El Salvador. Herbert Anaya Sanabria y el respeto a los derechos humanos

Por Igor Iván Villalta Sorto*, Resumen Latinoamericano, 9 de junio de 2022.

El hablar de respeto a los derechos humanos en El Salvador, es un tema que no gusta a la oficialidad, que no agrada al Ejército, y que molesta a los poderosos. Los defensores de los derechos humanos siempre han sido objeto de estigmatización, vistos como parias de la patria, cuando la patria se observa desde la óptica de los oligarcas y sus mezquinos intereses. Con esa óptica los defensores de los derechos humanos siempre serán vistos como enemigos del progreso, como quienes son estorbo para que nuestro país progrese, como agentes extranjeros que con esa predica promueven la lucha de clases y el odio social.

En mi exposición sobre el libro Varilla Negra, surge la voz de una mujer joven que se pone de pie para expresar sus agradecimientos por haber mencionado un segmento de la trayectoria de su padre, con voz firme y de hablar pausado, recordó cuando la policía irrumpía en su vivienda y los pusieron a todos boca a abajo. “yo creía que me iban a matar” lo cual nos hace reflexionar sobre lo que se entreteje en la mente de una niña de apenas seis años cuando tipos extraños armados con fusiles irrumpen violentamente en su casa. Que olores quedaron en tus recuerdos, como percibió el fuerte olor a adrenalina desprendido por aquellos cuerpos extraños listos para matar, como se fusiona con el olor que desprende la pólvora y el aceite de los fusiles.

Luego de finalizada la incursión aterrorizante de los captores, tomando a su padre lo sacaron de la vivienda, ella en su angustia solo pensaba: “se roban a mi papá”. Herbert era visitante habitual de mi casa compartíamos largas noches de desvelo, muchas veces haciendo chistes, riéndonos de las estupideces cometidas por un régimen militar moribundo, compartiendo experiencias de vida. En algunas ocasiones nos acompañaba “el Chele Medrano” familiar del militar que se considera uno de los fundadores de los temibles escuadrones de la muerte, maestro de Roberto d`Aubuisson, ambos formados en la tristemente celebre Escuela de las Américas.

También nos acompañaba Roberto Morales, apodado El Caballo, estudiante de medicina. Luego me comentaría Gloria Anaya que también El Caballo llegaba a su casa que jugaba con ella y sus hermanos que los cargaba en hombros y jugaban al caballito. Poniéndose en cuatro patas para que se subieran en su espalda. El Caballo también tenia un gran don de gente, ayudaba a todo aquel que podía.

Después de aquellos momentos de debate y diversión, la guerra nos golpeó fuertemente. tuvimos en la colonia la visita de Los Escuadrones de la muerte, iniciando un periodo de asesinatos y desapariciones, de muchos de nuestros familiares, amigos y compañeros. Esporádicamente nos encontramos con Herbert, pero ya no era el mismo, se notaba nervioso, sudoroso, fumaba incesantemente, la guerra y la persecución lo habían transformado.

Necesariamente el hacerse cargo de una institución en la cual los integrantes eran asesinados sin piedad alguna, no eran puestos deseables. El asumir un cargo de esa naturaleza en esas épocas era poseer gran convicción, significaba un genuino y verdadero compromiso con la vida y dignidad de las personas.

Con el cadáver de Herbert recorrimos las calles de San Salvador, su asesinato despertó tanto repudio y dolor que hizo enfurecer a la gente humilde, a las madres que buscaban a sus hijos entre los cadáveres dejados en las morgues o basureros. Recuerdo a una madre que en una ocasión me comentaba que ella exigía que le entregaran a su hijo desaparecido y que no iba a claudicar, hasta que le devolvieran a su hijo. Después la vería encima del féretro de Herbert llorando amargamente.

Considero que como sociedad debemos reflexionar que el respeto a los derechos humanos en nuestro país es una exigencia que debe ser estandarte de todos los salvadoreños, no puede ser  que lleguemos a estados en donde se encarcele y torture para implicar a otros, en donde se fomente la delación de otros para lograr objetivos políticos. La defensa de los derechos humanos nos permite vivir en sociedades civilizadas y que tienen viabilidad en el tiempo.

Pero a pesar de que existen miles y miles que han entregado su vida para que tengamos una sociedad mejor, la impunidad continua, se afianza y se ensancha y una gran mayoría de personas   aplauden, justifican, defienden. El problema es que como sociedad nos encamínenos a estados de mayor represión, de mayor polarización, injusticia e intolerancia. La paz social se nos puede ir de las manos, si no existe resistencia, denuncia, y justicia, los perjudicados somos todos.

Y termino recordando a nuestro venerado pastor que en una de sus homilías compartió con nosotros este versículo bíblico:

No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo. Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. Este es mi mandato: ámense unos a otros.”

Juan 15:13-17 NTV

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