Feminismos. Madres y abuelas: Epigenética y las memorias del racismo

Por Georgina Marcelino, Resumen Latinoamericano, 2 de mayo de 2021.

La herencia de las madres y abuelas negras es una herencia de sanación, resistencia y curas caseras, de remedios, té de hoja, recetas, poesía, una memoria de resiliencia. La retenencia ancestral de ritmos que tu cuerpo baila de memoria y canciones que no sabía que se sabía. 


Me gusta pensar en la existencia de un hilo invisible que me une a mis ancestras a través de formas de cuidar y dar amor en las qué quizás no siempre piense conscientemente, pero que terminaré poniendo instintivamente en práctica. Hace un mes o así buscaba información para el podcast que correalizo: La Güira. Habíamos decidido que para la segunda temporada queríamos incluir el tema de las memorias ancestrales, un pendiente de nuestra lista de propuestas. En esa búsqueda me reencontré con la epigenética, algo de lo que ya habíamos hablado en episodios anteriores del podcast y que se resignifica muchísimo si hablamos de huellas traumáticas y memorias de la negritud.

La epigenética se define como la ciencia que estudia principalmente esas variables que se transcriben en nuestros genes atendiendo al ambiente en que nos desarrollamos, nuestro estilo de vida, las cosas que consume nuestro cuerpo, la forma de socializar con otras personas. Además, la epigenética estudia cómo, una vez transcrita esta información a nuestros genes, esa se puede heredar. Una ciencia reciente que expone una posibilidad interesante: que nuestros cuerpos puedan ser capaces de grabar en sí mismos las huellas de los traumas del pasado, incluidos los traumas de nuestras antecesoras consanguíneas.

Moshe Szyf es un conocido genetista y profesor. Sus investigaciones se centran en la reprogramación de los genes de los individuos en base a factores sociales que no consideramos biológicos en sí: el estrés, por ejemplo. Hijos e hijas heredamos los traumas y, esa herencia, cargada por lo que han vivido nuestros padres y madres, está a su vez cargada por lo que vivieron los suyos. Como mujer negra me es imposible leer estas cosas y no pensar en el trauma racial. Pelos de punta.

La impronta genética a la que hace referencia Szyf trasladaría, por ejemplo, el trauma de la esclavitud de generación en generación. En el caso de las personas negras, el trauma que representó la esclavitud con abusos físicos, trabajos forzados, violaciones, insultos y vejaciones de todo tipo estaría dejando una huella en nuestros cuerpos negros. Una generación tras otra, una vida tras la siguiente. Es normal entonces que reaccionemos con resistencia, hartazgo, rabia y dolor cuando se nos expone a situaciones raciales. Una situación aparentemente nueva trae cola incorporada, una larga hilera de ocasiones donde se incide sobre nuestros cuerpos violentamente.

En una conversación reciente con Aida Bueno Sarduy, antropóloga y profesora, le preguntaba sobre esa costumbre (desde mi punto de vista racista) de acusar a las mujeres negras de estar “a la defensiva” y usarlo como motivo para silenciarnos. Su respuesta: “¿Por qué estamos a la defensiva? Porque tu estas ofensiva y ya no nos podemos callar más”. Para mí su respuesta es analgésica. La rabia asociada a la memoria ancestral. Hemos llegado a un punto en la historia en que la resistencia es parte de nuestra socialización, es permanente y se reactiva porque la violencia no ha cesado.

Cómo hemos reaccionado ante el caso de George Floyd se explica porque para nosotras no es un asunto exclusivo de los Estados Unidos, es un asunto de todas las personas negras. Una manifestación de cansancio y reacción comunitaria frente a una historia de abusos de todo tipo. Las personas negras resistimos comunitariamente y la rabia expresada es la fuente de un hartazgo generacional que se manifiesta a día de hoy.

La clave: las madres y las abuelas

Pienso en las mujeres negras. Las mujeres negras tenemos una resiliencia tan particular que a veces es contraproducente cuando se nos lee como “muy fuertes”. Hay quien se aprovecha de esa idea de la mujer negra fuerte y te lanza de todo porque, como negra, te corresponde aguantarlo sin más. Si respondes en consecuencia pasas a ser tú la “violenta”, la “agresiva”.

Yo no lo negaría: tenemos otro aguante. Pero, sinceramente, según más ahondo en la historia negra y en la historia de la mujeres negras en particular, menos me importa que haya quien crea que estoy a la defensiva. Las mujeres negras gestionamos muchísimo dolor y, pese a que no nos han dejado otra opción, lo manejamos como nadie. Las mujeres negras somos inmensamente asertivas. Tenemos un poco de la herencia de cada una de nuestras ancestras para lo malo, pero también para lo bueno. Creo firmemente en que es la mujer negra la que mantiene y ha mantenido viva a la comunidad negra. La mujer negra es aquella que muchas veces ha absorbido para sí misma el dolor de su pareja y sus hijxs negrxs.

Las madres negras son las que han curado heridas, alentado el alma. Cuando llegas a casa tras sufrir ataques en la calle porque eres fea, negra, sucia, no apta, no profesional, es tu madre negra quien traga el propio trauma y te sostiene. Son ellas las que han sostenido generaciones de cuerpos y de vidas de personas negras en su entorno, generación tras generación.

Me llena pensar en las memorias que nos unen. La huella genética de la mujer negra está profundamente relacionada con el buen cuidado, con reaprender formulas de resistencia. Seamos o no conscientes de que son heredadas. Hay mucho dolor, pero también hay fortaleza, alegría y espíritu de sostenimiento.

La herencia de las madres y abuelas negras es una herencia de sanación, resistencia y curas caseras, de remedios, té de hoja, recetas, poesía, una memoria de resiliencia. La retenencia ancestral de ritmos que tu cuerpo baila de memoria y canciones que no sabía que se sabía.

Fuente: ANRed

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