Uruguay. El derechista y firmante del pacto con los militares de la dictadura, Julio María Sanguinetti y el ex guerrillero arrepentido y “administrador del capitalismo” Pepe Mujica presentaron un libro y se consideran “colegas amistosos”

Resumen Latinoamericano, 9 de noviembre de 2022.

foto: El abrazo entre dos “colegas amistosos”.

El Salón Azul de la Intendencia de Montevideo fue la sede, el martes, de la presentación del libro El horizonte. Conversaciones sin ruido entre Sanguinetti y Mujica, que recoge el resultado de seis reuniones presenciales en las que los periodistas Gabriel Pereyra y Alejandro Ferreiro interrogaron a los expresidentes José Mujica (2010-2015) y Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-2000) sobre el Uruguay del futuro.

Ante un buen marco de público, los protagonistas de la obra hablaron sobre el proceso que derivó en la publicación del libro. El primero en tomar la palabra durante la presentación fue Ferreiro, que contó que la idea de escribir surgió a partir de una entrevista que le hicieron a Sanguinetti cuando se estaba discutiendo el referéndum sobre la ley de urgente consideración, en la que le propusieron debatir con Mujica. La respuesta del colorado fue: “Con Mujica tendríamos que sentarnos a hablar de la vida, ya estamos grandes”.

Sanguinetti aseguró que el libro es un acto simbólico que “pretende ser una expresión de republicanismo de gente que en su tiempo estuvo muy enfrentada, luego menos y ahora son colegas amistosos”. Mientras el expresidente hablaba, siete integrantes de Plenaria Memoria y Justicia entraron al recinto portando carteles con imágenes de los detenidos desaparecidos de la última dictadura y caminaron entre los espectadores, pero nadie hizo referencia a eso durante las oratorias.

Por su parte, el líder del Movimiento de Participación Popular, que durante su presidencia se dedicó -según su propia confesión- a “administrar el capitalismo”, comentó que aceptó la propuesta porque “valía la pena colaborar como señal a favor del país” y recordó una anécdota que protagonizó la exvicepresidenta Lucía Topolansky cuando asistió a la última reunión del Mercosur durante el segundo período de gobierno de Tabaré Vázquez: “Estaba [Mauricio] Macri, que había perdido las elecciones, triste, acurrucado como lechuza de panteón, y Lucía le dijo que no se aflija, que la alegría va por los barrios, un día se pierde, otro día se gana. Y Macri le respondió: ‘Lo que pasa es que ustedes son civilizados, pero en la Argentina no somos así’. Esto lo digo en un tono un poco jocoso, pero en realidad es dramático”.

Con su clásico estilo de “te digo una cosa como te digo la otra” Mugica apeló a la idea de que es importante reconciliarse con quienes tanto mal le hicieron al pueblo uruguayo, como es el caso de Sanguinetti, aliado de la dictadura y firmante del Pacto del Club Naval con los militares que asesinaron a tantos compañeros de Mugica. Pacto en el que también estuvieron involucrados el propio Mugica y su colega en eso de arrepentirse, el “Ñato” Fernández Huidobro, quien durante el gobierno del Pepe, fuera premiado con el cargo de Ministro de Defensa. “El mejor ministro que tuvimos”, dijo el comandante en jefe del Ejército, cuando Huidobro falleció. No era para menos, ya que entre Mugica y él se dedicaron a pregonar el perdón a los genocidas porque al decir del Pepe, “ya son viejitos”.

“Diferencias ha habido, hay y las seguirá habiendo, y creo que las sociedades modernas, por su complejidad, cada vez van a tener más”, sostuvo Mujica en la presentación del libro, y agregó que no es posible la convivencia en una sociedad si el sistema político pierde el mínimo respeto de “cultivar un nosotros”. Para él, la iniciativa del libro es un “pequeño gesto” que puede favorecer la imagen del país. Obviamente no tiene en cuenta como le cae esto a los familiares de los detenidos-desaparecidos a los que él les dio la espalda durante todo su gobierno.

Sanguinetti, otro de los “viejitos perdonables”, que no abandonó nunca sus ideas derechistas, recordó que Uruguay “tuvo un siglo XIX enormemente confrontado”, pero que al final de cada contienda hubo “un sin vencidos y sin vencedores, aunque había vencidos y había vencedores”, y que bajo “ese manto” siempre se buscó la concordia cívica que se fue desarrollando en el país”. Una “concordia”, se olvidó de decir, entre los de arriba en medio de un mar de cadáveres y desaparecidos de los de abajo.

foto Alejandro Maradel

En medio de su oratoria, se detuvo para agradecerle la presencia a la intendenta Carolina Cosse, que se encontraba en la primera fila, y comentó que no sabe “cómo hace para conservarse tan buena moza” y que “solamente las mujeres tienen ese hábito”. Anteayer, Mujica fue blanco de críticas de las mujeres de su partido por decir que Cosse “tiene un don a favor: es mujer, y [las mujeres] están de moda”.

Ferreiro les preguntó a los líderes partidarios si aprendieron algo nuevo del otro durante las charlas. El primero en responder fue Mujica, que luego de hacer una gran reflexión sobre su admiración por la naturaleza definió a Sanguinetti como un “sembrador de ideas” con el que “a veces concuerda” y otras veces “tiene matices”: “Tengo que agradecerle a don Julio haberme bancado. Él también me va a tener que agradecer. A él y a mí nos van a pegar”, comentó.

“Pepe es un filósofo de la vida cotidiana, popular, yo soy un periodista, un cronista de la vida”, planteó Sanguinetti a su turno, y recordó que durante las charlas que mantuvieron para el libro ambos se pusieron de acuerdo en algo que “a muchos le llamó la atención”, que fue su coincidencia en torno a la figura de Adam Smith: “He visto muchos que se dicen liberales que no han leído a Adam Smith, y sorprendentemente me encontré con que Pepe lo había leído”, dijo.

Felices por el encuentro y contagiados por tanta cháchara reconciliatoria entre quienes en realidad siempre tuvieron algo en común, el público los aplaudió y algunos se lanzaron sobre los dos ancianos a pedirles autógrafos. En realidad, el encuentro fue una muestra más de una democracia decadente donde los traidores son premiados y los cómplices de los genocidas se pasean alegremente por las calles.

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