Brasil. Entrevista a Márcia Tiburi: “El país se especializó en la esclavitud. Y el resultado es un racismo inmenso”

Por Elena de Sus. Resumen Latinoamericano, 15 de junio de 2022.

Márcia Tiburi (Vacaria, Brasil, 1970) es doctora en Filosofía, artista plástica y escritora. En 2015 publicó un libro de título provocativo, Cómo conversar con un fascista, en el que abogaba por la creación de una cultura del diálogo para defender la democracia de lo que percibía como un incipiente proyecto social de extrema derecha. “Me llamaban exagerada”, dice. Sus ideas resultaron premonitorias, ya que al año siguiente Donald Trump alcanzaba la presidencia de los Estados Unidos y en 2018 se convertía en presidente de su país Jair Bolsonaro, al que no duda en calificar de fascista.

Ese año mataron a su amiga Marielle Franco, y ella, que había sido candidata a gobernadora de Río de Janeiro por el Partido de los Trabajadores, se exilió en Francia tras haberse convertido en un blanco frecuente de amenazas de la extrema derecha. Actualmente ejerce como profesora en la Universidad París 8, donde estudia la producción de discursos de odio. Sigue militando en el PT y apoya a Lula da Silva, que vuelve a ser candidato a la presidencia.

El 1 de junio, Tiburi participó en un diálogo con la periodista colombiana Andrea Aldana, moderado por Patricia Simón y organizado por la Coordinadora de ONG para el Desarrollo, sobre la democracia en Brasil y Colombia. El coloquio tuvo lugar en La Casa Encendida (Madrid) pero Tiburi intervino por videoconferencia desde París. Esta entrevista se realizó por teléfono.

¿Qué impresión se llevó del diálogo con Andrea Aldana?

-Me gustó mucho intercambiar ideas con Andrea y Patricia y hacer esta comparación entre Brasil y Colombia. Son países con muchas tragedias en común. En ambos hay organizaciones criminales con mucho poder, que operan como un estado paralelo. Ha sido interesante y productivo. Espero que Andrea y Patricia hayan aprendido tanto como yo.

¿Cree que el conjunto de América Latina atraviesa la misma situación política en este momento?

-Sí. Tenemos una historia común. Es una historia de sufrimiento, la de la colonización, que no podemos olvidar. Lo que vivimos hoy son las consecuencias de esa historia, problemas sociales y económicos que no han sido resueltos del todo.

El mayor problema es que estamos destinados a seguir siendo un territorio para la explotación colonial. Creo que los criminales que hoy están en el poder hacen justamente eso, continuar con el proyecto de la colonización.

En el contexto colonial, Brasil se especializó en la esclavitud. Tenemos una historia de esclavización de la gente, cuyo resultado hoy es un racismo inmenso, tortuoso. Hay que comprender estas cosas.

¿Qué se juega Brasil en las elecciones de octubre?

-Son las más importantes, porque tenemos la posibilidad de recuperar nuestra democracia, de expulsar el fascismo que llegó al poder en las elecciones de 2018. Ha sido una catástrofe. Yo he sufrido mucho, tuve que exiliarme porque recibí amenazas de muerte y me convertí en un objetivo del discurso de odio. Mi imagen se utiliza para producir odio.

Creo que Bolsonaro no va a ser reelegido. Igual es más bien un deseo. Pero creo que no hay tanta efervescencia fascista como hace cuatro años. Bolsonaro ha hecho mucho daño a la gente. Además, la inflación es la más alta en 30 años.

Bolsonaro ha hecho mucho daño a la gente. Además, la inflación es la más alta en 30 años

-Y Lula es muy importante, es el único que puede expulsar a Bolsonaro del poder, porque lo que representa Bolsonaro es un fenómeno de mistificación de las masas muy serio. Lula, pese a las campañas de odio contra él, es querido, tiene la inteligencia política y el carisma para hablar con la gente sencilla y pedirles por favor que despierten, que terminen con esta noche. Tenemos que recuperar nuestro país.

Antes ha dicho que Bolsonaro ha hecho mucho daño a la gente, ¿se refiere a la gestión de la pandemia?

