Bolivia. Hugo Moldiz: “los movimientos populares vuelven a ser protagonistas”

Por Geraldina Colotti. Resumen Latinoamericano, 22 octubre 2020.

Entrevista exclusiva al exministro Hugo Moldiz, refugiado en la embajada de México en la Paz.

Para comentar la gran victoria electoral del Mas en Bolivia, contactamos al exministro de Evo Morales Hugo Moldiz, quien ha encontrado asilo en la embajada de México en La Paz después de el golpe. Abogado, profesor, periodista, Moldiz es autor de un libro reciente titulado Golpe de Estado en Bolivia. La soledad de Evo Morales, publicado por Ocean Sur.

Los conteos dicen que el dúo Arce-Choquehuanca obtuvo más del 54% de los votos. ¿Qué análisis hace de la votación y cómo afectará a la composición de las dos cámaras?

Se trata de una victoria histórica y un resultado superior al esperado, aunque desde mayo todas las encuestas han atribuido a los candidatos del Mas una intención de voto al menos diez puntos superior a la del segundo, Carlos Mesa. Pero vemos que las proyecciones en los lugares donde no habían llegado las encuestas, en las zonas rurales o en las más recónditas, la diferencia llegaba a 14-15, y siempre ha sido así. Un dato que emerge al comparar las encuestas sobre el Mas desde el año 2005 hasta la actualidad, es que el llamado voto oculto y el de los indecisos siempre ha ido al Mas.

Se puede suponer que un cierto número de votantes no han declarado su intención de voto, al menos por dos motivos: por vergüenza si fueran personas de clase media que no quieren asociarse con un partido identificado como partido de los pobres y por los pobres, o por miedo, dado el clima de represión que se ha impuesto en Bolivia después del golpe. La mayoría de las veces estas encuestas se realizaban a través de internet y era imposible saber si eran reales o si era la inteligencia de los golpistas quienes las realizaban.

A esto hay que añadir que la derecha ha hecho campaña principalmente a través de las redes sociales o con mensajes de audio y vídeo difundidos en la red. Por el contrario, nuestro binomio presidencial ha recorrido todo el país a pesar de las adversas y complejas condiciones que implicaron severas limitaciones por la pandemia y la persecución política. Con más del 54% de los votos, resultado del escrutinio oficial, el Mas tendrá una larga mayoría en ambas cámaras, lo que puede evitar los problemas de ingobernabilidad que podrían haber surgido con una mayoría menor.

¿Cuáles fueron los factores determinantes de la victoria?

Diría básicamente dos. Primero, la gente pudo hacer la comparación después de un año de gobierno de facto con respecto a la estabilidad económica, la distribución de la riqueza, la capacidad de llegar a todos los rincones del país, el crecimiento económico y el compromiso de todos y cada uno logrado en los 14 años de gobierno de Evo Morales. Por otro lado, el gobierno de la dictadora Áñez ha mostrado un resultado nulo en términos de crecimiento económico, de un plan estratégico para combatir la pandemia, y un altísimo nivel de corrupción, persecución política, violencia simbólica y física, desprecio por los pueblos y las naciones originarias, y una política general funcional al colonialismo.

La gente hizo la comparación y se dio cuenta de que, a diferencia de otros partidos, el Mas es el único presente a nivel nacional, y el que puede garantizar la estabilidad económica, política y social. El segundo factor concierne a la recuperación de los sectores populares, porque hay que admitirlo: en noviembre del año pasado se hizo evidente el cansancio de los movimientos sociales. Esta campaña electoral fue muy diferente a la anterior, animada por el compromiso y la fuerte identificación. No es que, en las elecciones de noviembre, no hubo identificación con Evo Morales que es y seguirá siendo el líder histórico del proceso boliviano, pero lamentablemente ha habido un proceso de despolitización en los últimos años. Se pensaba que ya estaba todo ganado y se podía pasar, como decía Frei Betto, de protagonistas a espectadores. Son síntomas de una cierta desaceleración en el proceso de cambio. Por eso, no podemos negar que después el derrocamiento de Evo Morales, la gente de los barrios urbanos salió a la calle con banderas bolivianas como si hubiera ganado el campeonato mundial.

