Colombia. “Un virus genocida”

Por Julián Gil, Resumen Latinoamericano, 15 mayo 2020

“Cuando la opresión va a más
muchos se desmoralizan,
pero su valor crece”.
Bertolt Brecht
Fragmento Poema Alabanza al revolucionario

Un virus genocida recorre la ciudad y la vereda, los muertos van cayendo en cualquier calle, mientras con mirada atónita los peatones indiferentes aseguran su tapabocas y aligeran el paso deseando que las exhalaciones del moribundo no les alcancen; cientos de infectados se refugian temerosos en sus casas esperando que los paliativos domésticos reversen el destino; otros atestan los hospitales y centros de salud presos de la avaricia de las EPS; otros tantos en las cárceles rasguñan el hormigón e intentan romper los barrotes como quien hace un pulso con Ker (diosa de la muerte violenta en la mitología griega).

El terror llega de manera inesperada como llega un paro cardíaco, una bala perdida, un vehículo sin frenos a 150 km por hora, un falso positivo o un virus sistemático que persigue, encarcela, expulsa o asesina a líderes sociales. Se mueve en motos policiales, juzgados especiales, administraciones locales y departamentales corruptas, fachas directivas universitarias, banqueros del interés social, presidentes títeres con juguetes que calmarían el hambre de los desahuciados y empobrecidos.

Los científicos expertos, empleados de las farmacéuticas multinacionales, aseguran que el populismo aislacionista y el totalitarismo digital con Facebook, Twitter, TikTok y fake news podrían salvar la especie que camina por el abismo del fracaso del capitalismo o la recomposición en su fase imperial. La solidaridad medida en likes y consignaciones virtuales hace fantasear con un mejoramiento del sistema venido de la negación de derechos y esclavitud mediada por el pan.

Obligados a los tumultos, miles vuelven al Mío, Transmilenio o Metrolínea con el deseo de no perecer por inanición o desespero ante las deudas con los bancos, el arriendo, la pensión del colegio o la matrícula de la universidad. El miedo como nasobuco cubre boca y nariz, silenciando desde la algarabía en los jardines infantiles hasta “los viva” y “los abajo” en las marchas del Primero de Mayo. Y en los lugares donde no se consigue tela antifluidos y resorte, las balas en los cuerpos de los líderes veredales, barriales y estudiantiles alcanzan el unísono del saqueo y el mal gobierno.

Basta con mirar los Altos de la Estancia en Ciudad Bolívar; la Universidad Industrial de Santander; las fronteras colomboecuatoriana o la venezolana; la cárcel de Anayancy en Quibdó; los asesinatos en el Cauca; los montajes judiciales a estudiantes, campesinos y profesores; el proyecto de reducción de salarios o la entrega de los recursos públicos a los bancos de Sarmiento Angulo, para comprender que la pandemia que nos amenaza es la profundización del modelo neoliberal que, ante el preludio de la caída estrepitosa de la economía mundial, echa mano de la vida como garante de su proyecto de muerte. Este aparente “sin salida” que silencia y aniquila es expresión de la violencia y el Terrorismo de Estado que, siendo antípoda de la Democracia, se presenta como panacea de los derechos.

En esta sincronía decadente, la academia y la universidad pública y privada no dan signos de vida. Son indiferentes ante la realidad social, se aíslan y enmudecen justificando y profundizando la segregación económica, social y política, como distraídas en el Topus Uranus y los afanes mercantiles de Colciencias. Tanto que las directivas en la Universidad Nacional de Colombia se suman a los señalamientos que la Fiscalía General de la Nación hace a maestros, estudiantes y trabajadores e imponen absurdos laberintos burocráticos para los privados de la libertad que quieren continuar sus estudios universitarios. Así como abre procesos disciplinares a los profesores que aún mantienen activa su conciencia y pensamiento crítico.

