Colombia. Última ratio

Por Alberto Pinzón Sánchez. Resumen Latinoamericano, 20 de mayo de 2021.

La última razón. La muerte como último argumento. “La solución final” del nazi fascismo alemán, firmemente convencido en su brutalidad o estupidez que matando a las personas se resolverán los profundos problemas sociales; que matando y exterminando judíos y bolcheviques se acabarían los odiados usureros judíos y los revolucionarios bolcheviques.

Un equivalente en Colombia ha sido la teoría criolla de la “limpieza social” del narco fascismo dominante que supone que matando pobres y miserables a quienes denomina “desechables” se acabará la pobreza. Teoría aplicada que le ha hado tanta experiencia y renombre mundial y que luego bajo la mampara de las teorías contrainsurgentes del enemigo interno, se amplió al exterminio no solo de los desechables sino a los múltiples genocidios políticos (todos impunes hasta hoy) de sus opositores y rebeldes contestatarios.  

Uno de ellos un alegre joven barranquillero del populoso barrio San Felipe, llamado Jesús Santrich Núñez, militante de la juventud comunista que en la década del genocidio político de la Unión Patriótica hacía parte y militaba en ella, licenciado en Biología de la U del Atlántico pero de profesión dibujante que firmaba sus afiches políticos como “Jesan”. Dirigente estudiantil y biólogo de profesión a quien sus compañeros de fanfarria apodaron “el babillo”, ejecutado de un tiro en la cabeza por el agente del Das José Solarte Duarte en la madrugada del 17 de noviembre de 1990.

Ese joven caribe fusilado, un mamagallista per se, tenía dentro de su célula política universitaria un amigo entrañable con el nombre de difícil pronunciación de Seuxis Pausias proveniente de la llanura costera de Toluviejo, hijo de un modesto profesor escolar de filosofía apasionado admirador de Simón Bolívar, pasión que infundió a su hijo, quien en el entierro de su camarada y amigo, presionado por la situación insoportable de ver caer acribillados uno a uno sus camaradas comunistas de la Unión Patriótica (de la misma manera como lo vería 29 años después) convencido de que no había futuro, decidió tomar el nombre del fusilado y darle a su ideas rebeldes la práctica de la lucha armada ingresando a las guerrillas de las Farc- EP, en donde con el nombre de su amigo acribillado Jesús Santrich; debido a su carisma, inteligencia y visión de largo alcance a pesar de su irreversible ceguera, pronto fue promovido a cargos de mayor responsabilidad en la estructura político-militar que se estaba consolidando en la región caribe hasta tener el rango de comandante.  

17 de abril de 2021, 31 años después de haber sido ejecutado el primer Santrich por el fascismo narco paramilitar en ascenso, un “comando cazarrecompensas colombo yanki” conformado dentro del ejercito colombiano, no solo ejecutó en una emboscada al segundo Santrich sino que le mutiló su cadáver cercenándole un dedo para identificarlo y así poder cobrar la millonada en dólares que el gobierno de Colombia y el de los EEUU ofrecieron por su cabeza.

Recordando al mundo la antigüedad de esta vieja práctica del fascismo contrainsurgente colombiano de mutilar cadáveres para identificarlos, por ejemplo, como sucedió en marzo de 2008 con el comandante y miembro del Secretariado de las antiguas Farc-EP Iván Ríos, cuyo cadáver fue mutilado por el agente del Ejército infiltrado en la guerrilla “ alias Rojas”, quien después de darle un tiro en la cabeza le cortó no el dedo sino la mano derecha con la que se presentó ante el batallón militar más cercano para cobrar el millón y medio de dólares que daban por su cabeza como “ultima ratio”, con la que se ha pretendido acabar con la insurrección guerrillera de orientación comunista.

El segundo Santrich, el comandante de las Farc-EP, después del montaje para extraditarlo a los EEUU acusado de narcotraficante que Martínez Neira, el agente del ultra potentado financiero Sarmiento Angulo en la Fiscalía de Colombia, pudo comprobar en cabeza propia, como por sus características intelectuales, carisma político rebelde y limitación visual había sido seleccionado por sus enemigos  como el punto más débil del hilo dentro del grupo guerrillero que había pactado la paz con el gobierno Santos en la Habana 2016, para ser liquidado.

 Bien fuera por una muerte lenta en una cárcel de máxima seguridad en algún desierto candente de los EEUU a 30 metros bajo tierra sin ningún Derecho Humano como su amigo juvenil el también caribe Simón Trinidad, o bien abatido por una bala de fusilamiento en un enfrentamiento. Con esta perspectiva sin futuro, consciente de que su destino había llegado al callejón sin salida y sin regreso, como en 1991, se regresó a las armas esta vez un poco más “simbólicamente” con el fin de acompañar con sus conocimientos, ideas y visión lejana, a un grupo de antiguos camaradas que compartieron con él la idea de que era mejor morir combatiendo al fascismo contrainsurgente que arrodillado ante la perfidia y los engaños del régimen.  

 Lo sabía y lo dijo en muchas oportunidades y en los numerosos videos que con un “subfondo suicida” se dedicó a sacar y a publicar en internet, consciente también de que esos videos eran la pista más segura para su ubicación fatal por parte de quienes movidos por la avaricia lo estaban cazando.

El comandante guerrillero Santrich pronto fue ubicado. No cabe duda. El subpresidente colombiano Duque fue informado pero faltaba la orden legal para su muerte, pues todavía quedaba en el aire y en la opinión pública la sensación de que su persecución había sido un montaje, “un entrampamiento” del Fiscal Martínez Neira. Esa orden fue el fallo-presionado por Duque emitido por la Corte Suprema de Justicia de Colombia de fecha 13 de mayo de 2021 (4 días antes de su ejecución) con la que se legalizaba su extradición a EEUU por narcotráfico y se le lavaban las manos al perverso asalariado Martínez Neira.

Con esta orden legal (recordemos la consigna de FP Santander: “cualquier cosa con tal de que sea una ley”) se dio vía libre y la orden a la operación de los cazarrecompensas del Ejército colombiano para ejecutar al indeseable ciego-que-veía-lejos, y en un helicóptero amarillo llevarse el dedo amputado junto con las demás fotos biométricas testimoniales de identificación para el cobro de la millonaria recompensa en dólares que ofrecían conjuntamente el gobierno colombiano y estadounidense por su muerte, como la “última ratio” del fascismo contrainsurgente en su vano,  estéril y cruel intento de acabar con sus enemigos internos.

Lo demás, lo explica el comunicado emitido por sus compañeros del grupo Segunda Marquetalia, muy publicitado en las redes sociales.

Y así podemos finalizar este corto obituario doble, preguntándonos: ¿A cuál Santrich le han aplicado la “última ratio”?

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