Argentina. Crecen movilización del pueblo y temor del poder

Por Juan Guahán, Resumen Latinoamericano, 21 de mayo de 2022.

Mientras la crisis acorrala a más personas, crece la movilización popular y el poder se preocupa, hasta el FMI teme por la tensión social y UNICEF califica a la actual situación mundial de los menores como un “polvorín de muertes evitables”.

Todos, absolutamente todos, somos testigos de los diferentes modos que repercuten los reclamos, movilizaciones, paros, protestas, de distintos sectores del pueblo afectados por las políticas públicas del Estado. Estas respuestas de los sectores populares generan broncas y miedos en quienes ven, en esas justificadas reacciones, restricciones a sus libertades. En esas circunstancias piden la intervención del Estado, que niegan muchas otras veces. No son pocas las oportunidades en las cuales reclaman mayor represión sobre quienes salen a quejarse por los efectos cotidianos de las decisiones estatales.

El objetivo de tal actividad, de organizaciones del pueblo, es señalar la insatisfacción frente a una medida o situación demandando su reparación o cambio para que los reclamantes encuentren una satisfacción a su pedido o necesidad.

Es obvio que tal reclamo puede tomar diversas formas y tener objetivos distintos, según los protagonistas, el momento y lugar de su ejercicio.

De todos modos se puede advertir que, según las épocas, tales expresiones tienen ejes centrales que van evolucionando. Para citar solo un par de ejemplos se puede decir que en la década de los 80’ la mayor parte de esos reclamos tenían que ver con el fin de la dictadura, el genocidio producido y para terminar con la apertura económica y su efecto: la consecuente desindustrialización. En el mismo sentido se verifica que, desde hace algunos años, tales demandas son –en términos generales- protestas, por la situación económica y social que estamos atravesando y que tienen en amplísimos sectores populares sus principales afectados.

Es lógico que tales reclamos impacten sobre la sociedad y el poder en la medida que expresen una demanda suficientemente amplia, capaz de congregar multitudes y obstaculizar el funcionamiento del gobierno o instituciones a las que se dirige.

El poder del actual Estado demanda gobernabilidad, el reclamo de los insatisfechos produce –de maneras que su apreciación sobre la correlación de fuerzas se lo indique- la ingobernabilidad del sistema que los perjudica, buscando una respuesta a su demanda y/o creando condiciones para una nueva forma de participación.

Cuando estos reclamos se incrementan y renuevan su fuerza, frecuencia y presencia en diferentes espacios públicos, sin encontrar respuestas -por parte del gobierno encargado de dárselas- estamos frente a una situación muy particular: Las instituciones estatales se manifiestan  incapaces de cumplir con sus obligaciones de bregar por el bien común o el interés de las grandes mayorías.

A partir de esa situación crecen las perspectivas de estallidos sociales, ésos que conmueven profundamente a nuestras sociedades. Octubre del 45’, liberando a Perón y dando nacimiento al peronismo, fue uno de esos momentos; el Cordobazo del 69’, con sus perspectivas de cambios profundos, fue otra circunstancia del mismo carácter; aquél ¡Que se vayan todos!, del 19 y 20 de diciembre 2001, marcó un punto de inflexión en la sociedad que abrió las esperanzas y las puertas a las mejores decisiones de Néstor.

Hoy, ante la dolorosa situación presente, avanzan las perspectivas de nuevas y dispersas rebeldías tras las cuales se puedan encauzar las energías contenidas de nuestro pueblo.

Da la impresión que el conocido principio de avanzar desde la periferia al centro vuelve a recuperar el sentido estratégico que le permita al campo popular seguir acumulando fuerzas, en su capacidad de organización, movilización y las alianzas sociales y políticas necesarias para producir las transformaciones que la realidad demanda. 

CRECE LA PREOCUPACION DEL PODER ANTE MAYORES RECLAMOS

Desde hace un tiempo, se está incrementando la movilización popular. Desde distintos lugares advierten sobre la posibilidad de un estallido social.

Es unánime el convencimiento que la presencia de un importante grupo de organizaciones sociales, muchas de ellas simpatizantes del oficialismo gobernante, es un instrumento para evitar que se produzca una situación de este tipo. Aunque ello les significó haber cedido gran parte del control callejero que tenían.

Cuando esas movilizaciones alcanzaron su techo y parecían estancarse en repetitivos “marchódromos”, la Unidad Piquetera, que –mayoritariamente- ocupa a las organizaciones sociales de oposición, convocó a una Marcha Federal que partió desde los extremos del NOA, NEA, Cuyo y la Patagonia. Unas cien mil personas, con delegaciones de todas las provincias, recorrieron miles de kilómetros hasta llegar al símbolo del poder, la Plaza de Mayo. Traían a cuestas todas sus historias, sus tradiciones y necesidades. Ese encuentro de necesitados, su interacción física y comunidad de voluntades, les permitió avizorar la fuerza que tenían y entrever la posibilidad de cambiar la realidad.

Parecían encarnar el ensayo general de una patriada liberadora que comienza a vislumbrar que nada es eterno y que la situación se puede transformar.

