Perú. El adiós de un hombre que buscaba a la familia que le quitaron

Por Omar Lucas y Carolina Martín. Resumen Latinoamericano, 3 de septiembre de 2020.

Julio Chuchón, sobreviviente de Los Cabitos, víctima de la Covid-19.

El cuartel militar Los Cabitos, en Ayacucho, sirvió como centro de secuestro, tortura, muerte y desaparición de cientos de personas en los ochenta. Aunque el jefe de esa base militar fue condenado a prisión, la justicia no ha llegado para los deudos. El responsable sigue prófugo y a la fecha van más de 35 años del mismo dolor que afecta a 21,793 peruanos con paradero desconocido. La agónica búsqueda ha sido nuevamente paralizada, esta vez por la pandemia.

Julio Chuchón, de 71 años, falleció el pasado 14 de julio del 2020  a causa de la COVID-19. Lo hizo sin encontrar la justicia por la que peleó, incansable, durante los últimos 35 años. Pánfilo, su hermano, fue secuestrado por miembros de las Fuerzas Armadas el 25 de agosto de 1983. Lo sacaron, a la fuerza, de su casa de la comunidad de Chiribamba, en Vilcashuamán, para llevarlo – presumen – al cuartel Los Cabitos, en Ayacucho. Lo mismo le sucedió a su esposa, Nelly Salvatierra, tan solo un día después, cuando se acercó a la base militar del poblado para preguntar por su cuñado. Y desde entonces Julio no cesó de buscarlos.

Pero la muerte, que no avisa, lo encontró sin haber logrado su cometido, y su nombre ha sido así el último en unirse a la triste lista del casi medio centenar de hombres y mujeres que, como él, dejaron este mundo sin haber encontrado el paradero de sus seres queridos, tras su desaparición forzosa durante la guerra interna de las décadas de los 80 y 90 en el Perú.

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MEMORIA. Natividad Barzola Prado (70) sostiene la foto de su hijo, Eloy Barzola Barron, quien fue secuestrado por una patrulla militar la madrugada del 27 de julio de 1984 en su casa del distrito de Carmen Alto, en Ayacucho (Perú). Lo llevaron al cuartel de Los Cabitos. Tenía 17 años.
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PRENDA. Camisa de Claudio Sayas, secuestrado por militares en 1984, en la comunidad de Pacchanca. A 36 años de su desaparición, su viuda, Justina Gálvez (89), la guarda con la esperanza de que sea la prenda con que lo entierren cuando se encuentren sus restos. 
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CONSUELO. Justina Gálvez (89) se conmueve al ver fotos de su esposo, Claudio Sayas Delgado, y a su hijo, Herminio Sayas Gálvez, ambos secuestrados el 27 de agosto de 1984 y trasladados al cuartel Los Cabitos. Nunca regresaron. Ayacucho, 25 de junio de 2018.

La enfermedad se lo llevó en apenas dos semanas, sin darle tregua ni, literalmente, respiro. Este profesor de Educación Primaria ya retirado ingresó de urgencia en el hospital II de Huamanga, de Essalud. Nunca más salió. Y las madres de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP) lamentan entre lágrimas la pérdida del que fue uno de sus miembros más activos, y sienten con profundo dolor el no haber podido siquiera velar su cuerpo de la manera que merecía, en el Museo de la Memoria, como tantas veces él hizo con los restos de otros compañeros.

Julio no solo era miembro de la asociación desde casi sus inicios, también era uno de los pocos supervivientes de Los Cabitos, el cuartel que tanto le arrebató. El 17 de abril de 1984 una patrulla militar de 10 hombres encapuchados se lo llevó detenido, acusándolo de pertenecer a Sendero Luminoso. Y fue torturado durante dos días, en ocasiones colgado de una viga del cuartel, con las manos amarradas hacia atrás, hasta que los militares dijeron que se habían equivocado y fue liberado.

Hasta el final de sus días, Julio nunca perdió la esperanza de encontrar a su hermano Pánfilo y a su primera mujer Nelly. Pero la justicia camina a paso lento, demasiado la mayoría de las veces. Y en el caso de la búsqueda de los desaparecidos por la violencia política parece que más aún. 

