África. El ascenso de la OTAN

Por Vijay Prashad, Resumen Latinoamericano, 12 de junio de 2022.

Entre bastidores, estaba claro que la formación del G5 Sahel fue alentada por el gobierno francés, y que, a pesar de todas las conversaciones sobre comercio, el verdadero foco del grupo iba a ser la seguridad.

El caos en Libia puso en marcha una serie de conflictos catastróficos en Mali, el sur de Argelia y algunas partes de Níger. A la intervención militar francesa en Mali, en 2013, siguió la creación del G5 Sahel, una plataforma política de los cinco Estados del Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) y una alianza militar entre ellos. En mayo de 2014, la OTAN abrió una oficina de enlace en la sede de la UA en Addis Abeba. En septiembre de ese mismo año, durante la Cumbre de Gales de la OTAN, los socios de la alianza tomaron en cuenta los problemas del Sahel, que fueron incluidos en el Plan de Acción de Preparación de la alianza, que pasó a ser “[el] motor de la adaptación militar de la OTAN al entorno de seguridad cambiante y en evolución”. En diciembre de 2014, los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN revisaron la aplicación del plan y se centraron en las “amenazas que emanan de nuestra vecindad meridional, Oriente Medio y el norte de África” y establecieron un marco para hacer frente a las amenazas y los retos a los que se enfrenta el sur, según un informe del ex presidente de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, Michael R. Turner. Dos años después, en la Cumbre de Varsovia de 2016, los líderes de la OTAN decidieron aumentar su cooperación con la Unión Africana. “[Satisfechos con] el sólido compromiso militar de los aliados en la región del Sahel-Sáhara”. Para profundizar en este compromiso, la OTAN creó una Fuerza Africana de Reserva y comenzó el proceso de formación de oficiales en las fuerzas militares africanas.

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Mientras tanto, la reciente decisión de expulsar a los militares franceses nace de una sensibilidad creciente en el continente, que va en contra de la agresión militar occidental. No es de extrañar entonces que muchos de los países africanos más grandes se negaran a seguir la postura de Washington en la guerra de Ucrania, con la mitad de los países absteniéndose o votando en contra de la resolución de la ONU para condenar a Rusia (esto incluye a países como Argelia, Sudáfrica, Angola y Etiopía). Es revelador que el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, dijera que su país “está comprometido con la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales no sólo de nuestro propio pueblo, sino de los pueblos de Palestina, el Sáhara Occidental, Afganistán, Siria y de toda África y el mundo”.

La ignominia de las maniobras de Occidente (y de la OTAN), incluidos los acuerdos armamentistas con Marruecos para entregar el Sáhara Occidental al reino y el apoyo diplomático a Israel mientras continúa el apartheid contra los palestinos, contrastan fuertemente con la indignación de Occidente ante los acontecimientos que tienen lugar en Ucrania. La evidencia de esta hipocresía sirve de advertencia ante el lenguaje benévolo utilizado por Occidente cuando se trata de la expansión de la OTAN en África.

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