Nación Mapuche. Las ideas políticas clave del pueblo mapuche que deberán ser atendidas por el proceso constituyente

Por José Mariman / Resumen Latinoamericano, 16 de diciembre de 2020

Autodeterminación, autonomía y estado plurinacional son conceptos fundamentales para una nueva relación entre el Estado y las distintas naciones indígenas, en vista de las nuevas formas de organizar el territorio.

En el ambiente preconstituyente que reina hoy en Chile, palabras como: autodeterminación (de los pueblos), autonomía y Estado plurinacional comienzan a transformarse en un bombardeo permanente dirigido a un blanco bien específico: el/la elector/a de los constituyentes (el ciudadano que elegirá a los representantes a la Convención que elaborará la próxima Constitución del país.

¿Qué entienden o quieren dar por significado de cada una de esas palabras cada uno de aquellos que las están usando? No es baladí preguntarse esto porque tras un mismo concepto (lo que antes he llamado palabra), podríamos descubrir que se está hablando-promoviendo cosas muy distintas (la letra chica importa).

Por ejemplo, autonomía no es lo mismo en la vida política cotidiana de un catalán, que un tibetano. Los catalanes podrán querer independizarse de España, pero eso no quita que viven en una Catalunya con autogobierno, parlamento propio, estatuto autonómico y otras prerrogativas. Los habitantes del Tibet, en cambio, bajo el supuesto de vivir en autonomía, reensamblan más bien una administración de tipo colonial del Imperio Chino: un regente o gobierno títere y sería todo.

Dicho lo anterior, y dando a entender con ello que no soy imparcial en lo que sigue, propongo como un piso común sobre el cual comenzar a entenderse, en la discusión respecto de mejorar las relaciones Estado/pueblos-naciones indígenas, unas definiciones de conceptos relevantes a la hora de afrontar la tarea. No son muchos y la verdad es que uno es parte de otro (ya lo veremos). Me refiero a autodeterminación y su expresión autonomía y plurinacionalidad.

Autodeterminación alude al derecho de una comunidad humana que denominaré “pueblo” o “nación” o “pueblo-nación” o “nación sin Estado” (u otro concepto según lo haya construido un o varios usuario/s), que posee no solo conciencia de SÍ (lo que llamamos identidad étnica. Por ejemplo: “soy -adscripción- mapuche”); sino además posee consciencia PARA SÍ -esto es conciencia de comunidad humana que quiere vivir juntos y bajo las misma reglas y gobierno-, para darse la forma de (auto)-gobierno-leyes que estime conveniente, sin la intervención-tutelaje de otros (Estados). En este sentido autodeterminación es equivalente a vivir una vida independiente y soberana (soberanía: derecho o regencia propia).

Ahora, por desgracia -mejor aún por razones de la historia- no vivimos en un mundo perfecto. Es más, vivimos en uno bastante imperfecto, en que al interior de cada Estado hay múltiples naciones o pueblos étnicamente y diferenciados sojuzgados, sin que se les reconozcan derechos colectivos.

La humanidad ha ido avanzando desde el siglo XX, en el sentido de permitirle a esos pueblos o naciones un pequeño respiro que era inimaginable los siglos anteriores. Claro, esto no fue pura y genuina buena intención. El siglo XX vio-vivió dos guerras mundiales, en que la cuestión de las naciones tiene un rol causal-explicativo que no se puede soslayar.

Podemos decir, y esto es válido especialmente para las Américas, que hasta antes de esas guerras cualquiera pueblo o nación que no alcanzó el estatus Estado (léase se lo impidieron), era tratado como un grupo de simios -no es broma… hay un historiador inglés que trataba a los irlandeses como chimpancés blancos- o subhumanos incivilizados-bestias salvajes (como le gustaba a El Mercurio de Chile tratar a los mapuche). Por lo anterior, no tenían derechos sino sus amos tenían el deber y la obligación moral de elevarlos a la civilización (entiéndase colonialismo estatonacional), como un buen servicio humanitario.

