Ucrania. Las declaraciones de Kravchuk y el “cancer en el cuerpo”

Por Vasily Volga. Resumen Latinoamericano, 9 de junio de 2021.

El primer presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk, ha calificado a Donbass de “un cáncer en el cuerpo de Ucrania” y ha dejado claro que parar salvar “el cuerpo”, es preciso extirpar el tumor. Les Gonchar tenía razón, dicen, cuando habló de Donbass como algo extranjero, pernicioso y maloliente. Bueno, el viejo primer presidente [de la Ucrania independiente] ha expresado algo que hace tiempo que se ha insertado en la conciencia colectiva de muchos “ucranianos profesionales”. Su odio ha sido, al fin y al cabo, formulado y aprobado por todo un séquito de la élite.

No quería hablar sobre ello. Pensaba que sería mejor así. No se puede comentar el mal porque ese mal causa otro. El mal no se hace menor, sino mayor. Exactamente el doble. Pero es imposible no hablar de ello. Las declaraciones de Kravchuk se han comentado tanto públicamente que me parece que ha pasado suficiente tiempo para hablar con la razón y no con los sentimientos. Y creo que debemos dar las gracias a Leonid Makarovich por su sinceridad.

Parece que Kravchuk vive atormentado desde hace tiempo tratando de formular de forma tan clara y concisa la verdadera actitud de Ucrania hacia Donbass. En numerosas entrevistas ha afirmado que no queda nada de Ucrania en Donetsk y Lugansk, que sigue atentamente qué libros de texto utilizan los niños de Donbass y que ve que allí los estudiantes “ya no son iguales. Es decir, que ya no son los mismos. No son los mismos que él y sus correligionarios educaron en Ucrania, los niños allí están “enfermos del mundo ruso”, apestan a espíritu ruso y a kilómetros se ve que son una amenaza existencial para la Ucrania de Bandera, Shujievich y los batallones voluntarios cubiertos de símbolos del Tercer Reich.

Kravchuk teme que la reintegración de Donbass vuelva a traer la infección de Pushkin con su “Poltava” o el virus Lermontov con su “Borodino” al “sano” cuerpo ucraniano. ¿Qué se podría hacer entonces? ¿Y si es también Tolstoi? ¿O Dostoievski? Qué problema. Aun así, hay que dar las gracias al viejo. Todo se trata de sistemas de coordenadas. Y alguien del sistema de coordenadas que escupe sobre Pushkin y Lermontov, que expulsa con odio a la lengua rusa de la educación y de la ciencia, que dibuja esvásticas en los monumentos a los soldados liberadores o que fríe salchichas en el fuego eterno, alguien de este sistema de coordenadas debe hacer una declaración: “No estamos enfermos, nosotros somos los sanos. A partir de ahora, declaramos enfermos a Crimea, Donbass y a todos aquellos que sintieran pena por el niño de cinco años cuyo cuerpo quedó destruido en pedazos. Nos declaramos sanos a nosotros mismos y a todo el que sintiera pena por el proyectil que destruyó al niño”.

¿Se puede hacer algo al respecto? ¿Podemos convencer a Kravchuk y a la renacida y antirrusa Ucrania de que estamos sanos y ellos no? ¿De que Donbass y Crimea se mantuvieron sanos precisamente porque se rebelaron contra la inconstitucional toma del poder en Kiev en aquel momento? ¿Podemos convencerle de que Pushkin, Lermontov, Tolstoi, Dostoievski, la llama eterna y los soldados liberadores son síntomas de salud y no de todo lo contrario, que no somos nosotros, sino ellos, quienes son una causa perdida? ¿Podemos? No, lo hemos intentado y es imposible.

En una ocasión conocí a un hombre que oía voces. Personas sanas, que, al contrario que él, no escuchaban voces, le diagnosticaron esquizofrenia y le enviaron a una institución especializada en la que le medicaron y le trataron con electroshock. Incluso después de un año de tratamiento, el hombre seguía convencido de que todos a su alrededor le mentían y que todos escuchaban esas voces, aunque pretendieran parecer “normales”. De la misma forma, Leonid Makarovich nunca creerá que no escuchamos las voces que él parece tener constantemente resonando en su cabeza: “Ucrania sobre todas las cosas” “Moskalis al cuchillo”, “Ucrania para los ucranianos”. Pero gracias, Leonid Makarovich, por la verdad.

Ahora me gustaría decidir qué hacer con esta verdad. Al fin y al cabo, es imposible encerrar a dos tercios del país en una institución psiquiátrica, porque nada de eso iba a ayudar. Pero tampoco nos podéis encerrar a nosotros en campos de concentración, aunque soñéis con ello.

Fuentes: Slavyangrad y Antifashist

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