Palestina. Los 72 años de profundización de la Nakba / Más de 40 vehículos militares israelíes irrumpieron en la aldea palestina de Yabad en Jenin / Más info…

Resumen Latinoamericano / 12 de mayo de 2020 –

Palestina colonial: Los 72 años de profundización de la Nakba

La conmemoración de los 72 años de la nakba (catástrofe) palestina trae consigo una agudización sustantiva de la colonización sionista en Palestina refrendada en el famoso “Acuerdo del siglo”.

Foto: Twitter

La conmemoración de los 72 años de la nakba (catástrofe) palestina trae consigo una agudización sustantiva de la colonización sionista en Palestina refrendada en el famoso “Acuerdo del siglo”. Instigado, exclusivamente, por las administraciones estadounidenses e israelí, dicho “Acuerdo” no constituye una pieza colonial excepcional a la desventura de la historia palestina, sino un armatoste más de la fina estrategia colonial que se ha ido forjando desde la creación del Estado sionista. De hecho, podríamos decir que el “Acuerdo del siglo” consuma los Acuerdos de Oslo celebrados entre 1992 y 1993 que, desde el punto de vista palestino, no fueron otra cosa que una profundización y mutación de las técnicas de colonización que se aceitan bajo las nuevas técnicas “intensivas” de la gobernanza neoliberal.

1.- Colonización “intensiva”

Cuando la palabra “colonización” irrumpe en el léxico contemporáneo aparece como ex –  temporánea. El fin de la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, todo el período denominado “guerra fría” constituyó el momento crucial en que el colonialismo de las potencias europeas debía haber quedado atrás. Pero el colonialismo no desapareció. Más bien, se consumó en el nuevo proyecto neoliberal que desplazó al colonialismo clásico de carácter “expansivo” hacia un nuevo colonialismo de tipo “intensivo”. El primero consistía en la imposición de un proyecto civilizatorio sobre un pueblo nativo que pervivía por fuera de las fronteras estatal-nacionales de la potencia colonial; el segundo en la penetración al interior de los cuerpos de los ciudadanos de un poder cuya racionalidad consistía en constituirles en la forma empresa.

El primero funcionaba con un “afuera” vigente en lo que comúnmente se llamó “mundialización”, el segundo prescindió de todo “afuera” para volverse sólo “interior” en lo que actualmente se llama “globalización”. El proyecto globalizador no fue nunca otra cosa que un colonialismo consumado, descentrado de la figura estatal-nacional y afincado en nuevas formas de producción política. En particular, puede pensarse en el caso sudafricano como el pasaje del colonialismo “expansivo” hacia el colonialismo “intensivo” o, lo que es igual, del racismo biologicista, al racismo culturalista; del colonialismo que aún tenía a Reino Unido como centro metropolitano al colonialismo que carece de todo centro estatal-nacional para arraigarse exclusivamente en la forma global del capital.

Pero existe un extraño lugar que condensa a los dos momentos coloniales en uno, mostrando que, lejos de excluirse entre sí, ellos se co-pertenecen: Palestina. En ella se juega la existencia de una realidad colonial “expansiva” e “intensiva” a la vez: combinación de estrategia militar con la policial, de objetivos geopolíticos yuxtapuestos a los geoeconómicos. No es que en la etapa “expansiva” el interés económico estuviera ausente, pero en su momento “intensivo” es la geoeconomía el régimen de inteligibilidad el que condiciona a lo militar y geopolítico; es el capital el que reestructura al Estado y no este último el que aún puede funcionar como su contención.

En este sentido, la colonización sionista en Palestina expone, de manera brutal, no sólo la co-pertenencia de ambas técnicas coloniales, sino también, la diferencia que los separa: la estrategia “expansiva” necesitaba de un proyecto civilizatorio que operaba bajo el horizonte de “integrar” al nativo a la cultura dominante. Ello fue característico de toda la escena colonial desde la España Imperial hasta la Gran Bretaña colonial con todas sus modulaciones y diferencias históricas. La “intensiva”, en cambio, tal como atestiguan décadas de neoliberalismo, no tiene “proyecto civilizatorio” alguno (carece de formas de “hegemonía”) y consiste en la creación de grandes bolsones de exclusión estructuralmente imposible de “integrar”. En este sentido, funciona como una colonización inversa: en vez de ejercer una violencia que integra al nativo en el orden “civilizado”, no hace más que empujar hacia su sistemática exclusión. Del proyecto civilizatorio solo ha quedado el racismo que hoy se viste de “culturalismo” y que concibe a cada confesión y/o cultura como un término clausurado en un identitarismo fuerte y exento de intercambios con otros. En este sentido, al programa neoliberal de la globalización le es constitutivo el localismo identitarista con el que hace sistema.

