Catalunya. Testimonios sobre “nuestro racismo de cada día”

Por Nicolas Lupo Sonnabend, Resumen Latinoamericano, 14 julio 2020

El microracismo impregna las experiencias diarias de muchas minorías racializadas en Catalunya, aunque el relato social imperante suele negar o minimizar su existencia. A raíz de las protestas por la muerte de Georges Floyd en EE.UU., las personas que sufren estigmas raciales en nuestro país, en especial las afrodescendientes, alzan la voz contra el discurso hegemónico según el cual el estigma contra este perfil étnico es más propio de otros lugares del mundo y muestran con multitud de ejemplos que está muy presente en su vida cotidiana

En medio de la plaza Sant Jaume de Barcelona, ​​Amy, Jenny y María comienzan a hablar del racismo que han experimentado a lo largo de sus veintidós pocos años. Están rodeadas por miles de personas que protestan contra el racismo y en apoyo de las manifestaciones en Estados Unidos después de la muerte de Georges Floyd. Sólo una pregunta, y las tres ponen en marcha a hablar durante 40 minutos sin casi detenerse, confirmando las discriminaciones en la calle, comentarios sobre su color de piel en la escuela, o los estereotipos que ven en las televisiones. La mayoría de sus experiencias no serían consideradas como delito de odio, pero sí un racismo sutil que impregna el día a día de nuestras sociedades de mayoría blanca hacia las minorías racializadas.

“Lo que más nos duele es que nos digan ‘entorna-te en tu país’ (regresa a tu país) como si no fuéramos de aquí”, dice Amy Doumbia, de 22 años, “pero en muchos casos son comentarios o actitudes de las que no son conscientes “. Desde gente que se levanta de su lado cuando se sientan en el metro, a profesorado y compañeras de clase que siempre se giraban hacia ellas cuando tocaba estudiar el continente Africano o uno de sus países, hasta los comentarios sobre sus labios y otros rasgos físicos o el policía que les pide el NIE -el documento de identidad para residentes extranjeros- en lugar del DNI.

“Al principio no hacía caso,” continúa Doumbia, “pero tienes un sentimiento de impotencia. Lo sufres durante años y al final no puedes más. ” Las pancartas inundan la plaza Santiago: fotografías de Georges Floyd, muerto a manos de policías en Minneapolis cuando estaba esposado, de las protestas que se han extendido por todos los Estados Unidos y que tuvieron su apogeo durante los primeros días de junio , o los nombres de Idrissa Diallo y Aramis Manukyan, muertes bajo detención en los Centros de Internamiento para Extranjeros. En otra pancarta se lee, en inglés, una frase de Angela Davis, la activista política afroamericana. “No acepto más las cosas que no puedo cambiar.”


La manifestación estaba convocada por la Comunidad Negra de Africanos y Afrodescendientes en España (CNAAE) con apoyo de otras entidades, a decenas de ciudades de todo el estado. Como muchos otros países, estas protestas y movilizaciones fueron a rebufo del movimiento masivo generado en Estados Unidos. Pero las experiencias y las demandas de las manifestantes en Barcelona, ​​entre los dos edificios institucionales más relevantes en la ciudad, tenían un componente local. Todas ellas, sin excepción, decían haber sufrido discriminaciones aquí, en nuestro país, por el color de su piel.

Concentración antirracista en Barcelona, ​​en recuerdo de la muerte de George Floyd en la plaza de Sant Jaume de Barcelona | Victor Serri



“Cualquier persona que diga que aquí no hay racismo, se equivoca”, dice Miquel Àngel Essomba, antiguo portavoz de SOS Racismo. “Es una cuestión estructural.” Para las poblaciones nativas es difícil de visualizar la extensión del racismo que existe a nivel social e individual, pero las minorías racializadas lo sufren en el día a día. “Sentimos impotencia”, dice Laia Muñoz Bover, portavoz de la CNAAE, “desde la persona que ha de llevar el pelo liso y no afro porque está mal visto, hasta que te cambien de idioma para que se sorprenden de que el hables tan bien “a pesar de haber nacido aquí. Son estas interacciones del día a día, estos mensajes no abiertamente discriminatorios con intención de denigrar la otra persona, los más comunes y los más extendidos. Unos actos de agresión comparables al micromachismos, pero el equilibrio demográfico y la concienciación hacen que las discriminaciones de género sean más visibles.

