Venezuela. Entrevista al Canciller Yvan Gil: “Estamos haciendo todo lo posible para liberar a Alex Saab”.

Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 27 de marzo de 2023.

Antes de ser nombrado canciller, Yván Gil ocupó altos cargos en los puntos más sensibles de la revolución bolivariana, desde el sector alimentario hasta el de la diplomacia. De 2017 a 2022, como viceministro para Europa y como embajador plenipotenciario de Venezuela ante la Unión Europea, representó a su país en momentos de máximo asedio por parte de los países capitalistas occidentales. Sin embargo, nunca ha perdido la nota principal de su estilo: la amabilidad y la informalidad, consciente de que cualquier encargo se realiza en nombre del poder popular. Nos recibe en su oficina de Caracas, cortando el tiempo a la preparación de su próximo viaje internacional.

¿Cómo se sientes en este nuevo cargo?

Empiezas con la pregunta más difícil. Siento una gran responsabilidad. El presidente Maduro no solo es un gran líder regional, un líder importante y un referente para la izquierda, para los movimientos populares y progresistas a nivel mundial, sino que fue durante mucho tiempo el canciller de Chávez, él conoce mejor que nadie la complejidad de este rol. Servir a la revolución bolivariana ya su máximo representante en esta complicada etapa, a nivel nacional e internacional, no es fácil, pero es un honor y un aliciente. Estamos ante un camino trazado, una política exterior bien definida por el gigante latinoamericano y continuada por el presidente obrero Nicolás Maduro, tanto en el ámbito de la diplomacia de los pueblos, participativa y protagónica, como en el ámbito de la diplomacia de paz.

¿Cuál es su plan de trabajo?

El plan de la revolución: pasar a la ofensiva económica, política, diplomática y consolidar el proceso bolivariano. Venimos de años de resistencia a los ataques del imperialismo, de la extrema derecha, que ha atentado contra las infraestructuras, las instituciones, las finanzas públicas para derrocar al gobierno y darle un giro revisionista a la revolución. No lo consiguieron gracias a la fuerza y ​​la conciencia de nuestro pueblo. Este año, la victoria obtenida en las calles y en la batalla de las ideas debe conducir, sin embargo, a una victoria económica y social, a la prosperidad. Ya el año pasado hubo señales alentadoras, anunciadas por un crecimiento del PIB del 15 por ciento. Un resultado no visto en años, debido a los efectos de las medidas coercitivas unilaterales ilegales. Ahora hay una recuperación económica importante, mayores inversiones en petróleo, en el sector alimentario e industrial. Factores que gracias a la política económica de nuestro gobierno están consolidando el crecimiento nacional. En política exterior, continuamos la batalla por la unidad latinoamericana y caribeña, apoyados en el retorno de nuevos gobiernos progresistas en la región, desde el de Lula en Brasil hasta el de Petro en Colombia, que prometen avances en las demandas de los pueblos. Sin entrar en las diferencias ideológicas, definidas por la voluntad popular sobre la base de la composición de clase de los distintos países, registramos un cuadro favorable a la consolidación de la unión latinoamericana y caribeña, tarea fundamental para nosotros. También estamos trabajando para fortalecer las relaciones con los países BRICS, con Irán, con el resto de países con los que hemos construido una alianza alternativa al llamado mundo occidental, Estados Unidos y la Unión Europea. En cuanto a los “países occidentales”, mantenemos abiertas las puertas del diálogo, como siempre lo ha hecho el presidente Maduro, pero exigimos respeto y reconocimiento a la voluntad del pueblo venezolano.

El proyecto del autoproclamado y su inexistente “gobierno interino” ha fracasado. Estados Unidos y sus aliados han tenido que admitirlo, pero siguen manteniendo la puerta abierta a que se repita el mismo patrón. ¿En qué etapa están las cosas a nivel diplomático?