2.- Nakba

La colonización sionista en Palestina funcionó desde el principio bajo la forma “intensiva”. Si se quiere, a diferencia de las formas coloniales clásicas (la hispánica, francesa o británica), la colonización sionista en Palestina operó siempre a la “inversa” como si adelantara el modus operandi del neoliberalismo: excluye antes que incluye, borra antes que inscribe, expulsa antes que integra. En este sentido, se podría decir que el modo sionista de colonización se planteó desde el principio no “educar” a las masas nativas (árabes palestinos), sino de expulsarlos, de prescindir de ellos e imponer una concepción étnica y racial (no religiosa) de “judío” para definir su identidad estatal.

De ahí que el lema presente desde los textos de Theodor Herzl (fundador ideológico del sionismo) haya sido: “un pueblo sin tierra, para una tierra sin pueblo”. La misma fórmula niega de facto la existencia de los palestinos y produce un vacío (vacía un territorio) donde, de hecho, no había sino una población milenaria de múltiples lenguas, religiones e historias. El sionismo inaugura una colonización que acentúa el borramiento, la aniquilación de un pueblo completo, ejercicio que sigue vigente hasta la actualidad y que constituye una completa anomalía para una región que ha vivido por milenios con la mezcla de múltiples culturas, lenguas e imperios. En este sentido, el proyecto sionista es un proyecto de purificación “nacional” de la histórica multiplicidad inmanente al territorio palestino.

La conmemoración de los 72 años de la nakba (catástrofe) palestina trae consigo una agudización sustantiva de la colonización sionista en Palestina refrendada en el famoso “Acuerdo del siglo”. Instigado, exclusivamente, por las administraciones estadounidenses e israelí, dicho “Acuerdo” no constituye una pieza colonial excepcional a la desventura de la historia palestina, sino un armatoste más de la fina estrategia colonial que se ha ido forjando desde la creación del Estado sionista. De hecho, podríamos decir que el “Acuerdo del siglo” consuma los Acuerdos de Oslo celebrados entre 1992 y 1993 que, desde el punto de vista palestino, no fueron otra cosa que una profundización y mutación de las técnicas de colonización que se aceitan bajo las nuevas técnicas “intensivas” de la gobernanza neoliberal.

En este sentido, Israel, país que ha violado todos los tratados internacionales relativos a DDHH no hace más que profundizar la colonización “intensiva” en una combinación mortal entre el dispositivo militar y el policial, entre la promoción de intervenciones bélicas y apoyo sistemático a una política (ilegal) de asentamientos. Entre lo militar y lo financiero, lo soberano y lo gubernamental, se despliega la colonización “inversa” propiciada por el Estado sionista que termina por calzar con la modalidad colonial global proveída por la gobernanza neoliberal: producción de excedentes, exclusión de vidas no integrables al imaginario étnico-racial proveído por el término “judío” que define al Estado sionista desde su creación en 1948.

Por esta razón el mal llamado “conflicto palestino-israelí” no puede entenderse como un conflicto entre dos fuerzas equivalentes, ni menos, como un asunto de naturaleza étnico-cultural. Más bien, el “colonialismo intensivo” operado por el Estado sionista arrasó desde el principio a la población palestina con el apoyo político, militar y financiero de las grandes potencias de turno: Gran Bretaña primero y los EEUU después.

Porque conmemorar la nakba no consiste simplemente en llorar a nuestros muertos, exiliados, expulsados, torturados, encarcelados sino también en la capacidad de pensar con ellos las formas de resistencia. Por eso, resulta imprescindible que, más allá de las diversas formas de presión promovida por el lobby sionista en los múltiples países del mundo[1], la tarea crítica se ha de proponer   desnaturalizar los clichés “orientalistas” que actualmente envuelven al conflicto (sobre todo desde la prensa) y desnudar la naturaleza de la “colonización” prevalente en Palestina.

Solo una inteligencia y una acción comprometida pueden ofrecer al mundo algo diferente a la nakba sobrevenida hasta aquí. Porque con el término nakba la memoria palestina no designa un simple “hecho” histórico, sino un acontecimiento que no deja de suceder, una sombra que define el rostro colonial del Estado sionista y que se ha terminado por identificar al mismo proyecto de la globalización neoliberal que hoy despliega su colonización “intensiva” hacia todos los pueblos de la tierra.

[1] Me refiero a diversas formas de censura, campañas de difamación a intelectuales (recientemente a Achille Mbembe), amedrentamientos a activistas del BDS entre otros. Todo bajo el chantaje ideológico de que criticar al Estado sionista significa ser inmediatamente antisemita.