Autonomía, conectando con la explicación anterior, viene a ser una forma de la autodeterminación de los pueblos, pero “light”, expresión con la que no quiero parecer despectivo (estoy lejos de una actitud como esa). Si la autodeterminación viene a significar que un pueblo/nación, sin intervención de terceros, puede hacer lo que quiera -mientras no contravenga el derecho internacional-, lo que implica decir nos vamos -secesión o divorcio- si se vive bajo dominación de otro Estado; la autonomía no permite este último lujo sino solo la existencia de gobiernos propios al interior de un Estado, que nunca pueden amenazar con irse rompiendo un Estado ya existente y adscrito a la ONU.

Bueno relativicemos ese “nunca” recordando que el Reino Unido si le permitió a Escocia un referéndum para decidir si quedarse o irse y ganaron -por poco- los que prefirieron quedarse en el Reino (los catalanes no pueden decir lo mismo pues a ellos el Estado español les saboteó su idea de referéndum emancipatorio, y puso frente a la/su justicia a los que lo promovieron). Ojo con este asunto de la “secesión” o sentido restringido del principio o derecho a la autodeterminación, con el que juegan como al que no quiere la cosa algunas organizaciones mapuche.

El derecho internacional al cual apelan en calidad de respaldo algunas organizaciones indígenas demandando autodeterminación, es clarito en esto (al menos en los convenios y declaraciones orientados al mundo indígena). Contrario a lo que argumentan algunos líderes indígenas, los primeros artículos del Convenio 169 (particularmente el artículo. 1.3) o los últimos de la Declaración 2007, (especialmente el artículo 46.1) dan cuenta de un respaldo generoso a demandas de los pueblos indígenas siempre y cuando no amenacen afectar-destruir un Estado ya existente y signatario de la ONU (en todo caso aquí hay una discusión de interpretaciones que es más apropiada para abogados constitucionalistas).

¿Qué determina que un grupo tenga autodeterminación y otros autonomía?

Lo más importante de todo en política: “la fuerza”. La política tiene que ver con o está concernida con el poder. Y el poder siempre está de lado de los que tienen la fuerza (y mientras más fuerza mejor). Por ejemplo, en la desintegración de la ex Yugoslavia, Bosnia Herzegovina podría haber terminado como una región autónoma dentro de Serbia. Pero no ocurrió porque tenían suficiente armamento -poder militar-como para decir NO. Y una comunidad internacional de su lado capitaneadas por Estados Unidos y su brazo armado: la OTAN. No ocurrió lo mismo con los catalanes, que apenas tenían de su parte una policía regional, cuando el Estado español les mando la guardia civil.

Pero además de eso, y, sobre todo, no tenían siquiera un respaldo contundente de la población catalana para su proyecto independentista, y esa es una debilidad mayor en estos negocios políticos (si bien un 90% de la población catalana que participó del referéndum voto a favor de la independencia, ese porcentaje esconde otra cifra a considerar. Y esa es que casi el 57% de los catalanes con derecho a votar se restaron de participar en el evento).

Y qué decir de apoyo internacional: cero o muy poco. Pensemos en los mapuche con 1.7 millón de personas de los cuales en su mayoría ni sabemos en qué posición están respecto de estas demandas políticas (no ha habido referéndum o consulta a ellos sobre este tema, que nos dé una idea de fuerza social propia respaldando un proyecto emancipador).

En la sociedad mapuche, por ahora, el apoyo a estas demandas políticas se mide en función de cuantos fueron a una marcha (y las marchas son escuálidas para una sociedad de 1.7 millones) o quienes gritaron más fuerte. Y qué decir de “fuerza militar”. Hasta ahora da para quemar algún camión, un sabotaje por aquí o por allá, o tomarse-recuperar un terreno; pero se está lejos de confrontar a un Estado y sus fuerzas armadas regulares. En estas materias en pedir si hay engaño y con costos.

