Puerto Rico. La crisis nacional de la patología social por las adicciones

Por Felix Aponte Ortiz, Resumen Latinoamericano, 13 de enero de 2023.

La despedida del año 2022 y las primeras horas del presente año estuvieron matizadas por el estruendo de explosiones de artefactos de pirotecnia y por detonaciones de armas de fuego de gran potencia y alto calibre. Tengo la percepción de que este período de transición del Año Viejo al Año Nuevo resultó más violento para la tranquilidad familiar y social en todo el País que años previos de recuerdo en mi memoria, particularmente por el uso de armas de fuego. En mi vecindario, como en decenas o cientos de comunidades en Puerto Rico, prácticamente cada noche individuos producen detonaciones de armas de fuego que por el estruendo sugieren que son las mismas que se utilizan por gatilleros que se acosan, se persiguen y se asesinan en cualquier carretera o espacio público del País. En la Noche Vieja esa práctica de lanzar ‘tiros al aire’ sin que se tenga definido un objetivo concreto, se ha convertido en endémica. Pienso que muchos de los que disparan en las noches son los mismos que durante horas del día se acribillan a balazos. Esta terrible manifestación de violencia genera una sensación profunda de inseguridad, de desasosiego, que muchos de nosotros, en especial los viejos, nos genera desesperanza.

Comenzamos este año 2023 con la tendencia creciente de violencia y criminalidad que caracterizó el año previo, la década previa y las décadas que la antecedieron. La violencia se expresa y se manifiesta en frecuentes feminicidios, en asesinatos en las calles a toda hora del día y en cualquier espacio de los ámbitos urbanos y rurales. También se incrementa en la incidencia de las muertes de confinados en las instalaciones carcelarias. Para el Estado y múltiples instituciones privadas, el problema de la violencia social que nos abruma se visualiza como un problema criminal que la jefatura de la Policía la relaciona con las luchas de grupos de narcotraficantes y cuya solución radica en el uso de la inteligencia criminal y la fuerza policiaca. Sin embargo, para muchos expertos de la conducta humana la problemática de violencia y criminalidad relacionada al narcotráfico requiere un acercamiento metodológico y programático desde la perspectiva de la salud pública. Comparto la opinión de que la creciente violencia que descompone y compromete la estructura y el funcionamiento social de nuestro País tiene como factor primario y prevalente la alta incidencia de falta de salud mental en grandes sectores de nuestra población. Asociado a esa precariedad de salud mental convivimos con compatriotas que  están inmersos y padecen de condutas adictivas, tanto por la ingesta de sustancias químicas narcóticas psicoactivas (alcohol, nicotina, cocaína, opiáceos, opioides, anfetaminas y otras) como de adicciones a conductas compulsivas asociadas a patrones de conducta social (juegos de azar, Internet, sexo, fanáticos a sectas religiosas o ideológicas, y otras). Las adicciones asociadas a la ingesta de sustancias químicas generan serios problemas de salud orgánica, agudas y crónicas, y están asociadas a las causas primarias de mortalidad y morbilidad en Puerto Rico.

La magnitud y severidad del problema de salud mental y de adicción en Puerto Rico rebasa la capacidad institucional y limitada gestión de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (AMSCA), ente responsable de gestionar estos problemas. La incapacidad de actuación de AMSCA se agudiza por la crisis fiscal y la distorsión de prioridades de la Junta de Control Fiscal que no identifica esta situación, y otras, como necesidades de servicios esenciales en Puerto Rico. Cientos de miles de compatriotas están inmersos en condiciones de inseguridad, pobreza, incertidumbre sobre el bienestar material básico, trastornos de ansiedad y depresión, entre otras carencias emocionales y mentales que no son atendidas ni clínica ni socialmente por el Estado. Esta inmensa población está expuesta y vulnerable a desarrollar patrones adictivos que perpetúan la condición de violencia y conducta antisocial.

No conozco al presente el dato sobre cuáles son las tasas de uso y abuso de sustancias adictivas (legales e ilegales) en la población puertorriqueña. De hecho, sospecho que AMSCA no maneja estos datos con precisión. Pienso, sin embargo, que, por la manifestación de condiciones de salud, tanto orgánicas como mentales, las tasas deben ser relativamente altas. El tabaquismo y el alcoholismo son problemas muy prominentes en la sociedad puertorriqueña y tengo la certeza que cada persona en Puerto Rico conoce o tiene un familiar cercano que es usuario cotidiano de alcohol y del cigarrillo. Muchos de las personas que fuman activamente también consumen alcohol regularmente. Y vice versa. [Largest-ever analysis finds genetic links to smoking and drinking; Saunders, G.R.B. et al. Nature http://doi.org/10.1038/s41586-022-05477-4(2022)].