-Entre otras cosas. La gestión de la pandemia ha sido de las peores del mundo y casi todos los ciudadanos han perdido a alguien cercano. Hay resentimiento hacia Bolsonaro. Él dice que la muerte es inevitable y no puede hacer nada, pero hay muchas pruebas de que las acciones del gobierno empeoraron la situación, lo que les hizo a los pueblos indígenas…

¿Qué les hizo a los pueblos indígenas?

-Durante la pandemia les envió grandes cargamentos de hidroxicloroquina, que no sirve para nada. En plena crisis sanitaria hubo muchas visitas innecesarias a los territorios indígenas, por ejemplo, para construir una peluquería.

La Amazonia es una tierra sin ley, lo que era hace cinco siglos

-Hoy en día, con medidas como la legalización del garimpo [minería de oro en tierras protegidas del pueblo Yanomami], la Amazonia es una tierra sin ley, lo que era hace 500 años.

¿Por qué se ha radicalizado tanto la derecha brasileña?

-La derecha brasileña ha instrumentalizado a la extrema derecha. La utiliza para mantener el sistema. Bolsonaro solo es la punta del iceberg. Es nuestro Hitler, pero no es más que una marioneta que puede ser sustituida.

El verdadero administrador de Brasil se llama Paulo Guedes. Es el ministro de Economía, tiene mucho dinero fuera del país, en paraísos fiscales y su proyecto es neoliberal. Se esconde detrás de la figura de Bolsonaro.

Es necesario saber que en Brasil las instituciones, los medios de comunicación y las redes sociales están integrados en una campaña política a favor de la extrema derecha. Es verdad que existe mucha resistencia, pero hay grupos financiados por capitales internacionales y también nacionales que sostienen a los agitadores fascistas en Brasil.

Así como en Colombia existe el problema del narcotráfico, en Brasil hay grupos de exterminadores como los que asesinaron a Marielle Franco, por ejemplo. El presidente de la República y otros políticos tienen muchas relaciones con estos grupos, a los que llaman milicias en Río de Janeiro.

La tecnología política del odio también tiene una relación profunda con el llamado cristofascismo, promovido por las iglesias del mercado. Son las iglesias neopentecostales, que trabajan integradas en este proyecto de poder que no es democrático. Se ocupan de la subjetividad, de los afectos de la gente.

Usted no duda en calificar a Bolsonaro de fascista. ¿Por qué?

-Porque hace apología de la muerte, igual que el fascismo clásico. Siempre utiliza las amenazas y el discurso del odio. Por ejemplo, dijo que había que matar a 30.000 personas y el país iría mejor.

Todo es una performance, consiste en mostrar que son hombres fuertes, capaces de todo, machistas. Utilizan la violencia y no les importa decir las cosas más grotescas. Es una estética, como la de la mafia italiana, para crear un imaginario y convencer de manera hipnótica a la gente. No estoy diciendo nada nuevo, hablo de psicología de masas, teorías de análisis del fascismo conocidas desde hace décadas.

Bolsonaro habla siempre de la amenaza comunista. Es la táctica fascista de crear un enemigo que no existe, fantasmagórico. ¿Quiénes son los comunistas hoy en día? No se sabe, es un espectro.

¿Cómo utiliza la extrema derecha la idea de libertad?

-Para desarrollar su proyecto, ellos necesitan convertir a los ciudadanos en robots, en personas sin autonomía. Por eso persiguen el pensamiento crítico, la filosofía, a los periodistas que son críticos, a los intelectuales, a los artistas… Mediante el discurso, secuestran ideas importantes, como la de libertad. Por desgracia, en Brasil tenemos carencias históricas en educación. La guerra a la cultura se ha intensificado, pero viene de lejos. La dictadura militar duró 21 años, y en ese tiempo la mentalidad brasileña fue construida por la televisión. Es un suelo fértil para la implantación del fascismo.

