México. Masacre de El Charco: el objetivo, aplastar la rebeldía indígena

Zósimo Camacho/ Resumen Latinoamericano, 15 e junio de 2020

La masacre del 7 de junio de 1998 en la comunidad de El Charco, municipio de Ayutla, Guerrero, no fue el único hecho violento en la región. En realidad, las comunidades na’saavi y me’phaa venían sufriendo una violencia sistemática generalizada que, si bien se remontaba a la época colonial, se había agudizado en las útimas décadas con la Guerra Sucia.

Con total impunidad, militares, empresarios y gobernantes habían hecho de la región una tierra de saqueo. Podían ir a tomar lo que quisieran. Constantemente recorrían las comunidades para asaltar mujeres, incluso niñas de 14 años, a quienes violaban y golpeaban antes de abandonar en los caminos terregosos. Tomaban también, casi por diversión y para amedrentar a los pueblos, las cosechas de maíz, las de jamaica y destruían trapiches y cañaverales de azúcar. Las esporádicas denuncias eran objeto de burlas. Y quien denunciaba podía terminar golpeado, asesinado o desaparecido. Cientos o acaso miles de víctimas no lograon contar su historia fuera de sus pueblos.

La organización “fue una necesidad”, señala Efrén Cortés Chávez, sobreviviente a la masacre de El Charco, a la tortura y al encierro en cárceles de máxima seguridad, acusado de rebelión y acopio de armas, entre otros delitos.

Al organizarse, las comundades impideron entonces el ingreso de militares y guardias blancas a sus territorios. Habían tomado la decisión de defenderse. “Si un pueblo no se puede defender no va a poder defender lo que construya. Por eso en esa zona aparece la experiencia del ERPI [Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente]”.

Explica que las comunidades decidían en asamblea: “Mujeres, ancianos, adultos, autoridades, diáconos, maestros, todos, sobre la necesidad del pueblo”. Presentaron denuncias y lograron hacerser escuchar en los medios de comunicación. También generaron la capacidad para impedir el ingreso de las Fuerzas Armadas al territorio. El gobierno dijo que las comunidades no querían que ingresara el Ejército ahí porque estaba la guerrilla.

“Sí existía, pero no era como de la época de la década de 1970, sobre el foquismo, la vanguardia, los intelectuales dirigiendo a los pobres indígenas. No. Era un movimiento que caminaba no adelante del pueblo, sino junto al pueblo. Ahí se rompe el aspecto de la vanguardia, pues el único que tiene la capacidad de ser vanguardia es el pueblo. Y todos los que tienen responsabilidad, conocimientos, en todos los casos, tienen que ir junto al pueblo, no adelante ni atrás del pueblo.”

La Masacre de El Charco interrumpió un proceso de emancipación de los pueblos indígenas que rodean los montes de Ayutla de los Libres. No lo derrotó porque las raíces estaban echadas y, además, pudo replicarse en otras regiones.

Pero a los sobrevientes, acusados de pertenecer al movimiento armado, les esperaban largas jornadas de tortura.

“Eso deja secuelas. La tortura tiene el objetivo de limitar la capacidad de tu conciencia. Fue tortura física y sicológica. Golpes, toques eléctricos en la zona genital… tardé mucho tiempo inflamado de los testículos, me quemaron. Eso no se olvida.”

Si bien no se olvida, sí se puede superar: “La única forma de sanar es no olvidarse de que la injusticia sigue y de que debemos de seguir luchando”.

Y señala: “Sigue el despojo de la minería. Siguen grupos ilegales atacando a las comunidades. Sigue el asesinato de luchadores sociales. Sigue el despojo de terrirorios por megaproyectos del gobierno y empresarios”.

Reconoce que por Andrés Manuel Lopez Obrador votó “muchísima gente” y generó mucha esperaanza. Pero los poderes fácticos están intactos. “Lo que ganó Andrés Manuel fue el gobierno pero no el poder”.

Por ello, se mantiene crítico, al lado del pueblo. Se ha hecho el compromiso de no callar frente a la injusticia, “no ser matraquero del poder; aunque haya sido electo por mucha gente pero se esté equivocando, cometiendo errores, no hay que callarse”.

En este aniversario de la Masacre de El Charco, Efrén Cortés Chávez dice entender el mensaje del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), hoy censurado por algunos intelecutales que se asumen de izquierda que apoyan de manera acrítica todas las acciones del actual gobierno federal.

“Las cosas no caminan bien. Y hemos aprendido que la dignidad humana no se puede comprar. Hay que promover entre el pueblo la dignidad y, por lo tanto, la crítica”. Pero se desmarca de la crítica de los partidos políticos y de aquella que se realiza desde sectores de la derecha, porque en realidad no buscan transformar sino conservar prvilegios y ganar posiciones políticas.

Cortés Chávez censura a los militaristas y a quienes romantizan el uso de las armas. Pero no condena a los pueblos que se organizan y tienen la necesidad de armarse para sobrevivir y defender sus proyectos.

“Qué van a hacer los pueblos frente a la violencia de grupos paramilitares tolerada por el Ejército. Qué van a hacer los pueblos si los sistemas de salud no funcionan. No hay que hacer romántica la situación de las armas en la lucha social. Surgen como una necesidad. Quien se palantea que la lucha armada es para resolver el problema de la toma del poder e implantar una dictadura, está en una equivocación. Pero cuando las armas surgen como una necesidad de defenderse, es otra cosa.”

La situación que llevó al florecimiento de la guerrilla en Guerrero no ha cambiado. “Sí hubo un cambio democrático; pero la estructura de represión, violencia, pobreza, el atraso social no han cambiado”. A 22 años, El Charco sigue dando lecciones, haciendo preguntas y demandando justicia. El gobierno actual debe ofrecer respuestas.

FUENTE: Contra Línea

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