Hay quien dice microracismes, otros prefieren el término “racismo sutil”. Son microagressions “intencionadas o no intencionadas que comunican desprecios raciales negativos u hostiles hacia la gente racializada”, según la definición de un equipo de la Universidad de Columbia de Estados Unidos que ha trabajado esta cuestión. “Casi todos los encuentros interraciales son propensas a las microagresiones “. Si bien la historia de Estados Unidos en cuestiones raciales es única en ese país, en Cataluña, dicen las personas que reciben este tipo de discriminaciones sutiles, existe una invisibilización del problema, y ​​consecuentemente una falta de protocolos y concienciación en las instituciones y el conjunto de la sociedad.

Ejemplos, hay muchos. Categorizados en tres grupos, el estudio lo separa en microasaltos, microinsultos y microinvalidación. La primera categoría se refiere a la utilización de denominadores que hagan referencia a la cuestión racial. “No entiendo por qué la gente se otorga el derecho a decirme ‘negro'”, dice Jenny Effah, que trabaja de auxiliar de enfermería. También estudia en Tarragona, y cada año busca piso meses antes del inicio del curso porque sabe lo que cuesta. “Una vez me dijeron que no querían extranjeros porque dejan mucho olor al cocinar”. La repetición constante de este y otros términos, en un marco de discriminación más amplio, crea una fuerte carga mental en la persona que la padece.

Los microinsultos, muchas veces ignorados por sus autoras, trasladan mensajes groseros o insensibles que claramente transmiten un mensaje discriminatorio a la receptora. Eliseo Loye tiene ahora 21 años, pero recuerda perfectamente como en la escuela sus profesores se sorprendían que tuviera muy buenas notas. “No es lo que esperaban, porque soy negro”.

La última categoría sería la de la microinvalidació, en la que el interlocutor niega la existencia del racismo en las experiencias propias de las personas racializadas, o desconoce por completo como las estructuras y el pensamiento racistas sobre los que se ha construido la sociedad influyen sobre sus propias percepciones.

Esta discriminación de la población afrodescendiente es endémico en los Países Catalanes y el conjunto del Estado español, concluye un informe del grupo de expertos de las Naciones Unidas al respecto. “El sesgo racial es la realidad que viven los afrodescendientes”, especificaba el informe del 2018. Por ejemplo, la población negra corre el riesgo de ser señaladas 42 veces más sólo por su color de piel. “O entras a un bar y, tal cual pasas por la puerta, ves que algunas personas se acercan la bolsa en verte”, dice María Baldé, de 22 años, mientras Amy y Jenny lo confirman.


Un cambio demográfico imparable

“Queríamos poner de manifiesto que el movimiento afrodescendiente y africano está organizado y tenemos ganas de salir a la calle”, explica Laia Muñoz. “Salimos para hacer visible todas las cuestiones: desde la existencia de los CIE o la situación del personal temporero en Lleida, hasta las muchas situaciones del día a día que sufrimos las personas afrodescendientes: todas las presentes en la manifestación hemos sufrido racismo , sin excepción. ” Las Xares sociales amplifican y visibilizan las situaciones de microagressions que sufren la gente racializada ante unas instituciones políticas, comunicativas y sociales que van dos pasos por detrás de los rápidos cambios demográficos que ha sufrido Cataluña desde el cambio de milenio: las hijas de las migraciones de las dos últimas décadas llegan a la edad adulta carentes de referentes.

Desde 1988 hasta 1999, llegaron a Cataluña casi 90.000 migrantes en Cataluña, según el Instituto Nacional de Estadística español. En la siguiente década, esta cifra se multiplicó por casi 17: un millón y medio de migrantes llegaron entre el año 2000 y el 2010. Una gran mayoría son provenientes del continente americano, y el continente africano es la segunda región del mundo de procedencia, con más de 200.000 migrantes que llegaron en los primeros diez años del milenio. Una gran parte de estas provienen de países del África Subsahariana como Senegal o Gambia.