Plurinacionalidad viene a ser el equivalente a un reconocimiento constitucional según lo que se hablaba en los 1980-90 y 2000.- solo que mejor y más avanzado que eso. Me explico, el reconocimiento a que se aspiraba en las décadas pasadas, consistía en introducir una reforma a la Constitución de Augusto Pinochet, para agregar qué -y sin borrar eso de la sección II de la Constitución que dice que solo hay chilenos en Chile-, agregar que también hay etnias, pueblos, indígenas etc. (lo que aparece mencionado en la ley indígena 19.253). La plurinacionalidad es un concepto que viene a poner en cuestión un paradigma (dogma) del nacionalismo estatal de los siglos pasados XVIII, XIX y XX. Esto es, que a cada Estado corresponde una nación.

Ese paradigma combustionó a los nacionalistas del siglo XIX y XX a crear nuevos Estados, y permitió que muchos Estados se lanzaran en la carrera de homogenizar su diversidad etnonacional interior. Así el siglo XIX vio al Estado francés, por ejemplo, a través de la escuela pública, la milicia, la iglesia y toda la institucionalidad Estatal o ligada al Estado, concientizar a la mitad sur del país que era Occitania o a los corsos de la isla de Córcega, o a los vascos; o a los bretones del occidente o los alemanes del oriente (Lorena Alsacia), etc. decirles que eran descendientes de los galos, y que hablaban una lengua romance: el franco. Cuando esas gentes no eran ni galos ni francos parlantes. Y cada Estado hacia lo suyo incluyendo a Chile (imaginemos a un niño rapanui aprendiendo de un profe de historia chileno que son descendientes de los «bravos» mapuche y los españoles vencedores de Flandes y que su lengua es el castellano…).

La plurinacionalidad es, entonces, un concepto que viene a echar abajo ese paradigma levantando en otras épocas, para poner frente a él otro nuevo, que crea las bases para las autonomías-autogobierno indígena. Esto es, un nuevo paradigma que promociona que bajo un mismo Estado pueden coexistir-convivir diferentes naciones-pueblos, en una especie de federalismo (una modalidad del Estado federal, pero con etnicidad reconocida… esta parece haber sido la posición de la fuerza política “Podemos” durante el referéndum de los catalanes como gancho pare que no votaran a favor de la independencia-irse). O, si los nacionalistas estatales son tan tacaños para aceptar eso, al menos reconocer que hay varias naciones bajo el paraguas del Estado y que las naciones minoritarias pueden bajo esa condición -plurinacionalidad- aspirar a gobiernos propios (autonomías).

Porque las naciones o pueblos tienen derecho al autogobierno según el derecho internacional en sus últimos convenios y declaraciones. Es decir, a un gobierno propio con una soberanía limitada por la ley estatonacional a ciertos asuntos y con soberanía restringida a determinada localidad/región sin valor para negociar por si solo con el exterior (que en algunos casos de generosidad ya alucinante podría ser permitido… me parece -no estoy totalmente seguro- las autonomías españolas están al borde de eso en algunas materias).

¿Cómo andamos por casa en estas materias?

Entre los mapuche han sido los años noventa, paralelo a transición de la dictadura a la democracia electoral del presente, los que han visto florecer la discusión respecto de un proyecto nacional de autonomía, y han puesto en la arena política la demanda de autogobierno indígena (solo tardíamente otros pueblos-naciones han comenzado a pensar estas ideas). Como sería extremadamente largo abordar lo que piensan algunos actores mapuche -individuales o colectivos- sobre el tema, aquí resumo en unas pinceladas unas impresiones tomando en consideración algunas organizaciones que han estado involucradas con el desarrollo de estas ideas, demandas y acción política (disculpas a quienes no aparecen mencionados):

Ad-mapu, la organización mapuche más importante de los 80, habló por primera vez en un congreso de su orgánica (1983), sobre la necesidad de generar un proyecto propio (usaron las palabras “proyecto histórico”), de explicación del tipo de problemática que la situación de los mapuche representaba al interior del Estado (que los chilenos llamaban la “cuestión mapuche”). Y, en consecuencia, respondiendo a esa tarea generar una propuesta de salida a esa problemática.