Fuente: Rodrigo Karmy BoltonEl Desconcierto – Chile


Ahora: Más de 40 vehículos militares israelíes irrumpieron en la aldea palestina de Yabad en Jenin

Este martes por la noche, un joven palestino fue herido por balas recubiertas de goma, y otros dos resultaron asfixiados por bombas de gas lacrimógeno, durante enfrentamientos continuos dentro del poblado de Yabad, al suroeste de Jenin.

El ejército de ocupación irrumpió, con más de 40 vehículos militares, en el pueblo de Yabad, y todavía lo está asediando. Lo militares israelíes dicen que un soldado israelí fue asesinato, presuntamente por una piedra lanzada por palestinos.

En estos instantes, en este pequeño poblado, hay más soldados israelíes que habitantes.

Fuente: Corresponsal de Palestinalibre.org en Jerusalén ocupada

Fotos de Maan News

 


Netanyahu asume la presidencia del Gobierno sentado en el banquillo

Benjamín Netanyahu será investido primer ministro de Israel el jueves. Estará al frente de un gobierno de 36 ministros, el más amplio de la historia del país. Los dos desafíos a los que se enfrenta son la anexión inminente del 30% de Cisjordania ocupada en la guerra de 1967, que cuenta con el visto bueno de Donald Trump, y el juicio por corrupción que lo sentará en el banquillo dentro de dos semanas.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una imagen de archivo. / REUTERS

El 24 de mayo se inicia el juicio por corrupción del primer ministro Benjamín Netanyahu. Debido a las restricciones por el coronavirus, el tribunal de distrito de Jerusalén que le corresponde ha decidido limitar la presencia de abogados y fiscales. En cuanto a los periodistas, tendrán que seguir el procedimiento desde dos salas vecinas, aunque esta circunstancia no impedirá su trascendencia mediática.

Además, el tribunal ha anunciado que no se retransmitirá en directo por televisión. La expectación es grande y los jueces no han aclarado por qué no se dará la señal a las televisiones. El abogado del estado, Avichai Mandelblit, el mismo que fue escogido por Netanyahu y que dio luz verde a su procesamiento, había indicado que si los abogados del primer ministro mostraban interés, él no se oponía a dar la señal a la televisión.

Seguramente será un proceso largo y tortuoso si, como parece, el planteamiento elegido por la defensa es demorarlo todo lo posible, puesto que existe la posibilidad de que Netanyahu sea condenado. En ningún caso el primer ministro querrá que una condena le estropee los dieciocho meses de mandato que ha pactado con sus flamantes amigos de Azul y Blanco, aunque a cambio tendrá que sentarse a menudo en el banquillo.

La investidura se ha fijado para el jueves de esta semana, un día después de que el secretario de Estado Mike Pompeo visite Israel con una agenda que incluye las viejas aspiraciones de Netanyahu: la anexión de gran parte de la Cisjordania ocupada y la adopción de nuevas sanciones contra Irán. Ninguna administración de Washington ha sido más generosa con Israel ni se ha saltado el derecho internacional de una manera tan alegre y descarada para defender los dudosos principios sionistas del momento.

Que los americanos van a hacer todo lo que les pida Netanyahu está fuera de duda. Al contrario, harán todavía más de lo que desea el primer ministro. Algunos medios hebreos señalan que la ausencia de vergüenza por parte de Pompeo en relación con el tema israelí podría explicarse si el secretario de Estado está preparando su asalto a la Casa Blanca en las elecciones de 2024, después de que Donald Trump cumpla sus dos mandatos.

El lunes el diario Haaretz sugería que Netanyahu tiene a Trump bien agarrado por el cuello con la campaña para las elecciones de noviembre. Con su caótica gestión de la crisis del coronavirus y la crisis económica, Trump va a necesitar todos los votos que pueda conseguir, incluidos los de la nutrida comunidad evangélica, que una vez más podrían ser decisivos.

Los evangélicos constituyen la cuarta parte de los votantes. En 2016 Trump obtuvo el 76 por ciento de las papeletas evangélicas mientras que la demócrata Hillary Clinton se quedó con solo el 19 por ciento. Un sondeo de Pew Research de febrero último recogía que el 81 por ciento de los evangélicos cree que Trump lucha por los intereses de la comunidad evangélica y el 69 por ciento asegura que el presidente es honrado.

En opinión de Haaretz, los evangélicos volverán a volcarse con Trump en noviembre. Uno de los pilares evangélicos es un sionismo desmesurado que está a favor de la anexión de Cisjordania, de manera que Trump no solo apoyará la anexión unilateral sino que presionará a Netanyahu para que la haga en el momento adecuado para impulsar su carrera presidencial.

Netanyahu comparte los principios evangélicos porque son sus propios principios. Las relaciones del primer ministro con los evangélicos son tan estrechas que la prensa hebrea en más de una ocasión ha escrito que Netanyahu dicta la política exterior de la comunidad evangélica con respecto a Oriente Próximo, incluyendo el dossier iraní que juega a favor de Netanyahu en sus taimadas relaciones con países como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos.

