Palestina. 54 años de ocupación israelí en Cisjordania: Cómo Israel convierte Palestina en un territorio judío

Resumen Medio Oriente, 23 de marzo de 2021-.

Por XAVIER MAS DE XAXÀS

Bantustanes y apartheid marcan el futuro de los territorios ocupados, y el Tribunal Supremo israelí avala los abusos colonialistas, incluidos los asesinatos y las deportaciones, según el analista Nathan Thrall.

El 16 de febrero de 2012 un camión chocó contra un autobús escolar cerca de Jerusalén, en Cisjordania. El camión era israelí y transportaba piedras para un asentamiento. El autobús iba lleno de preescolares palestinos que iban de excursión. Murieron seis niños y un maestro. Otros 46 pequeños resultaron heridos, varios de ellos con graves quemaduras en todo su cuerpo.

Este accidente es el punto de partida que ha tomado Nathan Thrall, ex director del proyecto árabe-israelí en el International Crisis Group, organización dedicada a resolver conflictos, para escribir un largo relato sobre la disolución de Palestina a causa de la ocupación israelí de Cisjordania que el viernes publicó The New York Review of Books.

Thrall fue el director del proyecto árabe-israelí en el International Crisis Group y vive en Jerusalén. Hablamos con él por zoom para profundizar en la tesis del artículo, que nunca habrá un estado palestino. “Todo lo que vemos –asegura Thrall- es apartheid”, una ocupación y segregación étnica que se prolongará “durante el futuro previsible”.

“La victoria total de Israel” –añade- supondrá la conversión de Cisjordania en un conjunto de bantustanes que, más adelante, puede derivar en un modelo territorial similar al estadounidense o australiano, donde las poblaciones nativas que en su día fueron desposeídas de la tierra viven hoy en reservas o territorios autónomos.

El futuro de Cisjordania se acerca al de las reservas indígenas en Australia y Estados Unidos

Nada puede esperarse, según Thrall, de la administración Biden porque su prioridad es negociar un nuevo acuerdo nuclear con Irán y no quiere que Israel ponga más dificultades de las que ya va a poner. Los norteamericanos, en consecuencia, “no van a iniciar una pelea con Israel por algo que para ellos es mucho menos importante que Irán”.

Biden mantendrá la ayuda anual de 3.800 millones de dólares a Israel y no iniciará ningún proceso de paz, opina Thrall, porque “hoy es imposible alcanzar un acuerdo sobre el principio de paz por territorios”, base de todas las negociaciones hasta ahora.

Es más, “el único incentivo que tenía Israel para negociar con los palestinos era la posibilidad de normalizar las relaciones con los países árabes, y ahora estos países le han regalado la normalización a cambio de nada. Los palestinos no tienen nada más que ofrecer y, por lo tanto, Israel no les cederá nada, al contrario, aún ocupará más territorio”.

El autobús escolar volcó camino de Ramallah. Llovía, el pavimento estaba mojado. El camión circulaba con exceso de velocidad, perdió el control e invadió el carril contrario. El choque fue frontal. A pesar de que el accidente ocurrió muy cerca de Jerusalén y de un puesto de control israelí, en el área C, división administrativa a la que pertenece el 60% de Cisjordania y que supone que este territorio está bajo control civil y militar israelí, a pesar de que el camión era israelí y la carretera también estaba y está bajo control israelí, las ambulancias y los bomberos israelíes tardaron dos horas en llegar.

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Seis niños y un maestro murieron en este autobús cuando fue embestido por un camión israelí en febrero del 2012 cerca de Jerusalén   Ahmad Gharabli / AFP

Este retraso, así como el accidente, explican muy bien los 54 años de ocupación militar israelí o, como dice Thrall, “la absorción israelí de Cisjordania, un proyecto nacional a cargo de cada rama del gobierno”.

En 1993, año de los acuerdos de Oslo que abrieron una puerta a la creación del estado palestino, había 116.300 colonos israelíes en Cisjordania, según la organización Paz Ahora. Hoy hay 441.600. El número de asentamientos se ha disparado a más de 250 en las zonas que Israel todavía no se ha anexionado. El objetivo, según Thrall es anexionarse gran parte del área C para dejar a la población palestina en00 ciudades como Ramallah, Nablús y Jericó.

El área C compendre las zonas de color blanco y amarillo   La Vanguardia

Durante los últimos 20 años, según se detalla en el artículo del NYRB, Israel ha denegado el 96% de los permisos de construcción que han solicitado los habitantes palestinos del área C, ha derribado 2.500 viviendas palestinas y entregado a los colonos el 99,76% de la tierra confiscada.

El Tribunal Supremo israelí, como denuncia Thrall, ha aprobado casi todas las prácticas del estado israelí en los territorios ocupados a pesar de que vulneran el derecho internacional, entre ellas, asesinatos, deportaciones, demolición de viviendas, abuso de la prisión preventiva sin juicio, apropiación de los recursos naturales y castigos colectivos como toques de queda, corte de la electricidad y cierre de escuelas.

El Tribunal Supremo israelí avala los abusos colonialistas, incluidos los asesinatos y las deportaciones, según denuncia Thrall

“Durante más de medio siglo –asegura Thrall-, el dilema estratégico de Israel ha sido, por un lado, su incapacidad para borrar a los palestinos y, por el otro, su negativa a darles derechos civiles y políticos”.

Israel es el estado del pueblo judío, hogar de una nación diseminada por el mundo. Para muchos sionistas, renunciar a Cisjordania es apostar por la universalización de Israel, es decir, por el principio de que cualquier persona, aunque no sea judía, puede ser ciudadana de Israel. Esto supondría, como argumentan los sionistas religiosos, dividir al pueblo judío en dos mitades casi iguales. Por un lado, los ciudadanos de Israel (6,8 millones) y por otro los que siguen en la diáspora (8,7).

