Argentina. El colonialismo al descubierto: cómo podar el árbol del racismo en la clase política argentina

Daniel Loncon* / Resumen Latinoamericano, 10 de junio de 2021

La frase del presidente Alberto Fernández acerca del origen de ciertas poblaciones de este continente puso de relieve un debate aún pendiente: la historia del genocidio perpetrado contra las naciones originarias de estos territorios y la invisibilización actual.

Al intento de exterminio y desaparición física, le siguió a las generaciones sobrevivientes el intento de desaparición simbólica, cultural, espiritual, política y social de los pueblos originarios.

Inclusive a los sectores más progresistas les resulta difícil reconocer la preexistencia de las naciones originarias, con todo lo que ello implica. En el imaginario social en general y en el patagónico en particular, ha quedado grabada una canción de un bonaerense devenido en patagónico cuando hablaba de un cacique que, aunque “ha nacido Tehuelche, antes que nada argentino” y relataba su alegría cuando un tal Luis (Piedrabuena), le traía banderas (argentinas) para él.

Para el nacionalismo, la diversidad cultural y la plurinacionalidad son una amenaza. Y ese sentimiento proviene de una profunda ignorancia de un otro que, aún sin conocerlo, es rechazado. Las construcciones tales como “patria” se han erigido en torno de ciertos valores y características que excluyen otras maneras de ver, ser y estar en este mundo. Las reivindicaciones actuales de los pueblos originarios se contraponen a la idea de una nación única, blanca, católica y es en este sentido que aún quedan pendientes muchos debates y reparaciones históricas.

Resulta también temerario observar cómo diversos sectores, comunicadores y hasta funcionarios de otros países, se muestran “ofendidos” por los dichos del mandatario argentino, cuando nunca les ha importado la historia y realidad actual de los pueblos originarios y afrodescendientes o han implementado políticas totalmente regresivas en términos de derechos. Eso es hacer un vergonzoso uso político del tema, una muestra miserable de la baja calidad del debate en la arena política.

Cabe recordar que también que Mauricio Macri siendo presidente y en plena celebración de un aniversario de la independencia de Argentina, se dirigía al rey diciendo: “nuestros próceres debían tener angustia de tomar la decisión, querido rey, de separarse de España”. Estas declaraciones cobran relevancia dado el lugar de enunciación y representatividad de quienes las emiten.

Sin dudas, el colonialismo ha calado muy hondo en todo el continente y sus vestigios perviven en las repúblicas modernas. En el caso de Argentina, mientras no se discuta la verdad histórica del genocidio cometido, el despojo territorial y la sistemática invisibilización de nuestros Pueblos, los reconocimientos serán meros actos formales, tibias muestras de tolerancia cultural sin profundizar en las verdaderas causas. Es podar el árbol del racismo, fortaleciendo sus raíces y tronco.

Esta situación debería servir como una oportunidad para poner el debate en agenda, una oportunidad para aprender del error, conocer y reconocer a las naciones originarias preexistentes tal como lo afirma la propia constitución en su artículo 75 inc. 17. El reconocimiento está consagrado hace más de 25 años, pero las realidades territoriales no se han modificado sustancialmente.

Actualmente, el principal tema a resolver es la ocupación y posesión territorial de las poblaciones originarias, como sostenía José Carlos Mariátegui cerca de 1930, el problema del indio era la injusta distribución de la propiedad de la tierra. Desde aquel tiempo hasta los conflictos que por estos días atraviesan múltiples comunidades originarias existe un común denominador: la expropiación y el despojo territorial. Esto demuestra que si bien en algunos aspectos las leyes pueden contribuir, cuando se trata de la posesión territorial, allí mandan los empresarios y terratenientes, los modernos señores feudales que están por encima de cualquier ley y poder judicial.

La diversidad cultural y el reconocimiento del otro cultural no son una amenaza sino una oportunidad de enriquecimiento para nuestras sociedades. La verdadera amenaza es la estrechez mental, el odio a lo diverso y la ignorancia deliberada.

*Integrante de la Cátedra de Pueblos Originarios, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

FUENTE: El extremo Sur

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