La única impureza que se ve en el horizonte se deriva de una hipotética victoria de Biden en noviembre. El candidato demócrata dijo la semana pasada que es partidario de la solución de los dos estados y se opone a la anexión unilateral. Es algo comprensible puesto que una parte considerable de las bases demócratas están contra la anexión.

Pero Biden es un político acusadamente proisraelí y lo ha demostrado durante toda su vida. Una de sus frases más recogidas por los medios hebreos dice: “Me llamo Joe Biden y amo Israel”. Biden también presume es que uno de sus vástagos está casado con una judía y está familiarizado con la cultura y la religión judías.

A pesar de estas declaraciones de Biden, Netanyahu prefiere a Trump, que desde el principio ha entendido cuáles son los objetivos expansionistas y los jalea. De ahí, que Netanyahu quiera proceder con la anexión de Cisjordania cuanto antes para presentar una vez más a la comunidad internacional hechos consumados, máxime ahora que puede aprovechar que el encefalograma de la Unión Europea es completamente plano en lo relativo a Oriente Próximo.

Fuente: Eugenio García Gascón, Público . España


CAF y Shapir empiezan a construir en Territorios Ocupados palestinos en contra del derecho internacional

Las autoridades israelíes aprovechan el Covid-19 para acelerar las obras en los territorios ocupados palestinos.

El alcalde de la ciudad ocupada de Jerusalén, Moshe Lion, de acuerdo con las autoridades de infraestructuras israelíes, ha valorado que el confinamiento obligado y la reducción de actividad consiguiente a resultas de la pandemia Covid-19 es una oportunidad para acelerar el proyecto de ampliación de la línea roja de tranvía o tren ligero que se extiende a través de la zona ocupada palestina. Para ello, se han dado instrucciones a los órganos de planificación para que aceleren las obras de tal infraestructura que ha sido adjudicada al consorcio JNET.

JNET está formado por la empresa israelí Shapir, y la empresa que cotiza en la bolsa española CAF, con sede en Beasain. Shapir ha aparecido identificada por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas como una de las 112 empresas que se benefician de la ocupación ilegal. El consorcio JNET es el responsable de ejecutar la prolongación tanto de la existente línea roja como de la programada nueva línea azul de tranvía, que también abarcará territorios ocupados palestinos. Ambas actuaciones ya tienen desarrolladas la planificación previa, por lo que ya se cuenta con vía libre para poder acelerar las obras ante este nuevo escenario, justificado por la reducción de tráfico que hace más fácil invadir cruces relevantes de las colonias.

Las obras incluirán tanto la excavación y colocación de infraestructura ferroviaria, como las comunicaciones y posiblemente la colocación de raíles. Las actuaciones se llevarían a cabo en las colonias de Neve Yaakov y Pisgat Ze’ev por las calles Arthur Hanke y Henrietta Szold; y desde el otro extremo, partiendo de Herzl hasta el cruce de Ora y la siguiente etapa a Hadassah Ein Kerem. Las obras en los cruces de estas zonas debían realizarse originalmente en octubre, y con las nuevas instrucciones comenzarán en los próximos días para avanzar al máximo los trabajos mientras llega el desconfinamiento y vuelva el tráfico a su situación tradicional.

En el mapa se ve al norte, las colonias de Neve Yaakov y Pisgat Ze’ev, donde empiezan las obras. Estas y otras colonias sionistas están en azul. Las zonas palestinas están en verde. La línea fronteriza del armisticio de 1949 está en verde; todo el este, norte y sur forma parte de Jerusalén y Cisjordania ocupadas. La línea marrón es el límite del municipio de Jerusalén Oriental antes de la guerra de conquista israelí de 1967. La llínea roja es la ampliación que los israelíes han hecho del término municipal de Jerusalén en 1967, incorporando a dicho municipio nuevas zonas que han ido judeizando, construyendo nuevas viviendas y colonias.

Israel decidió en febrero de este año llegar a un acuerdo de rescisión con el antiguo concesionario de la línea roja de tranvías CityPass para hacerse con el control del mismo y recuperar la concesión, previo pago de una indemnización cercana a los 420 millones de euros, adjudicando el control de la gestión al nuevo consorcio JNET.

Entre los beneficiarios de la operación de venta se encuentra la empresa Alsthom (competidora de CAF) que detentaba el 50% de las acciones de CityPass, quién además de ingresar una suculenta plusvalía económica obtendrá una recompensa adicional, ya que estará en condiciones de solicitar ser excluida de la lista de empresas que obtienen beneficios por su participación en actividades que promueven la ocupación de territorios palestinos; un aspecto nada baladí que causa importantes daños a la imagen y prestigio corporativos de las compañías implicadas en tales actividades declaradas ilegales y que representan un lastre para competir en otros concursos internacionales.

