Estados Unidos. Trump, ni habanos ni mojitos para sus compatriotas

Resumen Latinoamericano, 24 de septiembre de 2020.

 Si por el presidente Donald Trump fuera ninguno de sus compatriotas podría gozar hoy el placer de fumarse un buen habano, degustar un Cuba libre y hospedarse en un hotel de su antojo en Cuba.
Son algunas de las disposiciones puestas en vigor por el gobierno de Estados Unidos para arreciar el bloqueo contra la pequeña y vecina ínsula, las cuales ponen de manifiesto que esa política de cerco lesiona a los propios compatriotas del presidente Donald Trump.

Desde este 24 de septiembre entran en vigor regulaciones que el gobierno del autoproclamado país más libre del mundo impone a sus ciudadanos.

De tal manera quedan prohibidas las importaciones personales de ron y tabaco de la isla (léase souvenir), así como el hospedaje en un listado de hoteles de la nación caribeña.

A simple vista todo indica otra vuelta de tuerca a la política de bloqueo económico, financiero, comercial, y más, que por casi 60 años ejerce Washington contra la isla.

Claro que son tiempos electorales y Trump busca su reelección, incluidos los votos de los cubanoamericanos de la Florida, un estado clave por el número de delegados electorales que aporte y donde sus posibilidades de ganar no están claras.

Allí las encuestas dan una porfía cerrada con el candidato demócrata, Joseph Biden, quien luce con ventaja entre la comunidad boricua, que no le perdona a Trump los desaires del huracán María.

Trump tampoco tendría que hacerse muchas ilusiones con el favor de los afroamericanos floridanos.

No es casual que el nuevo paquete de castigos ocurra pocos días después de que el mandatario recibiera el poco honroso respaldo de los directivos de lo que queda de la brigada mercenaria, conocida como 2506, que sufrió aplastante derrota en las arenas de Playa Girón (Bahía de Cochinos) en abril de 1961.

Aquel ejército fue la punta de lanza enviada otro presidente, John F. Kennedy, con junta de gobierno y presidente de facto designados, para intentar derrocar a la joven Revolución Cubana.

La 2506, que integraban desde asesinos hasta terratenientes y esbirros de la dictadura de Fulgencio Batista, fue devuelta a Washington mediante un trueque de medicinas y compotas, aunque quienes le debían a la justicia tuvieron que hacerle frente en los tribunales cubanos.

Ahora los directivos de aquella tropa vencida entregaron un premio de consolación a Donald Trump, quien lo recibió agradecido, aunque quizás con la mala espina de aquello de la mala suerte.

Bastaron pocos días para que el gobierno estadounidense, fiel a su práctica, impusiera otras prohibiciones respecto a Cuba, que incluyen la eliminación de la práctica de autorización general a la participación u organización de conferencias, seminarios, exhibiciones y eventos deportivos bilaterales.

Desde esta fecha los ciudadanos, residentes y compañías sujetas a las leyes estadounidenses deberán solicitar una autorización o licencia específica para tales actividades.

En la práctica no hay mucho de novedoso en las sanciones que ahora se suman a un largo listado de ellas contra La Habana.

No es noticia que el mercado de Estados Unidos está cerrado para todos los productos cubanos, incluso aquellos de bien ganado reconocimiento mundial como ron, habanos, e incluso otros que resultan de necesidades para la vida humana, como medicamentos y productos biotecnológicos novedosos en los que Cuba ocupa sitios de vanguardia.

Además, desde antes Trump había prohibido los viajes turísticos a Cuba, los vuelos charters, los cruceros, aviones y embarcaciones privadas, e incluso cerrado los llamados contactos ‘pueblo a pueblo’, toda una afrenta al derecho ciudadano reconocido en la Constitución de la Unión Americana.

Con el bloqueo a Cuba, el presidente Donald Trump convierte a sus compatriotas en ciudadanos de segunda, con derechos cercenados.

Ello resulta paradójico por estos días, cuando cientos de sus vecinos turistas canadienses comienzan a llenar los hoteles de los Jardines del Rey, en el centro norte de la isla, resguardados además por las certificaciones y procederes sanitarios establecidos allí frente a la Covid-19.

Pero los canadienses, ciudadanos y representantes de otras naciones son también víctimas de este triple cerco que afecta a cualquiera que se atreva a violar el vasto andamiaje de prohibiciones que conforman la política de bloqueo.

Para ello está la ley Helms-Burton, cuyo Título III abre el camino a querellas judiciales en cortes de Estados Unidos a empresas de terceros países con intereses en la mayor de las Antillas, bajo el pretexto de ‘traficar’ con propiedades estadounidenses nacionalizadas con apego a la ley.

Bajo el Título IV de la propia legislación están contempladas sanciones a directivos de firmas y sus familiares señalados por romper el cerco.

Falta poco más de un mes para que el 3 de noviembre se diriman las elecciones presidenciales en el país norteño.

No habría que sorprenderse de que el actual gobierno estadounidense idee nuevas prohibiciones y castigos que afecten a Cuba y a sus socios comerciales.

Tampoco que estén dirigidas a coartar las libertades de sus propios ciudadanos, que tienen a apenas 90 millas a una isla que, aunque pequeña, tiene mucho y bueno por ofrecer.

Fuente: Prensa Latina

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