Conceptualmente se define la adicción como la dependencia de sustancias o actividades que resultan nocivas para la salud orgánica o el equilibrio síquico de una persona. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adicción se considera una enfermedad física y psicoemocional pues crea una dependencia o una necesidad continua y recurrente para el consumo de esas sustancias adictivas o de las prácticas de actividades y relaciones sociales. Dice la OMS que la adicción se caracteriza por la expresión de signos y síntomas donde están involucrados factores biológicos, genéticos, sicológicos y sociales que crean una enfermedad progresiva y potencialmente fatal. Según la OMS, la persona adicta muestra episodios continuos de descontrol, de distorsiones del pensamiento y de negación ante la enfermedad. Desde esta perspectiva, el adicto desarrolla dependencia física o sicológica, o ambas, y en el caso de la adicción química, expresa continuamente una necesidad o deseo de consumir la sustancia adictiva. El adicto tiene dificultad para tener control sobre dicho consumo, desarrolla síndrome de abstinencia si reduce o limita el consumo y generalmente mantiene una persistencia en el uso de las sustancia (o de la  práctica social adictiva) a pesar de que está consciente de que le genera efectos y consecuencias perjudiciales, tanto personales, familiares como sociales.

Relacionado al tabaquismo, la OMS comparte en su página de Internet (https://www.who. Int/es/news-room/fact-sheets/detail/tobacco), con fecha de 22 de mayo de 2022 los siguientes datos: (1) El tabaco mata hasta la mitad de las personas que lo consumen. (2) Cada año más 8 millones de personas fallecen a causa del tabaco. Más de 7 millones de estas defunciones se deben al consumo directo de tabaco y alrededor de 1.2 millones son consecuencia de la exposición de no fumadores al humo ajeno. (3) Más del 80 por ciento de los 1,300 millones de consumidores de tabaco que hay en el mundo viven en países de ingresos medianos o bajos. (4) El consumo del tabaco tiene un costo económico enorme en el que de incluyen los elevados costos sanitarios de tratar las enfermedades que causa y la pérdida de capital humano debido a su morbimortalidad.

El Hospital Clínic de Barcelona considera al tabaquismo como otra pandemia concurrente a la de la COVID-19 señalando que es responsable de una muerte cada 6 segundos en el Mundo. (https://www.clinicbarcelona.org/noticias/el-tabaquismo-la-otra-pandemia) Dice esta institución lo siguiente: “La nicotina es excitante, pero al mismo tiempo relaja y produce más adicción que la heroína y la cocaína. El amoníaco, también presente en el tabaco, potencia sus efectos adictivos. Provoca envejecimiento neuronal con menor capacidad de respuesta cerebral y pérdida de memoria a largo plazo.” Indica además que “El alquitrán, uno de los componentes del tabaco, contiene arsénico y cianuro, y provoca broncoespasmos, asma, y a largo plazo, cáncer o enfisema.” También señala con relación a la COVID-19, que “la evidencia científica ha demostrado que los fumadores tienen mayor riesgo de desarrollar una enfermedad severa que los no fumadores.”

En el 1998 una Corte federal de los EE.UU. estableció un fallo contra las empresas tabacaleras norteamericanas R.J. Reynolds Tobacco, Philip Morris USA, Altria y Lorillad donde, además de una penalidad multibillonaria por el daño probado a la salud del uso y consumo adictivo de cigarrillos, les requirió incluir en sus medios de comunicación social las siguientes declaraciones sobre los efectos del tabaquismo para la salud (https://rjrt.com): (1) Fumar mata, en promedio, a 1,200 estadounidensesCada Día; (2) Más persona mueren cada año a consecuencia de fumar que por asesinatos, SIDA, suicidios, drogas, accidentes automovilísticos y alcohol, combinados. (3) Fumar causa enfermedades cardíacas, enfisema, leucemia mieloide aguda y cáncer de boca, esófago, laringe, pulmón. Estómago, riñón vejiga y páncreas. (4) Fumar, también causa disminución de la fertilidad, bajo peso en recién nacidos y cáncer de cuello uterino. (5) Fumar es altamente adictivo. La nicotina es la droga activa presente en el tabaco; (6) Las compañías fabricantes de cigarrillos intencionalmente diseñaron cigarrillos con suficiente nicotina para crear y mantener la adicción. (7) No es fácil dejar de fumar. (8) Cuando usted fuma, la nicotina, de hecho, provoca cambios en el cerebro – por eso es tan difícil dejar de fumar. (9) Todos los cigarrillos causan cáncer, enfermedades pulmonares, ataques al corazón y muerte prematura – sean “lights”, con bajo contenido de alquitrán, “ultra lights”, suaves o naturales. No hay cigarrillos seguros.

