Brasil. En la segunda favela más grande Sao Paulo, el Ballet de Paraisópolis reanuda sus actividades pospandemia

Resumen Latinoamericano, 23 de septiembre de 2020.

La Escuela de Ballet Paraisopolis retomó sus prácticas habituales, según información difundida en los medios este martes. La Escuela se encuentra en la segunda favela más grande de Sao Paulo.

La favela Paraisopolis cuenta con un talentoso grupo de ballet que debido a la situación generada por la pandemia del nuevo coronavirus debió hacer una pausa en sus actividades.

Luego de cuatro meses, en los que se lograron efectuar difícilmente algunas clases virtuales, los profesores y alumnos de la escuela de ballet brasileña reanudaron sus clases presenciales, cumpliendo con el uso del tapabocas, entre otras medidas sanitarias, y practicando una coreografía que recrea una acción de violencia policial que impactó a la comunidad el pasado año.

El Ballet retoma ensayos con coreografía sobre violencia policial

Los bailarines se desploman uno tras otro al ritmo de una guitarra tensa. El ballet de Paraisópolis, la segunda mayor favela de Sao Paulo, retomó los ensayos interrumpidos por la pandemia con una cautivante coreografía sobre una acción policial que enlutó a la comunidad el año pasado.

Con la cuarentena impuesta por el nuevo coronavirus, los seis profesores del cuerpo académico del ballet diseñaron un programa intensivo de clases virtuales, enfocadas a mantener a sus 200 alumnos trabajando.

“No fue fácil. Las casas no tienen un piso adecuado para un bailarín, pero las clases fueron bien concebidas. Pensamos en todo lo que podíamos hacer virtualmente para que pudiesen mantenerse física y mentalmente en casa”, dice Mónica Tarragó, quien fundó en 2012 el ballet que opera sin costo para los alumnos, gracias al apoyo privado y público.

El programa incluyó clases de nutrición, estiramientos, ejercicios, coreografía y lecciones de diez bailarines internacionales, entre ellos la francesa Isabelle Guerin, ex “danseuse étoile” de la Ópera de París. Pero también representó un desafío adicional para los alumnos que viven en esta favela de 1 km2 y unos 100.000 habitantes.

Paraisópolis es una de las postales de la desigualdad de la capital económica de América Latina. Sus estrechas calles con apretadas construcciones contrastan con las mansiones y suntuosos edificios del vecino Morumbi, uno de los barrios más ricos de Sao Paulo.

Kemilly Luanda, en el último año de la formación, suspira cuando recuerda las dificultades para seguir las clases en su casa de dos cuartos, donde vive con sus padres, cuatro hermanos y un perro.

“Tenía que sacar a todos de un cuarto, colocar el teléfono en una litera y practicar entre las camas”, cuenta la adolescente de 17 años.

La inestabilidad de internet y la pequeña pantalla del teléfono, a falta de computador, eran complicaciones adicionales, a las que se sumaba el vacío de no poder ver a sus compañeras de ocho años de estudio, que considera “hermanas”.

“Estaba muy ansiosa por volver, fue como si fuese la primera vez”, contó en la improvisada sala de ensayos donde practican cuatro horas diarias de lunes a viernes. La sonrisa se adivina debajo de la máscara, que sólo deja ver sus ojos maquillados con un impecable delineador naranja.

De los 22 alumnos que volvieron a las clases presenciales (el resto sigue los cursos virtuales), diez practican en la sede de la escuela y los doce del último año en el segundo piso de un centro cultural que llegó a ser una base de lucha contra la pandemia.

Brasil, con más de 123.000 muertos y 4 millones de casos, es el segundo país con más fallecidos por el nuevo coronavirus, después de Estados Unidos. Sao Paulo lidera, en números absolutos, el índice nacional en óbitos y diagnósticos.

El estado fue uno de los primeros en establecer medidas de cuarentena y de paralización de actividades. La pausa de cuatro meses impidió que el Ballet de Paraisópolis viese su primera graduación, que ahora está programada para 2021.

“Fue la peor sensación de mi vida. Sólo parábamos para Navidad y año nuevo y, quiera que no, nos volvimos una familia”, dice Mónica Tarragó, mientras la clase ensaya “Nueve muertos”, una pieza que rinde homenaje a las nueve personas que fallecieron pisoteadas en diciembre de 2019, luego de que la policía irrumpiera en una fiesta callejera de Paraisópolis.

La coreografía aún no se estrenó por la pandemia.

“Cuando ensayo trato de entrar en la piel de esos jóvenes, de sentir la angustia que sintieron al verse acorralados en los callejones. Es parte de esto, tenemos que entregarnos en cuerpo y alma a lo que hacemos”, dice Kemilly, que vivía en la calle donde ocurrió la tragedia.