Por el contrario, la dirección de CAF, tomó la decisión de obtener este proyecto, apostando sus directivos por el beneficio (¿también el personal?) a corto plazo, pensando que iba a tener escasa repercusión.

El hecho incuestionable es que su socia israelí Shapir ha sido formalmente señalada por NU y que CAF ya es una empresa candidata a ser señalada por la ejecución de un proyecto tan injustificable que vulnera, de forma ampliamente reconocida, innumerables resoluciones de Naciones Unidas, las Convenciones de Ginebra de crímenes de guerra y los Derechos Humanos en relación con la Ocupación del Territorio Palestino. Todo esto tiene lugar en un contexto político propicio: los líderes israelíes Netanyahu y Gantz han acordado hace unos días un gobierno de unidad y en su programa inmediato está la anexión de una serie de colonias y gran parte de Cisjordania.

La postura de los directivos de CAF de mantenerse en el consorcio y obtener beneficios a corto plazo mancha la imagen corporativa de la empresa, agrava el rechazo social y el peligro de afectar su candidatura en otros concursos internacionales. Cada día que pase las tierras movedizas, en las que se mueven sus directivos por su actuación contraria al derecho internacional y a favor de la ocupación de Palestina, se traga un poco más su credibilidad como rectores de una empresa ejemplar en otros aspectos y convierten su actuación en un peligro para sus accionistas y trabajadores. También para los gobiernos que la amparan.

Acerca del autor: Santiago González Vallejo, es responsable del Área de Acción Internacional de la Unión Sindical Obrera (USO).

Fuente: Santiago González Vallejo, Sin Permiso


Centenario de la entrega de Palestina al Movimiento Sionista

Declaración Balfour, Conferencia de San Remo y hoy el ‘Acuerdo del Siglo’

El pasado 25 de abril se cumplieron cien años de la Resolución de la Conferencia de San Remo, por la cual las potencias aliadas en la I Guerra Mundial entregaban Palestina al Movimiento Sionista. El periodista y editor de The Palestine Chronicle, Ramzy Baroud, nos recuerda que hoy el llamado ‘Acuerdo del Siglo’ representa la segunda edición de aquella Resolución, en la que ya no son varias naciones, sino una sola la que resuelve.

Hace cien años, los representantes de unas cuantas potencias se reunían en San Remo, ciudad de la Riviera italiana. Entre todas sellaban la suerte de los extensos territorios que fueron confiscados al Imperio Otomano después de su derrota en la I Guerra Mundial.

Fue el 25 de abril de 1920 cuando el Consejo Supremo de los Aliados en la I Guerra Mundial aprobaba la Resolución de la Conferencia de San Remo, por la cual se establecían varios Mandatos en Palestina, Siria y “Mesopotamia” (Irak). Estos dos últimos estaban teóricamente pensados para una independencia provisional, mientras que Palestina le fue otorgada al Movimiento Sionista para que estableciera allí el hogar judío. La Resolución rezaba así:

El Mandato será responsable de poner en vigor la Declaración (Balfour) realizada por el gobierno británico el 8 de noviembre de 1917 y adoptada por las otras potencias aliadas, en favor del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”.

La Resolución le daba mayor reconocimiento internacional a la decisión unilateral de Gran Bretaña de tres años atrás (Declaración Balfour), para entregar Palestina a la Federación Sionista por el apoyo de ésta a Gran Bretaña durante la Gran Guerra. Y, al igual que en la Declaración Balfour, se hacía una mención superficial a los desafortunados habitantes de Palestina, cuyo hogar histórico se estaba confiscando y entregando injustamente a colonizadores.

El establecimiento del Estado Judío, según San Remo, pivotaba sobre un vago “entendimiento” de que “nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de la comunidades no judías existentes en Palestina”. Esta adición no era más que un mero intento de que la Resolución pareciera políticamente equilibrada, mientras que, en realidad, no se pergeñó ningún mecanismo para asegurar que el “entendimiento” se respetara y pusiera en práctica.

De hecho, se puede decir que el prolongado compromiso de Occidente con la cuestión de Israel y Palestina ha seguido el mismo patrón de San Remo: al movimiento sionista (y finalmente Israel) se le otorgan sus objetivos políticos en base a condiciones sin garantías que nunca son respetadas o implementadas.

Nóteses cómo la inmensa mayoría de las Resoluciones de las Naciones Unidas concernientes a los derechos palestinos han sido históricamente aprobadas por la Asamblea General y no por el Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos es una de las cinco potencias con derecho a veto y siempre listo para aplastar cualquier intento de aplicar la ley internacional. Es esta dicotomía histórica lo que ha llevado al actual punto muerto político.