Pero se quedaron en eso. Nunca hicieron nada respecto de agregar contenidos a esas ideas y todo durmió allí hasta la década siguiente (Ad-mapu, en realidad, como sucursal de partidos políticos estatonacionales de izquierda, se dedicó a jugar a la política según las directrices de los partidos que lo controlaban como organización. Y si bien mostró deficiencia en la materia que trata este artículo, vista su acción en términos de la política o contingencia del momento podemos decir de otra parte que ayudó en la salida que el país tomó a inicios de los 1990).

El Consejo de Todas las Tierras fue la organización del relevo. Nacida en un proceso de descomposición de Ad-mapu a finales de la dictadura, tomó forma entre 1991-92. Ha sido la primera organización en opinar sobre autogobierno mapuche, aunque su discurso es difícil de seguir por el zigzagueo permanente que refleja desde sus inicios. Esto es, a veces parecen comunicando que no tienen nada que ver con la política en Chile, que su preocupación es otra: la autodeterminación de los pueblos; mientras otras veces sus militantes se candidatean como adalides de partidos estatonacionales (de hecho, varios de sus militantes fundadores terminaron en partidos de la Concertación e incluso bien a la derecha en ella como el PPD).

El CTT peca de lo mismo que pecan muchas organizaciones mapuche, esto es, no tienen propuestas escritas y claritas para cualquiera que quiera saber lo que piensan, sino solo intervenciones discursivas elaboradas muchas veces al calor de entrevistas o debates. No obstante, entre 1991 y 1992 planteó dos ideas interesantes: co-gobierno (dos intendentes gobernando la población de la Araucanía) y gobierno paralelo (dos intendentes pero cada uno con mando sobre su grupo étnico). Más tarde y hacía el fin de la década agregó escaños reservados (ahora reniega de ellos). Últimamente habla de que está llevando adelante un proceso de autodeterminación totalmente desconectado de lo que hacen los chilenos, porque el derecho internacional los avalaría. Esto ha sido interpretado por algunos como secesión, es decir, autodeterminación, pero en el sentido de yéndose. Aunque también matiza ese discurso hablando de estatuto, que hace pensar en autonomía. En fin, poco hacen por aclarar sus ideas al resto.

La CAM (Coordinadora Arauco Malleco), nacida la segunda mitad de los 1990, no ha generado una propuesta concreta. Siempre dice que la propuesta se hace en la lucha, pero nunca llegan a nada pese a todos los años que llevan luchando. Ellos son practicistas en el sentido que dicen-promueven que los derechos no se piden se ejercen y por eso una de las cuestiones capitales que se debe abordar al hablar de autonomía, es configurar un territorio donde llevarla a cabo (y vivir como seres autónomos), y eso se construye tomando tierra. Y ellos están en eso. Podríamos esperar que cuando sientan que han recuperado lo suficiente dirán “feley”, paremos aquí y hagamos un gobierno autónomo sin preguntarle nada a nadie”.

Entonces se preocuparán de escribir-describir los contornos de su proyecto de autonomía. Pero quizá ese momento no llegue nunca o se vea frustrado porque los miembros de la nación estatal: los chilenos (sobre todo de la élite), logran congeniar-salvar sus diferencias antes de ese momento, y terminan poniéndolos a todos en la cárcel. En todo caso llama la atención de su discurso un etnonacionalismo anticapitalista, que no solo se hecha a sus espaldas a lucha por un autogobierno mapuche, sino también que ello debe hacerse en unas condiciones especiales, esto es, una vez que acaben con el capitalismo, lo que supera las expectativas de otros proponentes de autonomía en el mundo mapuche, que no se pronuncian respecto de esto (quizá porque en el planeta hay autonomías tanto en países capitalistas como no -o que se dicen no- capitalistas, de donde no es tan relevante eso a la autonomía).

