Cuba. La política de EE. UU. hacia la Isla

Por: Elson Concepción Pérez, Resumen Latinoamericano, 5 de julio del 2021

¡Qué decir de un gobierno de una potencia mundial que acuse impúdicamente de «trata de personas» a una nación pequeña que forma médicos, enfermeros y otros profesionales de la Salud, y los envía solidariamente a naciones que necesitan sus servicios, principalmente del Tercer Mundo!

¡Qué manera más vulgar y deshonesta de manipular, con el solo propósito de aplicar medidas coercitivas contra poblaciones enteras, más cuando estos actos se realizan en medio de la pandemia de la COVID-19!  

Que tengamos diferencias, es lógico. Que pensemos y actuemos de manera diametralmente opuesta cuando se trata del modelo de país que queremos, es indiscutible, porque somos ajenos al egoísmo, a la avaricia y a atributos del modelo capitalista, neoliberal, imperialista.

En Estados Unidos, las agendas de los mandatarios elegidos entre dos partidos –demócratas y republicanos– están llenas de componendas para aplicar sanciones o guerras que los hagan prevalecer como potencia.

En los últimos años se vio lo increíble, lo que nadie esperaba: un presidente, el republicano Donald Trump, inspiró y organizó el asalto al Capitolio, en Washington, como manera «muy democrática» de no aceptar el resultado electoral que lo daba perdedor ante su rival y actual mandatario Joe Biden.

Miles de niños inmigrantes fueron separados de sus padres y encerrados como animales en una frontera que aún hoy es una pesadilla.

Quizá por todos esos antecedentes trumpistas, y por sus promesas de campaña, algunos pudieran pensar que, con Biden en la presidencia, «muy pronto» se verían cambios en relación con su política respecto a Cuba.

Había y hay muchos elementos a favor de que eso hubiera sucedido; por  ejemplo, el desastre político dejado por Trump y su equipo, no solo con el endurecimiento del criminal bloqueo, sino con la puesta en práctica de otras 240 medidas económicas y comerciales contra la Isla, todas fabricadas de la manera más burda y criminal.

Coincidí con analistas, del patio y foráneos, en que Biden, con una línea que pudiera haber sido seguidora de la de Barack Obama, apostaría por el diálogo y no por las sanciones, más cuando el actual mandatario asumió la presidencia en plena pandemia de la COVID-19, y las formas de hacerle frente parecían ser el trabajo de conjunto, la unión de inteligencias científicas y de tecnologías para elaborar fármacos de manera urgente y asequibles a todos.

El nuevo mandatario y su equipo saben muy bien del aval de Cuba en el tema de la Salud, de la solidaridad desinteresada, allí donde más falta haga, sin importar la afiliación política o religiosa de quienes la reciben.

Sabe muy bien de lo criminal que es la continuidad de la política de separación entre familias cubanas que viven en ambos países, de que se mantengan suspendidas las remesas familiares, que se prohíba a ciudadanos estadounidenses viajar a la Isla vecina, disfrutar de su cultura, de sus playas, de su pueblo hospitalario, culto y respetuoso.

No puede ser posible que el gobierno de la potencia más rica del mundo se dedique a perseguir embarcaciones que puedan traer a Cuba el combustible necesario para la vida de sus habitantes o los medicamentos para curar enfermos.

Es un error pensar que a estas alturas, Joe Biden habría, al menos, eliminado todos los criminales agregados de la administración de Trump en la imposible tarea de doblegar a Cuba.

Ha tenido tiempo para hacerlo, más cuando en la Asamblea General de la ONU, la actual administración se quedó sola una vez más, y 184 países, incluyendo aliados de Washington, votaron por que el bloqueo se levante y se deje a Cuba vivir y construir su propio destino en paz.    

Qué me haya equivocado en la apreciación inicial, no es óbice para pensar que una rectificación de esa política hostil, tendría una aceptación mayoritaria, no solo en la Cuba que espera por ella, sino en el pueblo de Estados Unidos que hoy pudiera sentirse traicionado por promesas aún sin cumplir, sin razón alguna para no hacerlo.

Tomado de Granma

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