El liderazgo palestino, uno tras otro, ha fracasado miserablemente en cambiar este afixiante paradigma. Décadas antes del establecimiento de la Autoridad Palestina, hubo innumerables delegaciones, compuestas por los que decían representar al pueblo palestino, que viajaban a Europa, apelaban a uno u otro gobierno y suplicaban por la causa palestina demandando justicia.

El 20 de febrero del presente año, la administración de Donald Trump sacó su propia versión de la Declaración Balfour, llamada “El Acuerdo del Siglo”.

La decisión de EE.UU que, de nuevo, se salta la ley internacional, prepara el camino para más anexiones colonialistas de la Palestina ocupada por parte de Israel. Descaradamente, amenaza a los palestinos con que, si no cooperan, serán severamente castigados. De hecho, ya lo están siendo, puesto que Washington ha cortado todos los fondos a la Autoridad Palestina y a las instituciones internacionales que proveen ayuda crítica al pueblo palestino.

Como en la Conferencia de San Remo, la Declaración Balfour y muchos otros documentos, a Israel se le ha pedido, siempre con cortesía pero sin plan alguno para poner en práctica tales demandas, que otorgue a los palestinos algunos gestos simbólicos de libertad e independencia.

Algunos pueden decir, y con razón, que el Acuerdo del Siglo y la Resolución de la Conferencia de San Remo no son idénticos en el sentido de que la decisión de Trump es unilateral, mientras que la Conferencia de San Remo fue resultado de un consenso político entre varios países -Gran Bretaña, Francia e Italia, entre otros.

Verdad. Pero se deben tener en cuenta dos importantes aspectos: primeramente, la Declaración Balfour también fue una decisión unilateral. Los aliados de Gran Bretaña tardaron tres años en abrazar y validar la decisión ilegal hecha por Londres para entregar Palestina a los Sionistas. La cuestión ahora es ¿cuánto tiempo tardará Europa en hacer suyo el Acuerdo del Siglo?

En segundo lugar, el espíritu de todas estas declaraciones, promesas, resoluciones y “acuerdos” es el mismo. Las superpotencias deciden en virtud de la enorme influencia que ejercen para reconfigurar los derechos históricos de las naciones. Del mismo modo, el viejo colonialismo nunca ha muerto realmente.

La Autoridad Palestina, como los liderazgos palestinos previos, es presentada con los proverbiales palo y zanahoria. En marzo pasado, el yerno del presidente de EE.UU, Jared Kushner, dijo a los palestinos que si no volvían a las negociaciones (inexistentes) con Israel, los Estados Unidos apoyarían la anexión de Cisjordania por Israel. Durante casi tres décadas y, ciertamente, desde la firma de los Acuerdos de Oslo en septiembre de 1993, la Autoridad Palestina ha elegido la zanahoria. Ahora que EE.UU ha decidido cambiar las reglas del juego, la Autoridad de Mahmoud Abbas se enfrenta a la amenaza existencial más grave hasta ahora: hacerle la reverencia a Kushner o insistir en volver a un paradigma político muerto que fue construido, y después abandonado, por Washington.

La crisis dentro del liderazgo palestino la ve Israel con toda claridad. El nuevo gobierno de coalición, formado por los antes rivales Benjamin Netanyahu y Benny Gantz, ha acordado, provisionalmente, que es cuestión de tiempo la anexión de grandes porciones de Cisjordania y el Valle del Jordán. Sólo esperan a que EE.UU dé su aprobación.

No es probable que esperen mucho. El Secretario de Estado, Mike Pompeo dijo el 22 de abril que la anexión de los territorios palestinos es una “decisión de Israel”. Francamente, importa poco. La Declaración Balfour del siglo XXI ya está hecha, solamente falta convertirla en una nueva e incontestable realidad.

Quizás sea hora de que el liderazgo palestino entienda que arrastrarse a los pies de los herederos de la Resolución de San Remo, que construyeron y han sostenido al Israel colonialista, no es, ni nunca ha sido, la solución. Quizás sea hora de repensarlo seriamente.

Fuente Origina: 100 Years of Shame: The Annexation of Palestine Began in San Remo

Fuente: Eva Lagunero, Canarias Semanal


Nuevo informe de Human Rights Watch, HRW: Políticas territoriales discriminatorias para los palestinos de Israel

La política israelí en ambos lados de la Línea Verde limita a los palestinos a espacios reducidos, densamente poblados mientras maximiza la tierra disponible para las comunidades judías y con mandato explícito por parte del estado de espacios solo para judíos. En Israel existen los llamados “comités de admisión” que pueden rechazar a solicitantes de vivir en sus pueblos por ser “no aptos para la vida social de la comunidad” o por incompatibilidad con el “tejido sociocultural”. Estos comités están diseñados para la exclusión de los palestinos.

