Palestina. 8M. Azza Al Kafarnah: “Estoy convencida de que no puedo ser una mujer libre bajo ocupación”

Resumen de Medio Oriente, 8 de marzo de 2021.

foto: Azza Al Kafarnah

En una sociedad en la que las mujeres cumplen roles tradicionales, es raro encontrar una que se refiera a sí misma como una luchadora por la libertad.

“No soy una activista. Soy una luchadora por la libertad”. En una sociedad en la que las mujeres cumplen roles tradicionales, es raro encontrar una que se refiera a sí misma como una luchadora por la libertad. Azza Al Kafarnah lo hace con orgullo: “Desde mi infancia me sentí independiente y luché para que así fuera el resto de mi vida”. 

Azza es inspiración. Mujer palestina de 58 años, madre soltera de 2 hijos y 2 hijas, y abuela de una pequeña, vive sola en la ciudad de Gaza en una casa repleta de libros sobre igualdad social y muebles modestos de colores llamativos que reflejan su fuerte personalidad. Un rasgo indispensable para luchar por la igualdad en una sociedad conservadora como la gazatí. 

Desde pequeña, Azza siempre sintió esa necesidad de independencia, de hacer las cosas a su manera y decidir sobre su vida. “Ayer, mi nieta de un año empujaba a cada persona que se le acercaba para poder moverse sola y me hizo pensar en cómo siempre comenzamos siendo independientes, queriendo hacerlo todo sin la ayuda de nadie. Así me sentía yo, quería cometer mis propios errores, quería hacerlo bien o mal, pero quería aprender.” 

Ha participado en el escenario político. Su principal enfoque radica en la necesidad de un cambio estructural a través de la modificación de las leyes, lo cual, como ella cree, es una forma de detener las violaciones de los derechos de las mujeres y conseguir una igualdad real.  

La situación de la mujer en Palestina no puede desvincularse de su historia colectiva. Para Azza hay tres momentos clave necesarios para conocer y entender el desarrollo de la lucha feminista en Palestina; antes de los Acuerdos de Oslo, después de los acuerdos y durante la división política de Palestina.   

En 1993, se firmaron los Acuerdo de Oslo entre la Organización para la Liberación de Palestina e Israel. En consecuencia, la población palestina debía establecer un Estado Palestino en la franja de Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Este como capital. “Antes de Oslo y durante la primera Intifada, no veía los desafíos de las mujeres como obstáculos porque formábamos parte de una comunidad que luchaba para terminar con la ocupación”.  

Entre 1980 y 1987, Azza fue testigo de una participación del colectivo femenino palestino a nivel político, social y económico. Mujeres de todas las edades se enfrentaban a los desafíos y los convertían en oportunidades para lograr un objetivo común: ser libres e independientes de la ocupación. Azza recuerda esos días con orgullo, “cuando la ocupación cerró las escuelas como castigo colectivo, las mujeres convirtieron sus casas en clases en secreto”. Se organizaron para poner en marcha consultas médicas gratuitas y tratar así a los refugiados y refugiadas sin cobertura sanitaria, debido a la falta de servicios de salud proporcionados por la Administración Civil de Israel. Además, en un intento por mitigar las desigualdades económicas entre la comunidad, minimizaron el consumo de recursos y potenciaron la distribución equitativa de los mismos para asegurarse de que “ningún vecino y ninguna vecina se fuera a la cama sin cenar”, agrega.  

Para Azza, Oslo inició una nueva etapa. Empezaron a prestar atención a la lucha por los derechos de las mujeres y contra la herencia social. Así, las mujeres pidieron participar en el consejo legislativo palestino. “Nosotras creamos un lema que decía: ‘Ya que fuimos socias en la lucha contra la ocupación, debemos ser socias y participar en el establecimiento de nuestro estado’. Un lema con el que también pedían igualdad de derechos con los hombres ante la ley. 

Azza fue una importante e influyente voz femenina en ese momento. Durante mucho tiempo, junto a otras mujeres, organizó campamentos para influir en la Ley del Estado Personal Palestino que organiza la relación entre mujeres y hombres. Tal lucha desafió a todos los cismas religiosos y sociales que ven a las mujeres como seguidoras de los hombres y no como iguales. “Mostramos resistencia a través de muchas voces que influyeron en la opinión de quienes tenían el poder para tomar decisiones”. 

Sin embargo, con la división de los poderes que lideran el territorio Palestino ocupado creció, según Azza, la dificultad de centrar sus esfuerzos en seguir construyendo un futuro más justo para las mujeres. “Después de la división nos encontramos ante muchos desafíos, tenía que ver con un legado religioso y social que miraba con inferioridad a la mujer. Nos enfrentamos a mucha resistencia por parte de los sectores más conservadores de la sociedad”, explica. Tras la división, se empezaron a priorizar los asuntos relacionados con la nación sobre temas sociales o la lucha por la igualdad. Una lucha, la nacional, que también es una prioridad para Azza, que sentencia: “Estoy convencida de que no puedo ser una mujer libre bajo ocupación”. 

A pesar de los muchos obstáculos que ha encontrado a lo largo de su vida, Azza está convencida de que los cambios llegarán, cambios a nivel social, cambios en el sistema de cuidados y cambios a nivel legislativo, y de que lo harán a través de activistas y personas comprometidas como ella. 

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