Argentina. “En los barrios, estamos ante un Estado cuya primera intervención se da en lo represivo”

Por Carlos Aznárez, Resumen Latinoamericano, 29 junio 2020

En estos días de finales de junio en que se recuerda masacre de Puente Pueyrredón, quisimos conversar con Esteban Marccioni, referente del Frente Popular Darío Santillán, una organización con militantes nacidos a la lucha piquetera de los años 90 y formada por hombres y mujeres que en aquel tiempo enfrentaban a gobiernos hambreadores y represivos, y hoy junto a muchos jóvenes sigue peleando por una sociedad distinta.

Queremos preguntarte ¿qué recordas de aquel día 26 de junio de 2002? ¿cuánto significaba para ustedes, militantes jóvenes, un hecho como ese, el asesinato a sangre fría de dos compañeros como Maxi y Darío?  


– Es un hecho que nosotros entendemos que marcó a toda una generación militante, pero que también influyó en la historia de nuestro país. Lo que derivó de la feroz represión desatada por el Gobierno Nacional fue el adelantamiento de elecciones y la salida del presidente de ese momento, Eduardo Duhalde. También significó el fin de su carrera política: desde ese 26 de junio hacia adelante, Duhalde nunca más volvió a ser alternativa política para nuestro país. Recordemos que su plan en ese momento no era llamar a elecciones, sino quedarse y cumplir con un mandato y recién ahí poder convocar a votar. Yo empecé a militar seis meses antes, como imagino que muchos de una generación que tenemos hoy entre 30 y 40 años. Nos acercamos a la lucha en función de lo que veíamos que pasaba en nuestros propios barrios, lo que también se cruzó con el 19 y 20 de diciembre del 2001, en donde pudimos organizar esa rebeldía que veníamos trayendo ya como jóvenes que teníamos alrededor de 15 años. Militaba en un barrio en las afueras de la ciudad de La Plata, cerquita de donde vivía, en Los Hornos.

-¿Allí te sorprendió ese doloroso momento de la masacre?

– Sí, nos estábamos preparando para movilizar porque sabíamos que iba a estar la masiva marcha de los movimientos sociales en el Puente Pueyrredón, nosotros nos veníamos organizando en La Plata. Cuando empezó la represión, con los compañeros que habíamos quedado en ir, nos avisaron que empezaban a haber muertos y decidimos finalmente no ir y quedarnos en La Plata.  Desde entonces milité varios años en el mismo lugar donde lo hacía Darío, desde hace 13 años lo hago en la ciudad de Lanús. Desde esa experiencia, puedo contar lo que ¡ significaba toda esa camada de pibes y pibas que combatían en el territorio y vivían con Darío.  Por un lado, hay una sensación de que Darío era un compañero joven y militante, pero que con su gesto de quedarse con Maximiliano (Kosteki), que ya estaba herido, acompañándolo en la estación, tuvo la capacidad de sintetizar lo que era esa generación militante que, a fines de la década del 90, el 2000 y 2001, dejó la vida que tenía para irse a vivir a los barrios populares y luchar junto a los sectores más golpeados de nuestra sociedad por cambiar el mundo. Pero, además lo hacía con una conciencia y un legado de continuidad. El propio Darío lo dice en un discurso que da un 24 de marzo, que nosotros somos la continuidad de los militantes desaparecidos. Entonces, la militancia de nosotros y nosotras, los jóvenes de fines del 90 y el 2000 la empezamos a tomar como la continuidad de nuestros viejos, tíos, del vecino que había sido militante. En ese mismo barrio La Fe donde estaba Darío, que queda a 15 cuadras de cuartel de Monte Chingolo, es el mismo que intentó tomar el ERP y donde hay un barrio en que había mucha participación de las organizaciones político-militares en la década del 70. Allí, estaba el ERP y cerquita había compañeros Montoneros que hicieron desaparecer los militares. Entonces, la militancia a fines de los 90s y principios del 2000 la entendíamos como la de “estar en el lugar en donde teníamos que estar”, porque era el sector que peor la estaba pasando, pero también como una continuidad de un legado histórico de militancia de nuestro país.                   