La política del gobierno israelí para las comunidades palestinas está basada en asfixiar y confinar a los palestinos. Esto es lo que Israel hace en Cisjordania ocupada y también, esta política se extiende y se practica en las ciudades y pueblos palestinos dentro de Israel.

En un detallado informe de Human Rights Watch, se especifican las políticas de discriminación y segregación hacia los ciudadanos palestinos de Israel y cómo de forma estratégicamente planificada se favorece a los ciudadanos judíos. El informe aborda los aspectos relativos a drásticas restricciones al acceso de los palestinos a la tierra para viviendas, para la recreación y para el crecimiento natural de la población.

Décadas de confiscaciones de tierras y políticas de planificación discriminatorias han confinado a muchos ciudadanos palestinos a ciudades y pueblos densamente poblados que tienen poco espacio para expandirse. Mientras tanto, el gobierno israelí fomenta el crecimiento y la expansión de las comunidades vecinas predominantemente judías, muchas construidas sobre las ruinas de aldeas palestinas destruidas en 1948. Muchas pequeñas ciudades judías también tienen comités de admisión que efectivamente prohíben a los palestinos vivir allí.

“La política israelí en ambos lados de la Línea Verde restringe a los palestinos a espacios densamente poblados mientras maximiza la tierra disponible para las comunidades judías”, dijo Eric Goldstein, director ejecutivo interino de Oriente Medio en Human Rights Watch. “Estas prácticas son bien conocidas cuando se trata de la Cisjordania ocupada, pero las autoridades israelíes también están haciendo cumplir prácticas discriminatorias dentro de Israel”.

El estado israelí controla directamente el 93 por ciento de las tierras en el país, incluida la Jerusalén Oriental ocupada, (tierras palestinas confiscadas o expropiadas). Una agencia gubernamental, la Autoridad de Tierras de Israel (ILA), administra y asigna estas tierras “estatales”. Casi la mitad de los miembros de su órgano de administración pertenecen al Fondo Nacional Judío (JNF), cuyo mandato explícito es desarrollar y arrendar tierras para judíos y no para cualquier otro segmento de la población. El fondo posee el 13 por ciento de las tierras en Israel, que el estado tiene el mandato de usar “con el propósito de establecer judíos“.

Los ciudadanos palestinos de Israel constituyen el 21 por ciento de la población del país, pero los grupos de derechos civiles israelíes y palestinos, estimaron en 2017 que menos del 3 por ciento de toda la tierra en Israel cae bajo la jurisdicción de los municipios palestinos. La mayoría de los palestinos en Israel vive en estas comunidades, aunque algunos viven en “ciudades mixtas” como Haifa y Acre.

A partir de 1948 y en décadas posteriores, las autoridades israelíes confiscaron cientos de miles de dunoms de tierras a los palestinos (10 dunoms equivalen a 1 hectárea). Gran parte de la confiscación tuvo lugar el año 1949, cuando Israel colocó a la mayoría de los palestinos en Israel bajo el “gobierno militar” hasta el año 1966. Durante este período, las autoridades israelíes confinaron a los palestinos en Israel a docenas de enclaves y restringieron severamente su movimiento. También utilizaron varias regulaciones militares y nuevas leyes para confiscar tierras pertenecientes a palestinos que se habían convertido en refugiados o ciudadanos palestinos que fueron desplazados internamente hacia otras zonas del país, incluso declarar que las tierras eran “propiedades de ausentes“, esta artimaña “legal” permitió a Israel apropiarse de los bienes y tierras palestinos, tomarlas y luego convertirlas en tierras estatales. Historiadores estiman que de las 370 ciudades y pueblos judíos establecidos por el gobierno israelí entre los años 1948 y 1953, 350 fueron construidos en tierras confiscadas a los palestinos.

Las políticas de tierras en los últimos años no solo no han logrado revertir las incautaciones de tierras anteriores, sino que en muchos casos han restringido aún más la tierra disponible para el crecimiento residencial. Desde 1948, el gobierno ha autorizado la creación de más de 900 “localidades judías” en Israel, pero ninguna para los palestinos, excepto un puñado de municipios y aldeas planificadas por el gobierno en el Negev y Galilea, creadas principalmente para concentrar comunidades beduinas previamente dispersas.