Por último, y casi como una anécdota, vale mencionar a Enama, que sería la expresión de derecha del mundo mapuche (al menos en el trato que le dan otros activistas mapuche).

Sobre ella decir ni idea lo que proponen como organización en esta materia, porque tampoco son muy claros respecto del tópico. Se ha visto a su dirigente máximo, Hugo Alcamán hablar de autonomía, pero nunca desarrollando la idea, en el sentido de decir que quieren realmente con eso (como la ven). Pedro Cayuqueo, conocido periodista mapuche y que milita en esa organización, ha sido más elocuente sin que quede claro si su pensamiento es el pensamiento oficial de Enama y no solo el de él. Él ha dicho-subscrito en entrevistas públicas que su modelo de autonomía se acerca a la propuesta de CEDM—Liwen de 1990. Esto es, “Autonomía regional”. En este sentido Cayuqueo parece sigue siendo fiel a una idea que ayudó a instalar mientras fue fundador-militante del partido mapuche Wallmapuwen, que tomó esa misma propuesta como su plataforma de lucha, agregando algunas modificaciones.

Mi opinión sobre este tema gravitante en la discusión Constituyente

Si yo fuera un mapuche viviendo la segunda mitad del siglo XIX y preocupado de la política, estaría angustiado-acongojado porque sentiría que el cielo cae sobre mi cabeza. Estaría presenciando los últimos días de nación soberana del grupo nacional al que pertenezco: los mapuche. Mi preocupación estaría centrada en la sobrevivencia política. Mi cultura política, como debe haber ocurrido con mis bisabuelos y traspasada a mis abuelos, sería la cultura de la derrota. Ahora, si yo hubiera vivido la primera parte del siglo XX, como les tocó vivirlo a mis abuelos y padres, estaría frente al dilema asimilarse o reafirmarse.

El racismo que acompañó la derrota militar e incorporación política de fines del siglo XIX estaba flanqueado de un fuerte discurso supremacista-civilizador-colonialista, que se mantuvo inalterable hasta el término de la II guerra mundial para algunos países, pero hasta los 1960s para Chile (sino hasta ahora aunque más políticamente correcto).

Frente al uso peyorativo de la categoría indio, asociada a alcoholismo, flojera, hediondez y todos los estigmas negativos que se puedan imaginar, no es difícil entender porque las fotos de nuestros ancestros más recientes retrucaban las imágenes de las celebridades de la época; ni tampoco porque algunos de nuestros abuelos inculcaban “ir a la escuela”, pues veían en esta una especie de escapatoria para sus descendientes, a los malos ratos que estaban viviendo ellos. Los que persistían en usar chamales o ponchos o eran muy pobres o eran muy porfiados (los más conservadores desde el punto de vista de la etnicidad si lo hacían de manera consciente) o eran los etnonacionalistas de esos tiempos.

A mí me tocó vivir la segunda mitad del XX y particularmente sus últimas tres décadas, en que comienza a haber -y también ayudamos a empujar ese proceso bautizando a nuestros hijos con nombre indígenas- un reflorecimiento de la identidad nacional mapuche. Reflorecimiento de la identidad que tuvo consecuencias muy rápidas en la forma de reinterpretar políticamente lo que éramos dentro de la sociedad estatonacional chilena: una nación indígena o etnonación sojuzgada.

