Estados Unidos. El primer año de la era Biden

Por Tatiana Cozzarelli, Resumen Latinoamericano, 20 de enero de 2022. 

Este jueves 20 se cumple un año de la asunción de Joe Biden como presidente de EE. UU. La continuidad más que el cambio y la domesticación del ala progresista de su partido son hasta ahora la marca de su gobierno. La polarización social continúa y vuelven a la escena las luchas obreras por un lado y la ultra derecha por otro.

Joe Biden llegó a la presidencia con dos promesas contradictorias. Por un lado, prometió a sus donantes corporativos que “nada cambiaría fundamentalmente”, disipando los temores de que pudiera ceder a un ala progresista ascendente en su partido. Biden devolvería la estabilidad capitalista que se vio tan sacudida por el movimiento Black Lives Matter y por la extrema derecha trumpista que irrumpió en el Capitolio el 6 de enero. Pero también prometió ser un presidente transformador: el Franklin Delano Roosvelt de nuestra era.

En los primeros meses de su mandato, parecía haber una ruptura decisiva con el neoliberalismo. La periodista Joan Walsh de la revista progresista The Nation afirmó que Biden “envolvió el New Deal de Roosevelt y la Gran Sociedad de Lindon Johnson, además de las buenas ideas de Obama y algunas de las mejores (ideas) del senador Bernie Sanders, en una agenda de justicia racial y económica inspirada en Scranton” (Scranton es la ciudad de nacimiento de Biden, NdelT). El ala de Sanders del partido demócrata pregonó estas promesas triunfalmente: Faiz Shakir, director de la campaña de Bernie Sanders, elogió a Biden por hacer una “inversión en los trabajadores a una escala que no hemos visto desde Roosevelt”. La revista Jacobin, uno de los medios asociados al Democratic Socialists of America (DSA) también se hizo eco de este sentimiento.

En efecto, tras un paquete de estímulo por el coronavirus y la aprobación de un proyecto de ley de infraestructuras, parecía que podía ser posible una especie de keynesianismo. Después de todo, era parte de un plan imperialista para competir con China, con el que sectores enteros de la clase capitalista podrían alinearse detrás. Y era una forma de atraer a los votantes de Trump que querían gasto en infraestructuras y la creación de puestos de trabajo estadounidenses.

Un año después, parece que Biden sólo cumplirá una de sus dos promesas: Nada cambiará fundamentalmente.

Mientras que las licencias por maternidad y paternidad, la cancelación de la deuda estudiantil, el derecho al voto y las medidas contra el cambio climático no están a la vista, Biden aumentó el presupuesto militar más que cualquier presidente desde la Segunda Guerra Mundial. Y aunque en la escena internacional es capaz de decir triunfalmente “Estados Unidos ha vuelto” y de liderar a sus aliados contra China, debe admitir que la mayoría se pregunta ¿por cuánto tiempo’, señalando la popularidad de Trump y las propias crisis domésticas de Biden. Además, el proyecto Build Back Better (Reconstruir Mejor, NdelT) fue torpedeado por su propio partido, al igual que todo proyecto de ley sobre el derecho al voto.

Y no es sólo que sus grandes planes no hayan sido aprobados. El manejo de Biden sobre la pandemia lo muestra como un neoliberal más que un keynesiano fallido. Todo su enfoque se basa en depositar la responsabilidad de la pandemia en los individuos -diciendo literalmente que éste sería un “invierno de enfermedad y muerte” para las personas no vacunadas. Inicialmente se negó a dar una respuesta coordinada a nivel nacional, muy similar al enfoque de Trump. Cambió descaradamente las medidas tomadas por el CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades por sus siglas en inglés) para servir a Delta Airlines y otras grandes corporaciones y dijo claramente que “algunos hospitales serán desbordados”.

Y debido a la “estabilidad” que logró en los últimos meses, ahora es capaz de obligar a los trabajadores a trabajar sin medidas de protección adecuadas o testeos suficientes. Más aún, al negarse a levantar las patentes que mantienen el apartheid de las vacunas en todo el mundo, se erigió como un defensor absoluto de las enormes ganancias de las empresas farmacéuticas a costa de las vidas de millones de personas.

Mientras tanto, la riqueza capitalista se multiplicó durante la pandemia. Los 10 hombres más ricos del mundo duplicaron sus fortunas desde el comienzo de la pandemia. Aunque Biden prometió cobrarles impuestos, aún seguimos esperando.

En muchos aspectos, con Biden estamos retrocediendo. Después de todo, mientras Trump y los capitalistas intentaron reabrir la economía a pesar de las hospitalizaciones y muertes masivas, esto ocurrió en su mayor parte en este nuevo gobierno. Trump es abiertamente un misógino repugnante pero la anulación del fallo Roe v. Wade que protege el derecho al aborto puede darse durante la era Biden. Trump se jactaba de ser un presidente de la ley y el orden pero los presupuestos de la policía se están disparando con Biden. Además se construyeron nuevos centros de detención de migrantes, se detuvieron más migrantes en la frontera en este gobierno que en el anterior y vimos la patrulla fronteriza literalmente azotando a los migrantes haitianos que luego fueron deportados. Hemos visto la financiación continua del estado sionista de Israel, y el apoyo continuo de la administración Biden a pesar de las continuas violaciones a los derechos humanos del pueblo palestino .

Y lo que es peor, las calles están vacías: las movilizaciones masivas que vimos por los derechos de los inmigrantes, los derechos de las mujeres, el Black Lives Matter entre otras, ya no existen o son sombras de lo que fueron. Por supuesto, hubo victorias, como el encarcelamiento de Derek Chauvin. Y se forjó una nueva generación de activistas que desempeñará un papel en la lucha futura. Pero a corto plazo, el cementerio de los movimientos sociales se ha cobrado otra víctima.

