Bolivia. Colonialidad y política

Por Camilo Katari, Resumen Latinoamericano, 24 de septiembre de 2021. 

Rafael Puente, Alejandro Almaraz, Raúl Prada, son algunos nombres de ex viceministros del periodo de gobierno de Evo Morales. Todos ellos, hoy, enemigos declarados del MAS y de Evo Morales. A esta lista se pueden añadir varios otros nombres de hombres y mujeres que estuvieron en función pública y hoy son militantes de la derecha política.

¿Cómo podemos explicarnos este cambió ideológico? Una respuesta fácil y convencional es señalar que todos ellos se “resintieron” por haber sido cesados en sus funciones burocráticas. Pero es necesario hilar un poco más fino para explicarnos este fenómeno que tradicionalmente ha sido conocido en Bolivia como “camaleonismo” político.

La explicación se encuentra en la base de la estructura colonial de nuestra sociedad y Estado. Estas estructuras perfilaron una sociedad, que algunos denominan “pigmentocrática” y razones no faltan, tan sólo analizar el feroz ataque a Belzu en el siglo IX, o la subordinación que Juan Lechín pretendió imponer a Genaro Flores cuando le ordenó “comprar cigarrillos” en el siglo XX o las humillaciones de quechuas en la ciudad de Sucre un 24 de mayo del año 2008, en pleno siglo XXI, son las expresiones de una sociedad claramente colonial, donde la llamada izquierda se ubicó en la misma vereda que la derecha, cuando del indio se trataba.

La supremacía del proletariado, por encima de todas las clases fue y es el dogma del marxismo ortodoxo, que no comprende que la fuerza motriz del llamado “Instrumento Político” ha sido la identidad cultural de los pueblos originarios, asumida en la semiología de Tupak Katari, Bartolina Sisa y la Wiphala.

El proletariado estaba señalado como el mesías de la liberación nacional, los teóricos que alimentaban este argumento, se encontraron con un límite para su pensamiento, cuando el poder de los pueblos originarios emergió de lo más profundo de nuestra historia. En ese momento, desde la profundidad del subconsciente colonial cobró vida el impulso neuronal del racismo, característica que comparten, los marxistas ortodoxos, con la “derecha”, por eso las masacres de aymaras quechuas o guaraniés, eran ignoradas al momento de los “pactos” de “gobernabilidad” o de “pacificación” o “reconciliación” repitiendo la pacificación colonial entre almagristas y pizarristas.

Las “ch’ampa guerras” en que se vieron envueltos los quechuas en Cochabamba o en el Norte de Potosi, fueron por pugnas internas del MNR, los muertos siempre campesinos y los “vivos” siempre los dirigentes blanquitos del partido. El “hermano campesino” ponía los muertos y los votos, jamás los candidatos.

Ese hábitus colonial, es el que ha quebrado la ideología marxista, socialista, comunista de estos personajes que hoy visten el negro color del fascismo.

Entonces no debe causar sorpresa el giro hacia la derecha de los muchos, otrora, militantes de la izquierda en el seno del MAS, porque en definitiva lo que define su condición social y política es la colonialidad que los habita.

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