Pensamiento crítico. Bukele, un dios en El Salvador

Por Wilson Sandoval. Resumen Latinoamericano, 16 de abril de 2021.

Pero esta configuración discursiva de la deidad también posee cierta escala de “valores” -disvalores en la realidad- que pretenden permear en la cultura salvadoreña con la profundidad de un mar.

La religión es un ariete de la política del presidente de la República. Quedó demostrado cuando “oró” al intentar suprimir a la Asamblea Legislativa en el 9F, se ha declarado un “instrumento” divino y no duda en mencionar a “Dios” en sus discursos. Bukele sin lugar a duda forma parte de una ola populista -tal vez la cuarta en Latinoamérica- con un discurso antagónico y caudillista. Pero el presidente no se ha quedado corto a nivel de virtudes y atributos, puesto que hoy por hoy se ha perfilado y posicionado como un dios frente a gran parte de salvadoreños, tal cual iglesia maradoniana en argentina. Este es un dios que es idolatrado en redes sociales, en los medios de comunicación, en las conversaciones cotidianas de las familias, etc.

Así dios, guarda algunos atributos distinguidos frente a su pueblo. Por ejemplo, tanto el cómo sus ministros no tienen necesidad ni la obligación de rendir cuentas a nadie, como si de un personaje inmune a la corrupción se tratase. Ha decidido que la información relacionada a los gastos de vacunas COVID-19 debe ser reservada, así como los gastos de publicidad, plan de vacunación, contrataciones para la entrega de paquetes agrícolas o de alimentos, etc. Otro atributo es que sus decisiones son santificadas por el mismo hecho de que provienen de él mismo. Ha logrado instalar en el colectivo una tolerancia tal a la corrupción que ahora se habla de “nepotismo bueno” y se defiende como “correcto” que su hermano dirija el INDES o que el hijo de una ministra asuma un cargo público. 

Pero esta configuración discursiva de la deidad también posee cierta escala de “valores” -disvalores en la realidad- que pretenden permear en la cultura salvadoreña con la profundidad de un mar. Se fomenta como política oficial el desprecio por quienes piensan diferente o disienten: prensa, defensores de DDHH, políticos, minorías, etc., deben ser suprimidos e incluso, sometidas al escarnio o burla del público sí es posible como lo fue hace unos días un reconocido psiquiatra que recibió la vacuna que podría salvar su vida. También para este dios salvadoreño la venganza es importante. Así quedaría demostrado cuando ante las críticas recibidas por el principal socio económico del país, se decidiera no recibir en CAPRES al enviado por la administración Biden al país. 

Otros disvalores que se fomentan desde la apreciación del dios, es la deshonestidad al promover ocultar y negar información pública, la ignorancia que menosprecia a la academia que señala oportunidades de mejora, el fomento de la impunidad evitando se castiguen a aquellos militares violadores de derechos humanos en el país, etc. Pero un dios sin un templo que articule una adulación y que simbolice la adoración a su imagen está incompleto. Así, se ofreció a la población un lugar para ello, el nuevo “mega centro de vacunación”, el más grande de Latinoamérica en palabras del oficialismo. Pero a pesar de estos monumentos enormes ¿no está lejos el pueblo realmente de valerse como protagonista? ¿Existe una real participación ciudadana cuando se anula la posibilidad de acceder a información pública que rodea al hospital?

Para finalizar, queda la pregunta a quienes se llaman así mismo el pueblo: ¿valdrá la pena para un país idolatrar a un mesías que fomenta el odio y la falsedad? ¿Es esto verdaderamente un avance democrático? Crear una nueva religión en torno a un mortal lejos está de constituir la forma de crear un nuevo país. Así, es válido lo que Ferdinand Domela dijo alguna vez: Parece que los hombres no pueden vivir sin dioses y apenas han derribado una divinidad cuando ya surge una nueva. 

Fuente: Gato Encerrado

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