El proyecto de la oposición más extremista, que firmó un pacto para entregar el país al imperio estadounidense, estaba condenado al fracaso. Lo hemos dicho desde el primer día que la extrema derecha ha decidido ponerse fuera de la constitución. Hoy es cada vez más evidente el desprecio del pueblo y también de esa parte de la “comunidad internacional” que había dado su apoyo al plan golpista, dirigido contra el poder popular hecho gobierno. Solo queda la torpeza de Estados Unidos y algunos gobiernos europeos: aunque, hoy, ningún diplomático sueñe con cuestionar la legitimidad del presidente Maduro. Los embajadores de países como Portugal y España, que en su momento reconocieron al inexistente autoproclamado “gobierno”, presentaron sus cartas credenciales a nuestro presidente. Hemos trabajado pacientemente para defender nuestra soberanía nacional y restablecer relaciones diplomáticas normales. Hemos tendidos la mano a los gobiernos europeos y latinoamericanos que han caído en la trampa del inexistente “gobierno interino”, y hoy Estados Unidos se encuentra en una posición incómoda. Sin embargo, como dice un viejo refrán, del ridículo no hay vuelta atrás. El gobierno bolivariano continúa con su proyecto geopolítico, consolidando relaciones con África, con Asia, con Medio Oriente y, en América Latina, sobre todo con los países del ALBA, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América.

¿Qué resultados produjo el apretón de manos entre el presidente Maduro y su homólogo francés Macron durante la COP27?

El diálogo continúa, sobre todo gracias a la perseverancia del presidente Maduro, quien no deja piedra sin remover. Como hemos visto, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez se fue a Francia inmediatamente después. Sin embargo, hemos dejado claro que el diálogo sólo podrá progresar cuando se levanten las “sanciones”. No puedes hablar con un arma apuntándote a la cabeza.

En la mesa de negociación está la liberación del diplomático venezolano Alex Saab, secuestrado por Estados Unidos. Mientras tanto, su salud se deterioró. ¿Qué se puede hacer para evitar que muera en prisión?

Estamos haciendo todo lo posible. La batalla por la liberación de nuestro diplomático es una batalla por la defensa del derecho internacional. Estamos luchando contra el imperio estadounidense, el más poderoso y arrogante, pero estamos convencidos de que triunfará la justicia y prevalecerá la verdad.

Sin embargo, bajo el pretexto de los “derechos humanos”, continúan los ataques contra Venezuela y el presidente es perseguido por ciertas instituciones internacionales. ¿Cómo responde Venezuela?

El enemigo tiene muchos recursos, que también gasta en influir en algunos organismos multilaterales. Rechazamos enérgicamente el reciente informe de “derechos humanos” emitido por el Departamento de Estado de EE.UU. Estados Unidos, artífice de guerras criminales y agresión permanente contra los derechos del pueblo venezolano, no ha firmado ni ratificado importantes convenciones internacionales como el Estatuto de Roma, la Convención contra la Tortura o la Convención contra la Discriminación de Género, ni la protección de los derechos de trabajadores migrantes y sus familias. Sin embargo, se permiten cuestionar los “derechos humanos” de otros gobiernos. Pero no podrán hacerlo contra la fuerza de nuestro pueblo.

De las instituciones internacionales viene también otro ataque a la revolución bolivariana: se acusa al gobierno de violar los derechos de los trabajadores, y hasta las organizaciones patronales lo están haciendo. ¿Es eso así?

Los trabajadores y las trabajadoras en Venezuela tienen una fuerte conciencia de clase. Saben que esta es una revolución obrera, con un gobierno obrero defendiéndolos. Por mucho que Fedecamara u otras asociaciones patronales traten de mimetizarse, como siempre lo hacen, los trabajadores saben que un capitalista es un capitalista, cuyo fin es acumular capital explotando al trabajador. Su principal enemigo es el patrono. Sin embargo, hoy, en Venezuela, la principal amenaza es el imperialismo, que ha pactado con la lumpenburguesía local, sin concepto de patria, que no le importa el territorio, sino sólo ganar dinero a cualquier precio y bajo cualquier condición. Para imponer el bloqueo, el imperialismo también sacrificó a sus aliados de clase, y ahora surge una interesante contradicción con algunos industriales venezolanos que han sido atacados en sus propios intereses.