Lo que deja al descubierto que no existe una política pública de educación superior que tenga en cuenta a las personas privadas de la libertad, ni tampoco una intensión de pensar en el olvido y el abandono que padecen más de 123.000 personas en el país. Situación comparable con el indolente cobro de matrículas con altos precios a estudiantes de bajos recursos y el cierre de oportunidades para quienes en tiempo de pandemia no cuentan con acceso a internet o computadora para cumplir con las clases virtuales. Es el mejor ejemplo de deshumanización de la academia y la educación que se podría encontrar.

La exacerbada contradicción con la dignidad y la vida avista también la ineluctable necesidad de no callar y vencer el miedo, pensar crítica y colectivamente la realidad como la forma más segura de trazar caminos de esperanza en la materialización de cambios profundos en la sociedad. De donde se puede comprender que no es el aislamiento, sino la organización y la movilización social la que nos permitirá encontrar soluciones y derrumbar a los que atentan todos los días contra la vida.

No basta con exigir el cumplimiento de los derechos democráticos. Es preciso luchar porque caigan los muros que impiden a la educación básica, secundaria y profesional que llegue a las cárceles. Debe ser popular y accesible a la gente más segregada por el sistema. No solo es necesario que se detenga el genocidio del movimiento social; sino que se permita la participación política, la libre organización, el respeto a las comunidades y sus territorios. No basta con exigir condiciones de dignidad en el trabajo, la calle y la escuela. Es preciso crear colectivamente nuevas formas de lucha para conquistarlas.

Un sencillo ejemplo de resistencia activa y defensa del pensamiento y la acción crítica, lo hemos venido construyendo desde septiembre de 2019 en la Zona de Apoyo B de la Cárcel La Picota ERON, donde algunas maestras y maestros de la UPN y la UN, organizaciones sociales como la Fundación Pasos, el Equipo Jurídico Pueblos, la Red de Hermandad y Solidaridad con Colombia- Redher-, el Proceso Popular Quinua y algunos estudiantes voluntarios, junto con personas privadas de la libertad diseñamos la Cátedra de Formación en Derechos Humanos y Derecho Carcelario. Donde participamos más de 60 personas; que por distintas razones nos han querido castigar con el confinamiento, los grilletes y la vigilancia permanente; con la finalidad de construir alternativas para defender la vida del oprobio y la represión; en estos días de pandemia donde la cuarentena en las cárceles ha significado la agudización de la negación de derechos y la aceptación silenciosa de la pena de muerte, ha sido una fuente viva de herramientas y posibilidades de hacer escuchar nuestra voz.

Quisiera cerrar esta reflexión frente al virus genocida que masacra “todos los días” de hambre a cientos de niños, viola y silencia la vida de miles de mujeres, diciendo que es de nosotros los que hemos sido segregados y que nos han intentado silenciar de donde ha de surgir la creatividad en la lucha popular. Es con las y los pensadores críticos organizados y las colectividades en resistencia que tejeremos alternativas y esperanzas. En definitiva, es en la lucha cotidiana, utópica y popular donde comprenderemos táctica y estratégicamente qué hacer y cómo luchar.

MAYO
Antonio Acevedo Linares
Mayo son las flores
abiertas como las banderas
obreras del primero de Mayo
son las madres de la Plaza
de Mayo en Buenos Aires
con las pañoletas blancas en su pelo
con las fotografías de sus hijos
desaparecidos como los estudiantes
en París en Mayo del 68
arrojando un cóctel molotov
contra las barricadas de los policías
y la proclama de la imaginación al poder
son las banderas blancas
con cintas azules a la Virgen
a la orilla de las carreteras
o en los balcones volados
de los pueblos de mi país.
Mayo la flor
de la Catleya
de un país que soñamos.

*Este texto forma parte de las ponencias presentadas en la Primera Jornada Libertad de Cátedra y Pensamiento Crítico en la Universidad Pública, organizado y presentado el jueves 7 de mayo de 2020 en la Universidad Industrial de Santander (vía online).

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