“Soy catalana y soy negra, y me siento cien veces menos segura y más discriminada por ser negra, que por ser catalana. Y si no sois capaces de ver el porqué de esto, sois una parte muy grande del problema “, decía un tweet del 31 de mayo que se hizo viral, en el inicio de las protestas en Estados Unidos por la muerte de Georges Floyd.


Estos microrrelatos de experiencias amplían a diferentes espacios, como los institucionales. La interacción del usuario Madjody con una funcionaria en el Registro Civil terminó de la siguiente manera: “estás casado?”, Le pregunta la funcionaria con su DNI en la mano. “No”, le responde él. “Tampoco en tu país?”, Le vuelve a preguntar, aunque con el DNI en la mano, donde se lee “Barcelona” bajo la parte que especifica el lugar de nacimiento.

Estas situaciones que principalmente sufren las personas racializadas, y especialmente las personas africanas y afrodescendientes, impactan tanto el ámbito personal como el profesional, con las consecuencias degradantes que conllevan. “Mi pareja es blanca”, dice Eliseo Loye, de 21 años, “y muchas veces nos miran mal cuando nos tomamos de la mano por la calle.”

Cómo responder a estas situaciones es una carga añadida, dicen las personas que las padecen. La diferente percepción entre las personas de la mayoría blanca y la minoría racializada complica la posible interacción y comprensión de lo que sucede: en Estados Unidos, una gran mayoría de personas de piel blanca piensan que las discriminaciones están en declive, que el racismo ya no es significante, y que la igualdad se ha alcanzado. Por el contrario, el 96% de los afroamericanos entrevistados en un estudio afirman haber sufrido experiencias discriminatorias en el año anterior.

“Una vez volvía de comprar, cargada hasta arriba de bolsas, y una vecina, que esperaba el ascensor en el portal me preguntó si venía a limpiar,” explica la reportera de TV3 Beatrice Doudu todo relatando lo que vivió un día entró en su portal del piso del Eixample barcelonés

“Déjalo” o “no hagas raya” suelen ser repuestas que reciben las personas discriminadas a la hora de comunicar. “Siempre es difícil saber si he de responder o no,” dice María Baldé. La carga mental que padecen las personas discriminadas es un aspecto poco valorado ante los actos de microracisme. Si la sutileza domina estas discriminaciones, la persona que la padece no olvida. “Era intencionado o deliberado? Como tengo que responder? Valdrá la pena poner en marcha una discusión en este caso? ” explican los testigos en el informe de la Columbia University.



La falta de representatividad para las minorías racializadas

Doudu es una de las pocas periodistas racializadas de los medios de comunicación en Cataluña. Esta falta de representación puede ser problemática a la hora de tratar temas que afectan a la creciente población racializada, tanto por la perspectiva como para qué fuentes se utilizan. “Es fundamental que las personas migrantes y racializadas llegamos a las redacciones, al igual que el feminismo entiende que las redacciones captadas por hombres son una lacra, y que las mujeres deben estar, con nosotros es el mismo. Hay que ampliar la mira “, explicaba el periodista de Eldiario.es Moha Gerehou en un artículo en Media.Cat.

A pesar de los esfuerzos por diversificar las redacciones, el lento proceso de cambiar estructuras consolidadas conlleva situaciones como la que se vivió en TV3 durante el espacio de debate sobre el blackface del primer ministro canadiense Justin Trudeau en 2019. En septiembre pasado , emergió una fotografía de un joven Trudeau con la cara pintada de negro, una acción que, en Norteamérica tiene una profunda connotación racista.