La dictadura entró en juego con una base social construida no en torno a un horizonte definido, carencia que fue una de las causas de su derrota y de nuestra victoria, sino en torno a la aversión al Mas. El sujeto-Mas, o el sujeto-pueblo, se ha transformado así en el blanco central de la represión política y simbólica. Este resultado indica que el movimiento social se recompuso al menos a partir de mayo-junio, como se vio en las movilizaciones campesinas de agosto. Hay un sujeto histórico reconstituido de la revolución, con un mayor nivel de autonomía y autorrepresentación política que se estaba perdiendo.

A esto hay que sumar el liderazgo estratégico de Evo Morales, cuya presencia nunca ha fallado en el imaginario del pueblo, pero con la suma de una organización social más autónoma, empeñada en corregir los errores cometidos y del que sin embargo, había sido responsable, capaz de volver a ser protagonista. La derecha, en cambio, no ha sabido aprovechar la ventaja obtenida no con el voto, sino con un golpe realizado en clara violación de la legitimidad internacional. Rápidamente desperdició esta ventaja. Hubiera sido diferente si la Sra. Áñez, que tenía dos tareas que realizar, convocar elecciones y pacificar el país, no hubiera pasado de aplazamiento en aplazamiento con el pretexto de la pandemia. Y cuanto más se demoraba la votación, más podía reorganizarse el Mas.

Supongo que si las elecciones hubieran sido en enero-febrero no hubiéramos tenido las mismas posibilidades de ganar, porque entonces tanto el Mas como los movimientos sociales estaban confundidos sobre lo que había sucedido. El gobierno de facto pacificó mucho menos al país, agregando represión a la represión a manos de un ministro del Interior, el Sr. Murillo, quien tal vez cree estar todavía en el siglo XIX. No se da cuenta de que para cualquier organización que pretenda permanecer en el poder durante mucho tiempo, la hegemonía, entendida en el sentido gramsciano, debe ejercerse en la dialéctica entre consenso y coerción.

En cambio Murillo provocó el rechazo incluso en los sectores de la derecha que lo apoyaban, que paulatinamente se fueron distanciando, lo que llevó a la escisión de la derecha. La prueba más clara la da el alejamiento de Camacho, el líder “cívico” que organizó el golpe contra Evo Morales y que involucró a toda la derecha. También es sintomático el distanciamiento de Quiroga, quien aunque inconsistente desde el punto de vista electoral, es un activista político de la estrategia norteamericana en la región, en primera línea contra Venezuela, contra Cuba. Y el mismo Mesa, conocido pusilánime, se ha distanciado de la señora Añez.

El Mas tiene mayoría, pero la derecha es muy fuerte. ¿Qué forma tomará el conflicto de clases y con qué contenido? ¿Qué puede suceder entre ahora y mediados de noviembre, cuando el nuevo presidente asuma el cargo?

La situación de aquí a noviembre parece complicada para el nuevo gobierno, cuya principal tarea es recuperar el proceso de cambio. Se enfrenta a una economía prácticamente paralizada y casi en quiebra. Arce dijo que tomará al menos un año y medio o dos recuperar el nivel que había alcanzado Bolivia antes del golpe. El nuevo gobierno deberá enfrentar un doble desafío: el que determina la pandemia, pero también el de proceder con el necesario y saludable cambio de personas en la gestión política, pero con el consecuente conjunto de inexperiencia en la gestión.

También está el pataleo de esa extrema derecha que quiere incendiar el país, pero no existen las condiciones para que esto suceda. Ha habido un reconocimiento internacional del voto y muchas de las facciones de derecha también lo han hecho. Obviamente, tanto la derecha como EE.UU. hacen su trabajo, intentarán desestabilizar la gestión de Arce, pero esto no dará resultados de inmediato, y el nuevo gobierno puede aprovechar este tiempo a su favor.

Como ha señalado, hay algunos temas importantes por definir, comenzando por el económico. ¿Cuáles son las propuestas en la mesa?

Probablemente habrá dos etapas: una primera de carácter conservativo, en el sentido de que tendremos que recuperar lo que han destruido los golpistas, durante la cual será un poco difícil pedirle al nuevo gobierno que profundice algo que hay que reconstruir desde el principio. Y una segunda vez en la que espero que se profundice el proceso de cambio para pasar de una etapa de postneoliberalismo a postcapitalismo.

