Uruguay. La caída del mito de la “Democracia Excepcional” (Opinión)

Martín G. Delgado Cultelli, Resumen Latinoamericano*, 15 de enero 2020.

“Como el Uruguay no hay” o el mito nacionalista

En el presente trabajo analizaremos el reciente proceso electoral del Uruguay, el triunfo de la derecha sobre el progresismo y la caída de los mitos nacionalistas que hablaban de la “excepcionalidad” del Uruguay en el concierto Latinoamericano. Para entender los procesos políticos en la falsa “Suiza de América” y el gobierno que ve viene.

Uruguay es un país construido sobre la base de grandes consensos liberales que ayudaron a gestar por un lado un Estado de Bienestar y por el otro la hegemonía de un pensamiento derechista. Es así que se construyo la idea de la “Suiza de América” y de la “Democracia Excepcional”. En dicho marco de pensamiento se concebía que el Uruguay era un país estable económicamente y con una democracia liberal estable debido a que es una población mayoritariamente caucásica, con muy poca población afro y sin pueblos originarios.

El relato nacionalista por excelencia del Uruguay es un relato profundamente racista. Un relato que sirve para fortalecer los vínculos económicos y políticos con las Potencias Occidentales (Europa y Norteamérica) y por otro lado que se opone al resto de América Latina. Es que, en esta ecuación, la causa del subdesarrollo latinoamericano y su inestabilidad política son por el carácter indígena, afro y mestizo del resto del continente. El Uruguay “blanco” y civilizado siempre desprecio profundamente vivir en un continente de “indios” y “negros”, siempre busco insertarse en el centro del certamen europeo.

El artífice político de estos mitos nacionalistas fue el Partido Colorado, quien gobernó durante 90 años de corrido (muy similar al PRI de México) y fue el partido que más veces gobernó de corrido. Al mismo tiempo, el fundador de dicho partido, el Brigadier General Fructuoso Rivera fue quien encabezo las campañas militares de exterminio indígena en el siglo XIX. Cuya acción más brutal fue la Masacre de Salsipuedes cometida contra los indígenas charrúas en 1831. El Partido Colorado además de ser un partido político racista anti-indígena siempre tuvo mucha influencia del liberalismo británico. De ahí que siempre fueron partidarios del Estado centralista y del libre comercio absoluto. Aunque en determinados periodos (los liderados por la corriente batllista) incurrieron en un modelo económico de sustitución de importaciones y de construcción de un Estado Social. Pero siempre fueron centralistas, anti-indígenas (ergo pro europeos) y demócratas liberales.

Llega el “Progresismo”

La llegada del Frente Amplio en el 2005 al gobierno supuso rupturas con esta tradición coloradista, pero continuación en otros planos. El Frente Amplio volvió a restablecer el Estado Social que había sido destruido en los 80 y 90 por los neoliberales (que pasaron a dominar el Partido Colorado, así como el Partido Nacional). Generó una gran expansión de derechos sociales y políticos que es conocida en el país como la “Agenda de Derechos”. Los más conocidos internacionalmente son la Legalización del Aborto, el Matrimonio Igualitario, la Legalización de la Marihuana, acciones afirmativas para las personas trans y para la población afro, derechos laborales para las empleadas domésticas y para asalariados rurales y el restablecimiento de los Consejos de Salarios para los sindicatos, entre otros. A esto hay que agregarle un crecimiento económico sostenible y la reducción de la pobreza. A este proyecto político de crecimiento económico, exposición de derechos y restablecimiento del Estado Social se le denomino “progresismo”.

Pero si todo fue tan perfecto, ¿porque perdió el gobierno el progresismo? Y ahí hay que analizar las fallas del progresismo y los procesos subterráneos del Uruguay.

En primer lugar, mencionar que el modelo económico del progresismo no solo no cuestiona en lo más mínimo al capitalismo, si no que es incluso continuador de lógicas neoliberales. La economía uruguaya se centra mucho en la inversión extranjera directa, especialmente de la Unión Europea y de China. No existe casi industria nacional, la industria que existe depende de capitales trasnacionales. A esto hay que agregarle que el crecimiento económico se debió en gran parte a la venta de commodities del agro-bussiness como la soja transgénica, la carne, los lácteos y la industria forestal. El modelo económico de Uruguay puede ser perfectamente representado con la fuerte influencia de la multinacional finlandesa UPM. O sea, el capitalismo uruguayo sigue siendo profundamente dependiente de los grandes centros económicos internacionales. Y una ves que baja el precio de los commodities en el mercado internacional, los capitalistas uruguayos dejan de legitimar el consenso progresista.