Diez años después de haberse exhumado los restos de 109 personas – el 40% de ellos menores – en la zona conocida como La Hoyada, junto al cuartel en el que Julio tanto sufrió, solo se ha logrado reconocer y entregar 14 cuerpos. Los 95 restantes aún siguen sin identificar a pesar de los denodados esfuerzos del Equipo Forense Especializado (EFE) del Ministerio Público.

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RETRATOS. Foto de los hermanos Juan y Godolfredo Vallejo, secuestrados en su casa por una patrulla militar que los llevó al cuartel Los Cabitos. Meses después, su madre encontró el cuerpo de Godolfredo, mutilado, en la zona conocida como El Infiernillo.
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DEUDO. Elena Gonzales (60) busca a sus padres y a su hermano, quienes fueron secuestrados por militares el 27 de octubre de 1983 en el Centro Poblado de Espite. Se los llevaron al cuartel de Cangallo. Su esposo, Marciano Choque (29), fue asesinado en 1983 por Sendero Luminoso.
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ESPERA. Ventura Tenorio (64) en la cocina de su casa. Ella busca a su padre, Leonidas Tenorio, quien fue detenido en 1985 por miembros del Ejército peruano, que lo acusaban de pertenecer a Sendero Luminoso. Ella también fue secuestrada y torturada. Ayacucho, 20 de mayo de 2019.

Son muchos los familiares de desaparecidos del caso Los Cabitos que, como Julio hizo durante más de tres décadas, se aferran a la esperanza de que alguno de esos vestigios que están siendo analizados – los pocos que escaparon a las altas temperaturas del horno de La Hoyada – pertenezcan a sus seres queridos, aunque nada les garantiza que así vaya a suceder.

Existe una amplia posibilidad de que dentro de Los Cabitos haya más fosas con más rastros humanos, y tampoco tienen la certeza de que sus hijos, esposos y hermanos no fueran trasladados a algún otro lugar en el que los miembros del Ejército pudieran continuar las torturas que les infligían.

Ya existe un requerimiento al Ministerio Público de parte de ANFASEP para que las labores de búsqueda y exhumación se extiendan al cuartel, algo que hasta la fecha no ha sido posible por la negativa de los militares. Y aunque la Fiscalía Especializada en Derechos Humanos, Desapariciones Forzadas, Ejecuciones Extrajudiciales y Exhumación de Fosas de Ayacucho ya había programado un diligencia de cateo y exhumación en el lugar para marzo de este año, ésta se suspendió como consecuencia de la emergencia sanitaria declarada por la pandemia de la COVID-19.

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VÍCTIMA. Domitila Huamaní busca a su esposo, Gregorio López Rapay, secuestrado el 20 de diciembre de 1985, en la comunidad de Rumihuasi, distrito de San Pedro de Cachi. En la incursión, quemaron toda su casa y pertenencias. Domitila, al cuidado de cinco hijos, perdió todo. Ayacucho, 11 de agosto de 2018.
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MIRA. Victoria Prado (66) observa la zona conocida como Infiernillo, donde eran arrojados los cadáveres de los asesinados en Los Cabitos. Ella, junto a otras mujeres, recorría el lugar en busca de su hermano Graciano, secuestrado junto a su otro hermano, Antonio, en marzo de 1990.  Graciano sigue desaparecido. Ayacucho, 27 de octubre de 2018.
SOBREVIVIENTE. Julio Chuchón Prado (70) fue secuestrado en abril de 1984 en su cuarto alquilado de Huamanga. Primero fue llevado a la Casa Rosada y luego al cuartel Los Cabitos, donde fue torturado. Julio falleció el 14 de julio del 2020 a causa de la COVID-19.
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SANTUARIO. Vista del horno en La Hoyada, construido en 1985 para incinerar los cuerpos de los asesinados en Los Cabitos. Las cruces que lo rodean fueron colocadas por la madres de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP). Ayacucho, 9 de Junio de 2018.