Esto es exactamente lo que hace el Partido Demócrata. Cuando surgen movimientos de masas, empiezan a cuestionar a los demócratas y a las instituciones del capitalismo. Los demócratas y sus agentes se abalanzan y hacen grandes promesas y los líderes de los sindicatos y las ONGs se movilizan para canalizar todo eso hacia las urnas. Una vez en el cargo, los demócratas fingen incompetencia para que algunos crean que lo han intentado. Pero no es que sean malos para hacer política, esa es justamente su política.

Siguen adelante con los insidiosos planes del capital contra los trabajadores y los oprimidos, mientras los dirigentes de los movimientos sociales y sindicales tuitean el descontento y organizan pequeñas acciones simbólicas en lugar de utilizar sus inmensos recursos al servicio de la lucha por las reivindicaciones progresistas.

El Partido Demócrata tenía un ala izquierda insurgente que, con Bernie Sanders a la cabeza, realmente puso en aprietos al establishment del partido. Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez realmente desempeñaron un papel integral en lograr que millones de personas votaran a Biden. Y Sanders está ahora en el círculo íntimo de Biden, con toda esa ala rebautizada como progresistas pragmáticos. La estrategia de obligar al Partido Demócrata a girar a la izquierda fue un completo fracaso. El diario Washington Post no se equivoca cuando dice “La izquierda soñaba con rehacer Estados Unidos. Ahora, mira al abismo mientras los planes de Biden se marchitan”.

El DSA, que en los primeros años de Trump sirvió como centro de activistas y nuevos socialistas, se ha desplazado hacia la derecha y se ha convertido en una máquina electoral para el ala progresista del Partido Demócrata. Y aun así, la organización de casi 100.000 personas tiene una crisis de crecimiento.

Mientras tanto, vemos el resurgimiento de la extrema derecha. Están irrumpiendo en las reuniones de los consejos escolares, aprobando leyes que restringen el derecho al voto y quitando derechos a la comunidad trans en todo el país. La incompetencia de Biden en el tratamiento de la pandemia seguramente empujará a muchos a los brazos de la extrema derecha. Ya lo dice Trump: “Le dimos a Biden todas las herramientas que podía desear, y aun así fracasó por completo”. El virus evolucionó y la estrategia no evolucionó. Es incapaz de seguir el ritmo”.

Al mismo tiempo, este año también hemos visto a la clase trabajadora levantarse. Vemos el germen del odio de clase en las dimisiones indignadas de trabajadores de todo el país, muchas de las cuales han sido publicadas en tik tok y en el subreddit antitrabajo. Incluso el diario Financial Times tuvo que tomar nota.

Pero la llamada Great Resignation (gran renuncia o gran ola de renuncias, NdelT) es también una muestra de las terribles condiciones laborales que existen en el país como consecuencia de los ataques de la era neoliberal. Es una expresión de la falta de sindicatos en la mayoría de los lugares y de la falta de sindicatos combativos en otros. Estamos viendo renuncias históricas en el ámbito de la salud y la educación. Es una expresión de la crisis de la reproducción social, ya que el cuidado de los niños recae desproporcionadamente sobre las trabajadoras mujeres y estas están abandonando en masa la fuerza de trabajo.

En contra de lo que dijo Robert Reich, no es una huelga general. Es una expresión individual de rabia que no ha encontrado la forma de expresarse en la lucha laboral.

Y ha habido huelgas este año: en Kellogg, John Deere, la Universidad de Columbia y docenas de huelgas menores. Como dijo Marcos, un trabajador de mercado de Hunt’s Point, uno de los más grandes del país que se puso en huelga en enero, “mantuvimos este lugar abierto [en la pandemia], y muchos chicos murieron aquí. … Mientras los jefes estaban en casa, yo estaba aquí trabajando para ellos. Somos trabajadores esenciales. Tienen dinero, tienen millones. No lo compartieron con nosotros. Nos merecemos más”. Este sentimiento se replica en todos los piquetes de 2021. Somos esenciales aunque la patronal, los demócratas y los republicanos nos traten como desechables. La pandemia ha cambiado sin duda la conciencia de la clase obrera. Entre la ola de renuncias, la crisis de la cadena de suministro y este cambio de conciencia, Rani Molla del sitio Vox afirma que ésta es una “nueva era para el trabajador estadounidense”.

En este contexto, ha habido una lucha dinámica sobre la reapertura insegura de escuelas, con el Sindicato de Maestros de Chicago posicionándose inicialmente a favor de sus afiliados y de todos los educadores del país. Pero mientras que la dirección del sindicato retrocedió de forma inconsulta y antidemocrática, los estudiantes han retomado la lucha con cientos en todo el país retirandose de sus lugares de estudio y miles movilizándose en protesta.

Los millennials y la generación Z están tomando nota. No faltan los tweets, tik toks y memes atacando a la administración Biden por todos sus fracasos. Esta es la misma juventud que prefiere el socialismo al capitalismo y muchos de los que se unieron a la DSA y votaron por Sanders. Pero ya no está activa y movilizada en las calles, como lo estuvo durante toda la administración de Trump. Y ya no tiene ese lugar donde organizarse que supo ser el DSA.

Entramos en el segundo año de la administración Biden y el tercer año de la pandemia y la naturaleza completamente ilógica del capitalismo nunca ha sido tan evidente. Y cada pocas semanas un evento climático “único en la vida” nos recuerda que los capitalistas están destruyendo el planeta. Es socialismo o barbarie y la barbarie parece estar a la vista.

Fuente: Izquierda Diario

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