Desde distintas capillas ideológicas avisan que esta situación está alcanzando límites insostenibles.

En días recientes, Jaime Durán Barba, el ecuatoriano que fuera el gurú de Mauricio Macri, dio su visión crítica y asustada por estas perspectivas. “Va a darse una rebelión interna de los piqueteros y planeros, puede ser un lío  espantoso”, sostuvo. Lo hizo en un reportaje por la CNN advirtiendo que a los que reciben subsidios la plata no les alcanza y demandan aumentos que al gobierno le resulta difícil de afrontar. 

La hegemonía del poder económico concentrado hace que los mayores subsidios los reciban, bajo las formas más diversas, las grandes empresas; le siguen los otorgados a sectores medios –puntualmente- a través de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos y quedan por último los subsidios a los más pobres. Son éstos justamente quienes sobreviven –en gran medida- merced a esas ayudas. Su situación puede transformarse en el detonante de generalizadas rebeldías. Aproximadamente el 22% de los hogares recibe algún apoyo de este tipo, pero allí solo se destina entre 1,2 y 1,5% del PBI.

FMI ADVIERTE: “AMÉRICA LATINA ANTE RIESGOS MUY ALTOS”

Los señalados “temores” van más allá de nuestras fronteras, ellos forman parte de esta crisis civilizatoria, que abarca a la humanidad toda, teniendo su principal expresión en el mundo occidental.

En un reciente Informe difundido por el FMI afirman que “América Latina enfrenta riesgos inusitadamente altos”. Coloca como principales causas de esta crisis la confrontación entre Ucrania y Rusia, la creciente inflación, el parate económico, la agudización del descontento y la angustia colectiva.

Dadas estas limitaciones concluyen en que el “crecimiento”, mecanismo que utilizan para medir la evolución de nuestras sociedades, está poniendo en evidencia una tendencia a la baja, respecto a las previsiones y evolución futura.

Estiman que esta región volverá, en este 2022, a las tasas de crecimiento previas a la pandemia. Estiman que el promedio general para toda América Latina y para este 2022 es un crecimiento del 2,5%. Los detalles de algunos países dan cuenta de esta tendencia: Brasil crecería el 0,8%; Perú el 3%; Chile el 1,5%. México el 2% y sería excepción Colombia cuyo crecimiento estimado es del 5%.

Señalan que las mayores preocupaciones de la región giran en torno a la pobreza y la desigualdad, agravadas por la inflación generalizada.

Desde el FMI manifiestan su temor ante los riesgos que la actual tensión social va generando. Ante esta situación su propuesta es una reedición de lo practicado en la década de los 90’: El apoyo focalizado y temporal a los sectores más vulnerables. Esto es un reconocimiento de su incapacidad para promover alguna transformación sólida y de largo plazo.

Por eso los llamados “programas sociales” ocupan el centro de sus planteos. No hay ninguna palabra sobre transformaciones económicas de fondo, por el contrario afirman que los diferentes países deben dejar que los precios internos se ajusten en función de los precios internacionales.

En este sentido el modelo del FMI, que ahora conduce nuestra política económica, es bien claro: La economía no tendrá grandes cambios y seguirá los rumbos actuales, el asistencialismo será la principal (aunque insuficiente) medida estatal para los excluidos del sistema.

SEGÚN UNICEF “EL MUNDO ES UN POLVORÍN DE MUERTES EVITABLES”

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) es un organismo de la ONU, con sede en Nueva York, que tiene por destino institucional “proveer ayuda humanitaria y desarrollo a niños y madres en los países en desarrollo”. El propio título de estas reflexiones sirve para atestiguar que está lejos de haber alcanzado tales objetivos.

En su publicación, UNICEF considera catastrófico el número de niños desnutridos, que –si no mueren- arrastrarán con ese antecedente por el resto de sus días.

Coloca como causas los problemas globales como la pandemia, los cambios climáticos y las guerras que provocan el hambre y explican el desplazamiento de millones de personas.

Estas consideraciones “políticamente correctas” no dan cuenta, al igual que la mayoría de las provenientes de las instituciones –como UNICEF- creadas inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, del modelo económico-social impuesto por los EEUU y el mundo occidental a toda la humanidad. Ese modelo es el que está haciendo agua por los cuatro costados.

Según UNICEF el tratamiento de la pandemia, con sus prolongados enclaustramientos y aislamientos ha dejado más efectos -en los niños- que la propia enfermedad. La desnutrición severa es uno de esos efectos y según los informes producidos ella se habría incrementado en un 15% respecto a la situación previa a la pandemia. Ello ha repercutido negativamente, de un modo especial en los países socialmente más vulnerables. Según esas mismas consideraciones, la malnutrición infantil traería como efecto que las muertes -en esa franja etaria- se incrementaría en 10 mil muertes mensuales.

De este modo, al deterioro de la calidad alimentaria y de los servicios estatales de nutrición hay que sumarle los efectos de una pandemia que parece no tener fin y cuyas consecuencias se hacen sentir sobre toda la humanidad, ello es particularmente grave cuando los afectados son sectores imposibilitados de responder, como los niños.

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