Tal ves por ser un país históricamente arraigado en los capitales agrarios y con una oligarquía rural sumamente poderosa. La expansión de derechos sociales del progresismo no tocó a los pueblos originarios. A pesar del relato dominante que sostiene que los indígenas charrúas fueron extinguidos por las campañas militares de Rivera en el siglo XIX. La población indígena charrúa sobrevivió de forma muy invisibilizada y marginada. En los últimos 30 años y en sintonía con el movimiento indígena continental, fueron surgiendo organizaciones charrúas. Uno de los reclamos históricos del movimiento charrúa ha sido la Ratificación del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales, sin embargo, los gobiernos progresistas no lo han querido ratificar justamente para evitar disputas territoriales con los hacendados. Recordemos que el reconoce los derechos territoriales de los pueblos originarios. El argumento del progresismo fue que se quería evitar que en Uruguay hubiera una situación de disputa territorial como la que tiene Chile con los mapuches.

En la misma sintonía de defensa de los grandes capitales agrarios, el progresismo tuvo pésimas relaciones con el movimiento ambientalista. Uruguay enfrenta una crisis de contaminación del agua por el uso excesivo de agro-tóxicos en la agricultura.

El Avance Reaccionario

A pesar de la defensa de los capitales agrarios frente al movimiento indígena y al ambientalista. Fue la oligarquía rural el primer sector que empezó a generarle desestabilización al Frente Amplio. En el verano austral de 2018 surgió el movimiento Un Solo Uruguay (USU), un movimiento ruralista que corto rutas a lo largo del país y realizo mítines en distintas ciudades. Su programa era una combinación entre economía fisiocrática y conservadurismo moral, lo que se proponía era la destrucción del Estado Social y la vuelta al Estado Oligárquico.

Otra situación similar fue la política de seguridad del progresismo. Si bien el progresismo rompió con la política de represión a los movimientos sociales que había en los 90. La realidad fue cambiando progresivamente. Varios movimientos sociales con los cuales el progresismo no tenia influencia (como el ambientalista, algunos gremios estudiantiles y los anarquistas) fueron víctimas de hechos represivos, así como de la infiltración y espionaje constantes. Al mismo tiempo desde el 2010 (gobierno del Pepé Mujica) por presiones del Partido Nacional (en especial el sector de Larrañaga) fue incorporando una política de seguridad represiva hacía los sectores más pauperizados y de la lógica de la “guerra contra las drogas”. A estas presiones se le agrega la influencia de los grandes conglomerados de la industria militar-policial. La estrategia para las policías latinoamericanas de los Estados Unidos se vio claramente en la policía dirigida por el progresismo. Y en los hechos se creo un cuerpo policial militarizado llamado “Guardia Republicana” (muy similar a la “Gendarmería” de Argentina) y que se entrena con la BOPE de Brasil y con los israelíes. Sin embargo, por más presencia policial que haya, los medios de comunicación, los partidos de derecha y la ciudadanía exigían cada ves más control y represión. Incluso llegaron a haber “Marchas por a Seguridad” hacía la casa del Presidente de la República Tabaré Vázquez.

Otros hechos que han influido es el aburguesamiento de muchos dirigentes políticos del progresismo. En ves de continuar con la tradición izquierdista de que los dirigentes dialogaran con los sectores populares y recorrieran los barrios más allá de las elecciones. Generando un vinculo entre fuerza política y sectores populares. Muchos dirigentes frenteamplistas solo salieron a recorrer los barrios y territorios nada más en épocas electorales. Se olvidaron de como vive y siente la gente común. Y ese espacio territorial dejado de lado por la izquierda, fue ocupado por las iglesias evangélicas pentecostales. Desde los años 90 el evangelismo pentecostal, con fuertes vínculos con sectores de Brasil y Estados Unidos, ha ido haciendo un trabajo fino en los pueblos y barrios más carenciados del Uruguay. Estas iglesias tienen un proyecto claramente teocrático y de restablecimiento del Estado Confesional (volver al vinculo entre Estado y cultos cristianos que en Uruguay esta separado desde 1918) así como una oposición férrea a las agendas feministas y de la diversidad sexual. Debido al gran avance del feminismo y de la agenda LGBT+ en el Uruguay y el respaldo del progresismo a estos movimientos, el evangelismo pentecostal se ha puesto decisivamente en contra del Frente Amplio. Para estas iglesias Uruguay es la Meca de la perdición, es una Sodoma y Gomorra.

