Chile. Coronavirus: Sálvese quien pueda

Guillermo Zerda*, 9 abril 2020


Antes de la pandemia de Covid-19, a principios de marzo, Santiago de Chile era territorio de protestas. Una ciudad colapsada, con semáforos que aún no funcionaban, ya sea por la desidia de un Estado que jugaba al cansancio de la gente, o tal vez, rotos en nuevas manifestaciones que no cesaron desde octubre de 2019. Todo eso hasta que llegó la pandemia. Después, creció el caos.

Pero antes de eso, entre los embotellamientos en los cruces de grandes avenidas aparecieron las siluetas de los “semáforos humanos”. Gente proactiva. Hombres, mujeres, y hasta ancianos, que con un silbato en la boca y un tarrito para las propinas, se las arreglaba para sustituir a los caídos semáforos convencionales.

“¿Cómo va la pega (trabajo), jefe?”- le pregunté a alguno en cierta oportunidad mientras le pasaba una moneda.

“Regular tirando para bueno”- me contestó el emprendedor. “Pero ahora en marzo, se viene la grande” sentenciaba antes de dar paso a otra tanda de autos. ¡Cuánta razón tenía! Él profetizaba el rebrote del estallido social. En su lugar llegó otro brote: el coronavirus. Y puso todo de cabeza.

De esa histórica postal emerge una pregunta. ¿Héroes anónimos o gente que se la rebuscaba para parar la olla? Lo cierto es que este rebusque de muchos, marcó la agenda laboral del país en los últimos 30 años. En Chile, como en ningún país de la región, se ve la clara incidencia del cuentapropismo por sobre el trabajo formal. El país tiene un mercado pequeño como su Estado y las fuentes laborales no dan para todos.

No olvidemos que el país fue el laboratorio del neoliberalismo y la doctrina del shock, propuesta por Milton Friedman luego del golpe militar de 1973. El nobel de economía del 76 planteaba que el mercado debía tener la menor intervención posible del Estado y que la sociedad debía actuar desde el individuo.

A mediado de los años 50 cuatro profesores de la Universidad de Chicago visitaron el país para desarrollar un programa de cooperación académica con la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). La idea era enviar egresados chilenos a la universidad estadounidense y crear un centro de investigación en economía.

Dicho convenio se inició en marzo de 1956 con el envío de 9 estudiantes: seis de la PUC y tres de la Universidad de Chile. Todos regresaron en 1961 y fueron bautizado como los Chicago boys.

Luego en democracia, la derecha no tuvo que accionar demasiado, ya que la Concertación de Partidos por la Democracia– un variopinto conglomerado de partidos de izquierda, centroizquierda y centro que sacó a Pinochet del poder- no solo propició el modelo sino que en muchos casos lo fortaleció, como durante el gobierno del socialista Ricardo Lagos entre 2000 y 2006.

En ese período se privatizó el agua: Chile es el único país del planeta que mantiene legalmente privatizada el agua. También entregó en conceción el sistema de carreteras a empresas privadas, e instauró el Crédito con Aval del Estado (CAE) para la educación superior, sistema por el cual muchos jóvenes podrían acceder a la universidad, hipotecando su futuro con el pago de los aranceles universitarios al fin de la carrera. Valores que eran y todavía son prohibitivos.

Desocupación creciente

El 31 de enero de 2020 se publicaron los datos de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), para el trimestre móvil octubre – diciembre del 2019. El desempleo a nivel nacional fue de 7%. Un 0,1 punto porcentual (pp) más respecto al trimestre móvil previo, y de 0,3 pp respecto al de diciembre del 2018.

La fuerza laboral por su parte se incrementó un 1,2% anual; 0,2 pp menor a lo observado en las últimas 6 encuestas, que fue de 1,4% en promedio. Mientras tanto, los ocupados, crecieron en 1,0%; un 0,5 pp menos que en las 6 mediciones anteriores

Tanto los números del INE como los de la Universidad de Chile, exhiben aumentos en la tasa de desocupación. Desde el estallido de Octubre hasta fines de Diciembre de 2019 los despidos por “necesidad de las empresas” aumentaron a cerca de 179.000, según datos del Ministerio de Trabajo y Previsión Social de Chile. Casi el doble respecto a los últimos 12 meses.