El nacionalismo israelí, como explican los profesores Michael Stanislawski y Nathan J. Miller, de la universidad de Columbia, no depende de un territorio, sino de la etnia judía. Los 1,9 millones de árabes israelíes pueden votar pero no pueden pertenecer al estado israelí a no ser que se conviertan al judaísmo. En este sentido, Israel es un estado etnocéntrico.

“La causa fundamental para la emergencia del nacionalismo judío contemporáneo -argumentan Stanislawski y Miller- fue la aparición de nuevas ideologías que aplicaban los principios básicos del nacionalismo contemporáneo a los judíos”. El objetivo de este nacionalismo era impedir la asimilación de los judíos en sus países de residencia, es decir, “rescatar la identidad judía, no a los judíos”.

Un anciano palestino protestaba el viernes la operación militar israelí para ocupar más tierras cerca de Yata, al sur de Hebrón, en Cisjordania   Hazem Bader / AFP

Stanislawski y Miller recuerdan que antes del Holocausto el sionismo era un movimiento minoritario, rechazado por la mayoría de rabinos. La mayoría de los judíos no eran nacionalistas y la mayoría de los que sí eran nacionalistas no eran sionistas, sino miembros del Bund, movimiento laborista que buscaba establecer territorios judíos autónomos en Europa, no en Palestina. La mayoría de los judíos que huyeron de Europa en los siglos XIX y XX no fueron a Palestina sino a América.

Después del Holocausto, el argumento de un país refugio para los judíos en Palestina, como explica Thrall, “no fue un permiso para desposeer” a los palestinos. “Los sionistas, en todo caso, no llegaron a Palestina buscando integrarse en la sociedad local, sino para establecer su estado propio y exclusivo a costa de los nativos”.

Cuando a partir de 1967, colonizaron los territorios palestinos en Gaza y Cisjordania lo hicieron sobre el Antiguo Testamento. La Biblia, las sagradas escrituras, fueron y siguen siendo su base ética y legal para reivindicar una tierra que había sido suya 2.000 años antes.

Thrall cita a Dani Dayan, líder de los colonos, diciendo que “si no defiendes el derecho a los lugares que son la cuna de la cultura judía, entonces no podrás pervivir”.

Colonos y sionistas religiosos dicen que no hay futuro sin la judeización de Judea y Samaria, la Cisjordania palestina

Oslo otorgó a los palestinos el derecho a la autodeterminación sobre la base de un compromiso de paz a cambio de territorios, es decir de Judea y Samaria (Cisjordania), lugares que Dayan y los sionistas religiosos nunca podrán ceder porque supondría admitir que la Biblia no legitima su reclamación territorial. ¿Qué hay de nuestro derecho a la autodeterminación?, dice los colonos.

Oslo determinó que no hay ninguna justificación legal ni ética para reclamar un territorio perdido hace 2.000 años y hacerlo, además, sobre la base supuestamente científica y política de un texto religioso. Esto, sin embargo, es lo que hace y seguirá haciendo Israel.

“La situación sobre el terreno va de mal en peor”, afirma Thrall. Sostiene que el argumento de la seguridad para imponer un dominio militar en Cisjordania no se aguanta porque los palestinos llevan 16 años sin ser una amenaza a la seguridad israelí. Aún así, siguen sometidos a la justicia militar israelí e Israel no ha dado ningún paso para revertir la ocupación.

En este sentido, el regreso a los tiempos anteriores a la primera intifada de 1987, cuando no había divisiones entre Israel y los territorios ocupados, lo que suponía que los palestinos de Gaza y Cisjordania podían pasear y bañarse en las playas de Tel Aviv, es imposible.

Cola de trabajadores palestinos en el puesto de control de Meitar para vacunarse contra la covid. Israel ha priorizado a los palestinos con contrato de trabajo   Kobi Wolf/Bloomberg

Ni siquiera la izquierda laica quiere la reconciliación, sostiene Thrall. “Quiere la partición” porque de otra manera supondría diluir la identidad judía de Israel.

Las elecciones de mañana martes, las cuartas en dos años, consolidarán la colonización judía de Palestina. Si el primer ministro Beniamin Netanyahu logra formar gobierno mantendrá la misma estrategia. Si, por el contrario, gobierna el centroizquierda, podría frenarse la construcción de más viviendas judías, pero en ningún caso, sostiene Thrall, habrá un desmantelamiento de las colonias. Ningún plan de paz de los últimos 20 años ha contemplado esta posibilidad en serio.

En el accidente del autobús escolar perdió la vida Milad Salama, un niño de cinco años y medio. Su familia vivía en Anata, una población palestina junto a Jerusalén oriental, muy cerca de Shuafat, uno de los barrios árabes más decrépitos de los territorios que Israel se ha anexionado. La negligencia de las autoridades israelíes para gestionar esta zona ha provocado que proliferen la pobreza, la suciedad y delincuencia. El objetivo, según Thrall, es forzar el éxodo de las familias palestinas.

Es lo que hizo la familia de Milad Salama después de la tragedia. Dejó libre una vivienda en Jerusalén oriental, donde debería establecerse la capital del estado palestino, y se trasladó al área de Ramallah, uno de los bantustanes que prepara el estado israelí.

“Es triste -reconoce Thrall-, una historia muy triste”. El fin del sueño palestino.

Fuente: www.lavanguardia.com /// PALESTINALIBRE.org

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