Pensamiento Crítico. Vicente Zito Lema: “la sociedad como nunca se mueve hoy por hoy a partir de la cultura de la muerte”

Resumen Latinoamericano, 29 de junio de 2020

Compartimos reflexiones de Vicente Zito Lema, militante por los derechos humanos, abogado, periodista, poeta, escritor y dramaturgo. Su aguda mirada sobre la pandemia y sus efectos sociales, políticos y económicos. “Semejante acontecimiento, en el orden de las catástrofes, como es la pandemia, trastoca la vida en lo que ella era, en lo que hoy es y en lo que posiblemente sea. La muerte, como cosa material, concreta, pero también simbólica y cultural, desplaza en su totalidad el concepto de vida. La sociedad como nunca se mueve hoy por hoy a partir de la cultura de la muerte, y eso tiene efectos en el conjunto del sistema social y en cada uno de los seres humanos, cada vez menos sujetos, y por contrario duramente sujetados. 

Semejante acontecimiento, en el orden de las catástrofes, como es la pandemia, trastoca la vida en lo que ella era, en lo que hoy es y en lo que posiblemente sea. La muerte, como cosa material, concreta, pero también simbólica y cultural, desplaza en su totalidad el concepto de vida. La sociedad como nunca se mueve hoy por hoy a partir de la cultura de la muerte, y eso tiene efectos en el conjunto del sistema social y en cada uno de los seres humanos, cada vez menos sujetos, y por contrario duramente sujetados.

La pandemia nos confirma que la salud es un bien primero, que no debe ser convertido en mercancía, como sucede mayoritariamente en el mundo de hoy. Hay que entender entonces que el sistema capitalista que convierte todos los bienes en mercancía y pervierte el valor de uso de cada cosa en un valor de cambio, que fructifica en los actos del mal, debe ser superado por nuestra civilización, a riesgo de que esta civilización en crisis pierda lo poco que le queda de humana.

La economía se ha vuelto hoy en una palabra maldita. Habrá que limpiar esa palabra y no será fácil pues se ha convertido en refugio, en instrumento, en justificación y en deseo de los que tienen acumulada la riqueza del mundo. Cada vez que escucho la palabra economía tiemblo, sé que algo del mal están preparando y seguramente es más doloroso esa palabra si quien la recibe está en situación de indefensión. No hay manera en el capitalismo que la economía sea parte de lo que filosóficamente se entiende como las pasiones alegres de la vida. Desde hace siglos la economía remite sin pausa a dolor, enfermedad, conculcación de la dignidad humana y finalmente muerte. De allí entonces que salud para el sistema capitalista sea simplemente un instrumento más para ganar dinero. Si el capitalismo tiene una virtud es de convertir en podredumbre todo. También la salud, que debe ser visto como un complejo sistema de bien común y no esta anticipación del infierno. Pensar la salud, por fuera de lo comunitario y lo público, es pensar desde la enfermedad, como organización de la injusticia social.

Hay una minoría muy activa que se obstina sin piedad en la idea de salvarse de la muerte, “comiendo” a los más débiles. Esta concepción y práctica antropofágica, que la clase que concentra la riqueza mantiene bajo distintas formas a través de los siglos. A la par, la inmensa cantidad de víctimas que sufren diariamente las pandemias naturalizadas del hambre, la marginación, la destrucción de su dignidad humana, se ven acorraladas hasta el límite de lo imposible. La vida deja de ser lo que en principio era. No hay aquí una imagen de los dioses, ni la buenaventura del cielo y de la tierra, todo es dolor que crece en el dolor.

Y aquí se abren dos respuestas ante los hechos que vemos diariamente construidos. El poder organiza una vez más sus estrategias de perduración y reproducción, sin olvidar de sacar provecho en cada rendija, en cada hueco, en lo que fuera. Hasta el último instante, hasta que muera la última víctima tratará de ganar algo más con esa muerte, los dueños del poder son insaciables por naturaleza. Su lógica de acumulación de la riqueza no tiene límites ni en la ética ni en la ley sustentada en la propiedad privada de los medios de producción.

Por otra parte, el dolor es generalizado y aumentado en proporción a la pobreza en la vida. Muestra sus rostros más habituales: el del dolor, el de la resignación, el de todos los prejuicios con que los sacrifica el Poder, pero también, a veces en forma bien visible y otras veces con formas más veladas, surge el rostro de la resistencia, la furia y la rebeldía. Como nunca, la pandemia se lleva como un viento huracanado los velos pornográficos con que el poder tapa los cuerpos ultrajados por las desgracias. Todos y cada uno estamos expuestos en la gran pantalla, y el resultado de la contienda histórica no tiene todavía respuesta, acaso no la tenga nunca, como bien dice la poesía: “es eterna la lucha entre la luz y las tinieblas”.

La realidad es obstinada, nos invade y literalmente se muestra obscena. Quien quiera ver que vea y quien quiera gritar que grite, o calle. Las cosas son muy simples: sufren más los más sufrientes, se empobrecen más los más pobres, se enriquecen y aumentan su poder y sus estrategias de dominación y de muerte, los más ricos, los más poderosos, los más miserables, los más dueños de la muerte.

De todas formas, creo y persisto en la idea de que vivimos en un drama pero no en una tragedia. Es decir, no está resuelta la partida, como lo sería si viéramos la lucha únicamente con los ojos de la tragedia. No puede negarse que hoy en día el capitalismo tiene más fuerza que quienes abjuramos de él; pero en mi visión estamos viviendo un drama, en lo que tiene de humano, de cambiable. Aquí no intervienen los dioses ni el destino, como en las tragedias, sino es una lucha de los hombres y las mujeres, de las clases sociales.

Nadie niega el dolor social con que se vive, tampoco las dificultades para generar las condiciones reales que le pondrán fin, pero creemos que es posible y apostamos a ello con alma y vida. La lucha no está perdida, más allá de lo que nos quieren hacer creer. Es posible, con un gigantesco esfuerzo, que logremos concretar lo que digo y repito: la vida, la de todos, con fraternidad y amor, con justicia y belleza puede más que la muerte, que hoy por hoy a nivel de cultura general se llama capitalismo.

Cuando salgamos de esta calamidad, desnuda y desnudante, quedarán atrás miles y miles de muertos, en la soledad de la muerte, en el silencio de la muerte, en el olvido de la muerte. Me duele pensar que por sobrevivir, una sociedad es capaz de todo, aun naturalizar estas grandes pestes que todos sabemos pudieron ser evitadas, al menos en su terrible dimensión, si la forma de reproducción material de la existencia no estuviera dirigida por la búsqueda de la riqueza, la avaricia, el egoísmo, el deseo de escapar locamente de la muerte aún a costa de enterrar a todo aquel que tenga cerca, y pague con usura por su debilidad.

Y sin embargo, cómo negar que mantenga una esperanza abierta. Que la conciencia crítica crezca, que el amor por el otro se renueve, que el sueño de la justicia se vuelva realidad, sin olvidar que la alegría y la belleza también nos pertenecen.

Fuente: AnRed

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