El progresismo fue continuador del relato de la “Suiza de América”, incluso llego a sostener que la izquierda se mantenía en el gobierno, a diferencia del resto del continente en donde gobierno tras gobierno caían frente ala derecha, debido a lo encumbrados y “virtuosos” de los dirigentes progresistas y de la “racionalidad” del pueblo uruguayo. Muchos frenteamplistas veían con horror los ciclos de Revolución y Contrarrevolución que se suceden en muchos países de nuestra región. Horror a la contrarrevolución conservadora y horror a la vorágine revolucionaria. La continuación de la “Suiza de América” por parte del progresismo fue un error brutal. No solo en términos ético-políticos y de posibilidad de construcción de Patria Grande e integración regional. Fue un error porque la derecha supo instrumentalizar el relato nacionalista a su favor.

Detrás de la Máscara Democrática

A lo largo de la campaña electoral fueron apareciendo varios discursos de candidatos y de editoriales de medios de prensa alineados a la derecha. Todos ellos alertaban del problema de la “latinoamericanización” del Uruguay.

Decían que Uruguay a través del Frente Amplio había traído problemas típicos del resto del continente como la corrupción política y el narco-tráfico. Incluso ligando la llegada masiva de migrantes latinoamericanos (dominicanos, colombianos, cubanos, venezolanos, peruanos, paraguayos, brasileños y otros) al tráfico y la delincuencia. De esta forma se establecía un relato xenófobo y racista para desprestigiar al gobierno frenteamplista. Si bien en el mito nacionalista la migración es idealizada, solo lo es la migración de origen europea que habría gestado al Estado y la sociedad nacional. Sin embargo, los actuales migrantes, la mayoría afro-descendientes y mestizos, no son concebidos como la migración “que necesita el país”. De esta forma a través de un relato racista y punitivita, se exigía volver a ser la “Suiza de América”. Y los únicos que podían volver al país a su etapa dorada y euro-céntrica, era la derecha.

El relato de la “excepcionalidad uruguaya” no solo hace agua por el hecho de que no toda la población uruguaya es de origen europeo (hay afro-descendientes e indígenas y están organizados) si no también por que la economía del país depende absolutamente de los vaivenes internacionales o sea que no depende de las “virtudes” del país. Al mismo tiempo la aparición del partido ultra-derechista Cabildo Abierto y su éxito electoral evidencian que no existe tal conciencia democrática en la población. Un 11% de la población apoyo un partido político liderado por un Caudillo Militar y en el cual hay neonazis supremacistas raciales y exmilitares torturadores de la última Dictadura Militar. A esto hay que agregarle que el senador del Partido Nacional Jorge Larrañaga impulsó un plebiscito para reformar la constitución y que las Fuerzas Armadas intervinieran en la seguridad pública. La ultima ves que intervinieron las Fuerzas Armadas en la seguridad publica en el Uruguay, fue en los años previos al Golpe Militar de 1973, y fue una lógica contrainsurgente. Dicho plebiscito de Larrañaga logro alcanzar el 46% de los votos, faltándole muy poco para alcanzar los votos necesarios para que se impusiera.