Estos requerimientos de divulgación de información a las empresas tabacaleras escapan al conocimiento y conciencia del ciudadano en general y, particularmente del usuario compulsivo al cigarrillo. Desde el punto de vista de promoción de estilos de vida saludables, tampoco el Departamento de Salud, AMSCA y otras entidades comunican sobre los riesgos asociados y los perjuicios resultantes a la adicción al cigarrillo. Una situación similar siento que ocurre con el uso del alcohol, la cocaína, los opiáceos y, más recientemente con los opioides. Sobre estos últimos sabemos de su existencia en el mercado ilegal por las muertes recurrentes del uso de estas sustancias en las cárceles de Puerto Rico relacionado a la ingesta del fentanilo. En una columna en Claridad hace casi cuatro años comuniqué mi preocupación sobre la amenaza de adicción a esta sustancia (La nueva crisis humanitaria por el abuso y adicción a los opioides; Claridad, edición del miércoles, 16 de enero de 2019). Al día de hoy, sigue prevalente la epidemia por el abuso de fentanilo, tanto en EE.UU. como en Puerto Rico. Recientemente la Drug Enforcement Administration (DEA) informó que en el año 2022 embargaron una cantidad superior a 370 millones de dosis letales de fentanilo, cantidad suficiente para provocar la muerte de toda la población de ese país, si cada uno de sus ciudadanos hubieran hecho una ingesta de ésta (DEA Seized Enough Fentanyl in 2022 to Kill Entire U.S. Population; Liza O’Mary, WEBMD NEWSBRIEF; Dec 22, 2022). Se ha informado que entre mayo de 2020 y abril de 2021 murieron por sobredosis en los EE.UU. 100,306 personas de las cuales 64% resultaron intoxicados con el fentanilo. La cifra de fallecidos ha estado creciendo consecutivamente en los pasados años a una razón mayor de 4% anual. Se estima que en el año 2022 las fatalidades por sobredosis superaron los 107,000 personas de los cuales 67% murieron por sobredosis de fentanilo. No conozco datos sobre la incidencia de muertes en Puerto Rico, pero en el Informe anual de Departamento de Corrección y Rehabilitación correspondiente al año fiscal 2020-2021, 36 de las 80 muertes de confinados en las cárceles ocurrieron por la ingesta de fentanilo (45%) el cual estaba mezclado con otras sustancias (Informe de Muertes de Confinados Reportada en las Instituciones Correccionales, Año Fiscal 2020-2021). El fentanilo es 50 veces más potente como analgésico que la heroína y 100 veces más potente que la morfina (CDC; THE FACTS ABOUT FENTANYL, February 23, 2022) y una dosis que se puede colocar en la punta de un lápiz puede ser suficiente para provocar la muerte de un usuario. Esta droga circula en las calles de Puerto Rico mezclada con heroína, cocaína y, en algunos casos con un compuesto llamado xilacyne (conocido en la calle como “anestesia de caballo”) prescrito solo para uso veterinario pero que los narcotraficantes lo mezclan con el fentanilo.

La DEA estima que producir un kilogramo de fentanilo en un laboratorio informal de los narcotraficantes tiene un costo aproximado de $32. Ese kilogramo puede producir un 1,000,000 de dosis que, a precio del mercado genera un ingreso de $20 millones. Distinto a la heroína, la cocaína y la marihuana, el fentanilo es relativamente fácil de producir, de traficar entre fronteras nacionales y de distribuir a los usuarios adictos a la misma. Con estas características, el mercado del narcotráfico se ha distorsionado en los últimos años, generando ganancias extraordinarias a los operadores, lo que les permite una mayor adquisición de armas y municiones ilegales, prácticamente de forma ilimitada. En consecuencia, con una demanda creciente de usuarios y adictos al fentanilo y drogas relacionadas, con más dinero circulando en la calles, con más armas accesibles, con más competencia por el control de “puntos” del mercado, el panorama sugiere que tendremos más eventos de violencia en las calles, de asesinatos impunes en las comunidades, de más detonaciones de armas de fuego en las noches, de más confinados fallecidos, de más muertes de usuarios sin hogar, de más desolación y desesperanza en nuestro Pueblo.

Planteado de esta forma, el panorama de las adicciones en todas sus expresiones constituye un lastre extraordinario para el desarrollo, bienestar y tranquilidad de nuestro Pueblo. La dependencia física, sicológica y social de las adicciones limitan la posibilidad del desarrollo de un País liberado de controles externos a nuestra cultura e idiosincrasia. Las adicciones como problema social pueden frustrar la aspiración de un País libre y soberano con una calidad de vida superior. Desde el punto de vista político, urge que, en la agenda concertada para lograr la superación del coloniaje y subordinación a la metrópolis norteamericana, desarrollemos estrategias para superar esta patología social asociada a las adicciones,tanto a las sustancias narcóticas como a los juegos de azar, juegos electrónico e internet, así como otras formas de distracción y enajenación de la realidad presente y del futuro previsible. Las consecuencias de las adicciones representan un lastre que retardarán el logro de un País equilibrado y próspero una vez alcanzada nuestra plena soberanía política nacional.

Fuente: Claridad

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