México. Ante los discursos de extrema derecha: ¿blindaje ideológico?

Por Josafat Hernández. Resumen Latinoamericano, 1 de febrero de 2021.

Una vez tuve oportunidad de estar En Brasil y ahí algunos compañeros me dijeron que en ese país no ha habido una revolución social que impulsara una reforma agraria, una crítica y rechazo a los conquistadores y la construcción de una identidad nacional entorno a lo indígena.

Al no haber estos elementos en Brasil, allá se propiciaron históricamente las condiciones ideológicas para que los discursos de extrema derecha emerjan exaltando al conquistador que «vino a civilizar a los salvajes», el supremacismo blanco por los siglos que duró el esclavismo (Portugal fue pionera en el comercio mundial de esclavos negros) y el discurso anti-comunista (allá tuvieron dictaduras que persiguieron y masacraron comunistas). En Brasil se formaron históricamente algunas condiciones ideológicas que han sido aprovechadas por la extrema derecha (Bolsonaro) para posicionar discursos de abierto desprecio a los de abajo, a los indígenas, a los negros y a los comunistas.

En Estados Unidos, por su historia, también se formaron las condiciones ideológicas propicias para el posicionamiento de los discursos de extrema derecha. Donde se exalta el carácter blanco del país, su supremacismo racial (por los siglos que duró el esclavismo) y el nacionalismo extremo (por su historia imperialista). En Estados Unidos hay banderas nacionales por doquier. Y allá decir «let´s make America Great again» tiene un peso simbólico importante. Por eso, Trump tiene tanto respaldo entre la población. Una población frustrada por los estragos económicos y sociales generado por décadas de liberación económica. La gente allá está harta del neoliberalismo y busca soluciones. Sean estas neofascistas, como la representada por Trump, neoroosveltianas, como la representada por Obama y Biden (que lamentablemente está atada al neoliberalismo de Wall Street), o el socialismo democrático de Bernie Sanders que no logró la victoria, pero caló hondo en los jóvenes millennials quien ya no reproducen el discurso anti-comunista que se formó con el macartismo y que se reprodujo durante la guerra fría.

En España también hay herencias históricas que pueden ser aprovechadas discursivamente por la extrema derecha. Desde la victoria de los fascistas sobre los republicanos en la guerra civil, la historia del imperio español (que llegó a ser el más grande del mundo), y claro, el franquismo que duró tres décadas y que jamás fue condenado por los gobiernos de transición. Allá no hubo, como en Alemania, una autocrítica al fascismo. Mientras que en Alemania la gente se suele sentir avergonzada por la etapa Nazi, en España el franquismo sigue siendo parte de la consciencia de grandes sectores sociales, que ahora han avivado su nacionalismo españolista a partir del conflicto con el independentismo catalán.

En este contexto histórico e internacional, pienso que en México, desde la revolución de 1910 y los gobiernos nacionalistas que siguieron (particularmente el cardenismo), en contraste con otros países, se creó una especie de blindaje ideológico que le pondrá límites a los discursos de extrema derecha. Por nuestra historia, acá no se puede defender abiertamente a un dictador como Porfirio Díaz, no hay un sentido común que vea a los conquistadores como Hernán Cortes como héroes nacionales que vinieron a civilizar a los «salvajes indígenas» (como si pasa en Brasil). Aquí ya había grandes civilizaciones que fueron barridas por el colonialismo. Acá, me parece, no hay condiciones para posicionar discursos de abierto desprecio a los indígenas (ese desprecio suele ser más sutil, no abierto).

Tampoco hay condiciones para reivindicar un discurso supremacista racial, porque los «whitexicans» son un grupúsculo minoritario, en medio de un gran mar de mestizaje. Los intentos por racializar lo mestizo (José Vasconcelos, que decía que somos «la raza cósmica»), se ven como mera poesía. Acá, al interior del país, no se percibe al mestizo como una raza. En todo caso, la idea de raza mexicana es algo que tienen los chicanos en los Estados Unidos, que ante el desprecio racial de la sociedad blanca y anglosajona, reafirmaba su propia raza. Pero igual que acá en México, la construcción de la identidad nacional se da, siempre, en un contexto de resistencia.