En consecuencia, si éramos una nación dominada al interior de un Estado, lo que correspondía era liberarse/liberarnos. Ahora, hay diferencias estratégicas y tácticas respecto de cómo hacerlo, pero no respecto de que las ideas más novedosas que surgieron en el momento a partir de los 1990s, y, con consecuencias para el siglo XXI, es que nuestra problemática es una problemática nacional (de pueblo), y en tanto que tal, una problemática del derecho a la autodeterminación de los pueblos en un nuevo concepto de Estado el Estado plurinacional.

Resumiendo, lo gravitante en ideas políticas mapuche del siglo XXI es demandar-luchar por la autodeterminación, bajo la forma de autonomía, que significa autogobierno. Todo ello en un nuevo tipo de Estado, el Estado plurinacional o Estado de múltiples naciones (esta última idea marco para las autonomías y derechos políticos colectivos).

Ahora, si me preguntan qué tipo de autonomía promuevo, debo decir-repetir lo que algunos ya conocen de mis planteamientos por haber leído mis escritos-reflexiones sobre el tema, matizado con los últimos aprendizajes que he hecho sobre el mismo. Así diría que, en función del territorio, estoy por congeniar visiones minimalistas (las identidades lafkenche y nagche propusieron a fines de los 1990 comienzos del 2000 autogobierno exclusivamente para ellos) o maximalistas (el CTT en sus primeras incursiones a comienzos de los 1990 solía hablar de co-gobierno y/o gobierno paralelo en una extensión territorial que cubría varias regiones de Chile -“del Biobio al sur”- sin delimitar nunca ese sur).

En este sentido sigo pensando en Autonomía para la Araucanía (por tanto, más acotada y plurinacional), porque me cuesta creer que vamos a vencer la voluntad de los chilenos que ya se identifican con “sus” regiones como para que las modifiquen según nosotros queramos (por lo mismo, Aysén, por nombrar otra región, también podría ser plurinacionalmente autónoma). Y, junto a eso, dar el carácter de municipios autónomos a todos aquellos municipios con una clara mayoría de población mapuche y permitir la creación de nuevos municipios autónomos mapuche allí donde las comunidades no se sientan representadas en los municipios existentes. De esa forma ir conformando un territorio mayor, por la suma de esos municipios indígenas autónomos, para lograr una forma de estatal de gobierno sub-nacional superior.

Ya que lo mencioné, las propuestas lafkenche, nagche, recientes del CTT y de la CAM han sido basadas en el grupo étnico específico mapuche. La propuesta de autonomía regional de CEDM-Liwen 1990, que me tocó escribir, enfrentó o responde a una pregunta que no veo se hagan otros actores políticos mapuche, esto es, ¿son los mapuche mayoría o minoría en su territorio histórico? Cualquiera sea la variante que tome la respuesta a esa pregunta, esto decir, considerando el territorio desde: (a) Copiapó a Chiloé-Chaitén, (b) de Santiago a Chiloé-Chaitén, (c) del Bío-bio a Chiloé-Chaitén, o (d) la IX región más comunas circundantes de las XVIII y XV), los mapuche son minoría frente a la población de la nación estatal (chilenos),lo que condiciona la salida.

En consideración a ese hecho y/a que no poseen un territorio compacto bajo su control (las comunidades son puntos de tierra diseminados en el mapa de la Araucanía y más a nivel país), se hace difícil demandar una autonomía territorial en el sentido de un gobierno propio en un territorio claramente diferenciado (como lo es Nagorno-Karabaj a propósito de hacerse famoso por la guerra desatada allí).

En razón de eso, mientras fui parte de CEDM-Liwen a comienzos de los 1990s, proponía desarrollar una estrategia de lucha que permitiera en primera instancia un respiro frente a la situación presente, para reagruparse y realizar en mejor forma la tarea de construir la nación (hasta ahora hablamos de ella, pero cuántos se la creen).

