Argentina. Política internacional: entre voluntarismo y realidad

Juan Guahán / Resumen Latinoamericano / 18 de enero de 2020

En medio de la crisis económica, fiscal y social heredada, la política internacional es uno de los temas que atraviesa al conjunto de problemas a los que debe dar respuesta el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en la Argentina.

Esto es así porque la mayor parte de las cuestiones económicas (estanflación, desocupación, falta de ahorro e inversiones, desequilibrios de la balanza comercial y fiscal y –por supuesto- la deuda externa) están cruzados por la cuestión de nuestra inserción en el mundo y lo que encontramos cuando tenemos que movernos más allá de nuestras fronteras.

Si bien la hegemonía estadounidense está en decadencia, la verdad es que su moneda –el dólar- todavía es la más utilizada para los negocios internacionales, ello sigue aconteciendo particularmente en países como el nuestro que forman parte de su “área de influencia”.

El actual sistema financiero emergió luego de la II Guerra Mundial con el dólar como su moneda principal. Pero el dólar tiene patria y ella es EEUU. Los organismos que regulan al sistema financiero mundial: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y en menor medida la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), son instituciones que genéricamente responden a la política que se dicta en Washington.

Julian Assange el periodista de 48 años, que estuvo largo tiempo asilado en la embajada de Ecuador en Londres y hoy preso en Inglaterra está esperando una audiencia que decidirá si es remitido a los EEUU. Prematuramente envejecido paga con su cautiverio el “delito” de haber hecho públicos los documentos que muestran cómo funcionan aspectos importantes del poder mundial.

Entre esos materiales figura el Manual sobre la “Guerra no convencional de las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejército” de los EEUU, escrito en el 2008 y en el que se describe el uso militar de los organismos financieros, a las que se denomina “armas no convencionales”.

EEUU tiene en el FMI una notable mayoría accionaria lo que privilegia sus decisiones políticas, tal como ocurrió con el mega crédito otorgado a Mauricio Macri.

En el caso del Banco Mundial su presidente debe ser un ciudadano estadounidense elegido por el Presidente de ese país el que –a su vez- es el único que tiene derecho al veto.

Lo que acaba de ocurrir en la OCDE donde la banca que la Argentina ocupaba en tiempos de Macri ahora se ha desplazado al Brasil gobernado por Jair Bolsonaro, es otra muestra de las “casualidades” que se imponen en esos organismos.

No quedan dudas que estas instituciones financieras son continuidad de la política de EEUU y forman parte –en estos tiempos- de su estrategia militar orientada a reformular la organización territorial del mundo y en consecuencia también de nuestra región, su patio trasero.

Lo dicho explica, desde el punto de los intereses estadounidense, las razones que fundamentaron el ilegítimo, odioso e ilegal megacrédito otorgado al gobierno neoliberal de Macri. Por un lado ayudaba a un personaje “amigo” en vísperas electorales y por el otro garantizaba reforzar la soga sobre el cuello de Argentina para robustecer lo que hoy está pasando: el fortalecimiento de nuestra dependencia.

Sobre este telón de fondo, Argentina debe elaborar sus relaciones internacionales en medio del drama colectivo que estamos transitando. Los más “realistas” ponen el eje en tratar de amoldarse a lo dicho pero manteniendo rasgos de un discurso progresista, como lo intenta Felipe Solá, el canciller. Por otro lado los sectores próximos al cristinismo que tratan de mantener posiciones más independientes respecto al poder imperial.

Dado que estas definiciones rozan las relaciones que tiene el país con el FMI -principal reclamante de la “deuda”- en este punto se cruzan la política nacional, las internas del gobierno y las relaciones internacionales.

Esta complejidad de componentes explican las dudas que tiene el gobierno sobre los temas vinculados a estos menesteres. Podemos citar un ejemplo de estos problemas en el trato a Evo Morales, sus dichos y retractaciones. Por tradición del país y del peronismo, por razones ideológicas y por solidaridad personal se le debe dar a Evo un trato digno y respetuoso en el forzado refugio que tiene en el país.

Por otro lado es conocida la intervención estadounidense en el golpe producido en Bolivia y las “molestias” que le debe causar a Washington que Evo hable de milicias populares o tenga intervención en el proceso electoral que se ha abierto en su país.

Aunque desde el gobierno traten de ocultarlo quedan pocas dudas que estos temas, incluida la decisión de ir a Israel en su primera “salida” presidencial, son determinaciones tomadas con la cabeza puesta en la mesa de negociación con el FMI.

En estos vaivenes de una política, que pretende que con “una de cal y otra de arena” se equilibran las cargas, se corre el riesgo que el poderoso siga avanzando y los amigos terminen desconfiando.

Hablé con el corazón… respondieron con el bolsillo

Con su repetida convocatoria a la “solidaridad” el gobierno parece repetir la experiencia de Juan Carlos Pugliese, quien en 1989 pronunció la histórica frase del título.

Corrían los últimos días del primer trimestre del año 1989, Raúl Alfonsín debía terminar su mandato el 10 de diciembre de ese año y una inflación galopante carcomía a la economía del país y desparramaba miseria a su pueblo, el Presidente aceptó la renuncia de su Ministro de Economía Juan Vital Sorrouille quien lo venía acompañando desde el inicio de su mandato en 1983.

En su lugar fue designado Juan Carlos Pugliese, un veterano dirigente radical que había pasado por diferentes cargos y actividades incluyendo su polémica tarea de coordinar los 310 intendentes que el radicalismo “le prestó” a la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla.

En el mes de mayo se celebraron las elecciones presidenciales en las que triunfó Carlos Menem. Ello acontecía en medio de una hiperinflación del 78,5% mensual. En ese marco el ministro Pugliese pronunció, antes de renunciar, una frase dirigida a los mentados “mercados” que quedó para la historia, dijo: “Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”.

En la historia argentina es bastante común que gobiernos conocidos como “nacionales y populares” se dirijan al empresariado, al “mercado”, apelando a su buena voluntad. Por momentos, da la impresión que el actual gobierno cayera en la misma tentación.

Su idea de incorporar al título de las principales y más urgentes leyes y actividades la palabra “solidaria” o “solidaridad” se enmarca en esa perspectiva. Está muy bueno y es digno del mayor de los elogios que el gobierno busque el consenso como una forma de incorporar la participación de los protagonistas a las decisiones que debe tomar.

Pero esa meritoria actitud debe tener presente que el mundo económico no se rige por el principio de la buena voluntad. Allí se impone la tendencia de cada empresa a lograr la mayor ganancia ya que ello constituye la esencia del actual sistema, la supervivencia del mismo y el “éxito” individual de cada empresario.

A menudo los gestos de “solidaridad empresarial”, son parte de estrategias comunicacionales o políticas para recuperar o ganar mercados. Lo ocurrido recientemente con los precios de varios artículos de consumo masivo lo prueban. Un abusivo aumento para armar su “colchón” (aumento por las dudas), ante la posibilidad de medidas regulatorias, es una muestra cabal de cómo operan las empresas.

Por ello es una tarea de “buen gobierno” dar al pueblo los elementos para que este pueda entender cómo se mueve el mundo económico y no ocultar la verdad detrás de oportunismos que a la larga se pagan. Hace unos días una funcionaria agradeció a Marcelo Mindlin por su aporte al plan contra el hambre.

Ese efusivo agradecimiento confunde al pueblo que es bueno que sepa el modo que ese personaje –entre otros- se enriquecieron abusivamente a costa del pueblo, en su caso mediante las insoportables tarifas eléctricas que –en una importante proporción- terminaban en el bolsillo del mencionado “benefactor”.

*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).


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