Venezuela. La OTAN despliega aviones y barcos ‎de guerra “contra el coronavirus”‎ y Maduro

Por Manlio Dinucci, Resumen Latinoamericano, 09 de abril de 2020

Al inicio de esta semana informábamos a nuestros lectores sobre los planes del presidente ‎estadounidense Donald Trump y la Unión Europea para secuestrar a Nicolás Maduro, a ‎quien Washington ya presenta sistemáticamente en sus documentos como ‎‎«ex presidente de Venezuela». Desde Roma, Manlio Dinucci revela ahora los ‎preparativos militares ya emprendidos por los gobiernos de Francia y del Reino Unido ‎con vista a esa operación, ahora pospuesta por el Pentágono

Los barcos RFA Argus –en la foto– y Dixmude no son hospitales flotantes sino buques ‎de guerra. El RFA Argus (A135) es un antiguo portacontenedores utilizado por la Royal Navy ‎británica en la guerra de las Malvinas –en 1982–, transformado después en buque de ‎entrenamiento aeronaval y equipado en 1991 con un hospital de campaña para su uso en la ‎primera guerra del Golfo, pero porta armamento de guerra y está equipado para recibir ‎helicópteros de combate WAH-64 Apache, lo cual lo excluye de la protección que la ‎Convención de Ginebra concede a los servicios de salud. Tampoco cuenta con esa protección el buque francés Dixmude (L9015), un portahelicópteros de la clase Mistral equipado para ‎acciones de asalto anfibio.‎

Los 30 ministros de Exteriores de los países miembros de la OTAN, reunidos el 2 de abril en una ‎videoconferencia, encargaron al general estadounidense Tod Wolters, Comandante Supremo de ‎las fuerzas de la OTAN, «coordinar el apoyo militar para combatir la crisis del coronavirus». ‎

Estamos hablando del mismo general que, el 25 de febrero, declaraba ante el Senado de ‎Estados Unidos que «las fuerzas nucleares apoyan toda operación militar estadounidense ‎en Europa» y que además se ha declarado partidario de «una política flexible de primera utilización» ‎del armamento nuclear. En otras palabras, este general estadounidense es un adepto del ataque nuclear sorpresivo ‎‎. ‎

El general Wolters es Comandante Supremo de la OTAN y, al mismo tiempo, comandante de las ‎tropas de Estados Unidos en Europa, lo cual quiere decir que forma parte de la cadena de mando ‎del Pentágono, cuyas órdenes tienen para él la prioridad absoluta. Un episodio muy reciente ‎confirma la rigidez de esa cadena de mando: el capitán Brett Crozier, comandante del ‎portaviones estadounidense USS Theodore Roosevelt (CVN-71), fue destituido hace solo días por haber violado ‎el secreto militar al solicitar ayuda para su tripulación, ante la aparición de varios casos de ‎coronavirus a bordo del portaviones. ‎

Ahora, para «combatir la crisis del coronavirus», el general estadounidense Wolters dispone de ‎‎«corredores preferenciales para vuelos militares a través del espacio aéreo europeo», hoy ‎prácticamente desierto de vuelos civiles. ‎

También utilizan corredores aéreos preferenciales los bombarderos estratégicos estadounidenses ‎de ataque nuclear B-2 Spirit. El 29 de marzo, despegando de Fairford (Inglaterra), esos aviones, ‎acompañados de cazas F-16 de Noruega, volaron sobre el Ártico hacia el territorio ruso. Según ‎el general Basham, de las fuerzas aéreas de Estados Unidos en Europa, de esa manera ‎‎«podemos responder con rapidez y eficiencia a las amenazas en la región, mostrando nuestra ‎determinación a llevar nuestro poderío de combate hasta cualquier lugar del mundo». ‎

Mientras que la OTAN se dedica a «combatir el coronavirus» en Europa, dos de los principales ‎miembros europeos de esa alianza militar –Francia y el Reino Unido– envían buques de guerra al ‎Mar Caribe. ‎

En efecto, el navío francés de asalto anfibio Dixmude (L9015) de la clase Mistral zarpó el 3 de ‎abril de Tolón –en el sur de Francia– hacia la Guayana Francesa en lo que el presidente francés ‎Emmanuel Macron definió como «una operación militar sin precedente» bautizada ‎‎“Resilience”, supuestamente vinculada a la «guerra contra el coronavirus». El Dixmude puede ‎desempeñar un papel secundario como punto de atención médica con 69 camas, 7 de ellas ‎equipadas para cuidados intensivos. Pero el papel esencial de ese gran navío de guerra francés de ‎la clase Mistral es el de portahelicópteros –con casi 200 metros de eslora (o sea, de largo) dispone de una ‎pista de despegue y aterrizaje de 5 000 metros cuadrados [puede transportar 16 helicópteros pesados o ‎‎35 helicópteros ligeros]– y unidad naval de asalto anfibio. Ya posicionado cerca de la costa ‎‎“enemiga”, puede atacar con decenas de helicópteros y barcazas de desembarco capaces de ‎transportar tropas y vehículos terrestres blindados. ‎

Aunque es algo más pequeño que el navío de guerra francés, el buque británico RFA Argus (A135) ‎tiene características similares. El RFA Argus zarpó el 2 de abril hacia la Guyana británica. ‎

En definitiva, estos dos barcos de guerra europeos van a posicionarse en aguas del Mar Caribe, ‎cerca de Venezuela, hacia donde confluye una flota estadounidense –que incluye varios buques ‎de ataque costero– enviada por el presidente Trump, oficialmente para “bloquear” el ‎narcotráfico. Trump acusa al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de «aprovechar la crisis ‎del coronavirus para incrementar el tráfico de droga mediante el cual financia su narcoestado». ‎

El objetivo de toda esta operación, respaldada por la OTAN, es cerrar la tenaza del “embargo” ‎que estrangula la economía de Venezuela, país que cuenta con las mayores reservas mundiales ‎de petróleo y que hoy enfrenta también la crisis del coronavirus. ‎

El objetivo final es derrocar al presidente Maduro –democráticamente electo por el voto popular ‎pero por cuya cabeza Washington está ofreciendo una recompensa de 15 millones de dólares– e ‎instaurar en Venezuela un régimen que pondría ese país nuevamente bajo la dominación de ‎Estados Unidos. ‎

No puede excluirse la posibilidad de un incidente que sería utilizado como pretexto para invadir ‎Venezuela. La crisis del coronavirus crea condiciones internacionales favorables para la ‎realización de una operación de ese tipo, que sería presentada además como «humanitaria». ‎

Fuente: Il Manifesto (Italia)

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