México. Federalismo, aporte de la 4T

Por Gerardo Fernández Casanova, Resumen Latinoamericano, 30 octubre 2020.-

México, como nación independiente, nació como una monarquía imperial de efímera vigencia. Al derrocamiento de Agustín de Iturbide se promulgó la Constitución de 1824, híbrido entre los Sentimientos de la Nación y la Constitución de Apatzingán con la Constitución Federal de los Estados Unidos de América, a la sazón la Meca de la Ilustración y del liberalismo. Con ella dio inicio la permanente lucha entre los liberales federalistas y los conservadores centralistas, con la veleidosa figura de Antonio López de Santana como árbitro cambiante. No fue sino hasta 1856, con el triunfo de la Revolución de Ayutla encabezada por Juan Álvarez que se redactó la Constitución de 1857, de corte esencialmente liberal y federalista cuya aplicación diera lugar a la Guerra de Tres Años entre liberales comandados por Benito Juárez y conservadores liderados por el clero católico y Miguel Miramón. Perdida la guerra por el clero y los conservadores, éstos acudieron a solicitar a las monarquías europeas la designación de un príncipe para que rigiera los destinos de un México muy debilitado por las guerras intestinas. Napoleón III aprovechó la circunstancia para hacerse de una posesión colonial en América, cuando Estados Unidos se desgarraba en la Guerra de Secesión y otorgó el soporte militar y financiero para imponer a Maximiliano de Habsburgo como Emperador de México, con lo que la guerra recién terminada se reinició, ahora contra el ejército francés, entonces el más poderoso del mundo. Nuevamente Benito Juárez y su tenacidad logaron resistir el desgaste de la guerrilla mexicana cuyo costo ya no fue rentable para Francia, ante la amenaza de la guerra con Prusia y el triunfo de los liberales en Estados Unidos. Retirado el ejército francés el triunfo liberal concluyó con el fusilamiento de Maximiliano en el Cerro de las Campanas en Querétaro. La República Federal fue restablecida, por lo menos en lo esencial, aunque las entidades federadas poco contribuyeran a la exangüe federación.

Tuvo que llegar la dictadura de Porfirio Díaz, que mantuvo la forma federal, pero gobernó con férrea mano centralista.

Derrocada la dictadura porfirista, Madero el Apóstol de la Democracia, ejerció el federalismo durante los 14 meses de su mandato, destituido por un golpe de estado militar apadrinado por la embajada yanqui: el nuevo dictador Victoriano Huerta pretendió restablecer la forma porfirista de gobernar concentrando el poder nacional en su propia figura. El ejército constitucionalista convocado por Venustiano Carranza y con apoyo en los ejércitos campesinos de Emiliano Zapata y Francisco Villa derrocó al usurpador y se dio lugar a la tercera fase de la Revolución Mexicana bajo cuya férula se redactó la Constitución Mexicana de 1917, reafirmando el sentido federalista y liberal de la de 1857, con la innovación de incluir los derechos sociales a la tierra y al trabajo digno, así como la reivindicación del dominio de la nación sobre sus recursos naturales. La inestabilidad reinante en el país no produjo las condiciones para un ejercicio federalista auténtico. En los gobiernos posrevolucionarios, con partido único y presidencialismo autoritario, tampoco se vivió el régimen federal, aunque la Constitución lo mandase; la prioridad era mantener la cohesión del país, muy tentada a la dispersión al estilo de los países centroamericanos. Fiscalmente, el principal aporte provenía de las aduanas y de la actividad económica de la capital, en los estados se padecía de pereza para el cobro de impuestos. Así se llegó al Pacto de Coordinación Fiscal, en el gobierno de López Portillo, por el que la federación se hizo cargo de cobrar los impuestos y derechos federales, los que regresaría a los estados mediante una fórmula redistributiva convenida; todavía eran los tiempos del partido único y la fórmula resultó laxa para permitir al presidente premiar o castigar a los gobernadores a su conveniencia política.

En la alternancia del 2000, Fox mantuvo la fórmula manejada por Francisco Gil Díaz, discípulo de Salinas, como secretario de Hacienda, quien ejerció el poder fiscal con mayor virulencia que en los regímenes priístas. Con el auge de los ingresos petroleros, Calderón aceptó ciertas modificaciones a la fórmula en beneficio de los gobernadores del PRI que operaban a sus anchas como virreyes en sus estados. Lo más escandaloso sucedió bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto, las entregas a los estados se hacían al contentillo del cuasi vicepresidente Videgaray y con destino a campañas electorales.

En realidad, el federalismo fiscal sólo ha venido a ser aplicado por el Presidente López Obrador quien, basado estrictamente en la fórmula de la ley ha entregado cabalmente las participaciones a los estados sin mediar filias ni fobias. Francamente los 10 gobernadores de la que llaman Alianza Federalista carecen de razón en su exigencia por más recursos, más aún, carecen de autoridad moral porque ante la crisis mantienen sus lujos y privilegios onerosos. Es pura politiquería electorera, interesada en descarrilar el proyecto de la 4T.

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