Ucrania. La crisis en el sudoeste de Rusia tiene raíces históricas en el siglo pasado

Por Jorge Elbaum, El Argentino /Resumen Latinoamericano, 24 de febrero de 2022.

Mientras la Federación Rusa acepta la independencia de dos Repúblicas Populares, ubicadas en el este de Ucrania, Estados Unidos insiste en describir la situación como una invasión militar.

El despliegue de tropas de Rusia en la frontera con Ucrania está directamente relacionado con la amenaza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de ubicar sus misiles en cercanías de la frontera rusa.

Desde que dejó de existir la URSS, en la década del ´90 del siglo pasado, muchos de los países que rodean a Rusia se incorporaron a la OTAN, desafiando de forma creciente la seguridad de Moscú.

Para justificar el reconocimiento de la independencia de ambas Repúblicas, la diplomacia rusa recordó la crisis de los misiles de los inicios de los años ´60, cuando Cuba posibilitó a la URSS el asentamiento de baterías misilísticas soviéticas en su territorio, que terminaron desmantelándose.

Mientras Washington impugna las lógicas prevenciones de seguridad territorial enunciadas por Vladimir Putin, sus voceros oficiosos –los medios de propaganda adscriptos a la lógica neoliberal– se esmeran en sepultar la historia de los cinco millones de habitantes que en estos días se encuentra celebrando la independencia de Donetsk y Lugansk, en la zona que se denomina Donbas.

Sus ciudadanos hablan ruso y no ucraniano, como los habitantes del resto de ese país. Se sienten descendientes de la tradición del Rus de Kiev, la primera federación de pueblos eslavos, en el Siglo IX, de la que proviene –de forma originaria– Rusia.
Para decirlo más fácil: Rusia nació en lo que hoy es Ucrania.

Además, en términos religiosos son ortodoxos y su referencia es el Patriarcado de Moscú. Al oeste del Donbas, la zona que incluye a Donetsk y Lugansk hay mayor cantidad de católicos, influidos por la tradición polaca.

Los ciudadanos del Donbas demandaban, desde la separación de la URSS, en los años ‘90, un régimen de autonomía que les permitiese continuar con sus tradiciones lingüísticas y su ligazón espiritual con Rusia.

Esas exigencias fueron aceptadas por los gobiernos de Ucrania, Rusia y las autoridades autonómicas de Donetsk y Lugansk, en el acuerdo de Minsk, en septiembre de 2014.

Sin embargo, los acuerdos fueron sistemáticamente desconocidos por las autoridades ucranianas.

Se negaron a conceder la autonomía acordada y avalaron la presencia de organizaciones paramilitares rusofóbicas que se dedicaron a hostigar y perseguir a los máximos referentes de los ciudadanos autonómicos.

La particularidad de los paramilitares ucranianos, algunos identificados como parte del Ejército de Azov, es su desprecio a la gesta heroica del pueblo ruso contra la barbarie nazi. De hecho, se suelen fotografiar con esvásticas mientras que reivindican a quienes se integraron voluntariamente a las huestes nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Las organizaciones paramilitares ucranianas –como el denominado Ejército de Azov– suelen exhibir identificaciones hitlerianas.

Parafraseando una consigna cubana de fines de los años ´50: “Putin mandó parar”. Aunque su transcripción al presente momento histórico de Eurasia podría traducirse como “la OTAN no entra en Ucrania”.

You must be logged in to post a comment Login