Para ello salir hacia una autonomía regional pluriétnica de la mano de los chilenos víctimas del centralismo estatonacional era capital (política de alianzas), es decir, hacia un espacio de gobierno compartido con la población colonizadora, bajo la forma de un ejecutivo regional autónomo, con un parlamento autónomo y un estatuto de autonomía (como se da en España y otros lugares en que hay autonomías). En ese parlamento debería estar representando el pueblo mapuche según su peso sociológico (si son 1/3 de la población o ¼ deberían tener esos escaños reservados).

Y en un nivel más local, sugería pelar los municipios donde la población mapuche era mayoritaria, para ensayar allí forma de autogobierno (lucha por los poderes locales). Por todo lo anterior, y lo sostenido en el párrafo anterior, que matiza mi posición de 1990, creo que hay que avanzar a formas autonómicas multinivel compartidas o plurinacionales y otras propias en perspectiva de ir creando un espació sub-nacional/sub-estatal (de los municipios autónomos a un territorio más amplio autónomo).

Y término, por ahora, las propuestas de los lafkenche, nagche, CTT, CAM, otros, son exclusivamente pensadas para un sujeto campesino rural, que hoy es la minoría de los mapuche, y que además se supone impregnado de una cultura impoluta mapuche. En este sentido, dichas propuestas mencionadas no se hacen cargo de la historia de la derrota militar e incorporación política completa, esto es, que al ocurrir el hecho político que terminó con la sociedad política mapuche anterior a ese evento, y el asentamiento de la población en reducciones de tierra que apenas alcanzaba para la sobrevivencia, se creó otro sujeto mapuche que la pasó igual de mal. Ellos son los desheredados de la tierra, los que no alcanzaron tierra porque no se la dieron (la radicación trabajo entre 1893-1927 y el que tocó tocó), o porque fueron perseguidos por décadas (como la dictadura persiguió a gente por sus ideas en el siglo XX, que debieron exiliarse o vivir una vida oculta).

Y son también aquellos que, dado que la tierra no alcanza, son expulsados a las ciudades en calidad de mano de obra barata o profesionales. Para todos ellos no hay espacio en las propuestas de las organizaciones tradicionales. Y, es más, se les discrimina muchas veces aplicando con ellos el mapuchometro, cobrándoles la perdida de rasgos culturales que no pueden desarrollar de la misma forma que en la vida de gueto de las comunidades (por ejemplo, preservar la lengua, cuando en las ciudades no es funcional hablar mapuzugun y por tanto pasa con la lengua lo que pasa en cualquier sociedad en que una lengua no tiene espacio… se va perdiendo… incluso se pierde en las áreas rurales).

La propuesta de autonomía que promuevo es para todos los mapuche y una invitación a participar de la política. Para participar de un gobierno regional o de un gobierno local (municipio) solo necesitas votar y ser activo en política, no se requiere vivir en un área rural y obedecer autoridades pensadas como si fueran una nobleza a la que no se puede cambiar (una vuelta atrás en la historia a la idea del absolutismo).

Dejando hasta ahí las cosas, pues hay límites de espacio, creo que hay un buen momento para avanzar a congeniar propuestas. Hoy nadie puede hablar de “una” propuesta de autodeterminación desde el mundo mapuche. Lo que hay son varias propuestas, que difieren en elaboración, extensión o alcance de las ideas, y que corresponden a una forma específica del derecho a la autodeterminación de los pueblos, que podemos llamar AUTONOMÍA. Estos meses previos a la elección de constituyente deben ser dedicados a eso. Llegar a la constituyente dispersos sería la peor derrota para esas ideas e hipotecar un futuro por otros 30 años.

*José Mariman. Cientista Político. Doctor en Ciencias Políticas titulado en la Universidad de Santiago de Compostela, España, y Magíster en Ciencias Políticas de la Universidad de Colorado en Denver, EE.UU. Autor de «Autodeterminación. Ideas políticas mapuche en el albor del siglo XXI» (LOM, 2012), entre otras publicaciones.

FUENTE: Interferencia

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