– ¿Qué crees que ha cambiado en esos barrios, desde aquella época a la actual. Me refiero, en cuanto a las carencias y dificultades que tiene la gente para sobrevivir? ¿Cómo está la organización popular hoy dando respuestas a esta difícil coyuntura? 


– Si se ven los videos de Darío cuando está en la toma en el barrio La Fe, lamentablemente, tenemos que decir que tanto no ha cambiado o lo que cambió fue en cuanto a la voluntad de los propios vecinos para darse su propia organización popular. Cada vecino y vecina que en ese momento tenía una casa de chapa, hoy tiene una casa. Ahora en las condiciones del barrio, no tiene cloacas, el tendido de luz es muy precario, no hay agua potable. Entonces, las condiciones materiales en las que se viven en estos 20 años no han cambiado mucho. Sí ha cambiado en lo organizativo, nosotros hemos crecido como organización en cuanto al desarrollo político que se hace. 

-Hablanos de cómo se fue desarrollando el FPDS.

-Nacemos como un movimiento de trabajadores y trabajadoras desocupados que pretendíamos dar respuesta a esa primera necesidad que era la falta de trabajo. Cuando empezamos a estar más presentes en los territorios entendimos que la crisis había golpeado tan fuerte que ya no era la falta de trabajo el problema, sino que era la alimentación, que la gente no tenía para comer. Empezamos a dar respuestas con los comedores populares y a generar nuestra propia fuente de trabajo a través de cooperativas autogestionadas.  En ese mismo barrio hoy tenemos un bachillerato oficial para adultos que no pueden terminar la primaria, tenemos un jardín de primera infancia, de nenes y nenas de 45 días a 3 años que no tenían oferta para anotarse, o todo era del ámbito privado. Hoy, uno de los pocos jardines de carácter público, al que puede ir cualquier hijo o hija de vecina, de primera infancia en todo el municipio de Lanús es el de ese barrio. Entonces, ha cambiado la construcción de las organizaciones en donde ya no pasamos tan sólo a dar respuesta a la cuestión alimentaria, sino que hay un trabajo, un tejido construido, mucho más profundo, en donde ya empezamos a ver como la organización es la que vende el pan barato, la que posibilita la escolaridad de la familia, que el adulto pueda terminar la escuela, además de seguir garantizando la comida y el trabajo.  Por lo cual, la penetración que hemos tenido las organizaciones en los territorios en estos 20 años ha sido tal que hoy es imposible pensar a la Argentina sin los movimientos sociales, es imposible pensar la magnitud de la crisis que tiene hoy nuestro país sin estos movimientos. Para poner un ejemplo, en el barrio La Fe se hizo el Plan Detectar para ver casa por casa vecinos y vecinas que tengan síntomas de coronavirus, Quienes organizamos el desarrollo fuimos nosotros y nosotras, dijimos porque lugar había que entrar y salir, qué vecino o vecina tenía síntomas o había estado en contacto. Eso es lo que ha cambiado en el barrio, las organizaciones somos las que hoy ordenamos la vida del territorio, y no las organizaciones como algo externo, que viene de afuera, sino como el espacio de organización de los vecinos.                      

– ¿Qué pasa con la relación con el Estado en todos los aspectos, alimentario, represivo? ¿cómo se hace o no presente el Estado en este barrio o en cualquiera de los otros que ustedes militan? 


-Ahora hay contenciones. Creo que el Estado siempre está y la decisión que no esté es también estar, creo que no existe eso de “no está el Estado”, en todo caso hay una decisión de que no esté, de que ahí no aparezca y esa es la forma de “estar presente”.  La primera intervención, lamentablemente, que hay desde el Estado capitalista en los barrios populares siempre es con la Policía, siempre es el aspecto represivo, porque la Policía tiene una lógica de control territorial, porque organiza al transa que vende la droga, porque les cobra a los pibes que salen a afanar. Después, más en términos reivindicativos, si bien somos conscientes de que hubo un cambio de gobierno en nuestro país y, por suerte le dimos una patada en el culo a Macri y no es más presidente, la realidad es que hoy estamos con muchos tironeos con el Gobierno Nacional, que es una parte de la representación del Estado. El Gobierno no viene dando respuesta a las demandas que planteamos las organizaciones sociales a nivel alimentario, de generación de empleo, nos justaría poder decir que el Gobierno nos está escuchando y que hay una política activa para cambiar la realidad que viven los barrios populares, pero la realidad no es esa. Hace 20 años que lo único que pasa en ese barrio es a través de la organización de los propios vecinos que no cuentan con el Estado. Entonces, lamentablemente, estamos ante un modelo de Estado que la primera intervención es lo represivo, lo segundo es no estar, y recién aparece cuando está todo bastante prendido fuego.         
– ¿Qué sentís a 18 años de la masacre de Puente Pueyrredón que, por ejemplo, un personaje como Felipe Solá siga flotando, a pesar de todo lo que se ha dicho de él y todas las denuncias que la familia de Darío Santillán ha hecho sobre su participación en los hechos de 2002?