Al fin de la clase, las bailarinas se quitan las zapatillas dejando expuestas las leves heridas en los pies.

Mónica Tarragó cuenta que todo los años muchos alumnos dejan el ballet, pero que el objetivo no es forzosamente formar bailarines profesionales, sino abrir perspectivas y caminos.

Esta transformación subyace en las palabras de Kemilly: “No sabía lo que era bailar ni que podía ser una profesión. Ahora no puedo vivir sin esto. Me veo como una bailarina profesional. Quiero vivir de la danza”.

Paraisópolis: Favela baila ballet para combatir las desigualdades

Son las diez de la mañana y en la favela de Paraisópolis, la segunda mayor de Sao Paulo, suena música clásica. Hace ya una hora que veinte niños siguen las indicaciones del profesor con disciplina de hierro: es el ballet intentando ganar la batalla a la delincuencia.

“Estamos sacando a los jóvenes de la criminalidad”, explica a EFE la bailarina Mónica Tarragó, quien hace tres años decidió cruzar las calles que separan Morumbí, uno de los barrios más ricos de la ciudad, para adentrarse en Paraisópolis y aportar su “granito de arena a la sociedad”.

Desde entonces y gracias al apoyo de la asociación de vecinos, ya son trescientos los niños que cada semana pasan por las aulas del Proyecto Ballet Paraisópolis y prueban que un maillot y unas zapatillas de danza pueden combatir la delincuencia.

Para participar en la iniciativa, totalmente gratuita, los niños tan sólo deben cumplir dos condiciones: estar matriculados en la escuela e ir a todas las clases, dos requisitos que no siempre son fáciles de cumplir, especialmente debido a la situación socioeconómica de las familias a las que pertenecen.

“Son chicos que viven en la miseria absoluta”, resalta Tarragó. Y se apresura en agregar: “Si cada uno hacemos nuestra parte, conseguiremos salir adelante”.

De hecho, como ella misma relata, la comunidad ha acogido tan bien el proyecto que ya hay 800 menores en lista de espera para participar en el curso, que dura ocho años y donde, además de baile, también aprenden a llevar un ritmo de vida saludable y una alimentación equilibrada.

El Ballet de Paraisópolis presentó otro espectáculo inédito en el escenario del Auditorio. Paraisopolizar trajo elementos de identidad de Paraisópolis, la segunda comunidad más grande de São Paulo, con coreografías en estilos contemporáneos, neoclásicos, clásicos y de repertorio. El vestuario y el atrezzo fueron creados en Ateliê de Costura y creados por la compañía, que tiene la dirección artística de Jum Nakao.

Sin embargo, “la organización y la disciplina” son los dos pilares con los que cuenta la comunidad para alejar a los moradores de la criminalidad. Aunque no son los únicos.

El arte, en todas sus formas, se ha convertido en los últimos tiempos en la herramienta clave para lograr convertir una favela en un barrio, ya que, con 800,000 habitantes, Paraisópolis está determinada a dar un giro a su porvenir y dejar de ser una región marginal en el oeste de la mayor urbe latinoamericana.

Un espectáculo de la compañía de ballet, una presentación de las orquestas filarmónicas locales o la visita al estudio de la radio comunitaria complementan la ruta cultural “Paraisópolis de las Artes”, que incluye todavía dos paradas más.

La primera es en un taller de reparación de coches y motos regentado por Berbela, un mecánico con dotes de artesano que da vida a cualquier forma imaginable, desde cocodrilos a grillos, mesas de decoración o Harley-Davidson con tuercas, tornillos, engranajes, clavos y cadenas soldadas a piezas de motor desechadas.

Aunque el plato fuerte viene de la mano de Estevão Silva Conceição, el “Gaudí brasileño”, cuya ambición de tener un jardín lo llevó a construir, durante treinta años, su propia “Casa de Piedra” usando todo lo que tenía a su alcance: gafas, cámaras, monedas, vasijas, platos, cerámica, muñecos, souvenir e incluso móviles.

Impulsado por la agrupación vecinal, el itinerario cultural muestra al visitante proyectos artísticos y sociales que se desarrollan en la favela para intentar “revertir la visión de una comunidad carente”, tal como señaló Isaac Bezerra, uno de los moradores.

“La mayoría de las personas de la comunidad son trabajadoras y honestas pero sin motivación ni oportunidades. Esperamos que esta ruta consiga cambiar un poco la concepción de los visitantes sobre qué es una favela”, concluyó Juliana Gonçalvez, vicepresidenta de la Asociación de Vecinos.

Fuentes: TeleSUR // EFE // France 24

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