La búsqueda de los desaparecidos durante el conflicto armado interno peruano se ha frenado una vez más, en esta ocasión por la llegada de un virus que está diezmando nuevamente a la población de Ayacucho y del país, pero el ciclo de la vida sigue su curso y los miembros de ANFASEP se están haciendo mayores. Este año ya son cuatro los asociados – dos hombres y dos mujeres – que han fallecido, pero cada vez son más los nietos de los desaparecidos los que deciden continuar la labor iniciada por sus progenitores.

El dolor de los familiares no se detiene y hoy todos esperan con ansia que el Ministerio Público re programe las diversas acciones de búsqueda, exhumación y restitución de restos con las que esperan poder responder una pregunta que les atormenta desde hace demasiados años: dónde están sus seres queridos.

Todos menos Julio. A él ya se le acabó el tiempo.

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TRIBUTO. Lizbeth Salazar sostiene las flores que depositará en la cruz colocada en La Hoyada en honor a su abuelo, Luis Chumbe Mesa, desaparecido el 14 de abril de 1983, dejando a su abuela con cinco hijos huérfanos. Ayacucho, 7 de Julio de 2018.
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ESCENA. Una madre limpia el lugar donde, entre 2005 y 2010, el Equipo Forense Especializado (EFE) realizó la excavación exploratoria más grande del mundo. Los cuerpos hallados, en su mayoría, tenían las manos amarradas por la espalda, descuartizados y con impactos de bala en las cabezas. Ayacucho, 10 de mayo de 2018.
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EVIDENCIA. Bala de fusil FAL, sin percutar, encontrada en La Hoyada. El lugar era campo de entrenamiento para militares y también un cementerio clandestino de donde fueron sacados los cadáveres que serían incinerados en el horno construido ex profeso en el lugar. Ayacucho, 2 de noviembre 2019.
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HISTORIAS. Fotografías de personas desaparecidas entre 1980 y 2000 en Ayacucho. Esta región de los Andes fue la más afectada por el conflicto armado interno, con el 47% de las víctimas, según datos de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Ayacucho, 23 de abril de 2019.
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SEPELIO. Familiares de Ricardo Carrión Jaulis cargan su ataúd rumbo a su entierro, después de 35 años. Carrión fue detenido por miembros de la Policía el 26 de julio de 1984. Desde la comisaría fue llevado al cuartel Los Cabitos, del que nunca regresó. Ayacucho, 23 de noviembre de 2019.
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DOLOR. Wilber Barzola Barrón tenia 2 años cuando un grupo de militares derribó la puerta de su casa y secuestró a su hermano mayor, Eloy, para llevarlo a Los Cabitos. Después de 34 años, sus restos fueron identificados por el Equipo Forense Especializado y enterrados en el Cementerio General de Ayacucho. 25 de Mayo de 2018.
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FAMILIA. Silveria Conga Yupanqui (56), Victoria Conga Yupanqui (62) y Agripina Conga Ataucusi (50), hermanas de Amador Amalquino Conga Ataucusi, cargan su ataúd camino a su entierro en Vinchos. Amador fue secuestrado la madrugada del 27 de julio de 1984 por una patrulla militar en Carmen Alto. Ayacucho, 21 de julio de 2018.
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LUTO. Otilia Meneses despide el ataúd de su sobrino, Tito Arturo Cordero De la Cruz (15), cuyos restos le fueron entregados después de 36 años. Tito fue detenido el 15 de julio de 1984 por cuatro agentes de Inteligencia del Ejército, vestidos de civil, en la plaza de Carmen Alto. Ayacucho, 12 de febrero de 2020.
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AUSENTE. Una foto de Ricardo Carrión Jaulis preside la tumba en la que descansa, 35 años después de su desaparición. Carrión fue detenido en 1984, en un agencia bancaria de Ayacucho, trasladado a una comisaría, y luego al cuartel Los Cabitos. En 2014 su hermana reconoció su ropa en una exhibición de prendas organizada por la Defensoría del Pueblo. Ayacucho, 23 de mayo de 2019.

FUENTE: Ojo Público

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