de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, a casi seis años de perpetrado el asesinato. Del Alto, joven y mapuche: por qué iría a apurarse el Poder Judicial…

Nada que sorprenda en “la otra cara de la postal”.

Fuente: El Extremo Sur de la Patagonia

You must be logged in to post a comment Login