Es, como alguna vez lo dijeron Negri y Hardt, que seguían a Fanon, un tipo de «nacionalismo subalterno». Donde la colonización, las invasiones extranjeras y el saqueo forjaron una idea de «liberación nacional», donde esta liberación nacional pasa, sobre todo, por minar las relaciones internas de dominación donde las élites suelen ser vistas como «entreguistas». En México, el nacionalismo, por ejemplo de Cárdenas y ahora de AMLO, no apela a exaltar a un pasado imperial (como en España), o un imperialismo (como el yanqui, que está en abierta decadencia).

En México, el nacionalismo suele ser subalterno, a tal modo que incluso los propios neozapatistas reivindican la bandera mexicana en sus manifestaciones sociales y gritan «viva México». Ellos buscan autonomía y la liberación nacional. No el independentismo (como en Cataluña). En España, en cambio, por las condiciones históricas que se formaron, la izquierda no puede reivindicar la bandera nacional y el grito «viva España», porque estas son abiertamente franquistas. Alguna vez Íñigo Errejón dijo que en España, el franquismo les robó los significantes vacíos para construir unidad nacional. Y bueno, luego Podemos intentó reivindicar una idea de patria (Pablo Iglesias pasó de defender un obrerismo a un patriotismo, y en ese bandazo, perdió credibilidad). Y la extrema derecha (Vox) lo ha aprovechado muy bien todo eso para crecer (hoy son la tercera fuerza política de ese país).

En México la extrema derecha puede intentar reivindicar a los cristeros. Pero ese símbolo es regional, porque históricamente la guerra cristera se concentró en Jalisco y Michoacán. Nunca tuvo un alcance nacional. Los cristeros, además, no son un símbolo de unidad nacional. En cambio, Zapata y Villa si lo son. Por eso reitero, el nacionalismo en México suele ser subalterno, por nuestra historia. Además de que aquí, afortunadamente, hubo un proceso de separación tajante entre estado y religión gracias a la reforma juarista de mediados del siglo XIX. El laicismo está muy arraigado en las instituciones. Y con ello, difícilmente veo que acá se puedan desarrollar discursos catolicistas que dominen lo político, pese a que somos un país, yo diría, más guadalupano.

En este contexto, los de FRENA (y otras expresiones de extrema derecha) poco podrán crecer, pues su discurso enfrenta una especie de blindaje ideológico históricamente construido. De tal modo, que aquí, los únicos «populismos» que pueden haber son de izquierda. La derecha y la extrema derecha mexicana están sin referentes históricos que tengan un peso simbólico importante en la consciencia nacional de la gente. Esto no significa que no puedan ser amenaza, y que no puedan crecer. La historia está llena de contingencias. Pero si me parece que en México, a diferencia de Estados Unidos, Brasil y España, la extrema derecha tiene más dificultades para crecer.

En el mejor de los casos será, quizá, como la extrema derecha venezolana, donde tres elementos los hicieron crecer: los cambios en la economía internacional (particularmente la caída de los precios del petróleo), los propios errores del gobierno bolivariano (no lograron diversificar ni avanzar en la industrialización de su economía) y el apoyo imperialista (junto con las élites locales impulsaron golpes blandos y guerras económicas para desestabilizar a ese gobierno). Hasta ahora, la economía mexicana, si bien depende de los ciclos económicos de los Estados Unidos, está más diversificada e industrializada que la Venezolana, los errores cometidos por la 4T no han costado la hegemonía cesarista que tiene AMLO y parece que el apoyo imperialista a la extrema derecha mexicana que podría venir de Biden será muy limitado, pues los Estados Unidos están sumidos en un duro conflicto interno. Al menos en el corto y mediano plazo, la extrema derecha mexicana seguirá desamparada a nivel internacional. Sólo les queda moderasre, intentar ser más constructivos y reorganizarse. Ya lo vemos con los intentos de alianza PRI-PAN-PRD, en un contexto donde Ricardo Anaya recorre el país.

FUENTE: Rebelion

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