En la década de 1970, las autoridades israelíes incorporaron pueblos y aldeas palestinas al sistema de planificación centralizado del estado, pero los procesos de planificación no han aumentado significativamente la tierra disponible para la construcción de viviendas. Las autoridades han dividido en zonas de grandes ciudades y pueblos palestinos para el uso “agrícola” o como áreas “verdes”, en el cual han prohibido la construcción de viviendas en estas zonas y para evitar cualquier intento de modificación o expansión, precisamente, en estas zonas se han construido carreteras y otros proyectos de infraestructura. Un informe de 2003 encargado por el gobierno israelí encontró que “muchas ciudades y pueblos árabes estaban rodeados de tierras designadas para fines tales como zonas de seguridad, consejos regionales judíos, parques nacionales y reservas naturales o carreteras, que impiden la posibilidad de su futura expansión.”. Siempre las instalaciones públicas, museos, jardines, parques, carreteras, zonas militares y de seguridad, reservas naturales, todas son instaladas solo en tierras palestinas confiscadas para estos fines “estratégicos” y de interés nacional.

Estas restricciones crean problemas de densidad y una crisis de vivienda en las comunidades palestinas. El Centro Árabe para la Planificación Alternativa, con sede en Israel, dijo a Human Rights Watch que estima que del 15 al 20 por ciento de los hogares en ciudades y pueblos palestinos carecen de permisos, algunos porque las solicitudes de los propietarios fueron rechazadas y otras porque no presentaron la solicitud sabiendo que las autoridades rechazarían sus solicitudes alegando que eran contrarias a la zonificación urbana existente. El grupo estima que, entre 60.000 y 70.000 hogares en Israel, excluyendo Jerusalén ocupada, están en riesgo de ser demolidos por completo. Una enmienda de 2017 a la Ley de Planificación y Construcción de Israel de 1965, conocida como la “Ley Kaminitz”, aumenta la “aplicación y penalización de los delitos de planificación y construcción”. Hasta julio de 2015, el 97 por ciento de las 1.348 órdenes judiciales de demolición en vigor de Israel eran para estructuras ubicadas en ciudades palestinas.

Por el contrario, en los casos revisados por Human Rights Watch, las autoridades de planificación otorgaron suficientes permisos de tierra y zonificación a comunidades predominantemente judías situadas de manera similar para facilitar su crecimiento.

La ley israelí permite que las ciudades en el Negev y Galilea (que comprenden dos tercios de la superficie en Israel) con comunidades de hasta 400 hogares o grupos familiares, tengan “comités de admisión” que pueden rechazar a los solicitantes de vivir allí por ser “no aptos para la vida social de la comunidad” o por incompatibilidad con el “tejido sociocultural”. Esta autoridad efectivamente permite la exclusión de los palestinos de las pequeñas ciudades judías, que Adalah, un grupo de derechos humanos con sede en Haifa, estimó en 2014 el 43 por ciento de todas las ciudades en Israel, aunque un porcentaje mucho menor de la población del país. En un estudio de 2015, Yosef Jabareen, profesor del Instituto de Tecnología, el Technion de Israel en Haifa, descubrió que hay más de 900 pequeñas ciudades judías, incluidos los kibutzim, en todo Israel que pueden restringir quién puede vivir allí y no tener ciudadanos palestinos viviendo. en ellos.

Human Rights Watch documentó en 2008 políticas y prácticas discriminatorias israelíes que dejaron a decenas de miles de beduinos palestinos en el sur de Israel viviendo en asentamientos informales “no reconocidos”, donde sus hogares enfrentan la amenaza constante de demolición, y en 2010, la planificación discriminatoria afectó a una aldea palestina cerca de Tel Aviv. (Aldea Jisr Al Zarqa, ver Foto).

El derecho internacional sobre los derechos humanos prohíbe la discriminación racial y étnica, condena la “segregación racial” y protege el derecho a una vivienda adecuada.

“Las políticas territoriales israelíes tratan a las ciudades dentro de sus propias fronteras en términos muy desiguales según si sus habitantes son judíos o palestinos”, dijo Goldstein. “Después de décadas de confiscar la tierra de los palestinos, Israel los confina a pueblos saturados y abarrotados, mientras permite que se desarrollen y prosperen los pueblos vecinos solo para judíos”.

Las autoridades israelíes se defienden, no obstante la realidad vivida y los resultados concretos observados, confirman el carácter racista de Israel y las políticas oficiales y prácticas habituales, ratifican los miles de informes y estudios de todas los organismos internacionales y humanitarios – como el caso del presente informe-, incluyendo informes y denuncias de las organizaciones israelíes y judías de derechos humanos sobre el Apartheid israelí y las estrategias políticas para asfixiar y confinar a los palestinos y finalmente hacerles la vida imposible y de esta forma terminan por obligarlos a emigrar, como continuación y prolongación de la limpieza étnica llevada a cabo desde 1948.

Fuente: PalestinaLibre.org

Ver informe completo de Human Rights Watch

Israel: Discriminatory Land Policies Hem in Palestinians

Palestinian Towns Squeezed While Jewish Towns Grow

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