¿Si Uruguay es un país tan democrático porque tienen tanto éxito político la ultra-derecha y los proyectos militaristas? ¿Si somos civilistas, por que un sector muy importante quiere Poder Militar? Y ahí esta la cara oculta del Uruguay. El Poder Militar es el poder oculto del país y este siempre ha manejado a la política. Desde Fructuoso Rivera siempre han existido Caudillos Militares que han dirigido la política nacional. Incluso el periodo de mayor construcción del Estado Nacional y de las relaciones de capital en el país fue un periodo de tres Dictaduras Militares denominado por algunos como “Militarismo” y por otros como “Modernización” (1876-1890). Y si bien el primer batllismo (1903-1929) impuso un Estado Social laico y civilista, cada vez que la hegemonía liberal entraba en crisis aparecen las Fuerzas de Seguridad a imponer el orden a través de Dictaduras. Eso se vio como producto de la crisis política por la muerte de Batlle y Ordoñez y la crisis económica de 1929 que se resolvió con la Dictadura de Gabriel Terra (1931-1938). Cuando la izquierda revolucionaria puso contra la pared a los grandes poderes económicos y sociales y amenazaba con una revolución social que lo cambiaria todo se impuso un régimen de Terrorismo de Estado sanguinario (1973-1985). El Poder Militar siempre fue el garante del orden social dominante el Uruguay y un sector importante de la sociedad siempre los ha legitimado.

Es por eso que no debe sorprendernos que cuando el consenso progresista entra en crisis, vuelva a aparecer el fascismo en escena. Cabe aclarar que el líder de Cabildo Abierto, el General Guido Manini Ríos viene de una larga tradición familiar aristocrática vinculada a los terratenientes, las Fuerzas Armadas, los sectores políticos conservadores y al mismísimo Fructuoso Rivera y su legado político.

El gobierno que se viene

A pesar de la arremetida final de la militancia frenteamplista que logro posicionar al Frente Amplio como la principal fuerza política del país y con especial fuerza en los sectores populares urbanos y del litoral. No alcanzo para ganar la presidencia de la República. Una coalición derechista liderada por el Partido Nacional pero que engloba al Partido Colorado, a Cabildo Abierto, al Partido de la Gente y al Partido Independiente se logro imponer.

Cabe aclarar que dicha “coalición multicolor” tiene un espectro ideológico bastante complejo y amplio. No es lo mismo un neonazi de Cabildo Abierto que un centro-derecha del Partido Independiente que un libertarians del Partido Colorado. Pero lo que los ha unido es su profundo odio a la izquierda y a los movimientos sociales. Todo parece indicar que su programa de gobierno será el remake del Liberalismo Conservador. Liberalismo en lo económico (una mescla entre fisiocracia y neoliberalismo) y conservadurismo en lo político-moral (una mescla entre tradicionalismo, militarismo y fundamentalismo religioso con algún elemento filo-nazi). Debemos recordar que el Liberalismo Conservador fue el programa político del “Militarismo” de finales del siglo XIX. Los liberales conservadores son los grandes constructores del Estado Nacional Moderno y del capitalismo moderno en el Uruguay. Así que esta gente sabe lo que hace.

Parte de los discursos que hablaban del problema de la “latinoamericanización” hacían mucho hincapié en la “Dictadura de Maduro” y que el Frente Amplio quiere volver al Uruguay una “Venezuela”. También se hablaba de dejar de tener dudas ideológicas con Cuba y Venezuela. Todo indica que el nuevo gobierno se va a sumar al certamen de países que rompan relaciones diplomáticas con Venezuela y se plieguen a las propuestas de intervención extranjera en dicho país. Por lo cual Uruguay va a ser parte de los promotores de las crisis políticas de la región. Curiosamente los derechistas que hablan de que hay que “salvar” a los venezolanos y cubanos de las “Dictaduras Socialistas” son personas profundamente xenófobas y racistas que están en contra de la migración, siendo muchos de los migrantes cubanos y venezolanos. El reino de la hipocresía se avecina.

Estas elecciones ayudaron a derribar varios mitos del Uruguay. El hecho de que Uruguay haya caído bajo las garras de los neoliberales autoritarios como el resto del continente muestra que Uruguay no es una “excepcionalidad”. Si es cierto que Uruguay tiene características muy propias. Como casi todos los países. Pero no es excepcional. Sin embargo, sí tiene una ceguera ideológica y racista muy profunda. Y si el progresismo quiere volver al gobierno en 5 años tiene que por un lado salir a enfrentar al “gobierno multicolor” de forma decisiva y contundente, sin darle gobernabilidad. Y tiene que resolver los grandes debes que tuvo con el movimiento indígena y con el ambientalismo. Solo a través de un fortalecimiento del campo popular y de la radicalización ideológica el progresismo tendrá una resurrección.

*albatv

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