– Me da bronca. Esto no es una pelea que la damos nosotros de caprichosos, de que buscamos venganza, ni tampoco es una familia despechada peleando por justicia por su hijo que lo han matado. Acá nosotros entendemos que el que no haya justicia, no haya investigación en las responsabilidades políticas sobre quien dio la orden que en esa movilización popular se dispare con plomo, por lo cual Darío y Maxi están muertos y hubo 30 heridos de bala de plomo que podrían haber corrido las mismas circunstancias, todo eso se dio porque hubo una decisión del Poder Ejecutivo nacional, amparado también por el Poder Ejecutivo provincial, de que se desarrolle ese día una balacera. Que no se avance en las investigaciones políticas lo entendemos como una deuda de la democracia en nuestro país. Con el asesinato de los compañeros logramos algo importante que es que hasta que pasó era impensado que se meta presos a quienes dispararon, a los responsables materiales. A partir de ahi se generó un techo, como decir “más de eso no”, hasta ahí es lo que aguanta el sistema político argentino. Ahora, cuando hay que pasar a investigar a los responsables políticos, a quién dio la orden de disparar a esos tipos, porque no nos creemos el cuento de que eran dos loquitos sueltos. Nunca en este país la Policía actúa si no tiene una orden del Poder Ejecutivo, nunca en este país se arma un operativo de todas las Fuerzas represivas del Estado, Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y Policía de la provincia de Buenos Aires, si no hay una orden del Poder Ejecutivo.  Entonces, que eso se lo pretenda seguir construyendo como que fue un loquito suelto y que el Poder Ejecutivo se vio desbordado en dicha circunstancia, demuestra que es la decisión que tiene la clase política argentina, una casta política que hay en nuestro país, de hasta donde poder llegar. Pasa con la situación de Darío y Maxi, pero también con la de Carlos Fuentealba, que no se investiga quien dio la orden para que se desarrolle ese escenario represivo, pasa con los muertos y muertas baleados y baleadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, el presidente de ese momento, que era el presidente a cargo, que dio la orden de que se dispare con plomo ese día, siempre estuvo libre. También, pasa con todas las decisiones represivas, con Rafa Nahuel, con Santiago Maldonado. ¿Quién le dio la orden a Gendarmería para que desarrolle ese escenario represivo en el medio de la cordillera contra el pueblo mapuche? Esas son decisiones políticas. Nosotros entendemos que a 18 años del asesinato de nuestros compañeros, hay una familia que pide justicia, los compañeros de Darío y Maxi piden justicia, y no es sólo eso el deseo de la familia, de la militancia, no es una cuestión de revancha, no es tan sólo decir que como mataron a nuestros compañeros tienen que estar todos presos. Entendemos que hay una cuestión de deuda de la democracia en nuestro país. No puede ser que a 43 años del Golpe de Estado, donde han desaparecido a 30.000 militantes populares y donde muchos creímos que después de eso no se podía repetir lo mismo. O como ayer lo decía Vicente Zito Lema: “volví al país después de la Dictadura creyendo que nunca más iba a tener que enterrar a un compañero y tuvimos que enterrar a varios más”. No puede ser que después del Golpe genocida en nuestro país el sistema político genere una alianza, al mejor estilo de una casta, de decir hasta dónde se investiga y no dejar que se los investigue, que son los que dan las órdenes.

Transcripción: Guillermina R. Iturralde

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