Haití en el corazón

Por Gonzalo Abella*, Resumen Latinoamericano, 17 de noviembre de 2022.

En la Antigüedad, la Esclavitud fue la base del Modo de Producción predominante. Cualquier ser humano, de cualquier etnia, podia ser esclavizado, si los opresores tenían la fuerza represiva para hacerlo.  En cambio, a partir del siglo XVII, la Trata Negrera, (impulsada por Occidente hacia “lejanas” plantaciones, minas y servicios), se impuso para abastecer de materias primas a la Acumulación Capitalista Originaria de los países “centrales”.   

Fue lógico entonces que los teóricos europeos de la revolución social cifraran sus esperanzas en la naciente clase obrera industrial, la cual, que al alcanzar su emancipación, encabezaría la emancipación de todas las clases sociales y de todos los pueblos del mundo.

Recién en el siglo XX, cuando la rebeldía afroasiática y de NuestraAmérica se hizo evidente, los revolucionarios agrupados en la Tercera Internacional, entendieron el papel de los movimientos de Liberación Nacional en los países oprimidos, como aliados estratégicos en la lucha mundial por el Socialismo.

Tarde lo entendieron. Para entonces, la Revolución Haitiana, el primer asalto victorioso al poder por parte de los esclavizados, ya tenía cien años.

Pero como dijo nuestro escritor Paco Espínola, “a los seres humanos no se le hace bien impunemente”. Desde el siglo XVIII, los esclavizados haitianos habían sido protagonistas en la creación de una red continental afroamericana, desde el Caribe al Río de la Plata. Los esclavizados eran marineros en el tráfico de ron caribeño hacia el Sur y de carne salada rioplatense al Caribe y así entretejían contactos, por intermedio de sus hermanos en cada puerto que tocaban. Fue una red de solidaridad y un programa de insurgencia continental. Llegó rápidamente a los kilombos brasileños, donde las familias afro en armas construían territorios liberados. Con más dificultades, los haitianos también se conectaron con los palenques afroliberados del Pacífico y de los Yungas altoperuanos.  

La red afro continental recuperaba las memorias ancestrales y a la vez buscó superar las diferencias culturales y sociales de origen. La red buscó unificar el panteón africano: el “orixá” femenino llamado Jemanjá, por ejemplo, llegó a venerarse por los esclavizados desde el Caribe hasta el Río de la Plata. Esta entidad, originariamente de piel negra, se volvió traslúcida para representar la Mar Océano, cordón umbilical con la tierra de los ancestros y vientre generoso que acogió a los hermanos que murieron en la travesía. En Haití y el Oriente Cubano, el culto se mantuvo aún más fiel a su origen y el Vodú (ese Vudú ridiculizado por Hollywood y manipulado por los Duvalier) fue, pese a todo, arma de memoria e identidad.

En nuestro rincón sureño, en 1803 los esclavizados se fugaron masivamente del Montevideo español. Los documentos oficiales mencionan la presencia simultánea, en el Puerto, de un barco tripulado por esclavos haitianos.

Haití fue ahogado en sangre. Antes de sucumbir, su gobierno afro había sido crucial para la gesta continental de Bolívar, pero entre muchos próceres de la emancipación, cuyas familias tenían esclavos, la Revolución Haitiana era vista como un exceso radical. Algunos la calificaban como una indeseable “pardocracia”.

Cuando en 1815 nuestro Artigas impulsa la lucha de clases de los de abajo en el seno de la gesta independentista, da la orientación de que en la sala de lectura de la Biblioteca estén presentes “desde el más culto europeo hasta el más rústico africano”. Fue un escándalo. Pero el Reglamento de tierras llegaba sólo a reconocer el derecho a la tierra “de los negros libres”. Los dirigentes Ansina y Encarnación Benítez fueron más allá, entregando tierras a familias de esclavizados, y Artigas finalmente los apoyó, condenando “la infame esclavatura”; pero este episodio marca las dificultades para reconocer los derechos de los esclavizados aún en las filas más radicales.

Haití fue en su momento la expresión más extraordinaria de la gesta afroamericana; hoy es una de las gestas más extraordinarias para nuestra esperanza continental en la necesaria segunda Independencia. No deberíamos olvidarlo ni por un instante.

*escritor e integrante de la Unidad Popular de Uruguay

You must be logged in to post a comment Login