Si queremos ver el lado positivo, en el último año se crearon 109.000 nuevos puestos de trabajo de los cuales 83.000 corresponden a empleos por cuenta propia, resalta una nota del portal 24 Horas, de TVN. De esos empleos precarios el 50% gana menos de $200.000.- chilenos (algo mas de 230 dólares) y el 83% del total no realiza la cotización provisional y de salud. El sueldo mínimo se sitúa alrededor de los 425 dólares y la canasta básica cerca de los 245 dólares.

Obviamente la tasa de desocupación general no aumentó más debido a este traspaso parcial de los trabajadores formales al ámbito informal. Pero como éste último tiene una capacidad finita de absorber a los nuevos cesantes, sobre todo ahora en época de pandemia, estos números podría dispararse en futuras mediciones.

Según un documento del centro de estudios Libertad y Desarrollo – de ideología liberal muy cercano a la derecha liberal conservadora chilena- y datos del INE, durante el último trimestre del 2019 el empleo por cuenta propia se disparó en un 4,7% vs el trabajo asalariado, que solo aumentó un 0,7% cifra muy inferior al crecimiento que este último experimentó durante el primer trimestre del año (2,4%).

Juan Bravo, economista senior del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas (Clapes) de la Universidad Católica de Chile indica que esto se debe a una desaceleración económica que sufre el país desde el 2013. “Mientras ese cuadro no cambie vamos a seguir viendo empleo por cuenta propia”, indicó el entrevistado a TVN 24 Horas.

Pero si bien los especialistas cargan las tintas sobre el mal momento económico local y global, otros, hacen foco en la naturaleza del modelo, propuesto en la Constitución del 80 que definió a Chile cómo un estado subsidiario. Carta Magna que hoy se quiere modificar, luego del estallido de Octubre pasado. Y ahí entramos en lo político.

“No son 30 pesos, son 30 años”

Este grafiti que apareció en el Santiago de las grandes alamedas resonó en todo el mundo y se convirtió en la marca registrada de la protesta. Algo así como el “Prohibido prohibir” del Mayo francés el 68. Una consigna que promete tener buena vejez y que marcó a fuego a la gente en las calles. Esos 30 pesos de alza en el Metro (subte) provocó la evasión de los estudiantes, las posterior represión policial y finalmente el caos. Y la clase política – de izquierda a derecha- se quedó boquiabierta, sin poder capitalizar la revuelta. Un fenómeno que guarda muchas similitudes con el “Que se vaya todos” de la Argentina del 2001.

Y los 30 años del slogan se refieren a la puesta en vigencia de la Constitución chilena de 1980 -impulsada por el abogado Jaime Guzmán; mentor ideológico del régimen pinochetista y faro de la derecha liberal conservadora- que propuso el principio de subsidiaridad en su artículo 1°, inciso tercero, conforme al cual el Estado reconoce y ampara a los grupos intermedios – o sea los privados- y les garantiza una autonomía adecuada a la prosecución de sus fines específicos.

Sin nombrarlo específicamente, la Constitución nacional aplica este principio a tres pilares fundamentales: salud, seguridad social y educación. Tres ámbitos basales de un Estado absolutamente “jibarizado” y cuyas desigualdades e inequidad detonaron, entre otras cosas, el “Octubre Rojo” vernáculo.

“El objetivo perseguido por el régimen militar y su Constitución era claro: trazar una separación estricta entre economía y política, y entre Estado y sociedad civil, perfectamente acorde no sólo con el modelo neoliberal que se empezó a aplicar desde 1975, sino con el ideal de democracia autoritaria y tutelada que se consagró en el texto original de la Carta Magna de 1980 (hoy parcialmente modificado en la materia)” explica Jorge Tapia Valdés, ex ministro de educación de Salvador Allende en su articulo “Descentralización y subsidiaridad en la época de la globalización”.

O sea que sólo en aquellos lugares donde los privados no hayan desarrollado sus actividades económicas, allí acudirá el Estado en reemplazo de estos. Algo así cómo el semáforo humano -que cubría la inexistencia de infraestructura pública- pero al revés.

Así se preservan los sistemas de salud, pensiones y educación en manos de privados y en donde la contrapartida estatal -que cubre estos tres pilares fundamentales para gran parte de la población-, es deficitaria y deja mucho que desear.

Esta bronca de Octubre de 2019 quiere modificar las consecuencias de 30 años de no participación del Estado en los asuntos públicos. Es cómo querer inventar un país desde cero. Como si nada hubiera pasado en el medio. “Mas vale tarde que nunca” dicen algunos optimistas. “Eso jamás sucederá”, dicen los de la vereda de enfrente.

