Nicaragua. Murió Edén Pastora, el mítico Comandante Cero, que fue sandinista, se pasó a la CIA y volvió a sus origenes con Daniel Ortega

Resumen Latinoamericano, 16 junio 2020

Fue uno de los héroes de la Revolución sandinista de 1979 y rompió con sus camaradas de armas al montar una campaña internacional de presión política y ataques guerrilleros dentro del país.

Edén Pastora fue un comandante sandinista que participó en el sitio del Palacio Nacional en Managua que en 1978 reinició la revolución. Más tarde declaró la guerra a los sandinistas y dijo que era “su deber como ciudadano revolucionario”. 
Edén Pastora fue un comandante sandinista que participó en el sitio del Palacio Nacional en Managua que en 1978 reinició la revolución. Más tarde declaró la guerra a los sandinistas y dijo que era “su deber como ciudadano revolucionario”. Credit…Claude Urraca/Sygma, vía Getty Images

Por Robert D. McFadden


Edén Pastora, un héroe de la Revolución sandinista de 1979 en Nicaragua, conocido por su nom de guerre, “Comandante Cero”, quien luego se distanció de sus camaradas de armas en una larga guerra contrarrevolucionaria de declaraciones y ataques guerrilleros que fracasaron en cambiar el régimen socialista en Managua, murió el martes en un hospital militar de esa ciudad capital. Tenía 83 años.

Un nieto, Álvaro Pastora Gutiérrez, comentó que la causa del fallecimiento fue un ataque cardíaco. Dijo que Pastora había estado gravemente enfermo cuando ingresó al hospital, aunque no identificó la naturaleza de la enfermedad.

Pastora con Daniel Ortega

Edén Pastora —que llevó una vida de peligro y aventura que se extendió desde las selvas de la costa de los miskitos hasta los pasillos del Congreso en Washington—, fue un personaje crucial para derrocar la dictadura militar de Anastasio Somoza DeBayle, el último de una dinastía de represores que gobernaron el país centroamericano durante casi medio siglo.

Sin embargo, desprovisto de un papel destacado en el gobierno revolucionario que ayudó a instaurar y cada vez más decepcionado por sus tendencias marxistas, Pastora se exilió y durante años desafió al gobierno de Daniel Ortega, primero a través de una campaña internacional de presión política y más tarde con ataques guerrilleros relámpago dentro de Nicaragua.

En el camino cortejó el favor de simpatizantes y financistas en Estados Unidos, Europa y América Latina. Recibió dinero y apoyo aéreo secreto de la CIA. Atacó ciudades en Nicaragua y fue denunciado y juzgado en ausencia por traición en Managua. Fue gravemente herido por la bomba de un mercenario que mató a ocho personas. En una ocasión postuló a la presidencia de Nicaragua y perdió.

Conocido por sus audaces estratagemas que capturaron los titulares mundiales e idealizaron sus hazañas temerarias, Pastora fue uno de los primeros líderes del Frente Sandinista para la Liberación Nacional y una figura carismática en la lucha contra una dictadura que saqueó el tesoro nacional y ordenó la muerte de innumerables oponentes, incluido el padre de Pastora.

El 22 de agosto de 1978, Pastora, un ex estudiante de medicina, dirigió a unos 25 guerrilleros sandinistas en una atrevida incursión al Palacio Nacional en Managua. Los invasores mataron o desarmaron a los guardias del palacio y capturaron más de 1000 rehenes, incluido todo el Congreso nicaragüense y la mayoría de los altos funcionarios de la dictadura de Somoza.

Durante tres días, mientras un mundo conmocionado observaba, los revolucionarios resistieron hasta que el general Somoza capituló ante sus exigencias que pedían la liberación de decenas de presos políticos, un rescate de 500.000 dólares y un paso seguro a Panamá. La espectacular incursión estableció la leyenda del “Comandante Cero”. Los fotógrafos lo captaron cuando subía los escalones del avión de escape: un insurgente de boina oscura, que agarraba un rifle, su pecho cruzado con bandoleras de balas y granadas.

La incursión también reavivó una revolución que había estado hirviendo a fuego lento durante años. En cuestión de días, seis ciudades se sublevaron. Las insurrecciones pronto se extendieron por todo el país. Para la primavera, una guerra popular estaba en marcha, enfrentando a la bien equipada Guardia Nacional del dictador Somoza contra una coalición variopinta de fuerzas rebeldes. Pastora comandó el frente sur en una ofensiva que se cerró lentamente sobre Managua.

Con furiosas batallas en las afueras de la ciudad, Somoza renunció el 17 de julio de 1979 y huyó a Miami. Mientras los rebeldes triunfantes atravesaban la ciudad disparando armas automáticas al aire se instaló una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. La guerra había dejado 50.000 muertos y 600.000 personas sin hogar.

Un año después, Somoza fue ajusticiado en Paraguay por un comando encabezado por el argentino Enrique Gorriarán Merlo, del ERP que voló su limusina con un cohete antitanque.

A pesar de sus esfuerzos por la revolución, Pastora, que había expresado sus ambiciones presidenciales, no fue nombrado para la junta ni a una dirección gobernante. Fue designado viceministro de Defensa y asignado a organizar las reservas de milicias sandinistas. Le ofendía, según alardeaba, que algunos líderes sandinistas “se hubieran mudado a casas de lujo en Managua”.

