Palestina. Morir solo: cuando dejamos de ocuparnos de las y los presos palestinos

Por Ramzy Baroud Resumen Medio Oriente, 20 de octubre de 2020-.

“Nadie se preocupa por las y los presos [palestinos]”. En los últimos años he oído pronunciar muchas veces esta frase (o alguna variación de ella) a expresos palestinos o a sus familias. Siempre que hago una entrevista sobre este tema fundamental y extremadamente sensible se me dice, continuamente, que “nadie se preocupa”. Pero, ¿es realmente así? ¿Están tan abandonados las y los presos palestinos que su libertad, su vida y su muerte no tienen importancia?

Este tema, y esta afirmación, vuelven a aparecer cada vez que un preso o una presa palestina emprende una huelga de hambre o padece una situación extremadamente dura y torturas, que se filtran fuera de las cárceles israelíes gracias a los abogados o a las asociaciones de derechos humanos. Este año han muerto en la cárcel cinco presos palestinos a consecuencia de supuestas negligencias médicas o, peor, de las torturas.

Ni siquiera trabajadores de la ayuda humanitaria internacional, como Mohammed el-Halabi, son inmunes a ese trato degradante. Mohammed el-Halabi fue detenido en agosto de 2016 y todavía está a la espera de que se formulen las acusaciones. Las noticias acerca de la dura situación en la que está, que al principio recibió cierta atención de los medios debido a su trabajo para una organización cuya sede está en Estados Unidos, se limitan ahora a los mensajes en Facebook de su padre, Khalil.

Desde el 1 de octubre el-Halabi ha comparecido ante 151 juicios militares, pero todavía no sabe de qué se le acusa. Este querido hombre palestino, que desempeñó un papel fundamental en proporcionar medicamentos contra el cáncer a niños que estaban al borde de la muerte en Gaza, ostenta ahora el récord del juicio militar más largo nunca celebrado por la ocupación israelí.

Desesperados por lograr algo de atención y hartos de los clichés acerca de que son “fundamentales en la lucha palestina”, muchos presos y presas emprenden individualmente o colectivamente huelgas de hambre bajo la consigna de “libertad o muerte”. Quienes están encarcelados debido a la draconiana e ilegal política de ‘detención administrativa’ exigen ser puestos en libertad, mientras que las y los “presos de seguridad”, encarcelados en condiciones degradantes, simplemente piden tener visitas familiares o comida apta para el consumo humano.

Los problemas de salud debidos a las huelgas de hambre a menudo persisten mucho tiempo después de que haya terminado esta dura prueba física. He entrevistado a familiares de personas palestinas que fueron puestas en libertad de cárceles israelíes solo para morir al cabo de unos meses o vivir durante años con unos dolores interminables y unas dolencias constantes tras ser puestos en libertad.

Según algunos cálculos, desde la ocupación israelí de Jerusalén Oriental, Cisjordania y Gaza en 1967 unas 800.000 personas palestinas han sido encarceladas en prisiones israelíes .

Maher al-Akhras está escribiendo en estos momentos el último capítulo de este trágico relato. En el momento de escribir este artículo ha cumplido 77 días de huelga de hambre ininterrumpida. No hace falta una opinión médica para que se nos diga que al-Akhras puede morir en cualquier momento. Un vídeo reciente de al-Akhras en la cama del hospital israelí permitió vislumbrar el sufrimiento insoportable de este hombre. Con una voz apenas audible, este hombre demacrado y de aspecto exhausto afirmó que solo le quedan dos opciones, o ser liberado inmediatamente o morir dentro de los límites del “falso sistema de justicia” de Israel. El 7 de octubre su mujer, Taghrid, emprendió también una huelga de hambre para protestar por el hecho de que “a nadie le importa” su esposo.

Una vez más, en el discurso político palestino se impone la falta de preocupación por la difícil situación de las y los presos, incluidos quienes están moribundos. Así que, ¿cuál es la razón de esto?

La idea de que las y los presos palestinos están solos en la lucha por la libertad empezó a principios de la década de 1990, época en la que se firmaron los diferentes Acuerdos de Oslo que dividieron los territorios palestinos ocupados en zonas gobernadas por un extraño y kafkiano sistema militar que no acabó con la ocupación israelí sino que, por el contrario, la consolidó.

En la agenda de negociaciones israelo-palestina de aquel momento se eliminaron en gran medida varias cuestiones urgentes fundamentales para los derechos y la libertad de las y los palestinos. Una de esas cuestiones era el brutal sistema de detención y encarcelamiento sin juicio de Israel [la llamada “detención administrativa”, n. de la t.].

Es cierto que ocasionalmente se liberó a algunos presos y presas palestinas en pequeños lotes, como “gestos de buena voluntad”, pero el propio sistema, que otorgaba a Israel el derecho a detener, encarcelar y sentenciar a las y los palestinos, permaneció intacto.

A día de hoy la libertad de las y los presos palestinos (aproximadamente 5.000 continúan presos en Israel y cada día se añaden más) no consta en la agenda política de los dirigentes palestinos, que están sumidos en sus propios intereses, en las luchas entre facciones y en otros asuntos triviales. Al ser eliminada del terreno de la política, la difícil situación de las y los presos se ha ido quedando reducida a lo largo de los años a una cuestión meramente humanitaria, como si estos hombres y mujeres ya no fueran agentes políticos y una expresión directa, por una parte, de la resistencia palestina y, por otra, de la ocupación militar y la violencia israelíes.

En el lenguaje cotidiano hay referencias constantes a las y los presos palestinos. Ni un solo comunicado de prensa elaborado por la Autoridad Palestina, su principal facción de Fatah o cualquier otro grupo palestino deja de renovar la promesa de liberar a las y los presos mientras glorifican constantemente sus sacrificios. No es de extrañar que el lenguaje vacío nunca produzca resultados concretos.

Existen dos excepciones a la máxima anterior. La primera es el intercambio de presos, como el que tuvo lugar en octubre de 2011 y en el que quedaron en libertad más de mil presas y presos palestinos. Y la segunda son las huelgas de hambre de los propios presos y presas, que cada vez consiguen más logros pero que últimamente se ha convertido en la principal forma de resistencia.

Por desgracia, incluso la solidaridad con las y los huelguistas de hambre a menudo depende de las facciones, ya que cada grupo político palestino suele prestar una atención desproporcionada a sus propios presos y presas en huelga e ignora en gran medida a los demás. La cuestión de las y los presos no sólo se ha despolitizado, sino que también ha sido víctima de la desafortunada falta de unión de Palestina.

Aunque no es cierto que “a nadie le importan las y los presos palestinos”, miles de familias palestinas tienen motivos justificados para opinarlo. Para que la libertad de los presos y presas ocupe un lugar fundamental dentro de la más amplia lucha palestina por la liberación, tanto los propios palestinos como las redes de solidaridad con Palestina de todo el mundo lo deben situar en el lugar principal de la agenda política de Palestina.

Maher al-Akhras y miles de personas como él no deberían poner en peligro su vida para obtener derechos humanos básicos que en teoría deberían estar garantizados según el derecho internacional. Y lo que es igual de importante, no se debería dejar solos a las y los presos palestinos ni se debería dejar que paguen un precio por atreverse a luchar por la justicia, la equidad y la libertad de su pueblo.

Fuente: https://www.palestinechronicle.com/dying-alone-when-we-stopped-caring-for-palestinian-prisoners/

The Palestine Chronicle [Foto: Varios gazatíes protestan en solidaridad con el preso palestino Maher al-Akhras. (Foto: Fawzi Mahmoud, The Palestine Chronicle)]
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

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