En su libro Cómo conversar con un fascista planteaba que el fascismo se basa en sentimientos como el odio y la desconfianza, y que para hacerle frente, para inmunizarnos contra él, debemos cultivar el diálogo, el amor…

-Lo que yo propongo es una cultura del diálogo. El gobierno que tenga estos intereses debe crear un clima, una atmósfera que permita implantar el diálogo en la vida cotidiana. Hay que crear leyes que protejan a la población y las instituciones, pero también proyectos que permitan construir una esfera subjetiva. Esto se hace por medio de la educación y de la cultura.

El fascismo destruye la competencia lingüística de la gente. Implanta los clichés, implanta la repetición, implanta el odio

-El fascismo destruye la competencia lingüística de la gente. Implanta los clichés, implanta la repetición, implanta el odio como un sentimiento que la gente, destruida subjetivamente, considera bueno para la vida.

Las redes sociales hacen esto mismo. Trabajan con este lenguaje del odio. Esto produce efectos concretos en la vida, produce un mercado en el que el odio es la mercancía. Este también es un proyecto publicitario, el odio es un producto muy interesante y tiene muchos inversores.

No hay ningún camino que no pase por cambiar el gobierno para acabar con el fascismo de Estado. El fascismo de Estado fomenta el fascismo subjetivo y se forma un círculo vicioso que tenemos que romper.

Nosotros no vamos a dejar de luchar por la democracia. La izquierda se ha convertido en la fuerza que sostiene la democracia. La derecha pacta con la extrema derecha todo el rato, su proyecto es autoritario.

Es un poco irónico que sea la izquierda la que defiende hoy en día las instituciones, que adopte una postura conservadora, defensiva.

-Yo misma era muy crítica con Lula, estaba afiliada a otro partido, a otra lucha, desde una izquierda más radical. Pero he percibido que esa lucha no nos llevaba a nada, que era urgente salvar al país del fascismo y esto solo era posible a través de la comprensión del momento histórico.

Creo que es importante tener una izquierda que se dedique a la implantación de un proyecto feminista, ecologista, anticolonial, pero no tenemos fuerzas para luchar contra nadie, contra nada, con los fascistas en el gobierno, y no tenemos cómo tomar el gobierno siendo de extrema izquierda.

El Partido de los Trabajadores es mucho mayor que la izquierda brasileña, esto es un hecho. Lo necesitamos para luchar contra los gigantes.

Lula se presenta con una coalición de siete partidos que incluye algunos de centroderecha, ¿cree que eso le beneficia o le perjudica?

-Lula es típicamente brasileño. Viene del pueblo, es un operario, un trabajador. Su característica política es que es capaz de hablar con todo el mundo. La extrema derecha ha implantado la polarización en Brasil, pero esa no es nuestra cultura. Deseamos el consenso. Lula hace esto, siempre intenta crear el consenso en la sociedad brasileña.

Actualmente reside en Francia. ¿Cómo ve el auge de la extrema derecha en este país, en relación a lo que se vive en Brasil?

-Es muy aterrador que la extrema derecha avance también aquí, y en España. En Francia está Marine Le Pen. Y Éric Zemmour, que es peor que ella.

El discurso de Zemmour también actúa sobre los prejuicios, el odio y el racismo, pero comparado con Bolsonaro es una persona culta, tiene más recursos. Marine Le Pen es una lady comparada con Bolsonaro.

Bolsonaro es difícil de explicar porque no hay nadie comparable a él. Yo pienso que el que más se le parece es Rodrigo Duterte, el presidente saliente de Filipinas. Son similares en su incompetencia y en la brutalidad máxima de su discurso.

Bolsonaro es una persona vacía, con lagunas cognitivas profundas. Hace unos días anunció que no participaría en los debates de la campaña electoral. ¿Por qué? Porque tiene poder de mistificación, no necesita contar con la inteligencia de las personas, de hecho lo evita, porque no tiene nada que decir. No tiene conocimientos de economía, ni de políticas públicas, ni de ideología. Solo sabe hablar de matar. Él mismo lo dijo: “Mi especialidad es matar”. Por eso digo que hipnotiza a la gente, porque no dice nada que tenga contenido. Es solo una forma bruta de decir cosas grotescas que dejan una sensación de absurdo. Esto es lo que vivimos en Brasil hoy.

Fuente: CTXT

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