Éramos pocos…

… y llegó el coronavirus. Como es obvio, con la llegada del Covid 19 toda esta efervescencia popular tuvo que guardarse en casa y por decreto. La pandemia le sirvió al gobierno para desalojar la Plaza Italia o Plaza de la Dignidad y minimizar las protestas callejeras. Recordemos que el 18 de Marzo pasado Sebastián Piñera decretó el Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe. Esto permitió instaurar el toque de queda aún cuando, al día de hoy, no se anuncia la cuarentena obligatoria en todo el país. No es de extrañar en una sociedad policial y militarizada cómo la chilena.

La única cuarentena obligatoria se decretó el 26 de marzo, sólo por una semana y para 7 comunas de la Región Metropolitana (algo así como la CABA en Argentina) y la isla de Rapa Nui. El 1º de abril se extendió la medida, primero por una semana y luego hasta el 13 del mismo mes y se quitó de la lista la comuna de Independencia, que es la mas pobre de la lista y donde, según las autoridades, existen menos casos de coronavirus. En las comunas con mayor poder adquisitivo, las del sector oriente de la capital, se registró el mayor numero de casos de esta enfermedad. Muchos de sus habitantes viajaron a Europa y regresaron al país con el suvenir del virus como polizonte.

Hoy, la pregunta es cómo va a subsistir esa creciente cantidad de trabajadores informales que laboran por “la diaria” y para los que no se han contemplado ayuda social alguna. Tan solo se planteó como paliativo la devolución anticipada del impuesto global complementario, devolución de los excedentes del año anterior que se realiza todos los meses de abril del año subsiguiente, para los que emitan boleta de honorarios y/o facturas (mono tributistas) y que constituye el excedente del 10% retenido de cada boleta.

Es mas. Para los trabajadores en relación de dependencia se implementó la ley de “Protección del Empleo”, que mas que ayudar al trabajador, le hace un guiño al empresariado. Dicha ley los exonera de pagar los sueldos de los trabajadores que no concurran a sus lugares de labores por causa de fuerza mayor, como lo es la cuarentena o el toque de queda. En dicho caso, las empresas sólo “continuarán pagando las cotizaciones previsionales y de salud (…) durante el periodo que dura la suspensión del contrato” dice la ley. Para las jornadas laborales reducidas, se reduce también el sueldo.

Esos cesantes podrán acceder a prestaciones y complementos de su salario con cargo al seguro de cesantía, que es un seguro en el que concurren fondos tanto del trabajador, como de los empleadores y el Estado. En parte, ahorro propios del empleado descontados a futuro. Para el resto, sólo esta contemplado un bono único (Bono Covid-19) de $50.000 chilenos, alrededor de 58 dólares, para aquellas familias que no reciban Subsidio Familiar y/o que pertenezcan al 60% mas vulnerable de la población. Esta medida beneficiará a mas de 2 millones de hogares que no tienen trabajo formal e implica una inversión social de 170 millones de dólares con carga al Fisco. Cómo diría Don Corleone, “una oferta imposible de rechazar”.

Ahora en cuarentena, con la restricción de salir a la calle en algunas comunas, quién sabe si seguirán “trabajando” los semáforos humanos, los conductores de Uber, o los que limpian los vidrios de los autos en las esquinas. Mientras tanto y a modo de provocación, el presidente Piñera se fotografió hace poco en una desolada Plaza Dignidad, zona cero de las protestas, hoy desierta por la cuarentena. Esto provocó la indignación en las redes sociales y el mismo mandatario tuvo que salir a pedir disculpas y minimizar el hecho.

Los que si han salido a ganarse el sustento son, ahora, otro tipo de emprendedores, los que venden mascarillas y alcohol gel: artículos de primera necesidad por estos días y que casi cotizan en bolsa. Todos ellos, héroes del trabajo informal que inflan las estadísticas laborales del país. Un país que hasta 10 días antes del estallido era, en palabras del presidente Piñera, “un verdadero oasis” dentro de una “América Latina convulsionada”.

Sin duda, esta pandemia mundial se presentó como un furioso huracán que promete la inexorable destrucción de la economía mundial y particularmente del oasis trasandino, con palmeras y cocos incluidos.

*docente y periodista argentino radicado en Chile

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