Venezuela. La “entrevista Pagni-Guaidó”: como el periodismo se convierte en propaganda

Por Atilio A. Borón. Resumen Latinoamericano, 17 de diciembre de 2020.

El pasado lunes 14 de diciembre a la noche, el periodista del canal de televisión LN+ (del oligopolio mediático encabezado por el diario La Nación) Carlos Pagni concedió una entrevista inusualmente extensa (31.30 minutos) a Juan Guaidó, a quién llamó “presidente” en varias ocasiones salvo al comienzo cuando lo presentó como como “presidente encargado.”

Se vé que los dueños del canal pusieron en venta los espacios de sus programas periodísticos -en este caso “Odisea Argentina”, uno de los mejores de esa señal- para operaciones de propaganda política. Guaidó y sus promotores internacionales pagaron lo necesario para así montar un remedo de entrevista, una auténtica burla a la teleaudiencia en donde el “presidente encargado” incurrió en toda clase de inexactitudes y “medias verdades”, ocultó datos aberrantes que no podían ser desconocidos por Pagni (como sus súplicas ante la Casa Blanca para que invadiera militarmente a su propio país, o el robo que hizo de los dineros que Trump le dio para financiar la operación Cúcuta, del 23 de Febrero del 2018, tal como lo denunciara ante la BBC uno de sus compinches a quien el mismo Guaidó designara como su “embajador” en Colombia) e incurrió en burdas contradicciones sin que su anfitrión insinuara siquiera una tímida re-pregunta o demostrara un conocimiento aún cuando elemental del tema sobre el cual estaba perorando su “entrevistado”.

Vayamos a un ejemplo: en la tremenda dictadura existente en Venezuela, un “régimen” para Pagni, ese personaje de opereta designado “presidente encargado” por Trump aseguró que en la “consulta popular” que un sector ultra minoritario de la oposición organizó la semana pasada por internet (más un día presencial) se instalaron en Venezuela “más de 7.000 centros de recepción de votos”. Por supuesto, sin padrones, fiscales, veedores, observadores internacionales, nada. Guaidó deliraba, como se evidencia en varias ocasiones en esa larga pseudo-entrevista, y un circunspecto Pagni se limitaba a asentir, porque ese era el guión que le habían proporcionado sus empleadores. “Usted ponga la cara en su prestigioso programa, deje que Guaidó diga lo que tiene que decir y punto.”

Pagni tendría que haber cuidado un poco más su reputación como periodista y, por ejemplo, abstenerse de considerar aquella fantasiosa “consulta popular” como un canto a la república democrática y de calificar a las elecciones parlamentarias del 6D, avaladas por veedores internacionales y, entre otros, por el Grupo de Puebla -y por José Luis Rodríguez Zapatero- como un “un simulacro electoral”. Respetuosamente desafío al analista político de La Nación a que encuentre en cualquiera de las feroces dictaduras de hoy o de ayer un caso similar al de dicha “consulta popular”, en donde quien se postula como el auténtico presidente del país y llama “tirano” o “usurpador” a quien está de verdad ejerciendo aquel cargo pueda aparecer y circular sin tropiezos ante la opinión pública, organizar una consulta popular, establecer (según el delirium tremens de Guaidó) más de 7.000 centros de recepción de votos y luego salir campante sin ser molestado por los agentes de seguridad del estado o la policía política del “dictador” de turno.

¡Imagínense qué le habría ocurrido a quienes durante la dictadura argentina (o chilena, o bajo el franquismo) hubiesen instalado no 7.000 sino 7 centros de recepción de votos para expresar su repudio al régimen! Habrían sido arrestados al instante, torturados hasta morir y desaparecidos sin dejar rastros. Si algo más todavía faltaba para comprobar que no hay una dictadura en Venezuela la “consulta popular” y la irrestricta actividad pública posterior de Guaidó dentro del país ofrecen pruebas irrefutables del carácter democrático del gobierno de Nicolás Maduro. Una pena que el supuesto entrevistador de LN+ no llegara a percatarse de este “pequeño detalle.”

Pagni, cuyo rostro no trasuntaba precisamente felicidad durante esa farsa televisiva aceptó la humillación de ver su programa convertido en un burdo espacio de propaganda. Lamentable, porque es uno de los poquísimos periodistas de la derecha que goza de un cierto reconocimiento y que sobresale por encima de la mayoría de los “operadores mediático-judiciales” disfrazados de periodistas, en donde lo que se escuchan son sobre todo groseros “rebuznos” o, en algunos escasísimos casos, alambicados sofismas pergeñados para defender lo indefendible u ocultar datos comprometedores que la opinión pública no debe conocer.

Por ejemplo, la monumental corrupción perpetrada por el macrismo y sus socios; o la destrucción de la separación de poderes gracias a la “Mesa Judicial” organizada en la Casa Rosada; o el contubernio entre medios de comunicación, espías y jueces a los efectos de perseguir enemigos políticos o vigilar a los propios aliados del macrismo; o el escandaloso endeudamiento externo concebido para que los amigos del ex presidente fugasen dólares a carradas. Nada de eso debe conocer la ciudadanía. Investigar esos hechos y exponerlos es la misión del periodismo pero no la tarea de los operadores propagandísticos alquilados por los dueños del poder, que disimulan su verdadera función disfrazándose de periodistas. [i]

En este enlace puede verse la entrevista íntegra

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