Irán. Futbolista Nasr Azadani, ¿víctima del autoritarismo o terrorista?

Por Xavier Villar. Resumen Medio Oriente, 12 de enero de 2023.

El exfutbolista iraní, Amir Nasr Azadani, fue condenado a 16 años de prisión por, según los jueces iraníes, formar parte de un grupo armado terrorista.

El exjugador del club Tractor de Tabriz, según la Justicia iraní, fue parte de un grupo armado que asesinó a 3 miembros de las Fuerzas de Resistencia Popular, conocidas como Basich —Esmail Cheraqi, Mohsen Hamidi y Mohamad Hosein Karimi—, en la ciudad de Isfahán, el pasado mes de noviembre. 

Nasr Azadani estuvo en el foco de los medios internacionales por una campaña internacional que acusaba a la República Islámica de querer ejecutarlo y lo presentaba como un “manifestante en favor de los derechos de las mujeres”. La campaña obviaba las acusaciones de asesinato por las que Azadani estaba detenido y en espera de juicio. Desde el punto de vista discursivo, podemos decir que existía la necesidad de presentar a Azadani como una víctima del autoritarismo irracional representado por la República Islámica. Cualquier tipo de información sobre sus delitos pondría en riesgo ese mismo discurso. Nasr Azadani fue utilizado como símbolo, uno más, para criticar el supuesto carácter autoritario y violento de la República Islámica. Esta construcción discursiva de la República Islámica supone, por un lado, dudar de las pruebas presentadas contra Azadani, el tradicional “Irán miente y manipula las pruebas”, y por otro, la des-humanización de los tres miembros de la fuerza Basich. 

Esta des-humanización de los miembros de las fuerzas de seguridad, así como del Ejército y del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), es un producto de todo esa construcción discursiva que entiende que los seres humanos, plenamente humanos, solo son aquellos capaces de vivir siguiendo la gramática occidental. Según esta visión, la fuerza Basich es vista como un grupo de fanáticos, violentos, e intolerantes musulmanes, cuya razón de ser principal es la de reprimir cualquier posibilidad democrática en el país. En otras palabras, los miembros de la fuerza Basich, y en general cualquiera que apoye a la República Islámica, es visto como no plenamente humano. Siguiendo toda esta elaboración discursiva podemos ver que el asesinato de esos mismos basichíes no es visto como un crimen terrible sino como un acto de necesidad para que los realmente humanos, aquellos que viven según el lenguaje de Occidente, puedan conseguir sus objetivos.

Otros de los elementos ideológicos desarrollados por Occidente a la hora de deshumanizar a Irán es la acusación de terrorismo. El lenguaje del terrorismo, cuando es aplicado siguiendo el discurso hegemónico, es un lenguaje que podemos analizar como racial. En muchos casos este lenguaje hegemónico sirve para marcar a poblaciones o grupos como “salvajes”, “bárbaros”, y diferenciarlos de aquellas poblaciones construidas como “civilizadas”. Es, por tanto, una iteración del clásico lenguaje colonial civilizador, un lenguaje que divide, y por eso mismo racializa, a poblaciones enteras. La cuestión de fondo, nuevamente, es la creación de un abismo existencial entre “humanos” y “no-humanos”. Evidentemente, la República Islámica es situada en el lado no humano del binarismo. 

¿Pero, qué sucede cuando se emplea el lenguaje del terrorismo desde un lugar no hegemónico? Es decir, ¿qué pasa cuando es la República Islámica la que acusa a Nasr Azadani, en este caso, de ser un terrorista? Para Occidente, así como para las personas que se expresan en esa gramática, esa es una acusación risible, ¿cómo es posible lanzar esa acusación por parte de Irán, el símbolo político de todo aquello que Occidente aspira a superar y/o destruir? 

Para Irán, para su sistema judicial, Azadani está detrás de la muerte de 3 miembros de las fuerzas de seguridad, y forma parte de todo ese entramado discursivo-político que busca un cambio de régimen en el país recurriendo a la violencia. Pero como ya hemos visto, la violencia en este caso está no solo permitida, sino incluso recomendada. Las poblaciones subalternas, después de todo, no pueden ser vistas desde los mismos parámetros que las poblaciones plenamente humanas. Para Irán, Azadani simboliza una continúa violencia contra el Estado, una violencia que ha estado presente desde la instauración del mismo en 1979, después de la Revolución Islámica. 

Irán entiende que esa violencia, enmarcada en el discurso eurocéntrico, puede ser categorizada como terrorismo. Es cierto que la etiqueta “terrorista”, como ya hemos visto más arriba, está articulada alrededor de un lenguaje que busca mantener los privilegios políticos de la blanquitud —cuando se habla de blanquitud no hay que pensar en un fenotipo, sino en relaciones de poder— mediante la criminalización de aquellas poblaciones que se niegan a aceptar y malvivir en el status quo político actual. Este uso normativo de la categoría de “terrorista” debe ponernos alerta y en muchos casos debe hacernos reconsiderar, o abandonar, su uso. Pero en este caso estamos hablando del uso de esa categoría desde un lugar no normativo, no hegemónico. 

Pensemos en Nidhal Selmi, un jugador de fútbol tunecino, miembro del Etoile Sportive, abandonó su carrera profesional para unirse el grupo takfirí Daesh. Selmi se embarcó en un proyecto que se ha categorizado, sin ningún tipo de duda, como terrorista. El proyecto en el que se enroló Selmi es un proyecto que podemos definir como un proyecto de muerte, un proyecto que nada tiene que ver con una visión ummática-islámica.

El asesinato de 3 miembros de la fuerza Basich no es condenado con la misma contundencia que los asesinatos cometidos por Daesh. Las víctimas de Isfahán son culpabilizadas por estar del lado político equivocado, su muerte es simplemente producto, necesario, de la resistencia contra el autoritarismo. En ningún caso sus muertes son relacionadas con el terrorismo, ni sus asesinos considerados terroristas. La des-humanización de las víctimas, debido a su ideología, y la representación de la República Islámica como un lugar ausente de justicia, son las razones que lo explican. La constante violencia contra el proyecto político construido por la República Islámica, desde su mismo inicio, es la materialización de esa perpetua des-humanización. 

Fuente: HispanTV

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