En 1981, Pastora renunció al gobierno y desapareció. Diez meses después, reapareció en Costa Rica y, haciéndose eco de las acusaciones de Estados Unidos, denunció “al régimen sandinista como una traición a la revolución”, dijo que había impuesto la censura, retrasado las elecciones y que se había alineado con Cuba y la Unión Soviética. Los sandinistas lo repudiaron y renegaron de él.

En 1982, Pastora recaudó fondos en Portugal, Italia, Alemania Occidental y España. En Washington, en 1983, se reunió con líderes del congreso estadounidense y funcionarios de la Casa Blanca y consiguió promesas de ayuda por 27 millones de dólares. Las corporaciones estadounidenses también hicieron grandes contribuciones. Panamá le dio un helicóptero y 300.000 dólares.

Pero sus esfuerzos para expulsar a los sandinistas con presión política no tuvieron éxito, y en 1983 declaró la guerra.

“Considero que es mi deber como ciudadano revolucionario hacer todo lo que esté a mi alcance para evitar que la revolución sea abortada, ya sea por esta obstinación marxista o por fuerzas contrarrevolucionarias espurias”, dijo en un comentario en The New York Times. “Es con un sentimiento de tristeza que he tomado las armas, no como rebelde sino para desafiar la legitimidad del liderazgo sandinista en Managua”.

Con apoyo secreto de la CIA, reunió a una gran fuerza de guerrilleros que llamó Alianza Revolucionaria Democrática. Atacó el aeropuerto de Managua, el puerto de Corinto en el Pacífico, la ciudad de San Juan del Norte y otros objetivos. Pero no hubo levantamiento popular, como había esperado. Fue tildado de traidor y se le juzgó en ausencia. Las ofensivas sandinistas forzaron su retirada a Costa Rica. A medida que aumentaron sus pérdidas, los fondos de Estados Unidos y otros lugares se agotaron.

En 1984, Pastora sufrió quemaduras graves y tres reporteros y otras cinco personas fueron asesinadas por una bomba que explotó en una conferencia de prensa en su campamento en la jungla. Él culpó a la CIA, que según él había tomado represalias por su negativa a fusionarse con otros grupos antisandinistas. El gobierno de Ronald Reagan culpó a los sandinistas por el atentado. Algunos investigadores finalmente rastrearon el ataque a un operativo izquierdista argentino, pero nadie fue procesado.

Después de que seis altos comandantes desertaron del grupo en 1986, Pastora abandonó su guerra contra los sandinistas y abrió un negocio de pesca de tiburones en Costa Rica. “Ha sido un gran símbolo, un hombre con gran carisma”, dijo José Dávila, en nombre de los desertores. “Pero carece de habilidad política. Nunca podría hacer una alianza. Entonces, en cambio, la gente lo dejó”.

(La lucha contra los sandinistas fue llevada a cabo por Contras de derecha, con ayuda de Washington y asistencia secreta de una conspiración liderada por el agregado del Consejo de Seguridad Nacional, el teniente coronel Oliver North, que vendió armas a Irán por fondos que fueron enviados de forma ilegal a los Contras).

En la década de 1990, a Pastora se le permitió volver a Nicaragua bajo una amnistía, pero sus esfuerzos para formar un nuevo movimiento político fracasaron, y su plan de postularse a la presidencia en 1996 fue frustrado por funcionarios electorales debido a tecnicismos. En 2006, se le permitió postularse para presidente como candidato de un partido menor, pero terminó quinto con menos del uno por ciento de los votos.

Edén Pastora Gómez nació en Ciudad Darío, Nicaragua, el 22 de enero de 1937, uno de los seis hijos de Pánfilo Pastora y Elsie Gómez de Pastora. Cuando Edén era un niño, su padre, un próspero ganadero, fue asesinado por la Guardia Nacional de Somoza. Los funcionarios dijeron que había muerto en una disputa de tierras, pero su familia lo llamó asesinato. Esto dejó a Pastora con odio por la “injusticia, la opresión y los regímenes de terror”.

El niño quería ser sacerdote católico, pero su madre se opuso. En el Colegio Centro América, una secundaria dirigida por jesuitas, estudió historia, artes y humanidades con los hijos de las familias de la élite de Nicaragua.

Cuando tenía 16, un sacerdote le presentó las enseñanzas nacionalistas de Augusto César Sandino, el general rebelde que, desde 1927 hasta 1933, dirigió una guerra de guerrillas contra los marines estadounidenses que imponían la presencia de Estados Unidos en Nicaragua. Asesinado por órdenes de Somoza, quien lo veía como una amenaza, Sandino inspiró a generaciones de futuros opositores del dictador.

A mediados de los años 50, Pastora estudió medicina en la Universidad de Guadalajara, en México. Organizó a revolucionarios anti-Somoza en la universidad, y no completó sus estudios. En cambio, regresó a Nicaragua en 1959 para administrar la hacienda de su familia y unirse al recientemente formado Frente Revolucionario Sandino, uno de los muchos grupos que surgieron en los años 60 y 70 para oponerse a la dictadura.

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