Israel. Netanyahu: provocación infame

Resumen Latinoamericano. 4 de julio de 2020—

Azuzado por la complicidad del gobierno de Donald Trump, el primer
ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha hecho de la agresión
sistemática contra el pueblo palestino el eje de cada una de sus
campañas electorales y el punto central de su programa de gobierno.
Tanto por convicción ideológica como por cálculos políticos y
necesidades personales (por ejemplo, distraer a la opinión pública de
las sólidas acusaciones de corrupción que pesan en su contra), durante
sus casi tres lustros en el poder, el premier de ultraderecha ha
empujado la agenda para consumar la destrucción de Palestina como
realidad política y sociocultural.

La más acabada expresión de esa sinergia perversa entre Washington y
Tel Aviv se encuentra en el llamado Acuerdo del siglo, con el que la
administración Trump pretende legitimar lo que a los ojos del derecho
internacional es una ocupación ilegal. Si el plan de paz estadunidense
constituye una infamia en toda la línea, por su descarado respaldo a
las reivindicaciones del ultranacionalismo israelí, debe reconocerse
que –así sea en términos delirantes– el documento presentado en enero
contempla su implementación a través del consenso con el liderazgo
palestino. En cambio, el plan de anexión de la Cisjordania palestina
que Netanyahu se comprometió a presentar el primero de julio no puede
calificarse sino como una abierta pretensión de saqueo y despojo
contra una comunidad que es víctima de más de siete décadas de brutal
colonialismo.

El plan del primer ministro resulta tan provocador, y tan claramente
contrario a cualquier consideración legal o de derechos humanos, que
no sólo ha recibido el rechazo del pueblo palestino, del mundo árabe y
de la práctica totalidad de la comunidad internacional, sino que
incluso enfrenta una creciente oposición interna. Conscientes de que
una acción militar de este tipo causaría una oleada de indignación que
fácilmente podría salírseles de las manos, las fuerzas armadas
israelíes han presionado para que se aplace o rediseñe la ofensiva;
mientras que hasta los voceros de los 450 mil colonos asentados
ilegalmente en territorios palestinos expresan su preocupación por las
consecuencias a largo plazo de estas medidas unilaterales.

La combinación de fuerzas externas e internas obligó a Netanyahu a
aplazar sus planes de anexión de manera indefinida, pero ello dista de
constituir un alivio para los millones de palestinos que viven bajo la
ocupación israelí. En efecto, el aplazamiento supone la prolongación
de un estado de cosas intolerable, que incluye la confiscación
permanente de los más elementales derechos y una continua amenaza de
muerte para quienes habitan en la Cisjordania ocupada o en la sitiada
franja de Gaza. Es imperativo que la comunidad internacional pase de
la condena meramente verbal y simbólica de la ocupación israelí a una
toma de acción tendiente a garantizar la libertad del pueblo
palestino, la existencia de un Estado palestino con soberanía plena y,
en suma, el fin de uno de los casos más lacerantes de agresión colonial.

Fuente: La Jornada (México)

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