Pensamiento crítico. ¡El coronavirus nos hará mejores!…¿será?

Por Juan Guaján, Resumen Latinoamericano, 2 de agosto de 2020.

El tamaño del dolor producido por este corona virus y algunos iniciales gestos solidarios albergaron la idea señalada en el título. Veamos si se verifica en la realidad. COVID 19: Diferencias entre países asiáticos y occidentales; entre el AMBA y el interior. El gobierno empieza a gobernar en materia de: presupuesto; moratorias; el IVA en productos lácteos y la Suprema Corte.

En los primeros días, con el protagonismo de los aplausos a los trabajadores de la salud desde los balcones, daba la impresión que podía desplegarse una generalizada solidaridad hacia las víctimas de esta peste y las personas afectadas a la atención de la misma.

Con el paso de los días, no solo desaparecieron aquellos aplausos sino que el miedo fue ocupando el lugar del respaldo y las muestras de fraternidad.

Las políticas de Estado, bajo la atenta mirada del mercado, y los objetivos de los grandes medios, en manos de los mismos dueños del poder, han creado las condiciones para transformar esta peste en una gigantesca fuente de miedo. Esta situación coloca a la sociedad al borde de la angustia colectiva.

Los contagiados y el personal que los cuida comenzaron a padecer discriminaciones de todo tipo. Se fueron transformando en un “peligro social” para “los otros”.

En el Barrio Nueva Esperanza de la ciudad de Neuquén residía un enfermero que tuvo síntomas del coronavirus, por precaución se aisló en el domicilio de su madre. Verificado que no estaba contagiado volvió a su casa. Allí los vecinos intimaron que se fuera, le quemaron la casa y robaron su coche.

Tamaña y extrema reacción es expresiva de un estado de ánimo colectivo que ha “intoxicado” a gran parte de la sociedad.

Esta actitud, que evidentemente ya estaba en  la sociedad, se  profundizó con la aparición de este virus. El “autismo social” que promueve el “sálvese quien pueda” llegó –con el COVID 19- a sus puntos más altos. La competencia que rige la vida de los mercados se ha instalado como una guía de la vida social llegando a estos extremos del individualismo que atentan contra la vida en sociedad. El prolongado aislamiento social ha favorecido estas tendencias.

Aquí se manifiestan dos elementos que caracterizan a esta situación.

Uno es la exacerbación del individualismo que termina alimentando hasta el infinito aquel principio romano de “divide y reinarás”.

Lo otro es la eliminación de la población considerada “innecesaria”. Da la impresión que este virus está programado para cumplir con esta función. Enfermos y viejos son sus principales víctimas.

Cualquiera sea el origen de este virus, el actual modelo social le está profundamente agradecido. Ayuda –en lo inmediato- a los gobiernos estatales a mantener su poder. Lo que está ocurriendo es funcional a la continuidad de los intereses del sistema dominante. Parece una respuesta al pedido de quien fuera Primer Ministro de Japón -Taro Aso- que el 22 de enero de 2013 pidió a los ancianos que “se den prisa en morir” para evitar un gasto innecesario para el país.

El virus afecta a una parte de la población pero la siembra del miedo se expande por toda la sociedad. Los sentimientos de angustia, temor y el peligro de la muerte nos introducen en una especie de pánico y en la desconfianza hacia los demás, promoviendo un individualismo paralizante y haciendo más difícil nuestras necesidades de respuestas colectivas.

Los actuales poderes están agradecidos por esta “ayuda” para sobre llevar esta crisis. Sin embargo son consientes que la profundidad -nacional y global- de la misma no va a desaparecer y que, en el mediano plazo, las respuestas pueden ser aún más profundas de lo que hoy aparece como previsible en el horizonte.

COVID 19 – DIFERENCIAS ENTRE ASIA Y LOS PAÍSES OCCIDENTALES; ENTRE EL AMBA Y EL INTERIOR

El COVID 19 proporciona algunos datos sobre tendencias mundiales y propias que llaman la atención y a partir de los cuales se han tejido varias hipótesis.

Los países occidentales reúnen aproximadamente un 20% de la población mundial, sin embargo es allí donde se está produciendo el 80% de casos de personas afectadas por este virus. De lo cual se deduce que este mal aqueja de un modo distinto a los diferentes países. Los contagiados y fallecidos en los países de Asia son mucho menores, a pesar que la peste comenzó por China y tardó –varias semanas- en llegar a Occidente. Estos países -por lo visto- no supieron aprovechar ese tiempo para una mayor y mejor planificación y prevención. De todos modos esa rotunda diferencia sobre este virus y sus distintos efectos en Oriente y Occidente merece un par de consideraciones.

No parece oportuno descartar las diferencias religioso-culturales, el pensamiento de Confucio en países orientales y el cristianismo en occidente, que predominaron o predominan en cada una de esas civilizaciones y sus respectivas influencias. Sin embargo parece más significativo señalar algunas cuestiones más cercanas que pueden haber influido sobre las mencionadas diferencias. En ambos casos estamos ante fuertes sistemas estatales, pero el mismo resultó mucho más eficiente, aceptado y disciplinado en Oriente. En Occidente ese poder fue utilizado para imponer duraderas cuarentenas. En los países orientales, particularmente China, hubo un impacto inicial de duro control y aislamiento. Pero luego colocaron el eje en la masificación del uso de sus sofisticadas tecnologías los que les permitió seguir más de cerca la aparición, tránsito y evolución del virus, más que encerrar a la población en prolongados e insostenibles aislamientos y largos cierres de frontera.

En nuestras tierras, las duras cuarentenas de las primeras semanas, tuvo como efecto positivo la posibilidad de mejorar las condiciones y equipamiento sanitario pero adelantó el cansancio de la población respecto a los protocolos de aislamiento, lo que se tradujo en mayores dificultades para su cumplimiento algunas semanas después.

Cabe reiterar que, si bien la circulación del virus está creciendo en el interior, la población del AMBA -donde reside bastante menos de la mitad la población total del país- tiene cerca del 90% en el total de contagiados y del 85% de los fallecidos. Ya sabemos que –proporcionalmente- el principal lugar de contagio y circulación del virus está en los complejos habitaciones que suponen mayor  hacinamiento -con un alto porcentaje de gente mayor-, más que las viviendas humildes y cargadas de hijos y jóvenes desparramadas en las barriadas.

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