Desde Europa hasta América Latina, asistimos al regreso de un nuevo fascismo. ¿Cuál es su análisis?

Lo dijo el presidente Maduro durante el mensaje anual a la nación: el neofascismo es una de las mayores amenazas, que radica en la crisis estructural del modelo capitalista. Pero tenemos que centrarnos en un punto. Desde hace 25 años, la revolución bolivariana está en el centro de los ataques del imperialismo, que busca destruir este “mal ejemplo”, como lo intentó con la revolución cubana. Ha empleado todos los medios posibles para destruir el Estado, para invadirlo, para imponer el llamado caos controlado, para destruir la economía, la identidad, ha intentado matar al presidente con drones explosivos… Actuando sobre la pequeña burguesía, el imperialismo también ha sembrado el veneno del fascismo en todo el continente, como una herramienta para destruir gobiernos progresistas. En Venezuela no funcionó, pero a partir de ahí se creó una matriz. La expansión del neofascismo en América Latina pone en entredicho la clase política del mundo occidental y el abandono de los proyectos de cambio sociales por parte de la izquierda de Europa. Para destruir la revolución bolivariana y su “mal ejemplo”, que demuestra la existencia de una alternativa al capitalismo, se dejó el campo abierto al fascismo y a la confusión de símbolos, que ahora se extiende en Europa como vemos con la defensa de los nazis de Ucrania, exaltados como “partisanos”. Para apropiarse de los recursos naturales, el imperialismo con sus corporaciones financieras recurre a todo. Es necesario construir un gran frente antifascista internacional, hacerse cargo de una poderosa batalla de ideas para imponer la hegemonía de la clase obrera.

¿Qué cambia para Venezuela con el conflicto en Ucrania? ¿Cómo ve el escenario internacional, dentro y fuera del continente?

El conflicto en Ucrania es una mala noticia para la seguridad del mundo, no solo para Europa. El presidente Maduro ha sido claro al invitar a las potencias occidentales a utilizar las armas de la diplomacia y no las que matan, y que se siguen suministrando al gobierno ucraniano. Perseguimos la diplomacia de paz como única herramienta para la resolución de conflictos. Hay que dar garantías para todos, no se puede preferir la seguridad de un estado en detrimento de otro, como se está haciendo con Rusia a través de la OTAN. Vemos, sin embargo, que cada vez más voces, contrarias a la política belicista de Estados Unidos y sus aliados, se alzan para exigir una salida negociada, que esperamos llegue pronto, como lo ha solicitado el presidente mexicano, López Obrador. El mundo de hoy está amenazado por varios conflictos bélicos, no solo el de Ucrania, y por conflictos y desastres ambientales, violación de los derechos laborales, derechos de género, derechos de la infancia, derecho a la movilidad. Y todo tiene un origen: el imperialismo, una verdadera desgracia para la humanidad, cuya crisis sistémica no sabemos adónde conducirá si no le damos fuerza a un nuevo orden mundial que está naciendo, para reemplazar al que nació después la caída del nazi-fascismo. El imperialismo es como un barco que se hunde, y esto abre la posibilidad de nuevos escenarios. Con humildad, pero con determinación, Venezuela presenta al mundo su modelo de sociedad: el modelo de Alba, basado en la integración solidaria y complementaria. No será fácil, porque estamos luchando contra una potencia consolidada, con una capacidad militar y financiera muy alta, pero es una batalla que hay que librar, que se puede ganar si la clase obrera occidental recupera fuerza y ​​unidad, apoyando una nueva perspectiva. Contra la nueva Doctrina Monroe, a 200 años de su nacimiento, debemos luchar unidos para eliminar fronteras y construir una verdadera integración latinoamericana: en el espíritu del congreso Anfictiónico de Panamá, la gran idea unificadora de las Américas que, en 2026, cumplirá 200 años.

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