Jenny Effah, Amy Doumbia y María Baldé en Barcelona | Jaume Herrero


David Cirici, escritor y conductor de aquella sección específica, y las otras tres tertulianas, conjuntamente con la presentadora, eran personas blancas. Los comentarios, entre risas y la indignación por las críticas a Trudeau, se centró en el “puritanismo” y “la exageración” en Canadá y en Estados Unidos, en espera de que esto no se traslade a casa. “Esperamos que este fenómeno” añadía Cirici, en referencia a las críticas que recibió Trudeau, “que no se importe en nuestro país”. “En el contexto cultural de la época no era problemático,” decía Milagros Pérez Oliva, “se convirtió problemático más tarde: la idea que pintarse la cara de negro es un insulto, es reciente”. “No lo copiamos,” responde el Cirici, “ya se habla demasiado […], eso lo encuentro lamentable.” Mientras, Jordi Barbeta mencionaba, de paso, el conocido como Negro de Banyoles, el cuerpo desenterrado y disecado que se expuso durante décadas en el Museo Darder de la capital del Pla de l’Estany como si fuera un animal capturado en un safari.

Ante la combinación de tertulianas que opinan de numerosas cuestiones sin ser expertos o con argumentos que demuestran una falta de reflexión sobre la materia en cuestión, se acaban repitiendo actitudes que el informe de expertos de la Columbia University cataloga como microracismes: la negación de la existencia del racismo. “Parece que la tesis principal es: el contexto histórico justifica el comportamiento discriminador”, critica Miquel Àngel Essomba. Desde SOS Racismo, se advierte en este caso específico que “ceder espacios a personas que no son entendidas en el tema, dando vía libre a la reiteración y el refuerzo de estereotipos racistas, puede tener consecuencias graves. Teniendo en cuenta que el Blackface es un tema sensible y que el público quiere hablar, lo que se espera de un programa de la televisión pública es que como mínimo invite personas competentes.



Estas visiones anquilosadas se reproducen en los principales medios de nuestro entorno. Un día antes de la emisión del programa, la escritora Carme Riera, de 72 años, publicó un artículo en La Vanguardia titulado “Mea Culpa” sobre la misma cuestión. Haciendo muestra de un sarcasmo más indignado que irónico y sin nada de interés para cuestionarse, finalizaba el escrito criticando Trudeau. “Ahora no debería hacer caso a sus asesores de imagen, que, con toda seguridad, ante la posibilidad de perder votos, han creído que tenía que aceptar su error y pedir excusas, en vez de no tomar en consideración esta oprobiosa y ridícula dictadura insoportable de lo que muchos cretinos consideran políticamente correcto. “

Mientras esta generación baby boomer aún domina los espacios comunicativos, las nuevas generaciones exigen más protocolos antirracistas, empezando por las escuelas. “No puede ser que un profesor te diga que un insulto racista’Es algo de nens'”, explica María Baldé. “Así como hay cursos sobre el sexo o el machismo, debería haber también sobre el racismo”.


“El debate está desenfocado, porque nos fijamos en los efectos y no en las causas”, explica Miquel Àngel Essomba, ahora director de la cátedra de Educación Comunitaria en la UAB. A pesar de las carencias, defiende que las instituciones educativas han dado un salto cualitativo muy grande en las dos últimas décadas, y que el profesorado está cada vez más preparado para hacer frente al racismo. La Generalitat aprobó el decreto de la atención al alumnado en el marco de un sistema educativo inclusivo en 2017, para atender la diversidad en las escuelas. Pero el lento desarrollo y la falta de un presupuesto específico hacen difícil que el impacto sea inmediato.

Ante los lentos cambios institucionales y sociales, los movimientos de afrodescendientes y antirracistas intentan aprovechar el empuje de las manifestaciones de principios de junio. “Hace falta que desde movimientos como el nuestro haya presión para que la gente sea consciente de la problemática”, dice Laia Muñoz Bover. “Pero falta voluntad política, y falta deseo de construir política pública conjuntamente con la sociedad civil: existe la necesidad de hacer políticas con una mirada antirracista y que tengan en cuenta la población afrodescendiente”.

En el Parlamento de Cataluña, sólo dos de las 135 diputadas son de origen extranjero. Ninguna de ellas es afrodescendiente.

fuente: A Directa

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