La crítica más importante que podemos hacer al gobierno de Evo Morales es la de haberse transformado en un extraordinario administrador del postneoliberalismo, de haber dado un salto del neoliberalismo al postneoliberalismo, pero de haberse acomodado progresivamente en el cargo de administrador extraordinario del modelo postneoliberal, alejándose de una perspectiva de cambio postcapitalista. Un tema, obviamente, complicado en las condiciones adversas en las que se encuentran la izquierda y el progresismo en los últimos años debido a la contraofensiva imperialista.

Todo dependerá, creo, de que en este paso de un primer momento necesariamente conservativo a un segundo de profundización del proceso, los dos niveles se mantengan distintos: el del Estado y el del poder popular que debe construir sus propios mecanismos. Es decir, se necesita una doble revolución: desde arriba y desde abajo. Cuando esta ocurre solo desde arriba, hay una tendencia a separarse de la gente y dejar grietas abiertas en las que la acción del enemigo puede encajarse. Evidentemente esto implica una recomposición de los movimientos sociales basada también en su mayor madurez y autocrítica, en una mayor capacidad de separarse de los intereses corporativos para mirar los generales en el largo plazo. Otro tema central vendrá determinado por la forma concreta en que se expresará la lucha de clases en Bolivia.

Se discute mucho sobre un posible regreso de Evo Morales, quien tiene una treintena de juicios pendientes, el primero de los cuales se realizará el día 27. ¿Cómo ve la situación?

Morales, como cualquier ciudadano, tiene derecho a regresar a su país. Ahora, se trata de decidir cuál es el mejor momento, porque, a pesar del gran apoyo que tiene en el país, es necesario tener en cuenta la campaña política y mediática de la derecha para perjudicar al gobierno de Arce desde los primeros días. Es una decisión política que tomará Evo Morales, ciertamente con madurez y experiencia, en los próximos días.

Un cierto progresismo moderado en América Latina, principalmente en Argentina, pero también en Europa, ya está tratando de atraer al nuevo gobierno hacia alianzas “más suaves”, que impiden el retorno de las ideadas por Cuba y Venezuela durante el ciclo feliz de gobiernos progresistas y socialistas. En particular, se intenta aislar a Venezuela y desacreditar el proceso electoral del 6 de diciembre. ¿Cuál será, en tu opinión, la actitud de Arce?

La victoria en Bolivia es importante porque confirma que no ha habido fin de ciclo progresista, y que efectivamente esto puede tener una influencia positiva en Chile, en el referéndum de la Asamblea Nacional Constituyente, en Ecuador el próximo febrero… Es importante para impulsar a otros pueblos en el camino de la reconstrucción y recuperación del espacio perdido en los últimos años, incluso en Venezuela, por los atentados y bloqueos sufridos tras la muerte de Chávez quien, junto a Fidel, sin duda representó el motor del proceso emancipatorio en América Latina. Un proceso siempre difícil y tortuoso por la proximidad geográfica de la mayor potencia imperialista del mundo, la de Estados Unidos.

Sin embargo, no creo que este proceso de recuperación se dé en el corto plazo, y para ello habrá señales contradictorias de los gobiernos progresistas y de izquierda del continente, sin perjuicio de la posición de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y esto se debe tanto a factores externos como internos. El derrocamiento de Evo Morales no fue un accidente, sino el resultado de dos elementos: la desaceleración del proceso de cambio, que pesó más, y la desestabilización imperialista. Pero está claro que ninguna estrategia de desestabilización puede funcionar si el primer elemento, determinado por la capacidad de organización, por la conciencia política, por la capacidad de dar una respuesta, es fuerte.

Evidentemente, el golpe se basó en la debilidad del primer elemento. Entonces, repito, es fundamental incrementar el proceso de repolitización, autoorganización, formación política de nuestro pueblo, la única forma de tener un mayor impacto en la arena internacional es profundizar el proceso de cambio.

¿Qué pasará con los ex ministros del gobierno que, como usted, son refugiados en la embajada de México en La Paz?

Estamos esperando. Lucho Arce ya dijo que estaba dispuesto a brindarnos un salvoconducto inmediato. No teníamos motivos para irnos si no se hubiera destruido el estado de derecho en Bolivia, si no se hubieran construido acusaciones y mentiras contra nosotros, si no se hubiera puesto en riesgo nuestra vida. No tenemos ninguna razón para salir del país. Hoy con el nuevo gobierno las cosas van a cambiar radicalmente, solo queremos mirar a la gente a los ojos, al país, desmantelar abiertamente las falsas acusaciones en nuestra contra, que son de carácter político y se basan en un vacío legal absoluto.

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